Uno de los hechos más relevantes de la Historia de la Humanidad fue, sin lugar a dudas, el Descubrimiento de América. Sobre él y los hechos posteriores se han escrito millones de textos. Textos que, como siempre ocurre ante un gran hecho, son de lo más variopinto, y cada uno con su carga de verdad, de medias verdades o de simples mentiras.
Sin embargo, poco se ha escrito, al menos yo no tengo constancia de ello, sobre los prolegómenos o entresijos con los que se fraguó el hecho.
Existe una especie de consenso general en aceptar como ciertos determinados hechos; sin embargo, los historiadores, general, se han parado ahí, sin analizar lo que realmente pudo ocurrir entre bambalinas, antes de que las tres naos botadas al efecto pusieron rumbo hacia las Indias Occidentales.
Por estas cosas raras de vida, se ha cruzado en mi camino una obra del escritos Fernando Diaz Plaja, en la que se da una versión, cuando menos original para mí, sobre lo que pudo ocurrir antes del hecho histórico.
Para no incurrir en el error de una interpretación sesgada o confusa, trascribo lo que escritor barcelonés plasmó en su libro "Otra historia de España".
"Todo es milagroso en este final de siglo XV para España. He aquí que un hombre de origen desconocido llega a la corte de los Reyes Católicos. Se decía genovés, pero cundo escribía en italiano lo hacía con castellanismos y portuguesismos, lo que indica que si lo fu, no había vuelto en muchos años a su patria. Ese hombre, ya de cabello cano, ofrece a los reyes una oportunidad de descubrir nuevas tierras en el camino hacia Cipango, Japón, y ponerlas bajo su dominio. Conociendo las debilidades de ambos monarcas, recuerda a la reina lo que se puede conseguir en cuanto a la conversión de infieles a la santa fe católica, y a Fernando lo que puede ganar con el oro y las especias que tiene que encontrar en su viaje. Hasta aquí todo normal. Era una oferta que los reyes recibían continuamente, como hoy se ofrece a los gobernantes nuevos inventos que les harán ganar a sus enemigos.
Pero lo asombroso es que ese aventurero de quien nadie sabe nada, pide, en recompensa de sus servicios, el titulo de Gran Almirante del Mar Océano y una parte real del botín que se conquiste.
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El título de almirante era de los más preciados de la corte, los que lo habían llevado pertenecían a las mejores familias, concepto que era importante, casi urgente , a la hora de alcanzar dignidades. La aristocracia nacida de las guerras contra los moros, estaba ya jerarquizada, Todavía valía la espada- los nobles luchaban personalmente ante sus reyes en la conquista de Granda- pero ya empezaba a valer tanto como la acción valerosa, el pergamino.
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¿ Cómo iban los reyes a dar a un desconocido tal garantía?
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-Alteza- advirtió a Fernando (su tesorero) - O ese hombre dice la verdad o no la dice.
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¿Qué perdemos en prometérselo?
Parece difícil que unos monarcas de entonces aceptaran ese arreglo, sabiendo que con ello insultaban a sus nobles al anteponerles, aunque fuera una promesa condicionada, un desconocido.
...Prometía sin probar, prometía sin garantizar y pedía ayuda en barcos y hombres para esa empresa de la que nadie más que él sabia nada.
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Lo que Colón no quiso contar a los sabios del Consejo, se lo comunicó reservadamente a los reyes ante su natural reluctancia. Fernando especialmente no era hombre que se conformara con vaguedades y sueños, y ante una resistencia que duraba siete años, Colón ofreció su secreto. El secreto, sencillamente, era que él sabía que existían esas tierras porque había estado allí en una expedición anterior y de la cual era el único superviviente.
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La prueba está en las Capitulaciones de Santa Fe, un contrato que hoy llamaríamos comercial y en el que se establece:
"Las cosas suplicadas y que vuestras altezas y otorgan a don Cristóbal de Colón en alguna satisfacción de lo que ha descubierto en las mares océanas y del viaje que ahora, con el ayuda de Dios , ha de hacer por ellas en servicio de Vuestras Altezas".
"Ha descubierto" . Había, pues, una prueba concreta que Colón daba a los reyes, a cambio de su ayuda.
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La velocidad, increíble para el tiempo, con que se aprestaron las carabelas o naos, se buscó tripulación y se lanzaron a la mar, indican tanto el tesón de Cristóbal Colón, como las órdenes precisas y concretas de los reyes.
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Colón se equivocó de país pero no de sitio. Estaba donde él sabía que iba a estar".
Hasta aquí el relato del escritor. Fabulación o certeza. Eso queda al libre albedrío de cada cual.
En mi opinión, si se contextualizan los hechos a los tiempos en los que se desarrollaron, así pudieron ocurrir; pero eso, como tantos hechos acontecidos a lo largo de la Historia de la Humanidad nunca lo sabremos.
Mi duda surge cuando me planteo la cuestión de, por qué Colón y España no bautizaron a la tierra descubierta como las Indias, o las Colonias; y se permitió que otro se llevara la gloria del navegante genovés.
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