sábado, 28 de marzo de 2020

SE ABRIRÁN LAS GRANDES ALAMEDAS.

Se acabó la tregua. Se acabó mi tregua. Me hice la promesa de moderar las críticas, pero me tiran de la lengua estos canallas. Me dicen que no es momento de polémicas, pero los políticos al mando y sus voceros se encargan de dividir. Me dicen que es mejor guardar silencio por ahora, pero veo que mi silencio sólo sirve para que otros hablen y construyan su relato. Me dicen que hay que estar con el Gobierno, pero el Gobierno no está conmigo. Me dicen que no hay que señalar, pero ellos, además de no ayudar, señalan con dureza a los profesionales sanitarios.

El Gobierno está acojonado. No cabe duda. Es la primera vez en medio siglo que los pacientes y los profesionales de la medicina vamos de la mano en algo. Ha tenido que ocurrir una desgracia para que la sociedad española comprenda que los políticos (todos) han esquilmado –literalmente– la sanidad pública, y que los médicos y las enfermeras no hemos sido los culpables, sino las víctimas. Tan víctimas como los pacientes. Y están acojonados los políticos. Muy acojonados. Esos aplausos a las ocho de la tarde, día tras día, les ponen los huevos de corbata porque entienden (con razón) que los pacientes y los médicos ya formamos una piña. Ya no vale la leyenda construida de que los médicos somos los despilfarradores del sistema, los vagos, los maleantes, los culpables de las demoras, los privilegiados en el sueldo. Ha tenido que llegar un virus para mostrar a las claras las vergüenzas de estos mierdas: la falta de mascarillas, la falta de respiradores, la falta de buenas batas, la falta de profesionales, la falta de organización, la falta de protocolos y la falta de liderazgo.

El desastre organizativo ha sido tan absoluto, la incompetencia tan burda, la imprudencia tan visible, la mentira tan palpable, la desidia tan evidente, que el Gobierno (o los Gobiernos) nos piden ahora silencio para ir ellos construyendo su relato. El relato que los salve. El chivo expiatorio que revuelva de nuevo a los pacientes contra quienes se encargan de la salud. La ignominia llevada a un grado sumo. Maestros de miserables.

En un país donde los médicos y las enfermeras se protegen con bolsas de la basura para atender a sus pacientes, en un país donde se confeccionan mascarillas con papel higiénico o con bordados de punto de cruz, en un país donde ya están cayendo médicos, enfermeras y guardias civiles en acto de servicio, en un país que ya supera a China en número de fallecidos por el coronavirus, se dice por una consejera socialista de sanidad que los médicos se están contagiando por viajar mucho. Por viajar mucho. Por viajar mucho. No por trabajar mucho y en penosas condiciones. No. No por la criminal negligencia de quienes, a fecha de hoy, han tenido que pedir ayuda a la OTAN para traer a España los test del coronavirus. No. No por quienes han incumplido la promesa realizada hace dos semanas de que, “en pocos días”, tendríamos a nuestra disposición las mascarillas FPP2 y FPP3. No. No por quienes ya permiten, con manifiesta impotencia, que los propios profesionales nos vistamos con bolsas de la basura y con caretas de papel de celofán. No. Ha sido por viajar. Por viajar mucho. Los médicos nos contagiamos por viajar. 

Ya estamos otra vez en lo de siempre. En lo de siempre. En escupir a la cara a quien nos cuida para salvar ellos el culo. En intentar explicar lo inexplicable atacando al punto débil del sistema. El jefe sioux haciéndole la vida imposible al indio. El general de cinco estrellas abofeteando al soldadito bajo su mando.

Un artículo publicado anteayer en El País demuestra la incompetencia y la desidia criminal de este Gobierno. Un Gobierno que, durante los cruciales meses de enero, febrero y marzo, estuvo distraído en los tres problemas “más acuciantes” de España. A saber: la lucha contra el heteropatriarcado opresor de las mujeres, la colocación de Pablo Iglesias en el CNI y la satisfacción de los antojos a los desleales catalanes, incluido un proyecto inminente de amnistía. Y mientras tanto, mientras todo eso sucedía, afirmaba Pedro Sánchez con rotundidad que “la sanidad española estaba perfectamente preparada” (sic) para la pandemia de coronavirus que se nos venía encima. Hoy sabemos que no era así. Que nos mentía. Que le importaba una higa poner a los sanitarios a los pies de los caballos. Que lo suyo era el feminismo, y la formación sexual en las escuelas, y los talleres de masturbación para mujeres empoderadas, y el ofrecer millones de euros a quien decía sin pudor en el Congreso que la estabilidad de España le importaba una putísima mierda: a los independentistas catalanes.

El artículo de El País de anteayer decía así: 

<<Pasados más de diez días de pandemia (hoy son doce), el ministro de Sanidad empieza a desvelar la magnitud de uno de los problemas más preocupantes causados por el coronavirus: unos 4.000 sanitarios ya han caído contagiados (hoy son casi 6.000). El daño que el coronavirus está haciendo en la salud del personal sanitario que lo combate ES MUCHO MAYOR QUE EN OTROS PAÍSES. En Italia los médicos y enfermeras suponen el 8% de los contagiados totales, frente al 12% de España (hoy ya es el 14%). En China no llegaron ni al 4%. Las organizaciones profesionales llevan desde principios de marzo urgiendo medidas a los gestores sanitarios para evitar contagios. El Sindicato de Enfermería sabe de centros donde se lavan las batas y las mascarillas para reutilizarlas, algo aberrante en términos de higiene sanitaria. No hubo previsión en las autoridades y, ante la avalancha de enfermos, el personal médico y de enfermería de primera línea de batalla ha tenido que buscarse la vida para ponerle barreras al coronavirus: se fabrican equipos de protección con bolsas de la basura, cosa que a estas alturas no debería ser admisible. Y mientras los epidemiólogos aspiran a que las medidas de distanciamiento social aplanen cuanto antes la curva de propagación en la población en general, el freno a la expansión de la enfermedad entre los sanitarios no tiene un horizonte nada claro. Es una curva propia que, seguramente, tardará más tiempo en aplanarse porque los sanitarios van a seguir más expuestos y durante más tiempo. El problema sólo se frenará cuando se acabe con la acuciante falta de equipos de protección adecuados. La escasez afecta mucho a las máscaras FPP2 y FPP3 que protegen de las secreciones del paciente, y a las batas impermeables. Hubo mucha improvisación inicial y bastante relajación. No se le dio la importancia necesaria y faltó una centralización de las medidas>>. 

