martes, 28 de abril de 2020

LAS CAMPANAS DEL SILENCIO

¿Por quién doblan las campanas?
Para contestar a esta pregunta  Ernest Hemingway, dedicó centenares de páginas. Hoy, para responderla en España, solo se precisan cuatro palabras: "Las campanas no doblan".
Hasta no hace mucho tiempo, las campanas eran el lenguaje del Pueblo por todos entendido. Ellas nos marcaban la hora del día en la que se vivía; ellas, repicaban de alegría los días de júbilo; eran la señal de alarma en caso de necesidad; y con su lento doblar nos comunicaban la desgracia de una muerte.
El lento golpear del badajo nos decía que alguien había muerto. La cadencia de su sonido acompañaba al difunto hasta su última morada, con su melancólico son.
Hoy, las campanas permanecen en silencio; y nuestros muertos deben abandonar este mundo sin ni tan siquiera gozar de la compañía del sonido de una campana.
Hoy, nuestros muertos, van de  una fría cama de hospital, o desde la soledad de sus casas, hasta la húmeda tierra que les dará cobijo, en el más triste de los silencios, sin más ruido que el que el viento produce al mover las hojas de los cipreses. Se les ha privado del sonido del llanto de sus seres  queridos; del homenaje de sus deudos, y hasta el triste doblar de una campana les es negado.
Visitando países de la antigua Yugoslavia, escuchaba, estremecido, el relato de cómo los muertos que inundaban las calles eran recogidos por la noche para evitar los disparos de los francotiradores, y ser enterrados en cualquier lugar que pudiera albergar sus restos mortales. Ya fuera un huerto, un jardín, o un estadio de futbol.
Aunque no haya francotiradores que disparan, nuestros muertos de hoy son enterrados con nocturnidad y en silencio; para que no se sepa que nos han dejado. Son llevados a su última morada en la clandestinidad, y, casi, en la indignidad; sin una oración en su memoria; sin un panegírico que recuerde lo bueno que hicieron en la vida; y sin el triste sonido de una campana.
España se avergüenza de sus muertos; porque, son el testigo irrefutable de un fracaso como sociedad ,que no tiene el valor de exigir que sean enterrados y recordados con respeto.
De las frías cámara frigoríficas, o desde las pistas de hielo, son sacados clandestinamente cuidando de que ningún "francotirador" armado con una cámara de fotografiar, plasme su último viaje.
Los otros, los vivos enterrados en vida, tapan ese silencio cómplice con el cántico de las bondades de un confinamiento, para que alguien, esta vez sí, les grabe y emita su felicidad por cualquier medio.
Mientras unos cantan, otros bailan, y otros aplauden en los balcones; las campanas siguen en silencio. No vaya a ser que con su doblar, nos recuerden que decenas de miles de personas ya no están entre nosotros.
Algunos tienen la osadía de decir que esa ocultación no es tal; que nuestros muertos son enterrados con dignidad, y que quien eso propala miente.
Quienes no mienten son las campanas, que  con su estruendoso silencio nos dicen que nadie se acuerda de ellos. Que nadie les aplaude; que nadie les canta. En definitiva que a nadie le importa que vivieran o murieran. Quizás, hasta los badajos de las campanas sienten vergüenza y por ello callan. Vergüenza por contemplar, de las alturas de sus atalayas, cómo hay españoles que se alegran de la muerte de sus compatriotas; o cómo discuten a voz en grito, si un anciano tiene derecho a la vida.
Ernest Hemingway, en nuestros días no hubiera podido publicar su famosa novela. Porque, a diferencia de aquel lejano año de 1940, en que su obra vio la luz, las campanas que hoy permanecen silenciosas,; mientras la de aquellos años siniestros doblaban por los muertos de una Guerra Civil cruel; pero, que, al menos, daba sepultura, cristiana o no, a quienes perdían la vida. El ¿quién? de  Ernest Hemingway, era una pregunta retórica; porque, la respuesta se sabía de antemano. Las campanas doblaban por España. La de los muertos y la de los vivos.

domingo, 26 de abril de 2020

EL CENSOR

Aquellos de los lectores que  sus espaldas soporten más de sesenta primavera, recordarán a buen seguro habrán vivido la experiencia de burlar la censura cinematográfica encarnada en el portero de un cine.
El censor, encargado de velar por la moralidad y las buenas costumbres, calificaba las películas según su contenido y su moralidad. 
En esos años en los que las hormonas se apelotonaban en nuestro cuerpo como los coches un lunes en la M30, era visita obligada ir a la iglesia de San Esteban para ver la calificación moral de la cartelera del pueblo. Ni que decir tiene que se buscaban aquellas cintas calificadas como de 3R, que en el argot censural era las denominadas "gravemente peligrosas". Esta simple calificación ya nos alteraba los pulsos, y la imaginación volaba hasta los terrenos inexpugnables de la concupiscencia.
La decisión estaba tomada; ya solo quedaba sortear al cancerbero que la censura ponía a la puerta del cine para evitar que nuestros ojos y nuestras mentes sufrieran los ataques del maligno.
No era una labor sencilla aparentar los años que no se tenían, por lo que la imaginación de adolescente debía trabajar de lo lindo para que los 14 años se convirtieran en dieciocho. Cuando aun el bozo no era más que proyecto de futuro, crecer en unos momentos la friolera de cuatro años no era fácil. Había dos tácticas complementarias para rendir la fortaleza del portero. Una era la apariencia física. Poner cara seria y formal, como de aquel que ya está de vuelta de todo. Unos papeles de periódico en los zapatos para aumentar la altura un par de centímetros, y rellenar el abrigo con un par de jerséis para dar volumen a nuestros esmirriados cuerpos de adolescentes. La segunda táctica era pura estrategia de comando atacante. Era necesario aprovechar los momentos de máxima aglomeración para que el aturullado portero bajara un poco la guardia. Situación que se aumentaba creando unas pequeñas avalanchas a base de empujones para que el portero tuviera que prestar más atención a no ser arrollado que vigilar la edad de los aspirantes a espectadores lúbricos.
Naturalmente no siempre la estratagema funcionaba; y en estos casos, cual general derrotado nos tocaba revender la entrada, tras el fallido intento.
Mañana, muchos años después, y en estos tiempos en los que las hormonas ya no circulan y viven el sueño de los justos, veremos que se producirá el fenómeno contrario al de nuestros mis años mozos.
Los muchachos buscarán estrategias para aparentar tener menos años de los que realmente tienen para eludir la vista del "Gran Hermano Censor", y podre dar descanso  a la tablet, y al móvil, y respirar un poco de aire puro; y, cómo no, echarse al coleto unos cigarrillos rellenos de tabaco o de otras hierbas aromáticas. Son cosas del extraño cambio social.
De la misma manera que solo los dioses conocían los criterios por los que  el Censor se guiaba para dar la calificación moral de una película y con ella establecer la edad en la que se podía ser visionada; de igual forma, es desconocido el criterio del "experto" que ha determinado que a partir de mañana pueden salir a la calle los ¿niños? de hasta catorce años.
Uno que es muy ignorante en materia sanitaria y microbiológica; pero, que no suele comulgar con ruedas de molino, por resultarle indigestas, no alcanza a comprender  el porqué se establece la frontera en los 14 y no en los 12, o en los 16. De la misma manera que tampoco llega a comprender que se establezca, manu militari, esa frontera.
Esta duda que me surge no es arbitraria, y bebe sus aguas en las mismas fuentes que los "expertos". Si se reconoce que no se tiene, porque los datos son tan inexactos que de nada sirven, un mapa epidemiológico que permita una razonada toma de decisiones; si, existe una ignorancia total sobre quienes son los nichos de población contagiados pero asintomáticos; si, paralelamente se autoriza la salida de personas adultas a pasear un perro, comprar tabaco o el periódico, o salir al campo al cazar. Me ocurre, como me ocurría en mis años de hormonas alborotadas, respecto a los criterios del censor. No lo entendía. Y muchos menos lo comprendía cuando, tras ver la película, mi moral estaba tan intacta como el día de mi nacimiento; y los pulsos habían vuelto a su frecuencia habitual.
Mañana veremos aparecer las modernas tácticas de despiste al censor encarnado en el policía de turno. Desde intentar aparentar ser un niño de teta, hasta el establecer comandos de detección del "Gran Hermano"; todo para poder estar unos momentos con "Lucia" a la que hace dos meses que no puedes coger de la mano o darle un beso. Porque, en estas guerras microbianas, los virus, poco tiene que hacer frente a las poderosas hormonas. Y si estas han estado reprimidas durante dos meses, es bastante probable que salgan en estampida.
No os rasguéis las vestiduras los ortodoxos del confinamiento; porque ya sabéis: "Lo que no puede ser, no puede ser, y, además es imposible.



viernes, 24 de abril de 2020

USOS Y COSTUMBRES

"Pautas internalizadas por una colectividad para enfrentarse con los problemas cotidianos de la vida y de la muerte". Siempre que viene la caso, uso esta definición de Cultura que uso mi profesor de sociologías Juan del Pino Artacho. Lo hago porque, en mi opinión, la mejor que he escuchado, oído o leído. De esas pautas a las que se alude en la frase definitoria, forman parte los Usos y Costumbres de una Sociedad. 
Los usos sociales son acciones que ejecutamos en virtud de una presión social. Son imposiciones que el grupo impone, valga la redundancia, al individuo. Son, en buena medida, actos mecánicos que se realizan de manera irracional. 
Los usos y costumbres son formas de conducta que presionan y que tienen un caracter extraindividual e impersonal, pues nacen desde fuera del individuo. Cuando los ejecutamos actuamos cómo autómatas; son una suerte de movimiento reflejo, sin que esos usos o gestos sean responsabilidad de nadie.
Los modos de comportamiento o gesto o usos producen en nosotros diversos efectos. Uno de ellos es, que nos permite conocer el comportamiento de otros individuos aunque no les conozcamos de nada. Si extendemos la mano para saludar, sabemos cual será el comportamiento del otro, salvo que medien circunstancias excepcionales, lo que implicaría que de alguna manera el otro nos conoce.
Los gestos, los usos y las costumbres nos obligan a vivir con los tiempos; pues de lo contrario el grupo social nos rechaza. Aunque, por otro lado, no solventa en problema de qué hacer en cada ocasión.Automatizan las conductas de las personas. 
Nietzche decía" Nos sentimos tan tranquilos y a gusto en la Naturaleza, porque esta no tiene opinión sobre nosotros".
Cuando actuamos y obramos y hablamos siguiendo lo que mandan los usos y las costumbres, nuestra vida deja de ser nuestra, y de alguna manera se la cedemos a la Sociedad.
Quienes vivimos en sociedad en sociedad solemos ser gente sin "alma". Tal como decía Marx, "Únicamente existe el alma colectiva".
Lo Sociedad es algo humano; pero, sin el hombre. La Sociedad no tiene alma. Es, lo humano deshumanizado.
Es casi imposible abstraerse de la vida en sociedad. Salir de ella precisa de tener una enorme capacidad de autosuficiencia y una extraordinaria fortaleza mental, solo al alcance de unos pocos. 
Quienes luchamos por huir, en la medida de lo posible, de esos usos y costumbres, siguiendo a Nietzche, buscamos en la Naturaleza recuperar esa alma que la sociedad nos arrebata. En ella no tenemos temor a ser juzgado; ni tan siquiera si corres desnudo por ella, serás juzgado. La Naturaleza es la Libertad en estado puro, y el lugar en el que el individuo vuelve a tener alma. Sus actos no son los de un autómata. No son actos mecánicos aprehendidos, ya que nada es obligado.
Los usos y costumbres; los gestos que mecánicamente realizamos, varían de manera casi imperceptible. Salvo en condiciones extraordinarias como las que vivimos en las que los usos y costumbres y los gestos, han cambiado en unos pocos días, y cambiarán  de manera radical cuando nuestra vida en sociedad recupere su actividad.
En ese momento veremos una sociedad que será extraordinariamente exigente con el cumplimiento de los nuevos usos y costumbre y gestos que el colectivo ya ha empezado a establecer. Las hasta ahora relaciones sociales habrán desaparecido, cediendo su espacio al miedo y a la desconfianza. Nuestros amigos, vecinos, parientes, no serán ya mirados como esa forma agradable de relación interpersonal. Nos mantendremos alejados los unos de los otros, porque veremos en ellos un peligro, un riesgo. En definitiva las relaciones sociales habrán desaparecido, dejando su lugar al miedo. 
Será complicado, si no imposible, sacar de nuestro consciente, y mucho más de nuestro subconsciente, esa mutación genética que ya se ha producido en la que el miedo y la paranoia han anidado e incrustado sus larvas.

En unas pocas horas, el hombre ha pasado de ser un "animal social", ser un simple animal, siempre alerta a los posibles peligros que le acechan.
Bajaremos un escalón en la escala de las especies y volveremos a nuestros orígenes. Seremos ese primate, que se mueve nervioso y está siempre alerta para evitar el ataque de los depredadores que viven en su hábitat natural.
Veremos en nuestro amigo, en nuestro vecino, e incluso en nuestros familiares, a un depredador del que debemos alejarnos para evitar el riesgo de un ataque.
Esta será, en mi opinión la secuela más grave que nos quedará, como resultado de ese miedo colectivo que ha nacido en nuestros , y que ha cambiado "Las pautas de nuestra colectividad para enfrentarnos con los problemas cotidianos de la vida y de la muerte" Porque hasta la manera de acercarnos a esta ha cambiado.

jueves, 23 de abril de 2020

JUANA... ¿ LA LOCA?

Juana I de Castilla, es uno de esos personajes de la historia del que todos conocemos su existencia; pero, de la que poco sabemos de su vida dura y cruel.
A Juana, hija tercera de los llamados Reyes Católicos, el destino le jugó una mala pasada. Por su nacimiento como mujer, y por su fecha de nacimiento, pocas o nulas posibilidades tenía de llegar a sostener sobre su cabeza la corona del reino de Castilla.
Pero, el Destino, siempre caprichoso, tenía otros proyectos para ella. Y decidió que tendría que llevar sobre su cabeza el peso de la corona. 
Juana, nacida princesa, no esperaba pasar de ahí. En la linea sucesoria tenía por delante a su hermano Juan, su hermana Isabel, y el hijo de esta. Sin embargo, la muerte de todos ellos, la situó en primer lugar de la lista para suceder a su madre Isabel I de Castilla, denominada por la Historia cómo "La Católica". Y esta denominación de su madre fue, en buena medida, la desgracia de la hija.
La inclinación a la religiosidad, casi enfermiza, por no decir sencillamente patológica, de su madre, no caló de igual manera en Juana; quien carecía de todas las obsesiones místicas que atesoraba su madre; y desdeñaba todo aquello que a la religión se refería. Era, lo que en términos actuales se denominaría, una descreída. 
La obsesión enfermiza de Isabel por la religión, chocó frontalmente con la desidia en esta materia de su hija; quien hacía oídos sordos a todas imposiciones que en materia religiosa nacían de aquella.
Esa religiosidad enfermiza de "La Católica" la llevó a desheredar a Juana de sus derechos sucesorios a la corona de Castilla.
En el habitual juego de matrimonios que era común en la época, a Juana le tocó en suerte a Felipe , archiduque de Austria. Ambos, tras un largo viaje desde Flandes, Juana y Felipe, juraron como herederos al trono de Castilla. Isabel, obsesionada con la falta de religiosidad de su hija, se opuso al regreso de esta a Flandes, para que, internada en el Castillo de la Mota, fuera el obispo Fonseca quien tratara de reconducir su falta de creencias, y su desidia en materia religiosa.
El choque entre madre e hija debió ser brutal; tanto, que a Isabel no le quedó otro remedio que ceder, y permitir el regreso de su hija a Flandes. Una ausencia que "La Católica" aprovechó para desheredarla de sus derechos sucesorios a Juana, basándose en la falta de religiosidad de su hija. Algo que a la reina Isabel obsesionaba por encima de todo.
Como barniz a esas razones para desheredarla, se comenzó al propalar la insidia de que Juana no podía ser reina de Castilla, debido a la locura que padecía, lo que la incapacitaba para gobernar.
Es en este momento en el que comienza la Historia a verse cuestionada, desde mi punto de vista. Siempre me surge la duda de si la locura de Juana era realmente, tal o fue un complot organizado por la persona que estaba realmente loca y obsesionada por la religión y el poder.
A la vista de los hechos que nos han llegado, no las crónicas oficiales redactadas al dictado, que han desfigurado los hechos; podemos intuir que no era oro todo lo que relucía en la cabeza de Isabel.
A medida que fue creciendo, su actitud fue cambiando; y aquella jovencita todo dulzura y a la que solo le preocupaba la salvación de su alma; mutó a ser una persona ambiciosa y ansiosa de poder, no dudando en llevar a Castilla a la Guerra Civil para quitar los derechos dinásticos que, por herencia natural correspondían a su sobrina Juana; a la que muy a propósito denominaba "La pequeña" o lo más despectivo "La Beltraneja". Pues la disputa de los derechos dinásticos de su hermano Enrique IV, los basaba en la nunca demostrada, no paternidad de Enrique sobre su hija Juana. Su más que enfermiza religiosidad, no fue, sin embargo, obstáculo para acceder a contraer matrimonio con Fernando de Aragón, sin tener concedida la preceptiva bula papal; y conspirando con el arzobispo Carrillo, para hacer pasar ante los nobles y el resto de miembros de la Iglesia, una bula falsa como verdadera. Curiosa manera de entender la religiosidad. Todo, decía, lo hacía por el bien de Castilla, y porque Dios así lo quería.
A medida que el poder le llegaba a las manos, sus rasgos de demencia fueron en aumento. Porque, demencia fue marcar a los judíos de Burgos, como si fueran apestados, para lograr conseguir mantener el poder en la ciudad, baluarte imprescindible para la guerra que mantenía contra la hija de su hermano Enrique. Locura fue mandar alancear a los diez primeros caballos de la vanguardia del ejército de su esposo Fernando, que regresó derrotado de la batalla de Toro. Locura fue, sin duda, la expulsión de moriscos y judíos; todo hecho so pretexto de salvaguardar la cristiandad; cuando en realidad solamente era para obtener el favor de la Iglesia de Roma. Y no menor locura fue la creación del Tribunal del Santo Oficio para perseguir a todos aquellos que no fueran incondicionales seguidores de la Iglesia Católica. Algo que, en mi opinión, no era otra cosa que un pretexto para mantener su poder absoluto, y evitar que nadie le disputara el trono de Castilla. No en  vano, y según Isabel, ella era reina de Castilla por la Gracia de Dios. Y quien dudara de ello, o se levantara en armas contra su corona, lo hacían contra los designios de Dios. Algo que en aquellos tiempos, solo podía ser castigado con la muerte.
Fernando, bastante calzonazos para según qué cosas, aceptó este estado de cosas; para, siendo él también "rey por la Gracia de Dios"; lograr, como así lo consiguió, llegar a ser rey de Castilla.
La locura de Juana I de Castilla, nunca ha sido demostrada; más allá de actos supuestamente demenciales como fue el acompañar el cadáver de su esposo por tierras de Castilla durante un largo periodo de tiempo para que fuera enterrado en la ciudad de Granada.
Qué Juana estuviera "loca" venía bien a todos. A su esposo Felipe porque sería rey de Castilla; a su padre Fernando que lograría lo que siempre ambiciono: ser  rey de Castilla, gobernando al alimón con  su yerno Felipe hasta su muerte; y a su hijo Carlos, futuro emperador, que fue rey de Castilla sin haber muerto su legítima reina, que no era otra que Juana I de Castilla.
Fue la "locura" de Juana, una "demencia" muy interesada, y que nunca demostrada.
Pero, la Historia nos cuenta otra Historia. La que los cronistas nos han dejado; y pocos se han atrevido a cuestionar.

