miércoles, 15 de abril de 2020

LOS PERROS VIEJOS

Los que somos "perros viejos"; por ser "perros" y por ser viejos, hemos desarrollado una capacidad olfativa especial para detectar aquello que se nos oculta, como las trufas.
En estos momentos tan especiales el perro viejo, detecta un cierto olor a podrido (con permiso de Martín Vigil). Es ese olor que desprende el que, aprovechándose de las ansiedades y el miedo de los demás, maniobra para actuar a sus espaldas, y presentarle unos hechos consumados como irreversibles.
La pituitaria detecta el cómo algunos de nuestros gobernantes, lejos de dedicar su tiempo a solventar el cómo salir de este enorme problemón en el que estamos metidos, lo dedican a socavar los cimientos del Estado de Derecho, so pretexto de un estado de alarma que pocos entendemos cómo se está gestionando.
So pretexto de ese estado de alarma, se están conculcando muchos de los derechos de los ciudadanos, no sólo el de la libre circulación; sino, entre otros, el de la libre transmisión de las ideas; contando para ello con la inestimable colaboración de sus "perros de presa" a los que alimenta con suculentas piezas de solomillo mientras al resto de los ciudadanos ni tan siquiera les proporciona las migajas del festín que algunos se están dando.
Se usa el confinamiento de la mayoría para permitir que sus peones se muevan libremente, y para que hagan su labor destructiva y demoledora de ese Estado de Derecho que tanto nos ha costado lograr.
Han hecho de España una inmensa prisión, y de los españoles la población reclusa más numerosa del mundo. Y una vez que el pájaro está enjaulado, poder hacer y deshacer a su antojo; mintiendo a troche y moche, y evitando que los ciudadanos tengan vías de respuesta para esa sarta de mentiras qué nos están contando. La razón que se esgrime, es que ellos son la verdad y la vida.
Los perros viejos, adiestrados por la vida, olemos de lejos la mentira y el engaño; y detectamos que en estos momentos tan problemáticos, nos están socavando muchos de nuestros derechos sin que nadie se de cuenta.
Cuando nuestros carceleros nos abran la jaula, nos daremos cuenta de que las alas y el espacio para poder volar nos han sido cercenadas. Que ya no tenemos el espacio que antes teníamos para movernos en libertad; y que las ideas no son libres para expandirse y expresarse. Nuestro espacio vital, a diferencia del espacio de seguridad, se habrá reducido, sin que nadie nos haya pedido permiso para hacerlos.
Cuando nos permitan salir de nuestras jaulas, habremos dejado de ser gavilanes  y nos habrán convertido en simples gorriones, con escasa o nula capacidad de volar.
Los perros viejos, seremos ya demasiado viejos, para poder levantarnos contra esa nueva dictadura que nos está socavando.
Los perros viejos son ya demasiado viejos para hacer lo que hicieron contra otros dictadores.
Los perros viejos veremos con la lánguida mirada de los viejos mastines, cómo de nada han servido nuestros esfuerzos por crear una sociedad libre; y veremos cómo renacen de sus cenizas, como un Ave Fénix los mismos carceleros que en otro tiempo nos sojuzgaron, y nos mantuvieron amordazados durante décadas.
Los perros viejos, somos la nueva carne de cañón a los que más de uno les niega el derecho a seguir viviendo; por el solo hecho de ser perros viejos.
Los perros viejos metafóricos, tenemos, en estos momentos, menos derechos que los perros viejos de la especie canina. Estos, al menos, gozan del privilegio de una inyección letal. Nosotros, deberemos esperar el final, en una fría cama de hospital, sin que nadie nos pueda dar el último adiós.
Lo más triste de ser perro viejo, es que no hay perros jóvenes que detecten con su olfato lo que está ocurriendo, y, defiendan a dentelladas aquellos derechos que los perros viejos lograron para ellos.
Los perros jóvenes han nacido sin olfato y sin dientes.

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