
Mientras vencer no implica el estar adornado de valores ninguno; para convencer se precisan valores tan poco apreciados como; la honestidad, la sinceridad y la humildad. Tres virtudes que en muy pocas ocasiones convergen en la misma persona o grupo de personas.
La historia nos relata, bueno aquellos que la escriben, las hazañas de los vencedores. Unas hazañas que, en sí mismas, carecen de poco mérito. Las victorias nunca son celebradas por los que las consiguen; pues, la mayor parte de ellos pierde la vida para mayor gloria del vencedor; que, es aquel sobre cuya cabeza se erige la corona de laurel.
Quienes relatan la historia, suele adornar las victorias con retazos de pintura de los más variados colores; supliendo con oropel, lo que de verdad carecen. Muchos y variados son los paisajes con los que se recubre la miseria de las victorias. Dos suelen ser los colores más utilizados: "la voluntad de Dios, y la razón de Estado." Nada ni nadie ha sido tan traído y tan llevado en los libros de historia como el Sumo Hacedor, bajo sus diferentes formas y acepciones.
La razón de Estado, es el segundo de tintes más usado. Aquella es mucho más variopinta y le da al pintor mayor juego y posibilidades creativas. A las masacres se las denomina "conquistas"; a las conquistas "victorias"; a las victorias "grandeza". Y ¿qué es lo que se esconde detrás de tan grandilocuentes palabras? pues todo lo que se esconde debajo de aquellos trastos viejos a los que se les da una mano de barniz para ocultar su aspecto real: ambición, dinero y el poder de unos pocos. Porque, de las victorias solamente se benefician unos pocos, a costa del sacrificio de muchos.
Para lograr sus objetivos, y conseguir la victoria, toda "munición" incluida la humana es válida; sin escatimar dolor y destrucción a los demás; incluso cuando los demás sean los propios hijos.
Por ser el vencedor, se realizan los actos más mezquinos, con absoluto desprecio por la vida humana, sea esta la de quien sea.
Quienes tras muchos siglos ostentan la categoría social de Nobleza son los descendientes de aquellos que fueron vendidos como mercancía para lograr la victoria y el poder de unos pocos. Siempre me he preguntado qué tiene de noble el ser descendiente de unos trozos de carne que fueron vendidos cual tasajo en el mercado de las intrigas y los despropósitos.
Los pintores de la corte, y la nobleza, no tardaban en tomar sus pinceles para decorar aquellos sepulcros pestilentes. Mucho trabajo tuvieron estos pintores de cámara a lo largo de la Historia para ocultar las miserias del poderoso. Aquellos que más trabajaron tuvieron fueron los que tuvieron que repintar las hazañas de los denominados Reyes Católicos. Sus católicas majestades, en un mismo acto, entregaron como moneda de cambio, sus hijos a otros tantos poderosos para lograr alianzas y conseguir la victoria sobre su enemigo. A aquella reina, a la que algunos quieren hacer santa; y aquel rey al que se denominó católico, a pesar del gran número de vástagos que dejó por tierras de Aragón y Castilla, no les tembló el pulso a la hora de repartir a sus hijos por reinos e imperios para conseguir alianzas y con ellas la victoria sobre el rey de Francia. Sin que de este mercado de "carne" estuviera ausente el Papa Alejandro VI; quien, como buen fornicador había cosechado un, nada desdeñable número de bastardos, a los que, lógicamente, quería colocar en el mercado las carnes nobles.
Aquel acto mezquino e inhumano, estaba envuelto en la más cruel de las hipocresías, al convencer a los pobres muchachos de que la grandeza de Castilla y Aragón estaban por encima de sus vidas; y que aquello era lo que Dios quería. Siendo la verdadera razón que aquellos actos buscaba exclusivamente la ambición y el ansia insaciable de poder de sus católicas majestades. La hipocresía el recurso dialéctico para convertir la razón de la fuerza en una falsa fuerza de la razón.
Desde aquellos lejanos siglos hasta nuestros días, las cosas han cambiado poco. Los vencedores siguen teniendo sus pintores de cámara, que tapan la razón de la fuerza, con los trazos que dan apariencia de ser la fuerza de la razón. Solo ha cambiado en las paletas de los pintores, algunos de los colores en los que los pintores de cámara impregnan sus pinceles. El color Dios, ha dejado de estar de moda; y la tendencia de esta temporada lleva a tonos más suaves, como son Libertad y Democracia.
Los cronistas de la corte, y los pintores de cámara, han cambiado de apariencia, pero no de trabajo. Hacen lo que los vencedores les mandan; y pintan y escriben una realidad inexistente con la que tratan de convencer para dar pátina de honorable a su victoria.
El Pueblo llano, ha cambiado poco. Ha trocado sus estameñas por tejidos sintéticos de Zara; pero, su sumisión a las directrices del vencedor siguen inalteradas de la misma manera que lo estaban siglos ha.
Tampoco ha cambiado la situación de aquellos que tratan, de manera infructuosa, de convencer. La razón de la fuerza, sigue venciendo a la fuerza de la razón. Y es esta fuerza de la razón la que no tiene cabida en los libros de historia, ni es reflejada por los cronistas de la corte; porque, para eso están al servicio de la corte; para que la fuerza de la razón nunca llegue a ser un enemigo. Y para que eso ocurra, no se duda en recurrir a la razón de la fuerza.
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