martes, 21 de abril de 2020

LA CODORNIZ


Cada cierto tiempo hay que renovarse; incluso en los dichos populares los cambios llegan. Hasta ahora se decía Solo dicen la verdad los locos, los borrachos y los niños" ahora habría que añadirle: "y.…"
Otro dicho muy común es aquel que reza: Las apariencias engañan". Hasta ahora algunos daban la impresión de ser el brazo represor; y otros el brazo liberador; algo que también hay que ir cambiando.
Para lo que no encuentro recambio es para ese que dice "Poder y mentira siempre van juntos" (Vale, este me lo he sacado yo de la manga; pero todos pensáis igual).
Otro dicho que también habría que replantearse es aquel que afirma Dice lo que piensa, o piensa lo que dice" Que ahora habría que reducir a "Piensa lo que dice". Simplemente hay que dar al verbo pensar dos aceptaciones diferentes; pensar como paso previo a la expresión; y pensar como idea y convicción.
Alguno me diréis que esta mañana estoy escribiendo encriptado. Y, no os falta razón. He tenido que desempolvar los viejos manuales que se usaban en tiempos de la dictadura para decir sin que parezca que digo. Para sortear los "algoritmos", ya sabéis.
Cuando pensé qué lema poner a nuestro grupo AGORA; quizás, estaba intuyendo que tendría que sacar del altillo los viejos ejemplares de la revista La Codorniz"; y volver a usar aquel encriptado sistema de escritura para sortear la censura, y decir lo que se quiere sin que lo parezca. Una de las formas más sutiles que se han usado, en la historia del periodismo, para denominar a Franco, merece ser, en estos días, esculpida en oro. El inigualable Álvaro de la Iglesia en lugar de decir La dictadura de Franco"; usaba esta genialidad " "Gobierna en España un fresco general procedente de Galicia". Esa frase antológica, no siempre colaba por el fino tamiz del censor. Cuando eso ocurría, tiraba de ripio y escribía: Bombines es a bombones, como cojines, es a X. Me importa tres X que me cierren la edición."
Otras de las maneras más ingeniosas de protesta por la censura le costó al bueno de Iglesia, más de un disgustó. El número de "La Codorniz" en cuestión, representaba en portada un tren entrando en un túnel; todas las páginas interiores eran negras; y, en la contraportada, el tren salía del túnel. Por orden gubernativa, la revista se vio en la obligación de devolver el importe de la revista a los lectores que la hubieran adquirido. No se tienen noticias de que nadie reclamara su importe. Con razón La Codorniz era " La Revista más audaz para el lector más inteligente".
Desde que Miguel Mihura la fundara en el año 1941, hasta su desaparición, la publicación de cada número era una lucha contra el propio ingenio; porque, había que decir sin decir. Seguramente sus fundadores tomaron como referencia al insigne Quevedo cuando una vez se apostó una cena con sus amigos a que le decía a la reina (Isabel de Borbón) en su cara que era coja, así que ni corto ni perezoso compró dos ramos de flores uno de claveles blancos y otro de rosas rojas y se acercó a la reina que estaba en la plaza se plantó delante de ella y abriendo los brazos recitó
"Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja"
No deja de ser triste que el año 20 del siglo XXI para escribir haya que recurrir a Álvaro de la Iglesia, o al propio Quevedo.
Buenos días y vamos a por el martes (creo) del primer año de confinamiento. Que el calendario habrá que cambiarle también.
ÁGORA:el grupo más audaz, para el lector más inteligente.(Decía La Codorniz)


domingo, 19 de abril de 2020

EL DATO

Un conocido periodista deportivo, captaba la atención de su audiencia usando la expresión: "Ojo al dato" El dato, era la base sobre la que se sustentaba la información.
El dato es a la estadística, lo que los hechos a la Historia. Y ambos son irrefutables, hasta que la mano del estadístico o del historiador interviene. Es en ese momento cuando, dato y hecho, corren el riesgo de ser desvirtuados.
En estadística, el dato, únicamente es válido si ha sido obtenido mediante un método riguroso, sistemático y homogéneo. Si una de estas tres características falta, el dato deja de tener utilidad.
A diferencia de la demoscopia, la estadística es, en esencia, pura matemática; siempre, claro está que el estadístico abandone, al igual que el matemático, posiciones apriorísticas que condicionen el resultado.
Estos tiempos que nos está tocando vivir, contemplamos con estupor el uso y abuso y que se está haciendo tanto de la Estadística, como de la Demoscopia. De esta última nada nos sorprende; porque el estudio demoscópico nace viciado de origen; siempre sirve a los intereses del cliente. Porque esa es su esencia servir al que paga; y dar el resultado que previamente se ha pactado con aquel.
Los datos, y su tratamiento estadístico, son el único método válido para abordar el análisis de problemas; siempre, como he dicho, que se cumplan las premisas de rigor, homogeneidad, sistemática y honestidad.
Para nuestro bochorno, los ciudadanos, cautivos y encadenados cuales modernos Segismundo en nuestras casas, contemplamos atónitos como se prostituye cada día la Estadística, y su rama familiar, la Demoscopia.
Por poco versado que uno esté en asuntos tan alejados de nuestra vida cotidiana, contempla, cómo día tras días se nos nutre de datos a cada cual más falso, errático y discrepante, con le único objetivo de desconcertarnos aún más en esta catastrófica situación en la que nos encontramos inmersos.
Si a la nula homogeneidad con la que se obtiene los datos, le unimos la escandalosa  manipulación de los mismos, el alma del ciudadano se hunda en la miseria.
Quienes viajan en un barco a la deriva, vuelcan toda su confianza en el buen hacer del capitán y de su tripulación, y en sus manos encomiendas su vida. Sin embargo, si observan que ni el capitán ni la tripulación saben hacer su trabajo, y para ocultar su ineptitud recurren a la mentira sistemática, los ocupantes del barco entran en la más absoluta de la desesperación. Una desesperación que se ve incrementada al ver, por los ojos de buey, cómo buena  parte de la tripulación, lejos de esforzarse en reconducir el rumbo de la nave, dedica su tiempo a jugar a las cartas, haciendo trampas, para quitar el timón al capitán del barco. Un capitán que, atenazado por el miedo, se encuentra encerrado en su camarote llorando como una vieja asustada, incapaz de poner orden entre la tripulación; ni de pedir ayuda para intentar recomponer la deriva perdida.
Lejos de ello, los relaciones públicas del crucero, les cantan a los pasajeros canciones desafinadas para que dejen de mirar por las cubiertas y no vean la realidad de la galerna en la que se encuentran; y no se aperciba de cómo el barco zarandeado por las olas pierde buena  parte del pasaje que cae por la borda para que la mar los engulla.
Si desde el primer instante los datos hubieran sido obtenidos y tratados, con rigor, sistemática, homogeneidad y honestidad, habría base suficiente para poder realizar un análisis riguroso del problema y facilitar la toma de decisiones tendentes a amortiguar sus efectos, y gestionar de forma adecuada los recurso del país, sobre la sólida base de una realidad cierta y no inventada.
Sin embargo, para nuestra desgracia, la "sombra del ciprés" de la política es demasiado alargada, y cubre la haz de nuestros cementerios. Pero, lo muertos y los vivos están en cautiverio; y no nos dejan salir del cementerio.

sábado, 18 de abril de 2020

LA BULA

"La Bula" es un documento papal en virtud del cual se exime a los fieles del cumplimiento de determinados preceptos y obligaciones impuestas por la Iglesia Católica; como pueden ser, la dispensa para contraer matrimonio con un cosanguineo en determinado grado de parentesco, la exención de no comer carne en viernes, o la concesión de indulgencia plenaria en favor de las almas del purgatorio. La venta de Bulas, ha sido a lo largo de la Historia una de las principales fuentes de financiación de la Iglesia, junto con la percepción de los diezmos y primicias; porque, esas Bulas no eran otorgadas a título gratuito, sino oneroso, y, en algunos  casos, muy oneroso. Los precios de estas estaban establecidos mediante el correspondiente escandallo que determinaba lo que el beneficiario debía satisfacer para obtenerla, y quedar exento de cumplir determinadas obligaciones. Las más caras eran las emitidas para permitir el matrimonio entre parientes de la realeza y la nobleza; pues, ya que esos matrimonio tenía como objetivo acrecentaban el patrimonio de los contrayentes y sus familias, en justa correspondencia la Iglesia quería tener su parte en el negocio
Las Bulas, ya en desuso, hasta no hace demasiado tiempo, eran la salvaguarda del buen nombre de la familia. Poseer una Bula, era sinónimo de ser buen católico, y permitía que los bocadillos de chorizo que tu madre te ponía para el recreo sin caer en que era viernes, terminaran en la basura. Si el cura te decía:
-" Juanito, ¿qué haces comiendo carne en viernes?".
Juanito sabía lo que debía responder.
-" Es que mi familia tiene bula."
Con lo que Juanito podía seguir dando patadas al balón mientras mordisqueaba el "pecaminoso" embutido, sin peligro de terminar en las Calderas de Pedro Botero.
Para dar satisfacción a aquellas capas sociales de menos recursos y que no podían pagar el importe de una Bula a la Iglesia, en la España de la picaresca, allá por los siglos XVI y XVII, apareció la figura de "Los Buleros".Profesión descrita por los escritores costumbristas de la época. "El Bulero" era una suerte de pícaro, que se ganaba la vida vendiendo, a precio de saldo, bulas falsas; o cobrando un comisión por las, supuestamente, verdaderas. Con no poca habilidad, falsificaban documentos, supuestamente papales, que los más desfavorecidos adquirían como cobertura de sus deslices religiosos. Porque, las obligaciones de la Iglesia, no conocían de clases sociales ni capacidad económica.
Estando aún en su apogeo el Tribunal del Santo Oficio, o Inquisición; la Bula era un escudo protector ante las posibles reticencias del maligno tribunal sobre la pureza de sangre, o la condición de "cristiano viejo".
Con el fin de la dictadura surgida tras la Guerra Civil, y la perdida de poder social de la Iglesia Católica en España, la Bula cayó en desuso; y solo los muy fervientes practicantes harán uso de ella, si es que aún se siguen emitiendo, cosa que desconozco.
Con la llegada de la segunda década del siglo XXI, la Bula ha resurgido de sus cenizas; pero, curiosamente, no de la mano de la Iglesia Católica; sino, de la mano de los agnósticos, los gnósticos y aconfesionales. La búsqueda de la sociedad igualitaria ha traído como corolario el maridaje de la Bula, con su alter ego: El Bulo
A diferencia del documento papal, que solo lo emitía el Pontífice de Roma, las nuevas Bulas, son acuñadas por unos grupos de poder que otorgan, a unos pocos, la capacidad de informar con veracidad; negando, al que no la posea, la posibilidad de hablar con verdad. Para quienes no son poseedores de las nuevas Bulas; se les otorgan a sus palabras, ideas y opiniones, el carácter de Bulo. Un Sanbenito que es castigado de manera implacable por el nuevo Tribunal del Santo Oficio, con sede en el Palacio de la Moncloa.
A diferencia de las Bulas papales; las nuevas Bulas, aunque tienen un precio, este no es pagado por los beneficiarios de las exenciones; sino por el propio emisor de las mismas; que lo hace en doblones de oro. No sería un buen negocio para los emisores de las nuevas Bulas, el pagar por ellas sin recibir nada a cambio. En la letra pequeñas, se plasma un Quid Pro Quo, entre el emisor y el beneficiario. El precio de retorno convenido es, la entrega incondicional a la causa del emisor; y la defensa a ultranza de sus ideas, palabras y actos; aunque para lograrlo haya que despellejar a los que han sido marcados con el estigma del Bulo.
De la misma manera que la no posesión de la Bula papal, podía acarrear la pena de excomunión; la no posesión de la nuevas Bulas, y sí de la condición de  "Buloso"; puede, en nuestros días, dar con tus huesos en las mazmorras del Nuevo Tribunal del Santo Oficio, sitas en los sótanos aledaños a las cloacas del Estado.
No deja de ser paradójico, que aquellos que desdeñan los usos y costumbres de la Iglesia Católica, hayan aprendido, y de qué manera, los expeditivos métodos que esta aplicaba para llenar sus arcas, y mantener callado y sumiso a todo hijo de vecino; ya fuera rey, noble, o plebeyo.


viernes, 17 de abril de 2020

DE HECHOS Y HOMBRES

Siempre resulta complicado  analizar los hechos ocurridos a lo largo de la Historia sobre la base de los relatos de terceros, por la carga de subjetividad que estos llevan. Criterio que me ha llevado a granjearme no pocas críticas; pero, como estoy convencido de ello, no me muevo ni un ápice de mis convicciones. Por ello trato de alejarme lo más posible de esos relatos, para tratar de tener una visión más amplia de las crónicas de la época; aplicando aquella máxima que dice que "La catedral de Burgos no se puede contemplar, salvo en la distancia." 
Retomando mi comentario de ayer sobre la época en la que desarrolla la serie de TV Isabel, un capítulo aparte merece el papel que juega la Iglesia Católica y sus creencias, en los acontecimientos narrados.
La primera de las figuras, la Iglesia, está encarnada en los sucesivos personajes: obispos, arzobispos, legados pontificios y el propio Pontífice, quienes son presentados como el reverso de una moneda llamada cristianismo.
Cómo ha evolucionado el mensaje de Jesucristo a lo largo de la Historia es, para mí, uno de los grandes misterios de la Iglesia Católica. Nunca comprenderé que los seguidores de aquel que fue crucificado, crucifiquen a sus semejantes; que aquel que  predicó contra los ricos, los poderosos, y los mercaderes, hayan derivado en un poder en sí mismo, aliado con los poderosos, y comerciando con las propias convicciones, en contra del mensaje del Profeta.
¿Qué queda de aquel "Sermón de la montaña"? Pues a la vista de la evolución de los comportamientos de la Iglesia Católica, poco.
La figura central del relato, en lo que a la Iglesia se refiere es, el que fuera arzobispo de Toledo, monseñor Carrillo; a quien le hacen coro, otros altos dignatarios de la Iglesia, y el propio Papa. A todos les mueve un mismo objetivo: el poder, y el dinero. Por lograr ambos, cometen todo tipo de desafueros, comprando y vendiendo, no solo voluntades; sino comerciando con las dispensas papales, en función del dinero que hubiera detrás del pretendiente. Las denominadas "bulas" eran al papado, lo que las acciones de empresa son hoy. Su valor estaba marcado por la oferta y la demanda, que había que traducir en florines, o en soldados, para mantener las guerras que el Estado Papal mantenía, so pretexto de luchar contra el infiel; algo contrario al mensaje de Cristo. Judío según la tradición.
En mi opinión la deriva  se inició en tiempo de los visigodos, en los que se otorgó a la Iglesia un poder superior al poder civil con no poca sorpresa para los propios representantes de la Iglesia de aquella época; que veían como los nobles ponían en sus manos, todo el poder terrenal.

Como complemento de estas figuras, aparece la de Isabel; una mujer obsesionada por la religión, incapaz de ver el mundo y su misión fuera de los "muros" de la Iglesia. Hay quien afirma que su obsesión por cumplir los preceptos de la Iglesia, llegó hasta llevarla a redactar su propio calendario en el que se determinaban los días en los que podría yacer con su marido, sin incumplir algún precepto, o festividad o devoción de la Santa Madre Iglesia.
Cuentan las crónicas que, Colón, tras siete años de brega para lograr la financiación de su proyecto de viajar a las Indias Occidentales, encontró su punto de apoyo para lograr doblegar la voluntad de la reina en la religión. El argumento que el genovés esgrimió, fue tan simple como: el de lograr con sus conquistas nuevos siervos para la Iglesia Católica. Aquella llave, usada por el navegante en el último momento, no solo le allanó el camino; sino, que obtuvo todo lo necesario para su aventura en un tiempo récord para la época en la que se datan los hechos.
El objetivo principal de su reinado, y casi único logrado, fue, la expulsión de los "infieles" de la Península Ibérica, ya fueran estos musulmanes, o judíos. Aunque a los que realmente estaba combatiendo era a españoles (demos por válido este concepto) que profesaban otras religiones. Para que todo quedara "atado y bien atado" los católicos reyes fundaron en España (ya entonces era, casi, España)  el "Tribunal del Santo Oficio", más conocida por Inquisición Española, para velar por el mantenimiento de la ortodoxia católica.
Esta desmesurada dependencia de la Iglesia, hoy sería calificada como de obsesiva; pero, en aquellos tiempos le llevó a ser catalogada como la Reina Católica. Un obsesión que la acompañó desde su infancia, y que ella anteponía por encima de cualquier otro pensamiento, por sensato que fuera. Una debilidad que, naturalmente, fue debidamente utilizada por sus cortesanos para lograr sus objetivos de poder; que aquellos tiempos, se traducían en tierras, villas y derechos de cobro de impuestos.
La institución fundada en España por los católicos reyes, ha sido de enorme utilidad para mantener a raya, a enemigos de todo tipo. Tanta fue su utilidad que, con mayor o menor presencia, estuvo vigente hasta el año 1813, fecha en que las Cortes de Cádiz procedieron a su abolición.
Es esta una etapa de nuestra historia que, aunque algunos la califican de esplendorosa, no lo era tanto entre las bambalinas del poder; tras ellas, quienes realmente gobernaban eran las intrigas, las traiciones, el dinero y el poder.
Iglesia y Poder, siempre han ido de la mano; estuviera donde estuviera ese poder. Ya fuera en manos de Enrique IV, de su hermano Alfonso; de su hija Juana, llamada La Beltraneja. o de la propia Isabel. El Papa daba la mano a Enrique IV, quien le suministraba ingentes cantidades de dinero, para que no denunciara que el matrimonio con Juana de Avis, o Juana de Portugal, era ilegal. El arzobispo Carrillo apostó por el futuro encarnado en Isabel y su esposo Fernando; no dudando en falsificar una bula papal, para lograr el matrimonio de las coronas de Castilla y Aragón.
Así son los hechos, tal como nos los han contado. Sobre ellos valoro.

jueves, 16 de abril de 2020

QUINIENTOS AÑOS

De entre las medidas de profilaxis a las que me obliga esta "Prisión provisional" (esperemos que no se traduzca en "Cadena Perpetua") tan importantes como las físicas son, las mentales. Una de ellas es la que ya hace tiempo vengo aplicando, como es la de no ver informativos. Por ello a la hora en la que, con nocturnidad, se producen los "bombardeos", visualizo cualquier otra cosa. En estos momentos le ha tocado en suerte a una serie titulada "Isabel" que en su día emitió la que cadena que pagamos todos los españoles (Vale, ya sé que ahora pagamos a otras muchas).
Lo que llevo visto hasta ahora es de mi entera satisfacción; pues, la realización y la dirección,  así como la interpretación de la mayoría de los actores (siempre hay aspectos mejorables en mi opinión) tiene un elevado nivel de calidad.
Más allá del relato histórico, que nos presenta los aspectos por todos conocidos de la que fue, quizás, la reina más famosa de nuestra historia, las conclusiones que se extraen son más interesantes que los meros hechos. Bien entendido que los hechos no son más que la base de las consecuencias.
Si bien la historia transcurre en el entorno de la monarquía y la nobleza; nada de lo que allí acontece o aconteció, es diferente a cualquier otro entorno del poder; sea este noble o plebeyo.
Como ocurre en todo entorno palaciego, aunque este sea el "Palacio de la República" las bases fundamentales sobre las que se asienta el poder, o el que aspira a alcanzarlo, son inmutables a lo largo de la Historia, por muchos siglos que pasen. Los cimientos, sólidamente construidos, son: la ambición, el engaño, la mentira, el dinero, y la instrumentación del Pueblo como carne de cañón, usada por los unos y por los otros.
Muchos antes de que el "Despotismo Ilustrado" nos ofreciera la cara visible de ese despotismo con su cínica frase " Todo para el pueblo, pero sin el pueblo"; la plebe ya era el ariete del que todos se servían, y se sirven, para sus espurios intereses.
Cinco siglos han pasado desde la época en que se datan los hechos que se narran; y nada, absolutamente nada, ha cambiado.
Entre los personajes que aparecen, aunque estos lo hagan esporádicamente, o en un tercer plano, nos encontramos con los denominados "Cronistas de la Corte". Pertrechados con sus portátiles "recados de escribir", trasladaban al pergamino, aquello que los unos y los otros, les decían que debían transcribir, y aquello que no debían hacer constar.
Los hechos se transmutaban para que, los coetáneos y la posteridad, tuvieran conocimiento de "la verdad" de lo acontecido.
Cinco siglos después, todo sigue igual. Desnudados los protagonistas, sus cuerpos y sus mentes actúan de una manera tan igual y regular como la rotación de la Tierra. Unos han cambiado los jubones  y las calzas,  por trajes de Armani; y los cronistas, sus recados de escribir, por ligeros ordenadores. Pero la sumisión al dictado del pagador, es la misma.
En la calle, el Pueblo (que ese no ha cambiado de nombre) sigue siendo el mismo Pueblo que hace quinientos años. Lo único que ha cambiado en este es, que han copiado las mismas "virtudes" que los poderosos. Formaron esa clase social a la que se dio el nombre de "Burguesía" con la que los poderosos les hicieron pensar que por ello, dejaban de ser Pueblo. Cuando en la realidad, no habían cambiado más que su forma de vestir. No lo hacían de terciopelo, y tampoco de estameña; usaban un paño más suave que esta, en la creencia de que eso les hacía escapar de las zarpas de los poderoso.
Su aspiración siempre es la misma, llegar a formar parte de lo que antaño se denominaba "Nobleza" y que en nuestros días se denomina "Casta".
Aquellas gentes de antaño, son las mismas gentes de ahora. Algo más limpias por fuera; pero, igual de putrefactas por dentro, que desprenden un aroma fétido, a pesar de la gran cantidad de fragancias con las que enjugan sus cuerpos.
El Pueblo, tampoco ha cambiado gran cosa. Sufre, trabaja, ignora, come, bebe, fornica; poco más. Eso sí, debe seguir pagando diezmos y primicias al poder, aunque ahora se les denomina Impuesto Sobre la Renta de las Personas Físicas.
Son, con quinientos años de diferencia, "Los mismos perros, con distintos collares"

