martes, 17 de marzo de 2020

LA EDUCACION DEL REY

Entre los muchos escritos que nos dejó Leopoldo Alas, existe un artículo titulado "La Educación del Rey" que a pesar del tiempo transcurrido es de una vigencia intemporal. En él el autor de "La Regenta", republicano confeso, defiende lo importante que es la educación que reciba un monarca. Una frase fundamenta esta defensa. Dice así:
"Uno de los muchos defectos de la monarquía es lo mucho que hay que dejar al azar de la naturaleza, que puede hacer que sea bueno o malo el que la ley a priori elige para rey."
Para "Clarín" ser republicano o monárquico carece de importancia a la hora de comprender la importancia que tiene que un rey reciba una buena educación; única manera de aminorar los posibles defectos que la naturaleza pudiera acarrear.
Sin embargo, al escritor asturiano se le olvidó, al menos yo no lo he leído, escribir un articulo en el que se defienda la necesidad de promover "La Educación del gobernante".
De la misma manera que la naturaleza puede ser la causa de la llegada de un mal rey; las urnas pueden ser la razón de la llegada al poder de un mal gobernante. Y esta contingencia por ningún lado está cubierta.
A lo largo de la historia, los grandes hombre que han gobernado países, conscientes de sus carencias intelectuales y en ocasiones morales, se han rodeado de grandes maestros a quienes pedir consejo en la dificilísima labor que es gobernar a un Pueblo.
En la sociedad moderna en general, y en la española en particular, vivimos esos momentos en los que por mor de las urnas pueden acceder personas que carecen de la más mínima formación para regir los destinos de nuestro pueblo.
Al poder se llega sin saber la tremenda responsabilidad que se contrae cuando los ciudadanos les entregamos nuestras vidas y nuestros destinos. Poco o nada se sabe de aquellos a los que enviamos a ocupar el poder. Otros deciden por nosotros; y, después, nos exigen que elijamos entre los que esos otros han elegido previamente.
Subidos en el caballo del poder, hace su aparición el peor pecado de un gobernante: la soberbia. Quienes acceden al poder, lejos de reconocer su ignorancia, asumen como un axioma su infalibilidad. Y sobre ese axioma realizan su labor.
A diferencia de los grandes hombres que guiaron los destinos de los pueblos a lo largo de la Historia, no cubren sus carencias (porque no reconocen tenerlas) acudiendo a hombres sabios que les guíen en las cruciales decisiones que deben tomar. Lejos de ello, huyen de hombres con visión de Estado, para rodearse de gente tan mediocre como ellos, cuyo único objetivo es adular al poderoso para con ello lograr sus objetivos de medro, y poder un día alcanzar también ellos el poder.
Mientras muchos como Leopoldo Alas, tienen gran preocupación por el que ocupa el trono; no sienten la más mínima inquietud por conocer la valía de aquellos a los que sienta en los verdaderos sillones del poder.
Los llamados a gobernar, únicamente son conocidos; y eso solo unos cuantos elegidos, porque nos los muestra la propaganda. Pocos nos dicen dónde han aprendido a regir los destinos de un país. Cuando los situamos en los puestos del poder, ya no tiene solución; y pronto nos damos cuenta del error que hemos cometido; pero, es un error para el que no queremos buscar soluciones; porque, tampoco los ciudadanos hemos recibido la educación para aprender a corregir nuestros fallos.
Alguien debería ocuparse de comprobar cuál es la educación que han recibido aquellos que nos gobiernan. No son muchas las lecciones que debe aprender un buen gobernante. Quizás con tres sería un bien comienzo:
1.- Saber, comprender y aceptar  que no saben.
2.- Saber, comprender y aceptar, que su responsabilidad es extraordinaria.
3.- Saber, comprender y aceptar que precisan el auxilio de aquellos que no busquen en sus sombras el lucro personal.
Sería bueno que  la Constitución obligara a realizar  estudios elementales a todos aquellos que aspiren a ocupar los altos cargos que regirán las vidas de los ciudadanos.
De esta forma, al igual que la educación del rey trata de corregir los errores de la naturaleza; se corregirían los errores de las urnas.
Pero, de la misma manera que Leopoldo Alas no consideraba necesario cuidar la educación de los gobernantes; tampoco nosotros lo consideramos de utilidad. Y persistimos una y otra vez en dejar nuestro destino en manos de aquellos que han sido elegidos por otros.
Algunos han llegado a creer que elegimos libremente. Porque, de la misma manera que no se preocupan de la educación del gobernante, no se han preocupado de la suya propia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario