jueves, 23 de abril de 2020

JUANA... ¿ LA LOCA?

Juana I de Castilla, es uno de esos personajes de la historia del que todos conocemos su existencia; pero, de la que poco sabemos de su vida dura y cruel.
A Juana, hija tercera de los llamados Reyes Católicos, el destino le jugó una mala pasada. Por su nacimiento como mujer, y por su fecha de nacimiento, pocas o nulas posibilidades tenía de llegar a sostener sobre su cabeza la corona del reino de Castilla.
Pero, el Destino, siempre caprichoso, tenía otros proyectos para ella. Y decidió que tendría que llevar sobre su cabeza el peso de la corona. 
Juana, nacida princesa, no esperaba pasar de ahí. En la linea sucesoria tenía por delante a su hermano Juan, su hermana Isabel, y el hijo de esta. Sin embargo, la muerte de todos ellos, la situó en primer lugar de la lista para suceder a su madre Isabel I de Castilla, denominada por la Historia cómo "La Católica". Y esta denominación de su madre fue, en buena medida, la desgracia de la hija.
La inclinación a la religiosidad, casi enfermiza, por no decir sencillamente patológica, de su madre, no caló de igual manera en Juana; quien carecía de todas las obsesiones místicas que atesoraba su madre; y desdeñaba todo aquello que a la religión se refería. Era, lo que en términos actuales se denominaría, una descreída. 
La obsesión enfermiza de Isabel por la religión, chocó frontalmente con la desidia en esta materia de su hija; quien hacía oídos sordos a todas imposiciones que en materia religiosa nacían de aquella.
Esa religiosidad enfermiza de "La Católica" la llevó a desheredar a Juana de sus derechos sucesorios a la corona de Castilla.
En el habitual juego de matrimonios que era común en la época, a Juana le tocó en suerte a Felipe , archiduque de Austria. Ambos, tras un largo viaje desde Flandes, Juana y Felipe, juraron como herederos al trono de Castilla. Isabel, obsesionada con la falta de religiosidad de su hija, se opuso al regreso de esta a Flandes, para que, internada en el Castillo de la Mota, fuera el obispo Fonseca quien tratara de reconducir su falta de creencias, y su desidia en materia religiosa.
El choque entre madre e hija debió ser brutal; tanto, que a Isabel no le quedó otro remedio que ceder, y permitir el regreso de su hija a Flandes. Una ausencia que "La Católica" aprovechó para desheredarla de sus derechos sucesorios a Juana, basándose en la falta de religiosidad de su hija. Algo que a la reina Isabel obsesionaba por encima de todo.
Como barniz a esas razones para desheredarla, se comenzó al propalar la insidia de que Juana no podía ser reina de Castilla, debido a la locura que padecía, lo que la incapacitaba para gobernar.
Es en este momento en el que comienza la Historia a verse cuestionada, desde mi punto de vista. Siempre me surge la duda de si la locura de Juana era realmente, tal o fue un complot organizado por la persona que estaba realmente loca y obsesionada por la religión y el poder.
A la vista de los hechos que nos han llegado, no las crónicas oficiales redactadas al dictado, que han desfigurado los hechos; podemos intuir que no era oro todo lo que relucía en la cabeza de Isabel.
A medida que fue creciendo, su actitud fue cambiando; y aquella jovencita todo dulzura y a la que solo le preocupaba la salvación de su alma; mutó a ser una persona ambiciosa y ansiosa de poder, no dudando en llevar a Castilla a la Guerra Civil para quitar los derechos dinásticos que, por herencia natural correspondían a su sobrina Juana; a la que muy a propósito denominaba "La pequeña" o lo más despectivo "La Beltraneja". Pues la disputa de los derechos dinásticos de su hermano Enrique IV, los basaba en la nunca demostrada, no paternidad de Enrique sobre su hija Juana. Su más que enfermiza religiosidad, no fue, sin embargo, obstáculo para acceder a contraer matrimonio con Fernando de Aragón, sin tener concedida la preceptiva bula papal; y conspirando con el arzobispo Carrillo, para hacer pasar ante los nobles y el resto de miembros de la Iglesia, una bula falsa como verdadera. Curiosa manera de entender la religiosidad. Todo, decía, lo hacía por el bien de Castilla, y porque Dios así lo quería.
A medida que el poder le llegaba a las manos, sus rasgos de demencia fueron en aumento. Porque, demencia fue marcar a los judíos de Burgos, como si fueran apestados, para lograr conseguir mantener el poder en la ciudad, baluarte imprescindible para la guerra que mantenía contra la hija de su hermano Enrique. Locura fue mandar alancear a los diez primeros caballos de la vanguardia del ejército de su esposo Fernando, que regresó derrotado de la batalla de Toro. Locura fue, sin duda, la expulsión de moriscos y judíos; todo hecho so pretexto de salvaguardar la cristiandad; cuando en realidad solamente era para obtener el favor de la Iglesia de Roma. Y no menor locura fue la creación del Tribunal del Santo Oficio para perseguir a todos aquellos que no fueran incondicionales seguidores de la Iglesia Católica. Algo que, en mi opinión, no era otra cosa que un pretexto para mantener su poder absoluto, y evitar que nadie le disputara el trono de Castilla. No en  vano, y según Isabel, ella era reina de Castilla por la Gracia de Dios. Y quien dudara de ello, o se levantara en armas contra su corona, lo hacían contra los designios de Dios. Algo que en aquellos tiempos, solo podía ser castigado con la muerte.
Fernando, bastante calzonazos para según qué cosas, aceptó este estado de cosas; para, siendo él también "rey por la Gracia de Dios"; lograr, como así lo consiguió, llegar a ser rey de Castilla.
La locura de Juana I de Castilla, nunca ha sido demostrada; más allá de actos supuestamente demenciales como fue el acompañar el cadáver de su esposo por tierras de Castilla durante un largo periodo de tiempo para que fuera enterrado en la ciudad de Granada.
Qué Juana estuviera "loca" venía bien a todos. A su esposo Felipe porque sería rey de Castilla; a su padre Fernando que lograría lo que siempre ambiciono: ser  rey de Castilla, gobernando al alimón con  su yerno Felipe hasta su muerte; y a su hijo Carlos, futuro emperador, que fue rey de Castilla sin haber muerto su legítima reina, que no era otra que Juana I de Castilla.
Fue la "locura" de Juana, una "demencia" muy interesada, y que nunca demostrada.
Pero, la Historia nos cuenta otra Historia. La que los cronistas nos han dejado; y pocos se han atrevido a cuestionar.

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