miércoles, 15 de abril de 2020

LOS PERROS VIEJOS

Los que somos "perros viejos"; por ser "perros" y por ser viejos, hemos desarrollado una capacidad olfativa especial para detectar aquello que se nos oculta, como las trufas.
En estos momentos tan especiales el perro viejo, detecta un cierto olor a podrido (con permiso de Martín Vigil). Es ese olor que desprende el que, aprovechándose de las ansiedades y el miedo de los demás, maniobra para actuar a sus espaldas, y presentarle unos hechos consumados como irreversibles.
La pituitaria detecta el cómo algunos de nuestros gobernantes, lejos de dedicar su tiempo a solventar el cómo salir de este enorme problemón en el que estamos metidos, lo dedican a socavar los cimientos del Estado de Derecho, so pretexto de un estado de alarma que pocos entendemos cómo se está gestionando.
So pretexto de ese estado de alarma, se están conculcando muchos de los derechos de los ciudadanos, no sólo el de la libre circulación; sino, entre otros, el de la libre transmisión de las ideas; contando para ello con la inestimable colaboración de sus "perros de presa" a los que alimenta con suculentas piezas de solomillo mientras al resto de los ciudadanos ni tan siquiera les proporciona las migajas del festín que algunos se están dando.
Se usa el confinamiento de la mayoría para permitir que sus peones se muevan libremente, y para que hagan su labor destructiva y demoledora de ese Estado de Derecho que tanto nos ha costado lograr.
Han hecho de España una inmensa prisión, y de los españoles la población reclusa más numerosa del mundo. Y una vez que el pájaro está enjaulado, poder hacer y deshacer a su antojo; mintiendo a troche y moche, y evitando que los ciudadanos tengan vías de respuesta para esa sarta de mentiras qué nos están contando. La razón que se esgrime, es que ellos son la verdad y la vida.
Los perros viejos, adiestrados por la vida, olemos de lejos la mentira y el engaño; y detectamos que en estos momentos tan problemáticos, nos están socavando muchos de nuestros derechos sin que nadie se de cuenta.
Cuando nuestros carceleros nos abran la jaula, nos daremos cuenta de que las alas y el espacio para poder volar nos han sido cercenadas. Que ya no tenemos el espacio que antes teníamos para movernos en libertad; y que las ideas no son libres para expandirse y expresarse. Nuestro espacio vital, a diferencia del espacio de seguridad, se habrá reducido, sin que nadie nos haya pedido permiso para hacerlos.
Cuando nos permitan salir de nuestras jaulas, habremos dejado de ser gavilanes  y nos habrán convertido en simples gorriones, con escasa o nula capacidad de volar.
Los perros viejos, seremos ya demasiado viejos, para poder levantarnos contra esa nueva dictadura que nos está socavando.
Los perros viejos son ya demasiado viejos para hacer lo que hicieron contra otros dictadores.
Los perros viejos veremos con la lánguida mirada de los viejos mastines, cómo de nada han servido nuestros esfuerzos por crear una sociedad libre; y veremos cómo renacen de sus cenizas, como un Ave Fénix los mismos carceleros que en otro tiempo nos sojuzgaron, y nos mantuvieron amordazados durante décadas.
Los perros viejos, somos la nueva carne de cañón a los que más de uno les niega el derecho a seguir viviendo; por el solo hecho de ser perros viejos.
Los perros viejos metafóricos, tenemos, en estos momentos, menos derechos que los perros viejos de la especie canina. Estos, al menos, gozan del privilegio de una inyección letal. Nosotros, deberemos esperar el final, en una fría cama de hospital, sin que nadie nos pueda dar el último adiós.
Lo más triste de ser perro viejo, es que no hay perros jóvenes que detecten con su olfato lo que está ocurriendo, y, defiendan a dentelladas aquellos derechos que los perros viejos lograron para ellos.
Los perros jóvenes han nacido sin olfato y sin dientes.

martes, 14 de abril de 2020

CONTROL DE DAÑOS

La situación que vivimos solo puede tener un final:o acabamos con el virus; o el virus acaba con la especie humana. No hay otra. Sin embargo, tras casi sesenta días de "conflicto" podemos ir haciendo ya un primer "Control de daños". Para el asunto que me ocupa es irrelevante el número de personas que han perdido la vida por causa del microorganismo. Lo que se queda por el camino es, todo un sistema de vida que, a partir de este momento, no volverá a ser igual.
Los cambios sociales se gestan poco a poco; y el que los vive no suele ser demasiado consciente de que esos cambios se producen; porque, él mismos forma parte de ese cambio.
En mis referencias históricas, no he encontrado ningún momento en la Historia de la Humanidad en la que el "cambio social" se haya producido en unos pocos días; por no decir en unas pocas horas. Ni tan siquiera en los dos últimos conflictos bélicos que arrasaron el mundo, se produjo un cambio social de tanto calado, en tan escaso espacio de tiempo.
Ha aparecido en todos nosotros un nuevo factor social que jamás antes apareció: el miedo al otro. Todo ser humano, desde que es consciente, desarrolla un número determinado de "miedos"; unos concretos, y otros indeterminados. Hay miedos endógenos y miedos exógenos. Los primeros nacen del seno de la persona sin que quien lo padece sepa las razones que le inducen a tener esa percepción de peligro. Los miedos exógenos son, por el contrario, perfectamente identificables, y fáciles de evitar con tan solo evitar las situaciones en las que ese miedo se dispara. Si tienes miedo a las alturas, no asciendes más allá del nivel suelo y el problema queda zanjado.
Luchar contra los miedos endógenos, es mucho más complicado; porque, el individuo desconoce cual es el desencadenante de ese miedo. Lo que provoca situaciones de ansiedad permanente, pues no se sabe en que "esquina" de la vida va a hacer su aparición.
Quienes sobrevivan, o sobreviven, al contagio que nos envuelve, ya hemos desarrollado un nuevo miedo "exógeno" que nos atenaza y nos impulsa a apartarnos de los demás. Es, el miedo al contagio. La persona, tiene miedo nada más salir del entorno que considera seguro. Cualquier semejante es apartado de su lado como resultado de ese nuevo miedo. Un miedo que nos lleva a alejarnos de los seres más queridos por un doble flujo de pánico que nos atenaza. El que va de nosotros a los demás; y el que nace de los otros hacia nosotros.
De la misma forma que, como explicaba hace unos días, en cierta región de Holanda las mujeres embarazadas desarrollaron, por la hambruna, un "gen del recuerdo"; quienes hoy sobrevivimos hemos desarrollado en unas pocas jornadas  el "gen del miedo". Si el "gen del recuerdo" provocó en los afectados un deseo desmedido por la comida, en previsión de una nueva hambruna; aquellos que vivimos esta situación, evitaremos el acercarnos a otras personas, en previsión de un contagio; por mucho que las circunstancias que nos rodeen nos digan que el peligro ha pasado; si es que pasa. Cuando la carga genética se modifica, no es sencillo que retorne a la situación anterior al momento en el que se produjo la mutación.
Solamente habrá una situación en la que el individuo sea capaz de sobreponerse a ese miedo. Será cuando esté en peligro su propia supervivencia. Tardaremos en mirar al vecino con la misma normalidad que antes; pocos serán los que suban a un ascensor en el que haya más personas que él. Los cines, los bares, y todos aquellos lugares que sean potencialmente peligrosos, según nuestra valoración del miedo, no volverán a ser lo que fueron. Ni tan siquiera el hecho habitual del beso, el abrazo, o el simple apretón de manos, volverán formar parte de nuestros hábitos sociales.
El espacio vital se ampliará de tal manera, que la superficie de la Tierra será insuficiente para que cada ser humano pueda tener ese espacio vital que, ahora, se ha convertido, no en un espacio de comodidad, sino en un espacio vital de seguridad.
Ni que decir tiene, que este cambio social, como siempre ocurre, va acompañado de un cambio en el marco económico que nos rodea. ¿Cuál será la trascendencia de ese cambio económico? Lo desconozco; pero, sin temor a equivocarme, diré que será extraordinario. Un cambio, como nunca antes la humanidad ha vivido; ni tan siquiera tras los dos grandes conflictos bélicos; o las catástrofes naturales  más grandes que nos han ocurrido, desde la desaparición de los dinosaurios.

