Una
de las características del proceder de los españoles, es la facilidad con la
que olvidamos; lo que nos convierte en una Sociedad en la que el agradecimiento
por los favores recibidos pronto se olvida.
Si
durante noventa y nueve días alguien nos ha dado de comer, pero el día cien no
puede hacerlo, se lo recriminamos, y le echamos en cara que no lo haga.
Aquellos
noventa y nueve días en que nos vimos favorecidos por su bondad, se borran de
nuestra memoria en pocos segundos. Se ganará nuestra enemistad, y nuestro odio
para los restos.
En
estos tiempos que corren, esa pérdida de memoria se acrecienta de manera
exponencial, tanto en los Poderes Públicos, como en los ciudadanos en general.
Un
de esos casos dolorosos de pérdida de memoria, se está desarrollando en tierras
de Extremadura, como corolario de la crisis de las Entidades Financieras que ha
llevado a la desaparición de las Cajas de Ahorros extremeñas.
No
es únicamente en tierras extremeñas en las que este fenómeno se ha dado, por lo
que intuyo que lo que aquí nos ocurre, es de consumo para otras zonas de
España.
Una
de las facetas del norte de Extremadura, son la escasa población de algunos
pueblos y aldeas, las grandes distancias que las separan, y los bajos niveles
renta que tienen.
Estas
tres importantes circunstancias hacen que la prestación de servicios bancarios
sea necesariamente deficitaria; razones por las cuales, en la mayoría de los
casos sólo eran prestados por las Cajas de Ahorros, que hacían de las perdidas
generadas, un denominado “dividendo
social”.
Tras
más de cien años “dando de comer” a
pueblos dejados de la mano de Dios, llega el momento en que ejercer esa “caridad” no es posible.
Qué
hacen los que han estado siendo beneficiados durante más de un siglo; pues, lo
que hacemos los españoles con nuestros benefactores: insultarles, y exigirles
que nos sigan “alimentando”.
Azuzan
a la población para que sean desagradecidos, ocultándoles la verdad cruda de la
situación, y lanzando todo tipo de mentiras, sobre la realidad de una Entidad
que ya no existe.
También
les ocultan, que esas Entidades de Ahorro Popular, han dejado de serlo merced a
la nefasta gestión que muchos de los ahora indignados realizaron en ellas.
Los
mismos que ahora protestan, se sentaron en los órganos de gestión de estas: en
su Consejo de Administración, o en su Comisión Ejecutiva, o en su Comisión de
Control, o en su Asamblea General.
Aquellas
entidades que repartían el dividendo
social en forma de pérdidas continuadas hoy deben repartir un dividendo a secas. Y para repartir ese
dividendo no pueden mantener centros de trabajo en los que únicamente se
generan pérdidas.
Los
Bancos, son un negocio. Las que ayer fueron Cajas de Ahorros, hoy son bancos;
sociedades por acciones que deben remunerar a sus accionistas. Para remunerar a
los accionistas, deben generar beneficios; beneficios que no pueden ser
lastrados por centros de trabajo deficitarios.
De
la misma manera que una empresa que fabrica coches cierra una planta que genera
pérdidas; un Banco cierra las “plantas”
que se las producen.
Quienes
hicieron desaparecer aquellas centenarias Cajas de Ahorro Popular que
permitieron la prosperidad de lugares y personas, ahora quieren venganza, y olvidan los inmensos beneficios
que de ellas han obtenido.
Larga
y prolija sería la relación de mercedes que han dado las Cajas de Ahorros: desde
becas para estudios a los más necesitados, hasta dotar de ambulancia a los
lugares más apartados a los que la Administración Pública no llegaba; sin
olvidar, las innumerables dotaciones para ancianos, y niños; pistas deportivas,
y ayudas a Entidades deportivas de todo tipo. Campamentos de verano en los que
los muchachos podían pasar unos días de disfrute de la Naturaleza en compañía de
otros muchos, a los que sus padres no los podían llevar de veraneo a las playas
de moda.
El
arte, el teatro, la danza, la música han podido ser saboreadas merced al
esfuerzo de las Cajas de Ahorros.
Hasta
los bancos en los que toman el sol los más mayores, han sido colocados por las Cajas
en los pueblos de España.
Los
más viejos de los pueblos, aún recordarán las ayudas de las Cajas para que
pudieran tener un lugar donde reunirse, y poder jugar, charlar, o ver la TV.
Aquel invento que hace unos años estaba al alcance de unos pocos.
Y
esos mismos ayuntamientos que hoy se levantan en “armas”, han olvidado la ayuda financiera que de las Cajas han recibido
durante años y años; aunque sus estados de cuentas dejaran mucho que desear.
Como
decía el personaje de la Obra de Eduardo Marquina:
-
«España y yo somos
así, señora».
No hay comentarios:
Publicar un comentario