jueves, 1 de marzo de 2018

LA MEMORIA


Una de las características del proceder de los españoles, es la facilidad con la que olvidamos; lo que nos convierte en una Sociedad en la que el agradecimiento por los favores recibidos pronto se olvida.
Si durante noventa y nueve días alguien nos ha dado de comer, pero el día cien no puede hacerlo, se lo recriminamos, y le echamos en cara que no lo haga.
Aquellos noventa y nueve días en que nos vimos favorecidos por su bondad, se borran de nuestra memoria en pocos segundos. Se ganará nuestra enemistad, y nuestro odio para los restos.
En estos tiempos que corren, esa pérdida de memoria se acrecienta de manera exponencial, tanto en los Poderes Públicos, como en los ciudadanos en general.
Un de esos casos dolorosos de pérdida de memoria, se está desarrollando en tierras de Extremadura, como corolario de la crisis de las Entidades Financieras que ha llevado a la desaparición de las Cajas de Ahorros extremeñas.
No es únicamente en tierras extremeñas en las que este fenómeno se ha dado, por lo que intuyo que lo que aquí nos ocurre, es de consumo para otras zonas de España.
Una de las facetas del norte de Extremadura, son la escasa población de algunos pueblos y aldeas, las grandes distancias que las separan, y los bajos niveles renta que tienen.
Estas tres importantes circunstancias hacen que la prestación de servicios bancarios sea necesariamente deficitaria; razones por las cuales, en la mayoría de los casos sólo eran prestados por las Cajas de Ahorros, que hacían de las perdidas generadas, un denominado “dividendo social”.
Tras más de cien años “dando de comer” a pueblos dejados de la mano de Dios, llega el momento en que ejercer esa “caridad” no es posible.
Qué hacen los que han estado siendo beneficiados durante más de un siglo; pues, lo que hacemos los españoles con nuestros benefactores: insultarles, y exigirles que nos sigan “alimentando”.
Azuzan a la población para que sean desagradecidos, ocultándoles la verdad cruda de la situación, y lanzando todo tipo de mentiras, sobre la realidad de una Entidad que ya no existe.
También les ocultan, que esas Entidades de Ahorro Popular, han dejado de serlo merced a la nefasta gestión que muchos de los ahora indignados realizaron en ellas.
Los mismos que ahora protestan, se sentaron en los órganos de gestión de estas: en su Consejo de Administración, o en su Comisión Ejecutiva, o en su Comisión de Control, o en su Asamblea General.
Aquellas entidades que repartían el dividendo social en forma de pérdidas continuadas hoy deben repartir un dividendo a secas. Y para repartir ese dividendo no pueden mantener centros de trabajo en los que únicamente se generan pérdidas.
Los Bancos, son un negocio. Las que ayer fueron Cajas de Ahorros, hoy son bancos; sociedades por acciones que deben remunerar a sus accionistas. Para remunerar a los accionistas, deben generar beneficios; beneficios que no pueden ser lastrados por centros de trabajo deficitarios.
De la misma manera que una empresa que fabrica coches cierra una planta que genera pérdidas; un Banco cierra las “plantas” que se las producen.
Quienes hicieron desaparecer aquellas centenarias Cajas de Ahorro Popular que permitieron la prosperidad de lugares y personas, ahora quieren venganza, y olvidan los inmensos beneficios que de ellas han obtenido.
Larga y prolija sería la relación de mercedes que han dado las Cajas de Ahorros: desde becas para estudios a los más necesitados, hasta dotar de ambulancia a los lugares más apartados a los que la Administración Pública no llegaba; sin olvidar, las innumerables dotaciones para ancianos, y niños; pistas deportivas, y ayudas a Entidades deportivas de todo tipo. Campamentos de verano en los que los muchachos podían pasar unos días de disfrute de la Naturaleza en compañía de otros muchos, a los que sus padres no los podían llevar de veraneo a las playas de moda.
El arte, el teatro, la danza, la música han podido ser saboreadas merced al esfuerzo de las Cajas de Ahorros.
Hasta los bancos en los que toman el sol los más mayores, han sido colocados por las Cajas en los pueblos de España.
Los más viejos de los pueblos, aún recordarán las ayudas de las Cajas para que pudieran tener un lugar donde reunirse, y poder jugar, charlar, o ver la TV. Aquel invento que hace unos años estaba al alcance de unos pocos.
Y esos mismos ayuntamientos que hoy se levantan en “armas”, han olvidado la ayuda financiera que de las Cajas han recibido durante años y años; aunque sus estados de cuentas dejaran mucho que desear.
Como decía el personaje de la Obra de Eduardo Marquina:
-          «España y yo somos así, señora».


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