Y por todo eso, por esa criminal negligencia, porque a 25 de marzo estamos igual que en febrero, el Consejo Estatal de Médicos ha presentado hoy una denuncia ante el Tribunal Supremo para que el nefasto Gobierno de ensoberbecidos inútiles que nos ha tocado padecer haga por fin su trabajo y nos permita realizar el nuestro sin enfermar, sin que caigamos como moscas en esta guerra en la que nos han metido sin un maldito fusil, sin una bala.

Hay tantos izquierdistas de caché ingresados en la Ruber que ya la llaman Ruberlingrado. Y allí, en Ruberlingrado, me imagino que estarán pensando y discutiendo la forma de dimitir. De dimitir, cabrones. De dimitir. Que no es un nombre ruso dimitir, sino la única acción honorable que le queda a un irresponsable cuando se ha demostrado sobradamente su irresponsabilidad.

Y no digo que dimitáis ahora, en plena crisis, sino luego: cuando estemos en la calle los que queden. Porque en la calle nos veremos, sí. No lo dudéis. Iremos todos, de la mano. Y se abrirán para nosotros las grandes alamedas, como decía Salvador Allende poco antes de morir asesinado. Y allí, en la calle, en esas grandes alamedas, estaremos todos juntos: las enfermeras, los celadores, las auxiliares de las residencias, los pacientes, los médicos, los conductores de las ambulancias, los taxistas, los bomberos, los jubilados, las cajeras, los transportistas, las amas de casa, los autónomos, los farmacéuticos… Todos. Todos juntos, de la mano. Todos en defensa de la Sanidad Pública. Todos contra el mal Gobierno. Y esta vez nada de batas blancas, ni de lazos amarillos, ni morados feministas, ni verde de los maestros. Todos de riguroso negro. De negro color de luto. De negro como las negras togas del Tribunal Supremo que os habrán de juzgar algún día. De negro como las negras bolsas de basura que se han de poner mis compañeros.

Firmado:

Juan Manuel Jimenez Muñoz.
Médico y escritor malagueño.

viernes, 27 de marzo de 2020

EL GENESIS

Es de todos sabido, en el mundo judeo cristiano, que la Biblia es el fundamento y esencia de una parte importante de la humanidad. Es la base sobre la que se sustenta nuestra cultura. En todas y cada una de sus metáforas existe un principio moral y/o norma de vida.
Tras reiteradas lecturas, no he encontrado referencia escrita al momento en que el Supremo Hacedor creó al ser portador de la verdad absoluta. Sabemos que creó al hombre y a la mujer, tras crear el Universo, la luz, y los animales; pero, no se indica en qué momento dio soplo de vida al ser portador de la verdad.
Algunos me daríais que quizás ese ser no fue creado. Una afirmación que sería cierta si no viéramos de continuo a personas que afirman ser poseedoras de la verdad; con la capacidad innata de nunca errar, y de negar a los demás la posibilidad de estar en lo cierto. Por lo tanto, si esas personas existen, y existen; Dios, en algún momento, debió crear al primero. Avanzando en la lectura me encontré con unos personajes que quizás pudieran ser el origen de la verdad y la mentira. Y ahí la cuestión comenzó a tomar un cierto viso de coherencia. Estos personajes son Caín y Abel. En ambos se encarnan los valores antagónicos del Ser Humano. Engendrados por Adan y Eva, fueron creados de formas bien diferentes. Abel, era pastor. Y se nos representa como un hombre de facciones y comportamientos dulces y delicados. Su vida transcurría serena sentado a la sombra de un árbol tocando la flauta mientras veía pacer a sus ovejas. Abel, era la bondad personificada. Sus sacrificios a Dios eran recogidos a gran satisfacción del Hacedor. El humo de sus sacrificios era blanco y limpio y se alzaba hacia los cielos sin que la más leve brisa interrumpiera su ascenso. Era, el ser perfecto. El hijo que toda madre hubiera querido tener.
Caín, por su parte era la antítesis de su hermano. Hombre rudo y tosco, de aspecto huraño y facciones severas, era agricultor. Sus tierras eran baldías por mucho esfuerzo que realizara en hacerlas fértiles y productivas. Sus súplicas al Supremo Hacedor, siempre recibían el silencio por respuesta. Sus sacrificios, no eran gratos a Dios; y el humo de sus sacramentos era negro, y los vientos huracanados no le dejaban ascender para llegar a las estancias de aquel.
Por mucho que hacía, nada lograba. La envidia le cegó y dio muerte a su hermano. Dicen los textos sagrados que aquel fue el primer crimen de la Humanidad. Y de ese acto los hombres se dividieron en :buenos y malos. 
No se tiene constancia de que Abel tuviera descendencia; teoría que en los tiempos que corren algunos tratan de desmentir. Este desmentido llega por vía de exclusión. Siguiendo el relato bíblico, todos somos descendientes de Caín, y por ello, malos por naturaleza. Sin embargo, algunos afirman, con rotundidad, que ellos no son como los demás; que los valores naturales que les acompañan: bondad, solidaridad, portadores de la verdad, demuestran a las claras, que no son descendientes del malvado Caín. Lo que lleva a concluir que, aunque las Sagradas Escrituras no lo recojan, Abel, sií tuvo descendencia; poca, pero escogida. En ellos el Dios creador depositó todos los valores positivos, que en Caín era negativos y de los que los descendientes de este carecen.
Son estos vástagos de Abel, quienes tomaron la antorcha de Cristo, y proclaman que ellos son "El Camino, la Verdad y la vida". Nadie salvo ellos,  puede acceder al camino de la verdad. Los descendientes de Caín vagan por la faz de la Tierra, incapaces de encontrar el Camino que conduce  a la Verdad.
Por suerte para los hombres del siglo XXI, las Sagradas Escrituras, no son más que un recopilatorio más o menos cierto, de los pensamientos generados por el Hombre a lo largo de muchos siglos. Un enlazamiento metafórico, de poca solidez científica. De pensar lo contrario, los descendientes de Abel, tendrían razón.

jueves, 26 de marzo de 2020

LA GRIPE DE 1918

El ilustre médico ingles Sydenham nos ha legado una descripción de una epidemia de tos, acompañada de fiebre, que se desencadenó en la Gran Bretaña en los últimos meses de 1657 y a la cual prácticamente no escapó ningún súbdito de Su Graciosa Majestad. No es esta la única descripción de la gripe que se encuentra en los anales de la Medicina, pues ya la describió Hipócrates en el siglo antes de Cristo. Esta antigüedad de la enfermedad la convierte en una de las dolencias que mayor numero de denominaciones ha recibido. La denominación de “gripe” puede proceder de un vocablo alemán “greifen”. En italiano recibió el nombre de “influenza”. La epidemia de Paris del año 1414 recibió en nombre de “tac” por la rapidez con la que se manifestaban los síntomas.