lunes, 13 de abril de 2020

EL NOTARIO

La Historia es el gran notario que, en su inmenso protocolo, recoge los hechos acontecidos en el devenir de los pueblos. Tras ella, llegan los interpretes de esos hechos, que es la parte en la que cada cual echa su cuarto a espadas, y, momento en el que la Historia deja paso a sus intérpretes.
De las "actas" de la Historia se obtienen las conclusiones que cada cual ve o quiere ver. Y, como todo aquello que se ve desde la óptica personal, con su carga subjetiva.
Una de las conclusiones que yo obtengo tras la lectura de las dichas "actas" es, la dualidad del territorio hispano. 
Desde que se escribieron las primeras "actas", los habitantes de Iberia rezuman dualidad. Una dualidad que nos ha acompañado siempre; desde los habitantes de Atapuerca, hasta nuestros días. La relación de esas dualidades es larga y prolija como lo es nuestra Historia. Visigodos contra romanos; árabes contra visigodos; moros contra cristianos; reyes contra reyes; padres contra hijos; hijos contra padres; hermanos contra hermanos;isabelinos contra beltranejos;cristianos contra judíos; católicos contra herejes; carlistas contra isabelinos;españoles contra afrancesados; liberales contra absolutistas; monárquicos contra republicanos; dictadores contra demócratas; izquierda contra derecha; y la gran dualidad que une a todas las épocas: mentiras contra mentiras.
Como consecuencia de todas estas dualidades ocurridas a lo largo de nuestra dilatada historia, la sangre de millones de hombres han regado las tierras de Iberia. Una sangre que, lejos de fertilizarla, la han vuelto a lo largo de los siglos cada vez más yerma. 
Millones de seres humanos murieron victimas de la dualidad, sin saber, la mayoría de ellos por qué morían. Una dualidad que les obligaba a entregar su vida por "una causa justa"; "por Dios"; "por la Patria"; o "por su señor". 
La dualidad ha sido, a lo largo de nuestra historia, una macabra  "ruleta rusa" a la que los hombres de todas las épocas se han visto obligados a jugar. Un juego en el que ellos, los que derramaron su sangre por los campos de Iberia, no ganaban nunca. Los peones nunca ganan una partida. En el mejor de los casos, los más afortunados, lograban no perder la vida. Y podían dar gracias por poder arrastrar sus cuerpos tullidos por plazas y mesones, cantando "romances de ciegos".
La dualidad no ha sido nunca algo estático. La dualidad ibera, ha sido cambiante, como lo han sido sus protagonistas. Todo dependía del botín que hubiera en juego. Quienes ayer mataban y morían por Enrique, hoy lo hacían por Isabel. Quienes ayer morían y mataban por "La Pepa"; hoy lo hacen por "El deseado". Quines ayer entregaban su sangre por "Carlos Isidro", por ser causa justa; dos días después la entregaban por Isabel II por ser también "causa justa". Es la ambivalencia de la dualidad, que como dice el refranero español Lo mismo sirve para un roto, que para un descosido".
Para que la dualidad funcione, y funcione bien; precisa de otras dos dualidades que siempre están presentes: la mentira y la mentira; el saber y la ignorancia. Sin ellas, la dualidad general no podría darse.
Arquímedes dijo: "Dadme un punto de apoyo y moveré la Tierra". La dualidad de la Historia se mueve porque tiene no uno, sino dos puntos de apoyo: la mentira y el miedo. 
En nuestra tierra ibera, ambos puntos de apoyo, han ido siempre unidos a los hechos relatados que figuran en las "actas" del gran notario. Todo hecho histórico se asienta sobre ambos puntos de apoyo, y sobre ellos, aplicando la fuerza de la fuerza, da lugar a los hechos. Unos hechos que unas veces tienen unos resultados positivos y otros negativos. Y en cualquier de los dos casos una misma consecuencia: la muerte y la tragedia de los obligados protagonistas, que pierden su vida de la manera más absurda.
La dualidad es lo que tienen: dos vertientes: la de los que unas veces ganan, y otras pierden. Y la de aquellos, la mayoría, que siempre pierden.
José Aurelio Valdeón, publicó una obra cuyo título podría ser considero como la "verdad revelada". Llamó a su obra " Murieron los de siempre". Una verdad que se encuentra corroborada por los millones "actas" en las que, el gran Notario que es la Historia, ha dado fe de los hechos ocurridos.
El gran notario, continua su labor. No sé por cuanto tiempo.

sábado, 11 de abril de 2020

1953

Va para 67 años que llegué a este perro mundo. Era una época  difícil en la que aún se sufrían las secuelas económicas de un conflicto que se llevó por delante a "un millón" de personas.
Para regresar a ese pasado lejano, y prevenir el futuro inmediato; por vía del cine, me zambullí en una de aquellas cintas que se denominaron "superproducciones". Fue la titulada "Rey de Reyes". Una película que refleja parte de lo que en aquellos años de 1953 se denominaba "Historia Sagrada". Una Historia que, como toda Historia, tiene su parte de verdad, y su parte de ficción. El relato nos pone de manifiesto, más allá de la veracidad o no de los hechos, cómo la humanidad no ha cambiado nada en absoluto desde los años en los que se datan los hechos narrados. Ni más ni menos que 2020 años.
Los hechos que se relatan pueden haber sucedido o no; eso no tiene la menor importancia; sin embargo, ciertos o falsos,  lo narrado sí es de todo punto verosímil; y no hay más que cerrar los ojos y contemplar nuestro interior; y después abrirlos y contemplar nuestro exterior.
En mi opinión, el punto álgido de la cinta se logra en la reproducción de lo que la Historia Sagrada denomina "El sermón de la montaña". El hecho detallado es, sin lugar a duda, la primera referencia histórica que existe a un mitin. Tuviera este lugar o no; eso es irrelevante. 
El orador, el más influyente de la Historia de la humanidad, se dirigió a una enorme masa de personas para transmitir sus ideas y sus pensamientos. Ideas y pensamientos, simples y claros; pero que, sin embargo, a pesar de su simpleza era entendidos únicamente por unos pocos. No faltando entre el auditorio aquellos que tenían la clara intención de deconstruir la palabra y las ideas que el orador  expresaba.
Proyectando esas imágenes con una perspectiva de 2020 años, podemos observar que las ideas, por simples y sencillas que estas sean, son entendidas solamente por unos pocos. Por aquellos capaces de abstraerse del ruido que, sofistas y fariseos, producen, y que ensordecen a la mayoría. Sofistas y fariseos, 2020 años después, no visten largas túnicas, ni lucen pobladas y canosas barbas que les den una apariencia de sabiduría de la que carecen. Tampoco usan el "templo de Jerusalén" para exponer sus falsas ideas. Hoy, todo es mucho más sencillo; pues, los altavoces son mucho más potentes; y, las mentes de los escuchantes tan yermas como hace veinte siglo y veinte años. Es por ello que, "predicar en el desierto" de las cabezas, es de una enorme dificultad. Y que la semilla arraigue, un imposible. 
Los fariseos de antaño; al igual que los sofistas, son  otro elemento interesante que destacar de la historia que se relata en "Rey de Reyes". Son hábiles transmisores de la mentira, estos; e, incumplidores de sus propias normas, aquellos. Hicieron suyo el lema "Haced lo que yo os diga pero no lo que yo haga" . Sofistas y fariseos, suelen estar arropados por el poderoso, al que sirven y del que obtienen pingues beneficios, con el liviano esfuerzo de poner la falsa palabra a su servicio. 
Si la voz que clama en el desierto, llegara a tomar fuerza; el poderoso, cae en los brazos de Salomé y le ofrece a esta la cabeza de "El Bautista" en bandeja de plata. Una moderna Salomé que no tiene la forma de mujer malvada y degrada; pero, sí su esencia. El poderoso, con la afilada espada de la Ley, cercena la cabeza del molesto predicador, y la coloca en ofrenda, a la informe Salomé que se materializa en esa masa amorfa llamada "El Pueblo".
Por último está Poncio Pilatos. El hombre que, existiera o no existiera, con sus actos cambió la historia de la humanidad; en este caso, no de manera ficticia sino real. Poncio Pilatos, nos dejó el camino  trazado para los cobardes; la senda por la que, 2020 años después, siguen vagando muchos de los que ostentan un poder que no saben administrar. Crean los problemas, y cuando se ven incapaces de solucionarlos "se lavan las manos".Y, girando los talones se alejan del problema que ellos mismos crearon; provocando con su actitud lo que en la más extraordinaria  historia que recogen los libros, queda reflejado. La muerte innecesaria de un ser humano (para muchos un Dios), y la aparición de un grandísimo problema con la creación de un mártir. Un mártir, real o ficticio, al que, 2020 años después, muchos siguen persiguiendo; insultando y ofendiendo; pero, no siendo capaces de drenar un grano de mostaza de su influencia en todo el orbe. Es esta la más larga guerra librada entre un Hombre y los ejércitos más poderosos jamás reclutados, que pierden batalla tras batalla, siglo tras siglo.
De la misma manera que el personaje principal de la película "Rey de Reyes" salió triunfante y sus enemigos derrotados; 2020 años después, a pesar de fariseos, sofistas, y Poncios Pilatos, la palabra siempre sale triunfante. Porque, al igual que en el relato referido, siempre existen gentes "limpias de corazón"; aunque no se les vea ni se les oiga.

jueves, 9 de abril de 2020

EL DIABLO

Un viejo aforismo afirma que: "Cuando el diablo no tiene que hacer con el rabo mata moscas". Una frase que, como casi todo lo que perdura en el tiempo, termina siendo cierta.
En estos días en el que tenemos todo el tiempo del mundo para darle al "magín" los pensadores se han echado al monte; y, de qué manera.
Se exprimen la cabeza para filosofar sobre "Quién debe morir". Sí, no se han andado con tonterías. En lugar de ver series de TV, se han puesto a calibrar quién de nosotros debe vivir, o quién debe morir. 
Buscando y rebuscando han llegado a dar con la piedra filosofal y han encontrado la "ética médica".  ¿Qué es la "ética médica" pues un concepto tan ambiguo como dúctil con el  dar cobertura "moral" a determinados comportamientos, no sólo médicos, que permiten decidir  sobre quién vive o quién muere, sin que al dios nacido en un servicio de urgencias, le quede mala conciencia y se marche a dormir con eso que se ha dado en llamar "tranquilidad de espíritu".
La ética y la moral, son, como digo, conceptos ambiguos y dúctiles. Y eso es tan claro como que ante un mismo hecho la moral y la ética de las personas es diferente según, no solamente por individuo actuante, sino por las circunstancias que rodean la toma de decisiones. De la misma manera que los individuos somos diferentes a cada instante; son diferentes las mameras de afrontar una misma situación.
Cuando un ser humano decide de entre dos o más personas quien debe vivir y quien debe morir, hay que partir de un principio indiscutible que es: que se equivoca. Y, se equivoca, porque desconoce qué hubiera ocurrido de haber tomado una decisión diferente. Ya que, el futuro únicamente lo conoce Dios o en su defecto el Destino.
A nadie se le escapa que la ética nace según la previa ideología de quien la dicta. La ética, no existe por si misma; la ética, la creamos los hombres par dar cobertura moral a nuestros actos. Y esto es así de evidente, por cuanto  en más ocasiones de las deseadas, esa ética o moral propugnada por unos, no es compartida por muchos. y la ética debe transformase en leyes para que sea impuesta de manera coercitiva.
La ética, es un concepto que cada cual usa a su antojo; porque, con nombre tan rimbombante, los actos de las personas dejan ser errores; y se convierten en actuaciones dentro de la más rigurosa ética. Porque, en esto también se establecen escalas. Hay ética, y ética rigurosa.
La ética no existe de modo general. Quizás, de modo más o menos general, existe la praxis; pero, esta no es, en absoluto, la ética.
La ética y la moral son valores individuales que toman en cada persona y en cada momento dimensiones diferentes.
Los neo pensadores aburridos, miran el mundo desde una perspectiva zenital, y, siempre alejados de ellos mismos. Los sujetos activos o pasivos, según se mire, son siempre otros. Esos que eufemísticamente se denominan "terceros"; como si al denominarles así, perdieran su capacidad de ser considerados sujetos pensantes. Ven el mundo desde la abstracción. Esa nebulosa que previamente se lanza para que la mirada de los otros no les interrumpa sus sesudos pensamientos.
Cuando llegan a dilucidar su ética, esta cambia, si esa ética es aplicable a ellos mismos, o a alguno de sus seres queridos o deudos.
Es bastante probable que esa ética, que, están forjando a golpe de aburrimiento, mute cuando alguien, en aplicación de ella, les diga que su padre, su madre, o esposa o hijo, deben dejar de vivir para que otro pueda intentar vivir.
Es bastante probable que en esas circunstancias, reniegue de la ética promulgada por él mismo, y la quiera cambiar sobre la marcha. Porque, a quien se ha de aplicar esa ética, no es un ser inconcreto; no es un "tercero" al que la nebulosa artificial priva de ver su mirada que le demanda que no le deje morir.
Hay quien afirma que el Hombre debe hacerse preguntas, aunque no tenga respuestas. Afirmación que no comparto; porque, si sabemos que no va a haber respuesta ¿ para qué hacerse preguntas? De la misma manera que nadie se pregunta por dónde sale el sol; pues se acepta que sale por el Este., nadie debe preguntarse ¿ quién debe morir? Todos debemos morir; pero, dejemos el cómo y el cuando en manos de Dios o del Destino. En caso contrario, el Hombre dejará de ser Hombre para convertirse en un semoviente cuyo final está en manos de un matarife.


sábado, 4 de abril de 2020

USOS Y COSTUMBRES

En estos tiempos que corren, y en los venideros, muchos de los hábitos sociales que nos rodean se verán alterados; y, en un futuro, cambiarán. Muchos llevamos días, muchos días, sin realizar ese gesto tan habitual de estrechar la mano a alguien en señal de saludo. Un gesto que, es probable se deje de realizar durante mucho tiempo; y que a buen seguro cuando las relaciones personales vuelvan a su cauce sea diferente.
Como si de una extraña coincidencia se tratara me he topado con un ensayo de Ortega y Gasset, en el que se refiere a los usos y costumbres sociales que a todos nos rodean.
Uno de los aspectos que trata es, el del saludo.Acto que, a decir del autor, ha sido poco tratado por los sociólogos, a pesar de la gran importancia que en toda sociedad tiene.
El saludo toma muchas y diversas formas en las diferentes culturas; tanto en sus expresiones habladas como en los gestos que le acompañan.
El Tuareg realiza un saludo que dura más de media hora, y se realiza desde una distancia superior a los cien metros. Ello es así, porque con esa forma de comenzar la relación social, se pone de manifiesto que las intenciones del visitante son de paz.
En otras culturas, el saludo se acompaña con el gesto de ir con los brazos abiertos, como símbolo de que ninguno de los individuos porta armas con las que producir un mal al otro.
Las palabras que acompañan al gesto también toman variantes según las culturas. Los "Basutos" saludan a su jefe diciendo "Salud, salvaje bestia". El árabe dirá : La paz sea contigo" , el griego usaba la expresión "Te deseo alegría" y el romano  decía "Salve" es decir "que tengas salud" de donde ha derivado el vocablo saludar.
En nuestro mundo, el saludo más habitual es el denominado "apretón de manos"; gesto que va acompañado de una breve oscilación de las manos arriba y abajo.
El camino que se ha seguido en las diferentes sociedades que nos precedieron el saludo, hasta llegar hasta el actual "apretón de manos", según lo expone el autor madrileño, no deja de ser curioso.
Por su parte Spencer considera nuestro actual "apretón de manos" como un residuo de una acción ceremonial mucho más antigua. Él lo deriva de la siguiente manera. 
El hombre primitivo, cuando vencía al enemigo le mataba. Quedando su cuerpo extendido a los pies del vencedor. El primitivo se refina, y en vez de matar a su enemigo le hace su esclavo. Este, reconoce su inferioridad tendiéndose en el suelo, ante el vencedor, imitando lo que serían un cadáver. Con el tiempo el saludo del esclavo evoluciona. Primero, se pone a cuatro patas; después de rodillas, las manos con las palmas de las manos juntas, puestas entre las manos de su señor en señal de entrega. De este acto surge la expresión que aún pervive de "me pongo en tus manos".
Con el tiempo el saludo deja de tener el valor de vencido a vencedor; y pasa a ser de inferior a superior; lo que todos conocemos como "besamanos".Pero, los tiempos se democratizan y el superior de manera sincera o ficticia, se resiste a esa señal de inferioridad reconocida. Y ¿qué ocurre entonces? El inferior toma la mano del superior y la sube hasta sus labios; pero, el superior no quiere y la retira. El inferior insiste, y aquel la vuelve a retirar. Y de esta "lucha" surge el actual "apretón de mano" en el que se producen esos movimientos de manos arriba y abajo. Unas veces más corto, otras veces, más prolongado e intenso en la oscilación, según la efusividad de los que se saludan.
Si es cierta o no esta interpretación evolutiva del saludo, a criterio de Spencer, no lo sé; pero, sí resulta ingeniosa, y quizás no esté demasiado  alejada de la realidad.
Es probable que en nuestra cultura el saludo hecho con el "apretón de manos" haya cubierto su última etapa. Y, nuevas maneras de salutación nazcan. Quizás, el contacto físico como saludo, se reduzca. Tanto en los apretones de manos; como en ese otro más personal y cercano que es el ósculo
Quizás, dentro de un siglo, surja un nuevo Spencer que explique las razones por las que surgió en la cultura occidental, esa nueva manera de saludo de "chocar los codos"; que sustituirá a nuestro actual Chocar esos cinco".