"El hombre es un animal social" nos decía Aristóteles.
"La Sociedad está por encima del individuo" nos decía Ortega y Gasset.
Estas afirmaciones, y otras de semejante tenor, que han sido mantenidas a lo largo de los tiempos, en la España de hoy, han perdido su virtualidad. La razón de ello es simple: la Sociedad española ha desaparecido hasta como concepto.
Para que un grupo de individuos, que viven en un mismo territorio, pueda ser considerado como grupo social, sus pautas de comportamiento deben cubrir unos mínimos. La Sociedad, para poder ser considerada como tal, implica que los elementos que la integran no solo habiten el mismo espacio territorial, sino que entre ellas exista convivencia. Vivir y convivir no son la misma cosa. Vivir es un hecho puramente biológico; convivir es el conjunto de actos comunes que interrelacionan a unos individuos con otros. Sin convivencia, no existe Sociedad. Por ello a aquellos elementos que se aíslan del grupo, se les denomina "asociales" ; es decir, carentes de la facultad o el deseo de vivir en unión de otros.
En nuestros días los españoles, hemos dado un paso, no sé si definitivo, hacia la regresión social; dejando de ser un animal social, para ser un mero individuo cuasi aislado del resto.
Las pautas internalizadas a lo largo de los siglos por el grupo de individuos denominado España, han variado hasta situándonos en la escala biológica en su nivel más bajo.
Cuando las relaciones interpersonales son reducidas a su mínima expresión, no se puede afirmar, en puridad, que exista Sociedad. Si los individuos no pueden relacionarse entre sí físicamente, su cualidad esencial como persona sociable desaparece.´
Hoy, España, está formada por un grupo amorfo de individuos que nada tienen común, salvo las leyes que les obligan a vivir aislados unos de otros. Hemos creado la monosociedad, que es el equivalente al aislacionismo.
Convivir y crear sociedad implica el intercambio de afectos y sentimientos, con la expresión física que ello implica. Los miembros de una sociedad, para que sea tal, precisan expresar sus sentimientos en cada una de las situaciones que les toca vivir. Ya sea para mostrar alegría, dolor, amor, o decepción. La alegría y el dolor que no puede trascender a los demás, no pasan de ser sentimientos individuales; no sociales. Quienes no pueden besar, abrazar, bailar, cantar ni tan siquiera caminar junto a otros; no pueden decir que forman una Sociedad. Quien no puede sentir el roce de la persona amada es como si ambas carecieran de sentimientos. No es amar no gozar de cada uno de los centímetros de la piel del amante, y no poder saborear hasta la última gota de cada uno de sus fluidos.
No es niño quien no puede correr, o, libremente, jugar con otros niños, y así comenzar su vida como animal social. No se es joven cuando no se puede abrazar el cuerpo de otra persona joven hacia la que nos sentimos atraídos. No es amante quien no puede amar con toda la intensidad que nuestros cuerpos piden. No se es adulto si no puedes hacer lo que no pudiste hacer de joven; comer en compañía de buenos amigos; abrazarse para celebrar el gol de tu equipo favorito; o bailar un bolero agarrado a tu mujer o marido o pareja o amigo, en esas noches en las que los hijos nos han dejado de precisar.
No es Sociedad aquel grupo de individuos que no puede rendir tributo a sus muertos; quién no puede celebrar sus esponsales con todos lo que se alegran de su felicidad. No se es abuelo si no puedes ver a tus nietos, ni besarles en los mofletes, ni ayudarles subir a un tobogán. Y no se es niños, si no se puede vivir como viven los niños; ni se puede ser estudiante, si no se puede acudir a las aulas.
Hoy, los españoles no podemos hacer nada de lo que significa convivir. Hoy los españoles, no somos una Sociedad. Somos nada más que un grupo aislado de individuos que viven bajo la tutela de unas Leyes que nos aherrojan, y nos limitan como personas y como ciudadanos.
Sin embargo, las Leyes no conforma una Sociedad. Las Leyes únicamente limitan la capacidad del sujeto a ser integrante de un grupo social que, no sólo vive en el mismo territorio, sino que convive en ese territorio.
A través de las leyes y de la represión han logrado romper lo que nunca antes nadie había logrado: destruir en España el concepto de "hombre como animal social" para dejar que los que en ella habitan no pasen de la condición de animal enjaulado, que únicamente puede comer y gritar desde las rejas, sin capacidad de interrelación con otros animales de la misma especie.
No es Sociedad aquella en la que sus integrantes se miran con recelo; en la que se vive tras una mascarilla, y miedosos de que alguien se acerque a nuestro lado y nos pueda tocar, o tan siquiera nos roce.
Lo siento por el maestro Ortega, que deberá, desde el más allá, reescribir sus textos, y ajustarlos a la realidad de España; porque, el ente español, no supera la escala de individuo; ni forma la sociedad que, según el filósofo, está por encima de él.
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