
"Chicos y chicas", se acercan para conseguir la pareja
de baile ideal que les lleve a ser los "reyes del baile".
Con mayores o menores dificultades, igual que nos ocurre en la
vida real, se van formando dúos, y, en algunos casos, los más avanzados, forman
"congas" dispuestos a divertirse corriendo y saltando por el Hemiciclo
cogidos de la cintura.
Como en los bailes de la vida real, al fondo del salón se encontraba
un muchachito rubio, tímido, que permanecía sentado sin que nadie tuviera por
él ningún interés.
Como me extrañó que un joven fuerte y apuesto estuviera tan
solitario y poco solicitado, me acerqué a él con la intención de conocer las
razones de su soledad.
Tomé asiento a su lado, y tras presentarme, le pregunte quién era:
- Hola, amigo, soy la Unión Europea.- Me dijo
Sorprendido por la respuesta le dije:
- Pero, ¿qué haces aquí?, esto es un "baile" del
Parlamento Español.
Con toda seriedad, me respondió:
- Lo sé, por eso estoy aquí.
Seguía perplejo por sus respuestas, lo que me sirvió de acicate
para continuar mi interrogatorio.
- Perdona, le dije, pero todos los Diputados, los 350 que componen
el Parlamento están ahí.
Esbozó una sonrisa y me comentó en un susurro.
- El Parlamento Español, no tiene 350 diputados; lo formamos 351;
y yo soy el 351.
Mi sorpresa se había transformado en estupor, pues aquel muchacho
no parecía hablar en broma. Me iba a levantar pensando que estaba loco, pero
decidí seguir la conversación.
- Explícame esto, le dije, porque no lo comprendo.
Girándose hacia mí comenzó su relato.
- Desde que en el año 1986 España firmó el tratado de adhesión a
la Unión Europea, la Unión tiene un escaño en vuestras Cortes; un puesto de
gran peso, y que a partir de ese día condiciona todas vuestras decisiones en un
gran número de materias: economía, defensa, sanidad, derechos humanos...etc.
Todo lo que se legisle en vuestras Cortes, debe estar dentro de
los marcos establecidos por la Unión; y estáis obligados a llevar a vuestro
ordenamiento jurídico todo aquello que la Unión Europea determine.
Conforme le escuchaba me iba corriendo por el cuerpo un sudor
frio.
El baile que se estaba desarrollando en el Hemiciclo, no servía
para casi nada. Quienes danzaban alegres y contento, no sabían, o no querían
saber, que aquella alegría no estaba tan justificada como pretendían aparentar.
Me despedí del apuesto joven, y bastante mohíno, salí a la Carrera
de San Jerónimo para despejarme.
Apoyado en uno de los leones que hacen guardia a la puerta del
viejo palacio, recapacite sobre lo vivido hacía unos minutos.
- Valoré lo escuchado y llegué a la conclusión de que lo que se estaba
celebrando en el interior del Palacio, no era un baile; era una mascarada. El
bailarín principal, estaba sentado en una silla, sin que nadie le prestara la
más mínima atención.
Bastante descorazonado, dirigí mis pasos hacia el cercano Hotel
Palace, para recomponer mi ánimo ayudado por un Gin Tonic.
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