Nos referiremos en estas líneas a la gripe española de 1918; año de gracia en el que se vivió el fin de La I Guerra Mundial.
En un mundo convulso, a pesar del término de la Gran Guerra, y de una no menos situación inestable en España, nadie paró mientes en tu telegrama de agencia perdido en las páginas interiores de los diarios y que decía escuetamente: En Dueñas se ha presentado una epidemia gripal de la que hay 200 atacados.
Ajenas a estas preocupaciones, las gentes de bien releían con fruición lo que las revistas chic insertaban en sus páginas de moda. O se informaban del rotundo éxito del maestro Serrano con su zarzuela “la Canción del Olvido”.
A pesar de nuestra neutralidad no nos libramos de padecer las terribles plagas que todas las guerras traen consigo: hambre, peste, e inmoralidad.
Nos azotaba cierta mortífera epidemia llegada a nuestro suelo desde los frentes de batalla, y que reexportada a Francia se le dio en llamar gripe española.
El entorno socio económico en el que se encontraba España era deplorable, con hambre y miseria en las capas populares de la población, a las que no habían llegado los beneficios derivados de nuestra neutralidad en la Gran Guerra. La epidemia de Gripe no hizo otra cosa que entenebrecer el oscuro panorama que se cernía sobre España.
Pese al creciente número de madrileños que empezaron a guardar cama, las gentes de la Villa y Corte no se tomaron demasiado en serio el virus gripal. La muerte de algún político de renombre fue considerado un hecho coyuntural justificado por la edad. Pero, pronto las gacetillas de prensa advertirán:
“En las oficinas del Estado y en entidades oficiales y particulares sigue propagándose la dolencia que determina nuevas e innúmeras bajas”.

A pesar de que hasta el mismo rey dio con sus huesos en la cama, seguía sin tomarse en serio. Los optimistas de turno llegaron a creer que esta gripe sería tan benévola como la padecida en 1890; pero, las circunstancias que se daban en 1918 nada tenían que ver con aquellas.
La gripe de 1918 fue considerada como un efecto derivado de la guerra: la fatiga de los combatientes, la debilidad de las poblaciones subalimentadas y la miseria de los campos de prisioneros ofrecieron a la plaga un terreno demasiado favorable.
La movilidad de personas por todo el orbe aportó su granito de arena. En los puertos de Europa Occidental había un extraordinario abigarramiento de gentes de todas partes de mundo portadores de cepas gripales diferentes, que probablemente permitió el desarrollo de un virus híbrido extraordinariamente virulento.
La alarma se insinúa a partir del 26 de mayo, en el momento en el que se aprecia una elevación de la mortalidad habitual. Una mortalidad que llegó en la capital del reino a más de cien personas diarias. A escala mundial la morbilidad afectó entre el 50 o el 80 por ciento de la población; y la mortalidad llegó a cifras relativas del 3 por ciento alcanzando un número que superó los veintiún millones de almas.
Teatros y lugares públicos comenzaron a cerrar sus puertas. Comenzaron a desbordarse las pasiones, y los rumores más infundados comenzaron a tomar carta de naturaleza, Las gentes comenzaron a mirarse con desconfianza por miedo al contagio. El agua, el café, el trabajo en locales cerrados, los sermones de las iglesias, y los viajeros de allende nuestras fronteras, eran tratados con recelo.
La situación sanitaria en España, a decir de algunos, “sólo se encontraba en papel de oficio; pero, la organización activa de laboratorios y personal idóneo, que es la base de la profilaxia biológica esa no existe en España.
Los centros de enseñanza se cerraron, y la apertura del curso se retrasó.
No ayudó tampoco mucho, el desplazamiento de los veraneantes, que, del norte de España, trajeron la enfermedad a la capital.
En los inicios de 1919 la epidemia se ha extendido por todo el mundo, inclusos Australia. Todas las medidas profilácticas se demuestran ineficientes.

Un año después de iniciada la epidemia, en España se estimaron que un total de ocho millones de ciudadanos fueron los afectados, y las muertes originadas superaron con creces las doscientas mil.
Una vez más España tuvo que arrastrar el san Benito de algo que no fue en absoluto su responsabilidad; si es que responsabilidad se puede pedir en el desarrollo de una epidemia tan sumamente letal como la denominada “Gripe Española”.

El ilustre médico ingles Sydenham nos ha legado una descripción de una epidemia de tos, acompañada de fiebre, que se desencadenó en la Gran Bretaña en los últimos meses de 1657 y a la cual prácticamente no escapó ningún súbdito de Su Graciosa Majestad. No es esta la única descripción de la gripe que se encuentra en los anales de la Medicina, pues ya la describió Hipócrates en el siglo antes de Cristo. Esta antigüedad de la enfermedad la convierte en una de las dolencias que mayor numero de denominaciones ha recibido. La denominación de “gripe” puede proceder de un vocablo alemán “greifen”. En italiano recibió el nombre de “influenza”. La epidemia de Paris del año 1414 recibió en nombre de “tac” por la rapidez con la que se manifestaban los síntomas.
Nos referiremos en estas líneas a la gripe española de 1918; año de gracia en el que se vivió el fin de La I Guerra Mundial.
En un mundo convulso, a pesar del término de la Gran Guerra, y de una no menos situación inestable en España, nadie paró mientes en tu telegrama de agencia perdido en las páginas interiores de los diarios y que decía escuetamente: En Dueñas se ha presentado una epidemia gripal de la que hay 200 atacados.
Ajenas a estas preocupaciones, las gentes de bien releían con fruición lo que las revistas chic insertaban en sus páginas de moda. O se informaban del rotundo éxito del maestro Serrano con su zarzuela “la Canción del Olvido”.
A pesar de nuestra neutralidad no nos libramos de padecer las terribles plagas que todas las guerras traen consigo: hambre, peste, e inmoralidad.
Nos azotaba cierta mortífera epidemia llegada a nuestro suelo desde los frentes de batalla, y que reexportada a Francia se le dio en llamar gripe española.
El entorno socio económico en el que se encontraba España era deplorable, con hambre y miseria en las capas populares de la población, a las que no habían llegado los beneficios derivados de nuestra neutralidad en la Gran Guerra. La epidemia de Gripe no hizo otra cosa que entenebrecer el oscuro panorama que se cernía sobre España.
Pese al creciente número de madrileños que empezaron a guardar cama, las gentes de la Villa y Corte no se tomaron demasiado en serio el virus gripal. La muerte de algún político de renombre fue considerado un hecho coyuntural justificado por la edad. Pero, pronto las gacetillas de prensa advertirán:
“En las oficinas del Estado y en entidades oficiales y particulares sigue propagándose la dolencia que determina nuevas e innúmeras bajas”.

A pesar de que hasta el mismo rey dio con sus huesos en la cama, seguía sin tomarse en serio. Los optimistas de turno llegaron a creer que esta gripe sería tan benévola como la padecida en 1890; pero, las circunstancias que se daban en 1918 nada tenían que ver con aquellas.
La gripe de 1918 fue considerada como un efecto derivado de la guerra: la fatiga de los combatientes, la debilidad de las poblaciones subalimentadas y la miseria de los campos de prisioneros ofrecieron a la plaga un terreno demasiado favorable.
La movilidad de personas por todo el orbe aportó su granito de arena. En los puertos de Europa Occidental había un extraordinario abigarramiento de gentes de todas partes de mundo portadores de cepas gripales diferentes, que probablemente permitió el desarrollo de un virus híbrido extraordinariamente virulento.
La alarma se insinúa a partir del 26 de mayo, en el momento en el que se aprecia una elevación de la mortalidad habitual. Una mortalidad que llegó en la capital del reino a más de cien personas diarias. A escala mundial la morbilidad afectó entre el 50 o el 80 por ciento de la población; y la mortalidad llegó a cifras relativas del 3 por ciento alcanzando un número que superó los veintiún millones de almas.
Teatros y lugares públicos comenzaron a cerrar sus puertas. Comenzaron a desbordarse las pasiones, y los rumores más infundados comenzaron a tomar carta de naturaleza, Las gentes comenzaron a mirarse con desconfianza por miedo al contagio. El agua, el café, el trabajo en locales cerrados, los sermones de las iglesias, y los viajeros de allende nuestras fronteras, eran tratados con recelo.
La situación sanitaria en España, a decir de algunos, “sólo se encontraba en papel de oficio; pero, la organización activa de laboratorios y personal idóneo, que es la base de la profilaxia biológica esa no existe en España.
Los centros de enseñanza se cerraron, y la apertura del curso se retrasó.
No ayudó tampoco mucho, el desplazamiento de los veraneantes, que, del norte de España, trajeron la enfermedad a la capital.
El ilustre médico ingles Sydenham nos ha legado una descripción de una epidemia de tos, acompañada de fiebre, que se desencadenó en la Gran Bretaña en los últimos meses de 1657 y a la cual prácticamente no escapó ningún súbdito de Su Graciosa Majestad. No es esta la única descripción de la gripe que se encuentra en los anales de la Medicina, pues ya la describió Hipócrates en el siglo antes de Cristo. Esta antigüedad de la enfermedad la convierte en una de las dolencias que mayor numero de denominaciones ha recibido. La denominación de “gripe” puede proceder de un vocablo alemán “greifen”. En italiano recibió el nombre de “influenza”. La epidemia de Paris del año 1414 recibió en nombre de “tac” por la rapidez con la que se manifestaban los síntomas.
Nos referiremos en estas líneas a la gripe española de 1918; año de gracia en el que se vivió el fin de La I Guerra Mundial.
En un mundo convulso, a pesar del término de la Gran Guerra, y de una no menos situación inestable en España, nadie paró mientes en tu telegrama de agencia perdido en las páginas interiores de los diarios y que decía escuetamente: En Dueñas se ha presentado una epidemia gripal de la que hay 200 atacados.
Ajenas a estas preocupaciones, las gentes de bien releían con fruición lo que las revistas chic insertaban en sus páginas de moda. O se informaban del rotundo éxito del maestro Serrano con su zarzuela “la Canción del Olvido”.
A pesar de nuestra neutralidad no nos libramos de padecer las terribles plagas que todas las guerras traen consigo: hambre, peste, e inmoralidad.
Nos azotaba cierta mortífera epidemia llegada a nuestro suelo desde los frentes de batalla, y que reexportada a Francia se le dio en llamar gripe española.
El entorno socio económico en el que se encontraba España era deplorable, con hambre y miseria en las capas populares de la población, a las que no habían llegado los beneficios derivados de nuestra neutralidad en la Gran Guerra. La epidemia de Gripe no hizo otra cosa que entenebrecer el oscuro panorama que se cernía sobre España.


