En los cuentos de las "Mil y una Noches", una figura que
siempre está presente es la del eunuco. Los eunucos, eran los encargados de
vigilar el serrallo o el harem donde las mujeres del sultán esperaban la
llamada de su señor.
Los eunucos gozaban de cierto poder, y la confianza del amo al ser
inofensivos ante las veleidades sexuales de las esposas, no siempre dóciles y
tranquilas.
Desconozco si en la actualidad aún existe esa figura legendaria,
supongo que es posible.
Esa figura, castrada, que nos lleva a pensar en lejanas tierras,
ha resurgido en nuestro mundo occidental, tomando una forma sutil de
castración: la castración legal.
Es el eunuco una persona al que, por vía quirúrgica, se le priva
de sus glándulas secretoras y le incapacita para fecundar a una mujer. Se le
convierte en un impotente, desde el punto de vista sexual y reproductor.
Los cambios sociales y jurídicos producidos en España en los
últimos años, han dado lugar al nacimiento de una especie de varones a los que
se les han amputado sus derechos como si de gónadas se tratara.
A lo largo de la Historia de la Humanidad, era un valor positivo
el nacer varón. El varón representaba la fortaleza, el coraje, la valentía; sin
embargo, la evolución, no genética sino legal, se ha llevado todo eso por
delante, transformando al varón en un valor negativo.
Nacer varón, implica llegar a la vida con el estigma de la
sospecha. Nacer varón supone que en el momento de relacionarse con una mujer,
un halo de incertidumbre se cierne sobre él. Sus derechos, por el hecho de
nacer hombre, quedan reducidos de forma considerable. Todo lo que digas o hagas
será puesto en cuestión, por un sistema que por el hecho de serlo te condena
sin previo juicio.
Quien une su vida a una mujer, sabe, o al menos debería saber, que
es su rehén de por vida. No podrá escapar de sus redes, sin soportar graves
quebrantos morales y económicos.
Quienes hayáis llegado hasta aquí en la lectura, me estaréis
tachando de loco y excéntrico. Sin embargo, pararos a analizar de manera
objetiva, lo que ocurre a vuestro alrededor.
Rara es la familia a la que no le ha tocado vivir el hecho de una
ruptura de pareja o sus desavenencias. Analizar, fríamente, la situación en la
que ambos miembros quedan; y valorar el trato que la legislación actual da al
varón.
Atado de pies y manos por el contrato matrimonial, el más nefando
de los contratos, el hombre, se ve obligado, sin posibilidad de recurso, a
abandonar su hogar, a abandonar a sus hijos, y ver su economía machacada. La
red es tan tupida que es imposible escapar.
No existen puertas a las que llamar, ni instancia a la que
recurrir. Todo es adverso.
Como si de un perro sarnoso se tratara, se ve obligado a dejar la
casa en la que habita y por la que ha luchado y trabajado. Como si de un ser
maléfico se tratara, se ve apartado de sus hijos, en cuya educación no puede participar
y ve como sus besos y abrazos están tasados por un auto judicial.
Como si de un eunuco de las Mil y Una Noche se tratara, debe
contemplar, impotente, cómo la casa que fue su hogar, es ocupada por otro, sin
que nada pueda hacer. Cual eunuco del lejano oriente debe contemplar,
impotente, cómo la educación de sus hijos, que a él se le niega, se pone en
manos de desconocidos sin posibilidad alguna de impedirlo.
A quien nada tiene que ver con sus hijos, se le permite estar en
su compañía todos los días y a todas las horas, mientras al padre biológico
sólo le es permitido hacerlo cuando a su señoría le ha parecido bien.
Sus gritos de impotencia se pierden en el fárrago de la Ley; y, como
eunucos, arrastran sus almas por el mar de la incomprensión y de la ignominia.
No existe un teléfono 017 de ayuda al varón desesperado: No existe
un teléfono 017 al que pedir amparo. No existe un teléfono 017 donde descargar
su rabia, y su impotencia de eunuco legal.
Como dijo el maestro Antonio Machado:
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
A
mis amigos que lo están pasando mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario