sábado, 18 de abril de 2020

LA BULA

"La Bula" es un documento papal en virtud del cual se exime a los fieles del cumplimiento de determinados preceptos y obligaciones impuestas por la Iglesia Católica; como pueden ser, la dispensa para contraer matrimonio con un cosanguineo en determinado grado de parentesco, la exención de no comer carne en viernes, o la concesión de indulgencia plenaria en favor de las almas del purgatorio. La venta de Bulas, ha sido a lo largo de la Historia una de las principales fuentes de financiación de la Iglesia, junto con la percepción de los diezmos y primicias; porque, esas Bulas no eran otorgadas a título gratuito, sino oneroso, y, en algunos  casos, muy oneroso. Los precios de estas estaban establecidos mediante el correspondiente escandallo que determinaba lo que el beneficiario debía satisfacer para obtenerla, y quedar exento de cumplir determinadas obligaciones. Las más caras eran las emitidas para permitir el matrimonio entre parientes de la realeza y la nobleza; pues, ya que esos matrimonio tenía como objetivo acrecentaban el patrimonio de los contrayentes y sus familias, en justa correspondencia la Iglesia quería tener su parte en el negocio
Las Bulas, ya en desuso, hasta no hace demasiado tiempo, eran la salvaguarda del buen nombre de la familia. Poseer una Bula, era sinónimo de ser buen católico, y permitía que los bocadillos de chorizo que tu madre te ponía para el recreo sin caer en que era viernes, terminaran en la basura. Si el cura te decía:
-" Juanito, ¿qué haces comiendo carne en viernes?".
Juanito sabía lo que debía responder.
-" Es que mi familia tiene bula."
Con lo que Juanito podía seguir dando patadas al balón mientras mordisqueaba el "pecaminoso" embutido, sin peligro de terminar en las Calderas de Pedro Botero.
Para dar satisfacción a aquellas capas sociales de menos recursos y que no podían pagar el importe de una Bula a la Iglesia, en la España de la picaresca, allá por los siglos XVI y XVII, apareció la figura de "Los Buleros".Profesión descrita por los escritores costumbristas de la época. "El Bulero" era una suerte de pícaro, que se ganaba la vida vendiendo, a precio de saldo, bulas falsas; o cobrando un comisión por las, supuestamente, verdaderas. Con no poca habilidad, falsificaban documentos, supuestamente papales, que los más desfavorecidos adquirían como cobertura de sus deslices religiosos. Porque, las obligaciones de la Iglesia, no conocían de clases sociales ni capacidad económica.
Estando aún en su apogeo el Tribunal del Santo Oficio, o Inquisición; la Bula era un escudo protector ante las posibles reticencias del maligno tribunal sobre la pureza de sangre, o la condición de "cristiano viejo".
Con el fin de la dictadura surgida tras la Guerra Civil, y la perdida de poder social de la Iglesia Católica en España, la Bula cayó en desuso; y solo los muy fervientes practicantes harán uso de ella, si es que aún se siguen emitiendo, cosa que desconozco.
Con la llegada de la segunda década del siglo XXI, la Bula ha resurgido de sus cenizas; pero, curiosamente, no de la mano de la Iglesia Católica; sino, de la mano de los agnósticos, los gnósticos y aconfesionales. La búsqueda de la sociedad igualitaria ha traído como corolario el maridaje de la Bula, con su alter ego: El Bulo
A diferencia del documento papal, que solo lo emitía el Pontífice de Roma, las nuevas Bulas, son acuñadas por unos grupos de poder que otorgan, a unos pocos, la capacidad de informar con veracidad; negando, al que no la posea, la posibilidad de hablar con verdad. Para quienes no son poseedores de las nuevas Bulas; se les otorgan a sus palabras, ideas y opiniones, el carácter de Bulo. Un Sanbenito que es castigado de manera implacable por el nuevo Tribunal del Santo Oficio, con sede en el Palacio de la Moncloa.
A diferencia de las Bulas papales; las nuevas Bulas, aunque tienen un precio, este no es pagado por los beneficiarios de las exenciones; sino por el propio emisor de las mismas; que lo hace en doblones de oro. No sería un buen negocio para los emisores de las nuevas Bulas, el pagar por ellas sin recibir nada a cambio. En la letra pequeñas, se plasma un Quid Pro Quo, entre el emisor y el beneficiario. El precio de retorno convenido es, la entrega incondicional a la causa del emisor; y la defensa a ultranza de sus ideas, palabras y actos; aunque para lograrlo haya que despellejar a los que han sido marcados con el estigma del Bulo.
De la misma manera que la no posesión de la Bula papal, podía acarrear la pena de excomunión; la no posesión de la nuevas Bulas, y sí de la condición de  "Buloso"; puede, en nuestros días, dar con tus huesos en las mazmorras del Nuevo Tribunal del Santo Oficio, sitas en los sótanos aledaños a las cloacas del Estado.
No deja de ser paradójico, que aquellos que desdeñan los usos y costumbres de la Iglesia Católica, hayan aprendido, y de qué manera, los expeditivos métodos que esta aplicaba para llenar sus arcas, y mantener callado y sumiso a todo hijo de vecino; ya fuera rey, noble, o plebeyo.


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