miércoles, 25 de marzo de 2020

MAYORIA DE EDAD

El año 1492 fue pródigo en acontecimientos importantes como todos sabemos. Unos más conocidos que otros. Otros sin embargo, no por menos conocidos son menos interesantes de conocer.
Uno de los hechos, posiblemente, que la mayoría desconoce fue el que en ese año grandioso por muchas razones, y triste por otras, se imprimió por primera vez una Gramática de la lengua castellana gracias a Nebrija. Entre otras cosas eso significó que la lengua considerada como vulgar despreciada por muchos frente a la lengua latina, alcanzaba su mayoría de edad, al mismo tiempo que la lograba el país en su conjunto, por los hechos que todos conocemos.
De la misma manera que la extensión del país es casi la misma que en estos tiempos; así la lengua española ha sufrido pocas variaciones desde ese día hasta hoy.
Sin embargo, no debemos olvidar un hecho importante como fueron las dificultades que tuvo que superar la lengua española, que aunque ya mayor de edad, al igual que le ocurrió a la consolidación del Estado, tuvo que superar no pocas dificultades.
Aunque el Latín era la madre de todas lenguas; las hijas que fueron surgieron tomaban una cierta independencia; y una misma palabra tomaba dos formas. Una que era considerada como erudita por estar muy cercana a la fuente; y otra más libertina y desvergonzada, considerada como espuria por los latinistas más ortodoxos. Y como suele ocurrir al pueblo, cuando ha de decantarse por lo vulgar o lo erudito tomó partido por aquello. Mientras los eruditos decían "frígido" en pueblo se quedaba con su término más vulgar "frio" que era mucho más fácil de pronunciar.
Otras palabras pudieron permanecer juntas en el vocabulario tomando cada una de ellas una acepción diferente. Como es el caso de "entero" frente a "integro". Integro se asoció a un término moral; mientras que entero, se reservó para aspectos físicos.
En otras ocasiones las palabras surgidas de la misma rama tomaban distintos derroteros como es el caso de "Laico" y "Lego" palabras a las que pueblo le fue dando muy diferentes acepciones.
En su largo camino, la gramática de la lengua castellana, recogió aguas de muy diversos ríos. Hasta la lejana Germania puso su granito de arena con palabras tan diversas como: guerra, robar, yelmo, guantes, brida o estribo.
Sin embargo, la incorporación de vocablos derivados de la lengua árabe fue la más significativa. Resultado lógico de más de ochocientos años de convivencia.
Podemos construir una frase, en la que buena parte de las palabras que usemos tendrían su origen en el árabe. Veamos:
" Fulano y Mengano viven en el arrabal de una aldea; los albañiles usando andamios construyeron la azotea con azulejos. Las alcobas están separadas por tabiques y en ellas hay almohadas y alfombras.
...
Cuando se encuentran con el alcalde de Medina, de Alcolea, de Alcalá siente alborozo.
Guadalquivir así denominado por ser rio ( guad) grande. Guadalajara, rio de piedra; Guadalupe, rio del lobo.
" (Fuente: Otra Historia de España. Fernando Diaz Plaja.)
De la mano de las reinas y los frailes galos no llegaron tambien palabras; como: Doncel, doncellas, linaje, hotel o peaje. Refinados, salvajes, coqueta o corsé.
Cuando a fines del siglo XVI la conformación del Estado se consolidó, paralelamente lo ha hecho el español, que en su gestación ha dado a luz a la JOTA y a la ZETA letras que no existían anteriormente.

martes, 24 de marzo de 2020

LOS OTROS

Existen épocas en la Historia en las que, sin saber las razones, se concentran hechos de enorme trascendencia. Otras etapas transcurren sin que nada de interés especial ocurra, y la vida de los ciudadanos que conforman esa comunidad discurra en una indolente apatía.
Dentro de las épocas, se presentan años de una extraordinaria feracidad de acontecimientos que marca la historia venidera de ese país. Los finales del siglo XV y el siglo XVI, son quizás, dos siglos que marcan una de esas etapas de gran intensidad. Y si hubiera que encontrar un año en la Historia de España en el que se concentren los hechos más relevantes que marcaron su futuro ese fue el año 1492. En él ocurrieron los acontecimientos que marcaron nuestra existencia como Pueblo a lo largo de muchos siglos. En este año, y en el breve plazo de unos meses se concentraron los hitos más grandes de nuestra Historia. En 1492 tras ochocientos años de lucha, se dio por concluida la denominada Reconquista con la caída del reino de Granada; último bastión de la España musulmana. Pocos meses después se culminó la más grande hazaña que han visto los tiempos con la llegada de un puñado de hombres a un nuevo continente: el descubrimiento de América.
Es en ese mismo año cuando ocurren hechos de enorme trascendencia; pero, en un sentido contrario a los anteriores; aunque no por ello de desdeñable influencia en los hechos posteriores que ocurrieron en el nuevo país nacido de la unión de las coronas de Catilla y Aragón. Dos de esos hechos fueron la creación de la Santa Inquisición, y la expulsión de los judíos; ambos hechos nacidos de la voluntad de los nuevos monarcas impulsores de lo que se denominó la Unidad de España.
Ambos hechos en apariencia sin ninguna conexión entre ellos, en mi opinión son el resultado final de la larga contienda que se dirimió sobre la Vieja Piel de Toro.
El carácter de Cruzada cristiana que tuvo la última etapa de la Reconquista, era una rama de las surgidas en el resto de Europa para imponer el cristianismo en todos sus rincones y la recuperación de los Santos Lugares.
Logrados los propósitos militares con la rendición del reino de Granada, era necesario que solar de España se convirtiera en el bastión inexpugnable del cristianismo; y para ello se pusieron los cimientos más sólidos posibles. En primer lugar se expulsó de la nueva España a los españoles que profesaban una fe distinta del cristianismo, sin ninguna razón que justificara tal medida; salvo, la de comenzar la limpieza religiosa que más adelante se completaría con la expulsión de los españoles que profesaban la fe de Mahoma. Es este concepto de "españoles" el que a lo largo de la historia se ha querido ocultar; presentando a los judíos, y los llamados "moriscos" como gentes de otras tierras; cuando la realidad es que estos seguidores de creencias diferentes eran tan españoles (entendiendo por españoles como nacidos en la península ibérica) como los que profesaban la fe de Cristo.
Los seguidores de Mahoma y de Jehová, tras ochocientos años de permanencia habían unido su sangre con los visigodos del norte, que a su vez la mezclaron con los hipanoromanos muchos siglos antes.Es en ese momento cuando los abanderados de la unidad de las tierras de España, comienzan la primera gran depuración religiosa, que no étnica, de la nueva nación recién creada. Una decisión que fue reforzada con la creación de la Santa Inquisición, para mantener lo que se dio en llamar "pureza de sangre". Concepto que se hizo esencial en la vida de los españoles, y que fue la gran guadaña que llevó a la cárcel y   a la hoguera a no pocos compatriotas.
Los mismos Reyes Católicos que protegían el culto a Mahona, eran los que negaban el culto a Jehová. La Historia nos presenta, como causa y justificación de su expulsión, no la peligrosidad del llamado pueblo judío en lo que a su religión se refiere; sino a que buscaba la conversión de los cristianos. Los mismos reyes que aceptaron como argumento esencial para involucrarse en la aventura de Colón, para sí poder proporcionar nuevos cristianos a la corona; son los mismos reyes que consideraban un peligro que los judíos quisieran ganar para su causa a alguno de sus compatriotas. Argumento tan endeble como discutible.
Los judíos habían habitado la tierra hispana a lo largo de dos civilizaciones, usando en ambas un mismo sistema de vida; llegando a ser los administradores de los reyes tanto cristianos como musulmanes.
El espíritu de tolerancia que existía en España en la Edad Media, se perdió. Una tolerancia que fue fue promesa de los Reyes Católicos, prontamente incumplida; no solo con los judíos, sino unos años más tarde con la expulsión de los que profesaban la fe de Mahoma mediante la pragmática publicada en 1502 que les obliga a abrazar el cristianismo o abandonar su tierra española. Todo ello culminó en el año 1568 tras la sublevación de las Alpujarras que fue sofocada duramente, tras la publicación por parte de Felipe II de la Pragmática Sanción en1567.

