Uno antiguo y experto político, viejo zorro del parlamento español, dijo: "Que ellos hagan las leyes. A mí dejadme los reglamentos".
Álvaro Figueroa y Torres, sabía lo que decía. Sus muchos años en la política le llevaron a conocer de forma perfecta los entresijos de esta, y por ello, dejaba las luminarias para unos, y se reservaba, la verdadera esencia para él.
Las Leyes, en sí misma, son poca cosa;un marco de referencia y poco más. Lo importante de las leyes es su desarrollo. Y ahí es dónde se maniobra a conveniencia, y dónde la realidad sale a luz.
Ayer, el presidente del gobierno, anunció a bombo y platillo, una ley (por llamarla así) con la que se iban a movilizar la friolera de 200.000 millones de euros para paliar los efectos de la crisis sanitaria que nos inunda.
Si el conde de Romanones anduviera por estos pagos, se estaría frotando las manos; porque sería él el que dijera, mediante el desarrollo reglamentario correspondiente: el quién, el cómo, el cuándo y el dónde ser o estar para ser regado por tan ingente cantidad de dinero.
En el preámbulo del reglamento, Don Álvaro Figueroa y Torres, nos definiría y aclararía lo que significa la expresión "movilizar 200.000 millones de €". Una cifra que no es un grano de anís, y que no está escondida en ningún baúl de la casa de la abuela. En términos técnicos, el señor conde nos diría que eso significa poner a disposición de los ciudadanos esa ingente cantidad de dinero para solventar los problemas derivados de la crisis sanitaria. Bello marco para los que ya han tenido que cerrar sus negocios y para aquellos que han perdido sus puestos de trabajo.
Es en este momento del desarrollo reglamentario cuando el político liberal empezaría a disfrutar de lo lindo; pues, comenzaría de desarrollar "el quién, el cómo, el cuándo y el dónde ".
Experto en afilar el lápiz de las concreciones, a cada palabra que fuera escribiendo le seguiría una decepción en los que antes eran sonrientes beneficiarios.
Porque, el reglamento es el tamiz en el que quedan enredadas las letras de las leyes, para impedir que lleguen a la mesa del funcionario del departamento de pagos de turno.
En este caso, el tamiz del señor Conde sería tan fino que ni la harina podría traspasarlo. La razón que el aristócrata español aplicaría para usar ese tamiz tan fino, no sería otra que la carencia de fondos para "movilizar 200.000 millones de €".
Antes de que surgiera esta crisis, y con una economía funcionando medianamente, las arcas del estado tenían más telaraña que el desván de la abuela, y cada pago era un aumento del déficit, y el ahogamiento de las CCAA por falta de fondos.
Ahora de la noche a la mañana, el señor presidente se saca de la chistera la friolera de 200.000 millones de €, para movilizar.
Solamente existe un camino para poner encima de la mesa semejante cantidad de dinero: aumentar el déficit, que no es otra cosa que aumentar nuestro endeudamiento como nación. Un endeudamiento que, antes de que surgiera esta crisis, ya era descomunal. El 98% de nuestro PIB, en los cómputos más optimistas.
¿De dónde saldrá el alma caritativa que nos preste semejante cantidad de dinero? Pues de la sede del BCE, que se pondrá a dar a la máquina de hacer billetes como una loca. Y eso ¿qué significa? Pues nada más y nada menos que una perdida de valor del euro; porque, si el BCE hace esto con todos países de la UE afectados, y son la mayoría, la moneda de referencia, valdrá en los mercados menos que un dolar de madera.
Por ello don Álvaro Figueroa y Torres, tendría que afinar muy mucho el grosor del tamiz para que a la hora de la verdad esos 200.000 millones de € queden reducidos a unos pocos millones.
Si pensáis que esto es una visión apocalíptica; decir dos cosas:
1.- Es economía pura y dura. Más dura que pura.
2.- Preguntad a los habitantes de Lorca.
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