Los dichos, frases, ripios o refranes que nacen del Pueblo, suelen llevar un componente de verdad bastante grande. A través de ellos los Pueblos marcan a futuras generaciones las realidades con las que se van a encontrar en su devenir. Todos nacen de la experiencia vivida, o intuida; que no siempre el Pueblo ha vivido lo que en las frases se dice.
Una de esas frases, que permanecen a lo largo de los siglos, es la que dice: "Vivir a cuerpo de rey". Con ella se indica que la holganza y disfrutes de la vida son las mismas que disfruta un rey.
La frase es acertada sobre todo cuando se hace hincapié en la figura del rey; y no se dice, por ejemplo ,de los reyes, o de las reinas. ¿ Por qué el sabio refranero se refiere al rey? pues, porque la realidad que el Pueblo veía o intuía, en lo que al buen vivir se refiere, correspondía al rey y no a la reina.
Cuando haces un recorrido por la Historia, llegas a la conclusión de lo acertado de la expresión. Si pones sobre el escenario la vida de dos reina portadoras del mismo nombre, pero con cinco siglo de diferencia temporal, se constata la realidad.
Situadas las dos Isabel en contextos geográficos y temporales diferentes, se puede apreciar que sus vidas recorren caminos paralelos; tanto en lo que a se refiere al ejercicio del poder como a sus "cadenas" como personas.
Reinar en Castilla o en el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, en el siglo XV o en el XX, en poco se diferencian. Vivir en esas épocas tan distantes tampoco conlleva demasiadas diferencias, más allá de lo que los tiempos marcan como diferentes.
Su poder fue y es mucho. Sin embargo, quienes administraron y decidieron la vida de millones de sus súbditos; quienes tenían y tienen en sus manos el destino de millones de individuos; quienes tenían y tienen la potestad de decidir quien vive y quien muere; fueron y son incapaces de ser dueñas de sus propias vidas.
Desde su más tierna infancia sus vidas han debido arrastrar, cual prisionero de guerra, las cadenas que aherrojaban y aherrojan sus vidas. La llamada Corona, ha sido el pretexto que marcado sus destinos bajo la dirección de otros; aunque, en buena medida, ellas no lo supieran. La Corona les dio un inmenso poder; pero, tenían y tienen, menos libertad que una tabernera de un recóndito pueblo de Castilla, o de una cajera de un supermercado de Londres.
Dos aspectos, en mi opinión, han sido los ejes fundamentales de sus vidas: la soledad y la mentira.
Rodeadas de servidores, ambas estaban solas. Todo en su entorno nace de la hipocresía y de los intereses bastardos de aquellos que dicen servirlas.
Por esa Corona, tuvieron que asumir la compañía de hombres que no las querían; y a los que nada les frenaba a la hora de saltar de lecho en lecho, y de dama en dama, para, en buena medida huir de la opresión que sentían al estar sometidos a sus poderosas esposas.
Ambas se han tenido que tragar las hieles del desprecio como mujeres y como esposas: únicamente para mantener intacto el buen nombre y la fama de su estirpe. Sin saber que, cuando ellas cerraban las puertas de sus alcobas, el mundo se hacía lenguas de sus vidas como mujeres y como esposas.
La pesada Corona les privó de disfrutar del amor de quienes deberían ser sus seres más queridos; pues, al ser tratados como a ellas las trataron; el rencor y el odio fue todo el amor que recibieron.
En los libros de Historia una tiene; y la otra tendrá a buen seguro, dedicadas muchas páginas a ensalzar, porque la historia siempre ensalza, sus actos como poderosas mandatarias. Sin embargo, pocas son y serán las páginas que se han escrito y escribirán para describir sus momentos de felicidad real como seres humanos. Incluso, cuando en esos libros de Historia, se diga hasta el empalago el amor que les profesaban sus cónyuges; eso, será únicamente una mentira más para encubrir la realidad de las miserables vidas que como personas padecieron.
Otra Isabel, relevo de la reina castellana, quiso romper con su destino, y, saltando de cama en cama, de varón en varón, tratar de borrar la triste vida que le había tocado en suerte. Los libros de Historia, fueron, por esto, implacables con ellas. Porque, desde tiempo inmemorial, la reina, como la mujer del cesar; no solo debía ser honrada, sino parecerlo.
Si su padre, Fernando VII, no hubiera publicado la Pragmática Sanción por la que se abolió la Ley Sálica; quizás, esta Isabel, a diferencia de las que llevaban y lleva su mismo nombre, hubiera sido una mujer feliz, y a nadie le importaría con quien se acostaba o con quien se levantaba. Hoy en los libros de historia figura con el poco honroso nombre de "La reina ninfómana". Si ella hubiera sido él (rey) sus hazañas amorosas hubieran sido silenciadas; o elevada su persona a la categoría de gran amante. Que es como se denomina a los reyes dotados de un fuerte poder amatorio.
Es cierto, por lo tanto, que, vivir bien es, hacerlo a "cuerpo de rey", que no de reina.
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