Con la expulsión de moriscos y judíos, salieron de España buena parte del enorme bagaje cultural, filosófico y científico que tenia la tierra hispana. En su lugar se implantó la crueldad y la intolerancia más absoluta de la mano de la Iglesia, y de su brazo ejecutor, la Santa Inquisición.

lunes, 23 de marzo de 2020

LAS AMERICAS

Uno de los hechos más relevantes de la Historia de la Humanidad fue, sin lugar a dudas, el Descubrimiento de América. Sobre él y los hechos posteriores se han escrito millones de textos. Textos que, como siempre ocurre ante un gran hecho, son de lo más variopinto, y cada uno con su carga de verdad, de medias verdades o de simples mentiras.
Sin embargo, poco se ha escrito, al menos yo no tengo constancia de ello, sobre los prolegómenos o entresijos con los que se fraguó el hecho.
Existe una especie de consenso general en aceptar como ciertos determinados hechos; sin embargo, los historiadores, general, se han parado ahí, sin analizar lo que realmente pudo ocurrir entre bambalinas, antes de que las tres naos botadas al efecto pusieron rumbo hacia las Indias Occidentales.
Por estas cosas raras de  vida, se ha cruzado en mi camino una obra del escritos Fernando Diaz Plaja, en la que se da una versión, cuando menos original para mí, sobre lo que pudo ocurrir antes del hecho histórico.
Para no incurrir en el error de una interpretación sesgada o confusa, trascribo lo que escritor barcelonés plasmó en su libro "Otra historia de España".
"Todo es milagroso en este final de siglo XV para España. He aquí que un hombre de origen desconocido llega a la corte de los Reyes Católicos. Se decía genovés, pero cundo escribía en italiano lo hacía con castellanismos y portuguesismos, lo que indica que si lo fu, no había vuelto en muchos años a su patria. Ese hombre, ya de cabello cano, ofrece a los reyes una oportunidad de descubrir nuevas tierras en el camino hacia Cipango, Japón, y ponerlas bajo su dominio. Conociendo las debilidades de ambos monarcas, recuerda a la reina lo que se puede conseguir en cuanto a la conversión de infieles a la santa fe católica, y a Fernando lo que puede ganar con el oro y las especias que tiene que encontrar en su viaje. Hasta aquí todo normal. Era una oferta que los reyes recibían continuamente, como hoy se ofrece a los gobernantes nuevos inventos que les harán ganar a sus enemigos.
Pero lo asombroso es que ese aventurero de quien nadie sabe nada, pide, en recompensa de sus servicios, el titulo de Gran Almirante del Mar Océano y una parte real del botín que se conquiste.
...
El título de almirante era de los más preciados de la corte, los que lo habían llevado pertenecían a las mejores familias, concepto que era importante, casi urgente , a la hora de alcanzar dignidades. La aristocracia nacida de las guerras contra los moros, estaba ya jerarquizada,  Todavía valía la espada- los nobles luchaban personalmente ante sus reyes en la conquista de Granda- pero ya empezaba a valer tanto como la acción valerosa, el pergamino.
...
¿ Cómo iban los reyes a dar a un desconocido tal garantía?
...
-Alteza- advirtió a Fernando (su tesorero) - O ese hombre dice la verdad o no la dice.
...
¿Qué perdemos en prometérselo?
Parece difícil que unos monarcas de entonces  aceptaran ese arreglo, sabiendo que con ello insultaban a sus nobles al anteponerles, aunque fuera una promesa condicionada, un desconocido.
...Prometía sin probar, prometía sin garantizar y pedía ayuda en barcos  y hombres para esa empresa de la que nadie más que él sabia nada.
...
Lo que Colón no quiso contar a los sabios del Consejo, se lo comunicó reservadamente a los reyes ante su natural reluctancia.  Fernando especialmente no era hombre que se conformara con vaguedades y sueños, y ante una resistencia que duraba siete años, Colón ofreció su secreto. El secreto, sencillamente, era que él sabía que existían esas tierras porque había estado allí en una expedición anterior y de la cual era el único superviviente.
...
La prueba está en las Capitulaciones de Santa Fe, un contrato que hoy llamaríamos comercial y en el que se establece:
"Las cosas suplicadas  y que vuestras altezas y otorgan a don Cristóbal de Colón en alguna satisfacción de lo que ha descubierto en las mares océanas y del viaje que ahora, con el ayuda de Dios , ha de hacer por ellas en servicio de Vuestras Altezas".
"Ha descubierto" . Había,  pues, una prueba concreta que Colón daba a los reyes, a cambio de su ayuda.
...
La velocidad, increíble para el tiempo, con que se aprestaron las carabelas o naos, se buscó tripulación y se lanzaron a la mar, indican tanto el tesón de Cristóbal Colón, como las órdenes precisas y concretas de los reyes.
...
Colón se equivocó de país pero no de sitio. Estaba donde él sabía que iba a estar".
Hasta aquí el relato del escritor. Fabulación o certeza. Eso queda al libre albedrío de cada cual.
En mi opinión, si se contextualizan los hechos a los tiempos en los que se desarrollaron, así pudieron ocurrir; pero eso, como tantos hechos acontecidos  a lo largo de la Historia de la Humanidad nunca lo sabremos.
Mi duda surge cuando me planteo la cuestión de, por qué Colón y España no bautizaron a la tierra  descubierta como las Indias, o las Colonias; y se permitió que otro se llevara la gloria del navegante genovés.

jueves, 19 de marzo de 2020

LAS MATEMÁTICAS


Las denominadas "Matemáticas Modernas", de las que me libré gracias a Dios, definen el CERO como "un conjunto vacío" - allá los matemáticos con sus cosas-.

