jueves, 9 de abril de 2020

EL DIABLO

Un viejo aforismo afirma que: "Cuando el diablo no tiene que hacer con el rabo mata moscas". Una frase que, como casi todo lo que perdura en el tiempo, termina siendo cierta.
En estos días en el que tenemos todo el tiempo del mundo para darle al "magín" los pensadores se han echado al monte; y, de qué manera.
Se exprimen la cabeza para filosofar sobre "Quién debe morir". Sí, no se han andado con tonterías. En lugar de ver series de TV, se han puesto a calibrar quién de nosotros debe vivir, o quién debe morir. 
Buscando y rebuscando han llegado a dar con la piedra filosofal y han encontrado la "ética médica".  ¿Qué es la "ética médica" pues un concepto tan ambiguo como dúctil con el  dar cobertura "moral" a determinados comportamientos, no sólo médicos, que permiten decidir  sobre quién vive o quién muere, sin que al dios nacido en un servicio de urgencias, le quede mala conciencia y se marche a dormir con eso que se ha dado en llamar "tranquilidad de espíritu".
La ética y la moral, son, como digo, conceptos ambiguos y dúctiles. Y eso es tan claro como que ante un mismo hecho la moral y la ética de las personas es diferente según, no solamente por individuo actuante, sino por las circunstancias que rodean la toma de decisiones. De la misma manera que los individuos somos diferentes a cada instante; son diferentes las mameras de afrontar una misma situación.
Cuando un ser humano decide de entre dos o más personas quien debe vivir y quien debe morir, hay que partir de un principio indiscutible que es: que se equivoca. Y, se equivoca, porque desconoce qué hubiera ocurrido de haber tomado una decisión diferente. Ya que, el futuro únicamente lo conoce Dios o en su defecto el Destino.
A nadie se le escapa que la ética nace según la previa ideología de quien la dicta. La ética, no existe por si misma; la ética, la creamos los hombres par dar cobertura moral a nuestros actos. Y esto es así de evidente, por cuanto  en más ocasiones de las deseadas, esa ética o moral propugnada por unos, no es compartida por muchos. y la ética debe transformase en leyes para que sea impuesta de manera coercitiva.
La ética, es un concepto que cada cual usa a su antojo; porque, con nombre tan rimbombante, los actos de las personas dejan ser errores; y se convierten en actuaciones dentro de la más rigurosa ética. Porque, en esto también se establecen escalas. Hay ética, y ética rigurosa.
La ética no existe de modo general. Quizás, de modo más o menos general, existe la praxis; pero, esta no es, en absoluto, la ética.
La ética y la moral son valores individuales que toman en cada persona y en cada momento dimensiones diferentes.
Los neo pensadores aburridos, miran el mundo desde una perspectiva zenital, y, siempre alejados de ellos mismos. Los sujetos activos o pasivos, según se mire, son siempre otros. Esos que eufemísticamente se denominan "terceros"; como si al denominarles así, perdieran su capacidad de ser considerados sujetos pensantes. Ven el mundo desde la abstracción. Esa nebulosa que previamente se lanza para que la mirada de los otros no les interrumpa sus sesudos pensamientos.
Cuando llegan a dilucidar su ética, esta cambia, si esa ética es aplicable a ellos mismos, o a alguno de sus seres queridos o deudos.
Es bastante probable que esa ética, que, están forjando a golpe de aburrimiento, mute cuando alguien, en aplicación de ella, les diga que su padre, su madre, o esposa o hijo, deben dejar de vivir para que otro pueda intentar vivir.
Es bastante probable que en esas circunstancias, reniegue de la ética promulgada por él mismo, y la quiera cambiar sobre la marcha. Porque, a quien se ha de aplicar esa ética, no es un ser inconcreto; no es un "tercero" al que la nebulosa artificial priva de ver su mirada que le demanda que no le deje morir.
Hay quien afirma que el Hombre debe hacerse preguntas, aunque no tenga respuestas. Afirmación que no comparto; porque, si sabemos que no va a haber respuesta ¿ para qué hacerse preguntas? De la misma manera que nadie se pregunta por dónde sale el sol; pues se acepta que sale por el Este., nadie debe preguntarse ¿ quién debe morir? Todos debemos morir; pero, dejemos el cómo y el cuando en manos de Dios o del Destino. En caso contrario, el Hombre dejará de ser Hombre para convertirse en un semoviente cuyo final está en manos de un matarife.


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