viernes, 17 de abril de 2020

DE HECHOS Y HOMBRES

Siempre resulta complicado  analizar los hechos ocurridos a lo largo de la Historia sobre la base de los relatos de terceros, por la carga de subjetividad que estos llevan. Criterio que me ha llevado a granjearme no pocas críticas; pero, como estoy convencido de ello, no me muevo ni un ápice de mis convicciones. Por ello trato de alejarme lo más posible de esos relatos, para tratar de tener una visión más amplia de las crónicas de la época; aplicando aquella máxima que dice que "La catedral de Burgos no se puede contemplar, salvo en la distancia." 
Retomando mi comentario de ayer sobre la época en la que desarrolla la serie de TV Isabel, un capítulo aparte merece el papel que juega la Iglesia Católica y sus creencias, en los acontecimientos narrados.
La primera de las figuras, la Iglesia, está encarnada en los sucesivos personajes: obispos, arzobispos, legados pontificios y el propio Pontífice, quienes son presentados como el reverso de una moneda llamada cristianismo.
Cómo ha evolucionado el mensaje de Jesucristo a lo largo de la Historia es, para mí, uno de los grandes misterios de la Iglesia Católica. Nunca comprenderé que los seguidores de aquel que fue crucificado, crucifiquen a sus semejantes; que aquel que  predicó contra los ricos, los poderosos, y los mercaderes, hayan derivado en un poder en sí mismo, aliado con los poderosos, y comerciando con las propias convicciones, en contra del mensaje del Profeta.
¿Qué queda de aquel "Sermón de la montaña"? Pues a la vista de la evolución de los comportamientos de la Iglesia Católica, poco.
La figura central del relato, en lo que a la Iglesia se refiere es, el que fuera arzobispo de Toledo, monseñor Carrillo; a quien le hacen coro, otros altos dignatarios de la Iglesia, y el propio Papa. A todos les mueve un mismo objetivo: el poder, y el dinero. Por lograr ambos, cometen todo tipo de desafueros, comprando y vendiendo, no solo voluntades; sino comerciando con las dispensas papales, en función del dinero que hubiera detrás del pretendiente. Las denominadas "bulas" eran al papado, lo que las acciones de empresa son hoy. Su valor estaba marcado por la oferta y la demanda, que había que traducir en florines, o en soldados, para mantener las guerras que el Estado Papal mantenía, so pretexto de luchar contra el infiel; algo contrario al mensaje de Cristo. Judío según la tradición.
En mi opinión la deriva  se inició en tiempo de los visigodos, en los que se otorgó a la Iglesia un poder superior al poder civil con no poca sorpresa para los propios representantes de la Iglesia de aquella época; que veían como los nobles ponían en sus manos, todo el poder terrenal.

Como complemento de estas figuras, aparece la de Isabel; una mujer obsesionada por la religión, incapaz de ver el mundo y su misión fuera de los "muros" de la Iglesia. Hay quien afirma que su obsesión por cumplir los preceptos de la Iglesia, llegó hasta llevarla a redactar su propio calendario en el que se determinaban los días en los que podría yacer con su marido, sin incumplir algún precepto, o festividad o devoción de la Santa Madre Iglesia.
Cuentan las crónicas que, Colón, tras siete años de brega para lograr la financiación de su proyecto de viajar a las Indias Occidentales, encontró su punto de apoyo para lograr doblegar la voluntad de la reina en la religión. El argumento que el genovés esgrimió, fue tan simple como: el de lograr con sus conquistas nuevos siervos para la Iglesia Católica. Aquella llave, usada por el navegante en el último momento, no solo le allanó el camino; sino, que obtuvo todo lo necesario para su aventura en un tiempo récord para la época en la que se datan los hechos.
El objetivo principal de su reinado, y casi único logrado, fue, la expulsión de los "infieles" de la Península Ibérica, ya fueran estos musulmanes, o judíos. Aunque a los que realmente estaba combatiendo era a españoles (demos por válido este concepto) que profesaban otras religiones. Para que todo quedara "atado y bien atado" los católicos reyes fundaron en España (ya entonces era, casi, España)  el "Tribunal del Santo Oficio", más conocida por Inquisición Española, para velar por el mantenimiento de la ortodoxia católica.
Esta desmesurada dependencia de la Iglesia, hoy sería calificada como de obsesiva; pero, en aquellos tiempos le llevó a ser catalogada como la Reina Católica. Un obsesión que la acompañó desde su infancia, y que ella anteponía por encima de cualquier otro pensamiento, por sensato que fuera. Una debilidad que, naturalmente, fue debidamente utilizada por sus cortesanos para lograr sus objetivos de poder; que aquellos tiempos, se traducían en tierras, villas y derechos de cobro de impuestos.
La institución fundada en España por los católicos reyes, ha sido de enorme utilidad para mantener a raya, a enemigos de todo tipo. Tanta fue su utilidad que, con mayor o menor presencia, estuvo vigente hasta el año 1813, fecha en que las Cortes de Cádiz procedieron a su abolición.
Es esta una etapa de nuestra historia que, aunque algunos la califican de esplendorosa, no lo era tanto entre las bambalinas del poder; tras ellas, quienes realmente gobernaban eran las intrigas, las traiciones, el dinero y el poder.
Iglesia y Poder, siempre han ido de la mano; estuviera donde estuviera ese poder. Ya fuera en manos de Enrique IV, de su hermano Alfonso; de su hija Juana, llamada La Beltraneja. o de la propia Isabel. El Papa daba la mano a Enrique IV, quien le suministraba ingentes cantidades de dinero, para que no denunciara que el matrimonio con Juana de Avis, o Juana de Portugal, era ilegal. El arzobispo Carrillo apostó por el futuro encarnado en Isabel y su esposo Fernando; no dudando en falsificar una bula papal, para lograr el matrimonio de las coronas de Castilla y Aragón.
Así son los hechos, tal como nos los han contado. Sobre ellos valoro.

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