Lo que las Matemáticas Modernas no han llegado a definir, hasta ahora, es el concepto de "Pleno Vacío".
Ayer, cuando más de media España estaba recluida en sus casas como conejos, poniendo a prueba a los departamentos de Control de Calidad de las fábricas de televisores;sin esperarlo, vino a tener conocimiento de lo que es el concepto matemático de "Pleno Vacío."
Cuando recibí la notificación en mi móvil de que se estaba celebrando en el Parlamento un Pleno Extraordinario; he de reconocer que la ira me invadió al instante. No me entraba en la cabeza semejante barbaridad; máxime cuando ya  estaba recalentado por el comportamiento de algún miembro del gobierno quien, saltándose la cuarentena obligatoria, puso en riesgo a todo el gobierno de la nación.
Me fui al ordenador para comprobar semejante dislate, y fue en ese momento cuando, como millones de españoles conocí el concepto de "Pleno Vacío".
Allí estaba un presidente de gobierno, que debería estar guardando la obligatoria cuarentena (su esposa ha dado positivo en Covid-19) dirigiendo la palabra a una veintena de señores diputados; quienes, convenientemente distantes unos de otros hacían como que escuchaban.
Uno que es muy retorcido de por natural, vino a recordar el concepto jurídico de Quorum, y lo que significa. Lógicamente, la pregunta que me hice fue la que se haría cualquier cabeza un poco sensata ¿ Por qué celebrar un acto que, por falta de Quorum,  carece de valor jurídico? y he de reconocer que la respuesta que me dí no me gustó. La respuesta no fue otra que, el estar convencido de que estaba asistiendo a una mascarada.
Quien se había escondido en el bunker de la Moncloa; quien había lanzado a sus voceros a decir a los españoles que aquí no pasaba; quien consintió contra toda recomendación la celebración de concentraciones políticas masivas; de golpe y porrazo no soltaba las cámaras y los micrófonos para decirnos lo que ya todos sabíamos y padecíamos y padecemos y padeceremos.
¿Por qué el presidente se saltó su obligación de guardar la obligatoria cuarentena, para asistir a tan ridículo espectáculo? Pues porque sus asesores, supongo, le empujaban a desfacer los entuertos que él mismo había creado; y para hacer lo que todo gobernante inútil hace: Vendernos el humo de los miles de millones que iba a movilizar, y decirnos que hagamos y cumplamos las normas  que los miembros de su gobierno, y él mismo no respetan.´
Quienes exigen a los ciudadanos el cumplimiento de unas normas, bajo pena de graves sanciones, son los mismos que se saltan a la torera las mismas normas que ellos han promulgado.
Cuando un presidente de gobierno se mueve de su silla, cuando debe estar guardando cuarentena, se pone en riesgo a decenas de personas de manera irresponsable. Desde quien le abre la puerta del Palacio de Moncloa, hasta el ujier que le lleva el vaso de agua, pasando por todos aquellos que deben movilizarse para posibilitar la celebración de esa pantomima, y su retransmisión televisiva.
Quiénes hay que me critican- y de qué manera-, que en estos momentos critique a quien nos gobierna. Es el mejor y único momento para hacerlo; porque, una vez que todo pase, nadie pedirá responsabilidades; y los mismos voceros que nos dijeron que aquí no pasa nada, saldrán a convencernos de la gran labor que hicieron nuestros gobernantes que de desde el primer momento hicieron frente de manera responsable a la situación.
Sí, señores, ahora es el momento de la crítica; antes de que los encargados de difundir la mierda (

algo que ya están haciendo algunos) nos cieguen los ojos, y nos digan que es el momento de mirar hacia adelante; y pelillos a la mar.

miércoles, 18 de marzo de 2020

EL CONDE

Uno antiguo y experto político, viejo zorro del parlamento español, dijo: "Que ellos hagan las leyes. A mí dejadme los reglamentos".
Álvaro Figueroa y Torres, sabía lo que decía. Sus muchos años en la política le llevaron a conocer de forma perfecta los entresijos de esta, y por ello, dejaba las luminarias para unos, y se reservaba, la verdadera esencia para él.
Las Leyes, en sí misma, son poca cosa;un marco de referencia y poco más. Lo importante de las leyes es su desarrollo. Y ahí es dónde se maniobra a conveniencia, y dónde la realidad sale a luz.
Ayer, el presidente del gobierno, anunció a bombo y platillo, una ley (por llamarla así) con la que  se iban a movilizar  la friolera de 200.000 millones de euros para paliar los efectos de la crisis sanitaria que nos inunda.
Si el conde de Romanones anduviera por estos pagos, se estaría frotando las manos; porque sería él el que dijera, mediante el desarrollo reglamentario correspondiente: el quién, el cómo, el cuándo y el dónde ser o estar para ser regado por tan ingente cantidad de dinero.
En el preámbulo del reglamento, Don Álvaro Figueroa y Torres, nos definiría y aclararía lo que significa la expresión "movilizar 200.000 millones de €". Una cifra que no es un grano de anís, y que no está escondida en ningún baúl de la casa de la abuela. En términos técnicos, el señor conde nos diría que eso significa poner a disposición de los ciudadanos esa ingente cantidad de dinero para solventar los problemas derivados de la crisis sanitaria. Bello marco para los que ya han tenido que cerrar sus negocios y para aquellos que han perdido sus puestos de trabajo.
Es en este momento del desarrollo reglamentario cuando el político  liberal empezaría a disfrutar de lo lindo; pues, comenzaría de desarrollar "el quién, el cómo, el cuándo y el dónde ".
Experto en afilar el lápiz de las concreciones, a cada palabra que fuera escribiendo le seguiría una decepción en los que antes eran sonrientes beneficiarios.
Porque, el reglamento es el tamiz en el que quedan enredadas las letras de las leyes, para impedir que lleguen a la mesa del funcionario del departamento de pagos de turno.
En este caso, el tamiz del señor Conde sería tan fino que ni la harina podría traspasarlo. La razón que el aristócrata español aplicaría para usar ese tamiz tan fino, no sería otra que la carencia de fondos para "movilizar 200.000 millones de €". 
Antes de que surgiera esta crisis, y con una economía funcionando medianamente, las arcas del estado tenían más telaraña que el desván de la abuela, y cada pago era un aumento del déficit, y el ahogamiento de las CCAA por falta de fondos.
Ahora de la noche a la mañana, el señor presidente se saca de la chistera la friolera de 200.000 millones de €, para movilizar.
Solamente existe un camino para poner encima de la mesa semejante cantidad de dinero: aumentar el déficit, que no es otra cosa que aumentar nuestro endeudamiento como nación. Un endeudamiento que, antes de que surgiera esta crisis, ya era descomunal. El 98% de nuestro PIB, en los cómputos más optimistas.
¿De dónde saldrá el alma caritativa que nos preste semejante cantidad de dinero? Pues de la sede del BCE, que se pondrá a dar a la máquina de hacer billetes como una loca. Y eso ¿qué significa? Pues nada más y nada menos que una perdida de valor del euro; porque, si el BCE hace esto con todos países de la UE afectados, y son la mayoría, la moneda de referencia, valdrá en los mercados menos que un dolar de madera.
Por ello don  Álvaro Figueroa y Torres, tendría que afinar muy mucho el grosor del tamiz para que a la hora de la verdad esos 200.000 millones de € queden reducidos a unos pocos millones.
Si pensáis que esto es una visión apocalíptica; decir dos cosas:
1.- Es economía pura y dura. Más dura que pura.
2.- Preguntad a los habitantes de Lorca.


martes, 17 de marzo de 2020

LA EDUCACION DEL REY

Entre los muchos escritos que nos dejó Leopoldo Alas, existe un artículo titulado "La Educación del Rey" que a pesar del tiempo transcurrido es de una vigencia intemporal. En él el autor de "La Regenta", republicano confeso, defiende lo importante que es la educación que reciba un monarca. Una frase fundamenta esta defensa. Dice así:
"Uno de los muchos defectos de la monarquía es lo mucho que hay que dejar al azar de la naturaleza, que puede hacer que sea bueno o malo el que la ley a priori elige para rey."
Para "Clarín" ser republicano o monárquico carece de importancia a la hora de comprender la importancia que tiene que un rey reciba una buena educación; única manera de aminorar los posibles defectos que la naturaleza pudiera acarrear.
Sin embargo, al escritor asturiano se le olvidó, al menos yo no lo he leído, escribir un articulo en el que se defienda la necesidad de promover "La Educación del gobernante".
De la misma manera que la naturaleza puede ser la causa de la llegada de un mal rey; las urnas pueden ser la razón de la llegada al poder de un mal gobernante. Y esta contingencia por ningún lado está cubierta.
A lo largo de la historia, los grandes hombre que han gobernado países, conscientes de sus carencias intelectuales y en ocasiones morales, se han rodeado de grandes maestros a quienes pedir consejo en la dificilísima labor que es gobernar a un Pueblo.
En la sociedad moderna en general, y en la española en particular, vivimos esos momentos en los que por mor de las urnas pueden acceder personas que carecen de la más mínima formación para regir los destinos de nuestro pueblo.
Al poder se llega sin saber la tremenda responsabilidad que se contrae cuando los ciudadanos les entregamos nuestras vidas y nuestros destinos. Poco o nada se sabe de aquellos a los que enviamos a ocupar el poder. Otros deciden por nosotros; y, después, nos exigen que elijamos entre los que esos otros han elegido previamente.
Subidos en el caballo del poder, hace su aparición el peor pecado de un gobernante: la soberbia. Quienes acceden al poder, lejos de reconocer su ignorancia, asumen como un axioma su infalibilidad. Y sobre ese axioma realizan su labor.
A diferencia de los grandes hombres que guiaron los destinos de los pueblos a lo largo de la Historia, no cubren sus carencias (porque no reconocen tenerlas) acudiendo a hombres sabios que les guíen en las cruciales decisiones que deben tomar. Lejos de ello, huyen de hombres con visión de Estado, para rodearse de gente tan mediocre como ellos, cuyo único objetivo es adular al poderoso para con ello lograr sus objetivos de medro, y poder un día alcanzar también ellos el poder.
Mientras muchos como Leopoldo Alas, tienen gran preocupación por el que ocupa el trono; no sienten la más mínima inquietud por conocer la valía de aquellos a los que sienta en los verdaderos sillones del poder.
Los llamados a gobernar, únicamente son conocidos; y eso solo unos cuantos elegidos, porque nos los muestra la propaganda. Pocos nos dicen dónde han aprendido a regir los destinos de un país. Cuando los situamos en los puestos del poder, ya no tiene solución; y pronto nos damos cuenta del error que hemos cometido; pero, es un error para el que no queremos buscar soluciones; porque, tampoco los ciudadanos hemos recibido la educación para aprender a corregir nuestros fallos.
Alguien debería ocuparse de comprobar cuál es la educación que han recibido aquellos que nos gobiernan. No son muchas las lecciones que debe aprender un buen gobernante. Quizás con tres sería un bien comienzo:
1.- Saber, comprender y aceptar  que no saben.
2.- Saber, comprender y aceptar, que su responsabilidad es extraordinaria.
3.- Saber, comprender y aceptar que precisan el auxilio de aquellos que no busquen en sus sombras el lucro personal.
Sería bueno que  la Constitución obligara a realizar  estudios elementales a todos aquellos que aspiren a ocupar los altos cargos que regirán las vidas de los ciudadanos.
De esta forma, al igual que la educación del rey trata de corregir los errores de la naturaleza; se corregirían los errores de las urnas.
Pero, de la misma manera que Leopoldo Alas no consideraba necesario cuidar la educación de los gobernantes; tampoco nosotros lo consideramos de utilidad. Y persistimos una y otra vez en dejar nuestro destino en manos de aquellos que han sido elegidos por otros.
Algunos han llegado a creer que elegimos libremente. Porque, de la misma manera que no se preocupan de la educación del gobernante, no se han preocupado de la suya propia.