viernes, 22 de enero de 2016

LOS NÚMEROS NO ENGAÑAN

A rebufo de un comentario que he realizado a un escrito de mi hermano José Ignacio, quiero seguir la línea marcada en el mismo, para ampliar mi opinión.
En su blog, mi hermano, se lamenta de la difícil situación que atraviesan nuestros jóvenes licenciados por falta de oportunidades.
En mi comentario, que en nada discrepaba con la opinión del escritor, añadía un elemento, en mi opinión, origen de buena parte de los males que en el sentido apuntado en su artículo castiga a nuestra juventud.
El componente nuevo que introduje, fue la excesiva masificación de estudiantes universitarios; un número que, en valores absolutos, supera a la de Alemania. Un país con casi el doble de población; con un nivel económico a años luz del español y con una tasa de desempleo, en abril de 2015, del 4,7 %, tiene menos universitarios que España.
Las causas de este desfase son numerosas, y no es mi intención analizarlas.
Pero quiero exponer grafica y numéricamente lo que, en mi opinión, es el origen del problema.
Cuando allá en el lejano año de 1971, comencé mi carrera de económicas en la Facultad de Málaga (las razones de esa elección no vienen al caso) el aula magna, donde se impartían las clases de primer curso alojaba a unos cuatrocientos alumnos. He de decir que esta facultad, al momento de mi llegada llevaba sólo cuatro cursos en funcionamiento, y aún no había culminado ninguna promoción.
Para circunscribir mi ejemplo a un entorno geográfico para el que su supone que fue creada la facultad, , tomaremos como mercado potencial de sus salidas laborales las provincias de Málaga y Almería (esta última porque creo recordar que aún no tenía distrito universitario).
Sobre este escenario veamos lo ocurrido desde el año 1976, fecha en la que se entregaron los títulos de Licenciados en Económicas a mis compañeros de promoción, y a mí mismo.
Tomando como referencia quienes posamos para la orla de la promoción, diré que ese año terminamos la carrera unos 150 jóvenes.
Siendo conservador en las cifras, supongamos que ese ha sido el número de licenciados que cada año han terminado sus estudios, y se han convertido en demandantes de empleo en las provincias de Málaga y Almería.
A mis 62 años, en condiciones normales, aún estaría ocupando mi puesto de trabajo; al igual que los 150 jóvenes que se licenciaron conmigo.
Veamos cuantos licenciados ha producido mi antigua facultad desde el año 1976.
-2015-1976= 39 cursos académicos.
39 cursos a 150 licenciados por curso, hacen una cifra de 5.850 licenciados.
Es evidente que en las provincias de Málaga y Almería no existe, ni ha existido, una oferta de empleo para Economistas capaz de absorber tal número de licenciados.
Las consecuencias son evidentes. Una buena parte de esos licenciados hemos debido buscar nuestro medio de vida en trabajos y profesiones que poco o nada tenían que ver con nuestros deseos profesionales cuando entramos en la facultad.
Quienes quieran continuar el "juego" de los números, repitan este ejercicio a nivel nacional, y con todas las carreras que se cursan y han cursado en España, desde el año 1976.
Una vez acabado el ejercicio, podréis sacar vuestras propias conclusiones.
La palabrería demagógica dirá, evidentemente, cosas muy distintas a las que yo sostengo. Algo que vienen haciendo desde hace demasiado tiempo, llevando a la sociedad española el síndrome de la "Titulitis".
Un síndrome que se ha cobrado, y se seguirá cobrando, un alto precio no sólo en esfuerzo económico de toda la Sociedad española. El peaje más caro ha sido y será, el de la frustración, la decepción y el desencanto de miles de jóvenes a los que se les niega el pan y la sal. Jóvenes que ven cómo la vida se les va entre las manos, sin que en el horizonte cercano se atisbe la más mínima luz de esperanza.
Nuestras facultades siguen "vomitando" cada año miles de licenciados, de los cuales sólo unos pocos afortunados podrán ejercer la profesión para la que se han formado.
¿Qué hace el resto? Pues de todo. Unos dejan llevarse de forma indolente, al abrigo de las familias. Otros, sobreviven con trabajos para los que no se precisa ninguna cualificación con salarios acorde a la escasa formación necesaria. Los más valientes, siguen la senda de sus abuelos o bisabuelos, y buscan en tierras lejanas lo que la suya les niega.
Pocos, o nadie, querrá entender que el 93 % de los alumnos que terminan sus estudios de Bachillerato, o como se llamen ahora, no deben acceder a la universidad.
Una de las frases que más daño ha producido en nuestra juventud, es la que se lleva pregonando desde hace años: " Todos tenemos derecho a ir a la Universidad", porque a esta frase nadie le añade el corolario: " Siempre que sus conocimientos y capacidad intelectual les haga acreedores de ello".

Gaudeamus igitur,
iuvenes dum sumus.
Post iucundam iuventutem,
post molestam senectutem,
nos habebit humus.

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