La
credulidad, real o fingida, de algunas personas, es asombrosa.
Las
segundas, no merecen la pena considerarlas; sin embargo, las primeras sí
merecen mi atención. Es por ello que analizaré una de las múltiples “Leyendas urbanas” que nacen de esa credulidad.
Alguien
me escribió (cita textual):
-
Con nuestros años
no sabemos que se han dado títulos universitarios sólo con matricularse?
Quien
esto me escribió, no hizo otra cosa que ser el eco de esa “Leyenda urbana”.
Esta
cita, que no es nueva, recorre estos días, por razones que todos sabéis, las Redes Sociales. Siendo sorprendente la facilidad
con la que se compra la “mercancía”.
Con
un somero análisis, usando la lógica más elemental, este tipo de afirmaciones axiomáticas
se caen por su propio peso.
No
soy tan ingenuo como para pensar que en determinadas circunstancias, a ciertas
personas, por los más diversos motivos se les ha dado un trato de favor. Esta afirmación
es tan cierta como que yo recibí, en su momento, un trato de favor. Veamos los
hechos, tal y como se produjeron.
El
último año de mi carrera universitaria, y a la vista de los resultados
obtenidos a lo largo de cinco años, mis previsiones eran culminar mis estudios
en ese curso académico. Esta razón me llevó a no solicitar la correspondiente
prorroga para realizar el servicio militar. Fui “sorteado”, y el destino me deparó que debía realizarlo en las Islas
Canarias.
Ese
mismo destino quiso que mis previsiones no se cumplieran, y no pude superar el
examen de dos asignaturas. Eso significaba que la finalización de mis estudios
se retrasaría, al menos, dos años.
Era
imprescindible tomar una decisión, y la tomé: hablar con los profesores.
A
ambos les conté mi situación, y ninguno de ellos puso reparo en aceptar mi
petición. La pretensión fue que, puesto que mi incorporación al ejército debía
ser en el mes de enero, me realizaran el examen correspondiente a la
convocatoria extraordinaria de febrero en el mes de noviembre del año anterior.
Su
respuesta, fue idéntica en ambos casos:
-
Conforme. Pero,
debe usted saber (entonces el tutueo en la Universidad no se llevaba) que, sea
cual sea el resultado del examen, significará que ha usado la convocatoria.
El
trato de favor llegó hasta ahí. Ni un paso más dieron.
Tampoco
soy tan ingenuo como para no saber que en la Universidad existen tratos de favor
de mucho mayor alcance; pero, hasta estos tienen sus límites.
Se
puede hacer prevaricar a un tribunal al completo. Entre varios candidatos, la
balanza puede ser inclinada a favor del recomendado; sin embargo, nadie puede
eludir el examen.
¿Es
posible conseguir un título de licenciado con sólo matricularse? Si. ¿Es
probable? Muy poco probable.
Sigamos
con mi propio caso, e imaginemos que yo pretendiera extender aquel trato de
favor hasta el extremo de lograr mi titulación con sólo matricularme.
Analicemos.
Dato
primero: Cuando inicié mis estudios tenía por delante cinco cursos académicos
con una media de seis asignaturas por curso. Lo que hacía que debía de enfrentarme,
para lograr el título, a unas treinta asignaturas.
Datos
dos: Esas treinta asignaturas eran impartidas por catedráticos, profesores
adjuntos, y PNN (Profesor, No Numerario) lo que hacía que más de una treintena
de profesores se encargaran de mi enseñanza y evaluación.
Con
estos dos simples datos, veamos si era probable que yo consiguiera mi título
con sólo matricularme.
Para
conseguir ese objetivo debía lograr que, treinta profesores prevaricaran en su
totalidad; y que lo hicieran a lo largo de cinco cursos académicos.
Qué
manera hay de obtener semejante coincidencia. La respuesta, que ya habréis
averiguado, es muy sencilla: no se puede.
Podría
haber conseguido la prevaricación de uno, de dos, de hasta tres catedráticos;
pero, aún me quedarían veintisiete asignaturas que superar.
Lograr
que tres profesores prevariquen en tu favor, jugándose su puesto de trabajo, su
buen nombre, y prestigio de cátedra, ya resulta complicado; conseguirlo de más
de treinta profesores es, casi, imposible, y de todo punto improbable.
Llegar
a estas sencillas conclusiones no es difícil, ¿verdad? Con tan simple análisis,
las Leyendas Urbanas dejarían de
existir de inmediato.
Sin
embargo, estas sobreviven en el tiempo ¿Por qué?... Porque hay crédulos reales,
y otros que quieren creer.
En
este estercolero que son las Redes
Sociales, hay que entrar enfundados en el impermeable traje de la lógica. Si no lo haces, corres el riesgo
de “intoxicarte”.
Dentro de mi desconocimiento, pienso que existe una persona que, dentro del trámite administrativo de una Facultad, es la encargada para tramitar el SÍ o el NO de la emisión del título académico. Si es así, pan comido.
ResponderEliminarFernando.
Un titulo académico sin el respaldo de un certificado de estudios en el que consten las asignaturas aprobadas; la fecha en la que cada asignatura ha sido aprobada, y la nota. Todo ello debe ser firmado por el Secretario de la Facultad, con el VºBª del decano. No es solo es el que da a una tecla. El expediente electrónico, no tiene ningún valor, sin una certificación que lo acompañe. Posible falsificarlo todo, claro; pero bastante dificultoso. Eso que colgamos en la pared, y que lucimos orgullosos, no es más que un adorno. Lo que realmente es valido, el la certificación. Un saludo
ResponderEliminarNo puedo evitar añadir algo, aunque sea con prisas. Yo fui un afectado por un error administrativo que a punto estuvo de impedir que terminase mi carrera. Un error de transcripción de las actas a las notas hizo que en una de ellas, troncal, figurase como suspenso. Como yo no me consideraba una lumbrera en aquella asignatura lo acepté con resignación. Cuando el cátedro me vio, al principio del curso siguiente asistir a sus clase se extrañó y me llamó aparte. Me había calificado con un Notable, algo insólito para mí. Me acompaño a la secretaría y solicitó la rectificación de la nota. Pues bien, no fue nada fácil; él llevó personalmente todos los trámites (recuperación del examen, cotejo de la calificación que figuraba, papeleo y por fin... se libró de mí; y yo de repetir curso. Y era el curso 1966/1967. O sea, que lo de la Sra. Cifuentes no parece muy verosímil.
ResponderEliminarComo en todo en la vida, cometer un fraude, es posible. Un error igualmente. Pero el fraude implica que muchas personas estén en el "ajo". Treinta profesores, como poco, falsificando actas durante cinco años, son muchos profesores. Gracias por tu comentario. Un saludo.
ResponderEliminar