La Historia es el gran notario que, en su inmenso protocolo, recoge los hechos acontecidos en el devenir de los pueblos. Tras ella, llegan los interpretes de esos hechos, que es la parte en la que cada cual echa su cuarto a espadas, y, momento en el que la Historia deja paso a sus intérpretes.
De las "actas" de la Historia se obtienen las conclusiones que cada cual ve o quiere ver. Y, como todo aquello que se ve desde la óptica personal, con su carga subjetiva.
Una de las conclusiones que yo obtengo tras la lectura de las dichas "actas" es, la dualidad del territorio hispano.
Desde que se escribieron las primeras "actas", los habitantes de Iberia rezuman dualidad. Una dualidad que nos ha acompañado siempre; desde los habitantes de Atapuerca, hasta nuestros días. La relación de esas dualidades es larga y prolija como lo es nuestra Historia. Visigodos contra romanos; árabes contra visigodos; moros contra cristianos; reyes contra reyes; padres contra hijos; hijos contra padres; hermanos contra hermanos;isabelinos contra beltranejos;cristianos contra judíos; católicos contra herejes; carlistas contra isabelinos;españoles contra afrancesados; liberales contra absolutistas; monárquicos contra republicanos; dictadores contra demócratas; izquierda contra derecha; y la gran dualidad que une a todas las épocas: mentiras contra mentiras.
Como consecuencia de todas estas dualidades ocurridas a lo largo de nuestra dilatada historia, la sangre de millones de hombres han regado las tierras de Iberia. Una sangre que, lejos de fertilizarla, la han vuelto a lo largo de los siglos cada vez más yerma.
Millones de seres humanos murieron victimas de la dualidad, sin saber, la mayoría de ellos por qué morían. Una dualidad que les obligaba a entregar su vida por "una causa justa"; "por Dios"; "por la Patria"; o "por su señor".
La dualidad ha sido, a lo largo de nuestra historia, una macabra "ruleta rusa" a la que los hombres de todas las épocas se han visto obligados a jugar. Un juego en el que ellos, los que derramaron su sangre por los campos de Iberia, no ganaban nunca. Los peones nunca ganan una partida. En el mejor de los casos, los más afortunados, lograban no perder la vida. Y podían dar gracias por poder arrastrar sus cuerpos tullidos por plazas y mesones, cantando "romances de ciegos".
La dualidad no ha sido nunca algo estático. La dualidad ibera, ha sido cambiante, como lo han sido sus protagonistas. Todo dependía del botín que hubiera en juego. Quienes ayer mataban y morían por Enrique, hoy lo hacían por Isabel. Quienes ayer morían y mataban por "La Pepa"; hoy lo hacen por "El deseado". Quines ayer entregaban su sangre por "Carlos Isidro", por ser causa justa; dos días después la entregaban por Isabel II por ser también "causa justa". Es la ambivalencia de la dualidad, que como dice el refranero español Lo mismo sirve para un roto, que para un descosido".
Para que la dualidad funcione, y funcione bien; precisa de otras dos dualidades que siempre están presentes: la mentira y la mentira; el saber y la ignorancia. Sin ellas, la dualidad general no podría darse.
Arquímedes dijo: "Dadme un punto de apoyo y moveré la Tierra". La dualidad de la Historia se mueve porque tiene no uno, sino dos puntos de apoyo: la mentira y el miedo.
En nuestra tierra ibera, ambos puntos de apoyo, han ido siempre unidos a los hechos relatados que figuran en las "actas" del gran notario. Todo hecho histórico se asienta sobre ambos puntos de apoyo, y sobre ellos, aplicando la fuerza de la fuerza, da lugar a los hechos. Unos hechos que unas veces tienen unos resultados positivos y otros negativos. Y en cualquier de los dos casos una misma consecuencia: la muerte y la tragedia de los obligados protagonistas, que pierden su vida de la manera más absurda.
La dualidad es lo que tienen: dos vertientes: la de los que unas veces ganan, y otras pierden. Y la de aquellos, la mayoría, que siempre pierden.
José Aurelio Valdeón, publicó una obra cuyo título podría ser considero como la "verdad revelada". Llamó a su obra " Murieron los de siempre". Una verdad que se encuentra corroborada por los millones "actas" en las que, el gran Notario que es la Historia, ha dado fe de los hechos ocurridos.
El gran notario, continua su labor. No sé por cuanto tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario