miércoles, 16 de diciembre de 2015

Alzheimer

El Hombre, a medida que su edad aumenta, sabe que, antes o después, el deterioro físico irá haciendo mella en él. Es algo que tenemos asumido la mayoría y lo aceptamos como algo que forma parte de nosotros mismos y que es ineludible.
Sin embargo, de forma paralela a esa aceptación del daño que nos produce el paso del tiempo, sentimos un temor irrefrenable a que ese quebranto se manifieste en nuestras capacidades cognitivas.
La sola mención de la palabra "Alzehimer" nos provoca un frio que recorre todo el cuerpo.
Los científicos trabajan sin descanso para intentar prevenir, o al menos amortiguar, los efectos trágicos de la enfermedad.
De sentir ese miedo, yo tampoco me he librado; pensar, que todos mis recuerdos desaparezcan; imaginar, que no pueda recordar la cara de mis hijos o de mi esposa, me aterra.
Ese miedo a perder mi propia esencia como individuo me llevó buscar una solución alternativa para luchar contra el mal.
No sabía cómo abordar tan peliaguda cuestión, cuando llegue el momento, si es que llega, más allá de los remedios tradicionales, de momento, poco efectivos.
El estribillo de la sintonía de un programa cultural, hace años, decía:
- "Todo, todo, todo está en los libros"
Esta verdad irrefutable, en mi caso, se hizo realidad.
Por azar cayó en mis manos, creo que a través de mi hijo, el libro de Julia Navarro titulado " Dime quien soy".
A la conclusión de su lectura, un rayo de luz iluminó mi obscurecida mente, y me señaló el camino que debía seguir para solucionar la duda que llevaba tiempo atenazándome.
Encontré la salida perfecta para hacer imborrable lo que la mente borrara de mi memoria: escribir mi vida. Trasladar al papel todo lo que aún permanece fresco en mis recuerdos. Desde mi más tierna infancia hasta el momento actual.
A ello me puse, y tras dos años de trabajo ha visto la luz el libro de mi vida.
Salvo para quienes forman parte directa de ella, nada de interés aporta; poco o nada de especial me ha ocurrido que pueda despertar el interés de nadie.
Sin embargo, el libro ha logrado algo muy importante para mí: sacar de mi cerebro los recuerdos de mi vida. Ya, ninguna enfermedad me los podrá arrebatar. Si mis neuronas se atrofian y no pueden reproducir en mi mente lo vivido; tomará su lugar un modesto libro.
Si mi cerebro es incapaz de sacar de su interior mi vida: mi vida llegará a mi interior desde fuera.
Si conservara la facultad de la lectura, podré volver a recordar lo que fui, aunque no me identifique: podré leer la aventura de mi vida, en forma de la biografía de "otro".
Si hasta la facultad de leer me fuera negada, me queda la esperanza de que algún alma caritativa lea para mí las venturas y desventuras del protagonista de una extraña obra que alguien ha encontrado en una de las estanterías de mi biblioteca.
Podré reír, o llorar, con las peripecias del "protagonista" de la obra, sin saber que soy yo mismo quien sufre o ríe, en las páginas de ese libro.
Espero que la madre naturaleza evite que yo, o alguien, tengamos que acudir a mi biblioteca para leer o leerme mi vida.
Al margen de la finalidad principal del libro, mientras lo escribía, hice un descubrimiento, que aunque cierto, no había reparado en él. Este fue el darme cuenta de lo poco que sabemos de nuestros seres queridos más cercanos.
Los hijos conocemos poco de la vida de nuestros padres. Por diversas razones no hemos intercambiado demasiado hechos de nuestro vivir cotidiano. El trabajo, las obligaciones, y causas miles, han provocado ese desconocimiento.
Con el libro, que he regalado a mis hijos y hermanos, intento suplir esa carencia, y que ellos conozcan de primera mano lo que he vivido y lo que he sentido a lo largo de mi existencia.
Os recomiendo que lo hagáis. Perder el miedo a la página en blanco. No hay que guardar ninguna regla ortográfica ni gramatical. Bucear en vuestra memoria e ir extrayendo con avidez todo el jugo posible de vuestras cabezas. Sin orden, sin ritmo, sin nada. Añadiendo las fotos más significativas que reflejen algunos de los momentos que narráis. Vosotros en estado puro. Tiempo habrá para ordenar, si es que os apetece hacerlo.
No se trata de escribir una biografía. Se trata de salvar vuestros recuerdos y plantarle cara al terrible enemigo que es el Alzehimer.      


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