sábado, 31 de marzo de 2018

LA CITA


Como cada año en la celebración de la Semana Santa, acuden a su cita los encargados de lanzar dardos envenenados contra la celebración cristiana por antonomasia.
Tras doce meses de mantener colgadas en el armero sus ballestas, la primavera es el momento idóneo para engrasarlas, tensar el arco, y disparar.
Como cada año, intentan conseguir que la representación de los hechos ocurridos hace dos mil años se termine; y, como cada año, lo único que consiguen es expulsar los malos “humores” de sus enturbiados cerebros.
Inasequibles al desaliento una y otra vez disparan sus dardos con, ciertamente, poco éxito.
Cada uno saca del armero su arma preferida. Quien, pretende anular su carácter religioso; quien, pretende convertir las celebraciones en una especie de Sodoma y Gomorra, en la que las depravaciones mas abyectas del Ser Humano toman vida.
Los más, realizan juegos malabares con la tan traída y llevada aconfesionalidad del Estado para, ya que no pueden quitar a la gente de las calles; al menos, lograr una mínima victoria eliminando de ellas a todo aquello que represente al Estado.
El estamento del Estado que se ha tomado, hace años, como chivo expiatorio es: el Ejército español.
Como toda exclusión debe tener un viso de justificación irrefutable, cada año se sacan del baúl, y se desempolvan, los viejos improperios contra él. Improperios que, en su amplio abanico, abarcan cuestiones de lo más peregrinas. Desde denominarles “Ejercito represor, franquistas, fascista...etc.”, hasta la ser descalificados por el hecho de llevar “uniforme”.
A quienes viven un mundo irreal, se les suelen dar diversas denominaciones en la medicina psiquiátrica. Una de ellas es la definida como “Esquizofrenia paranoide”. Enfermedad mental que se caracteriza por “El estado consciente del enfermo es normal; su actitud psíquica se caracteriza por el egocentrismo y el aislamiento, y expresa una pérdida de contacto con la realidad, y manifiesta ideas delirantes”.
Su apariencia es normal, e, incluso, a ojos ajenos, pueden parecer personas de alto nivel intelectual, y dotados de amplios conocimientos y bagaje cultural. Sin embargo, su actividad cerebral se encuentra muy lejos de esa aparente normalidad, algo que se manifiesta cuando la enfermedad se hace visible a los demás.
La perdida del contacto con la realidad tiene como consecuencia inmediata la aparición de ideas delirantes que el enfermo expone de palabra o por escrito.
¿Cómo es el mundo real que un esquizofrénico ignora respecto del Ejercito español?  
Veámoslo, para intentar volver a la realidad a los enfermos: qué es, qué hace, quiénes forman el Ejército español.
¿Qué es?: Una de las muchas instituciones, organismos, o grupos que conforman lo que todos conocemos como Estructura del Estado, que tiene asignada una función concreta tendente a servir a los ciudadanos; de la misma manera que lo hacen los millones de empleados al servicio del Estado español, en todas sus dimensiones.
¿Qué hace?; Las funciones que le son encomendadas son varias, siendo la más visible la defensa del territorio nacional, y sus ciudadanos. No es la única misión que tienen encomendada. Otras, no menos importantes cumplen, no sólo dentro de nuestras fronteras, sino fuera de ellas. Largo y prolijo sería el detallarlas; pero, algunas son dignas de mencionar. 
El ejército español ha contribuido a la defensa de los más débiles en diversas partes del mundo. Siendo, quizás, la más destacada el haber contribuido, junto con otros ejércitos, el evitar la extinción de Pueblos enteros. Papel que tuvo, en mi opinión, su zenit en la llamada Guerra de los Balcanes.  Por defender a los más débiles, soldados españoles dejaron sus vidas en aquellas castigadas tierras. No sólo lograron evitar una tragedia aún mayor; sino que consiguieron reconstruir, en la medida de sus posibilidades, los daños producidos por una guerra cruel. Como testigo de esa labor, se alza, orgulloso, el puente principal de ciudad de Mostar.
¿Quiénes forman el ejército español? :Los que portan el uniforme, son hombres y mujeres españoles; hijos de nuestro país, que voluntariamente han elegido, como forma de ganarse la vida, ser funcionarios del Ministerio de Defensa; de la misma manera que otros eligieron ser funcionarios del Ministerio de Justicia, de Hacienda, o de Sanidad.
Nacidos de nuestra propia Sociedad, cada individuo que integra el ejercito español, piensa, cree, y opina de manera diferente. Los hay de todas las ideas políticas; de todas las confesiones religiosas; y partidarios de un equipo de fútbol. Tienen las mismas dificultades, y las mismas ilusiones que cualquiera de nosotros. Deben afrontar su vida con el escaso salario que perciben; de la misma manera que la afrontan los millones de trabajadores que en España sobreviven con salarios ridículos.
Este es el mundo real. El mundo del siglo XXI, en un país en el que los problemas son muchos, demasiados si se me apura. Pero, en la España del siglo XXI, en el año 18 de ese milenio, el Ejército español, no es un problema.
El problema de los enfermos afectados de “Esquizofrenia paranoide” es, que su enfermedad no tiene cura.
Al no vivir en la realidad, no son conscientes de que están afectados de ese terrible mal, y no pueden ser tratados.

miércoles, 28 de marzo de 2018

LOS CREDULOS


La credulidad, real o fingida, de algunas personas, es asombrosa.
Las segundas, no merecen la pena considerarlas; sin embargo, las primeras sí merecen mi atención. Es por ello que analizaré una de las múltiples “Leyendas urbanas” que nacen de esa credulidad.
Alguien me escribió (cita textual):
-          Con nuestros años no sabemos que se han dado títulos universitarios sólo con matricularse?
Quien esto me escribió, no hizo otra cosa que ser el eco de esa “Leyenda urbana”.
Esta cita, que no es nueva, recorre estos días, por razones que todos sabéis, las Redes Sociales. Siendo sorprendente la facilidad con la que se compra la “mercancía”.
Con un somero análisis, usando la lógica más elemental, este tipo de afirmaciones axiomáticas se caen por su propio peso.
No soy tan ingenuo como para pensar que en determinadas circunstancias, a ciertas personas, por los más diversos motivos se les ha dado un trato de favor. Esta afirmación es tan cierta como que yo recibí, en su momento, un trato de favor. Veamos los hechos, tal y como se produjeron.
El último año de mi carrera universitaria, y a la vista de los resultados obtenidos a lo largo de cinco años, mis previsiones eran culminar mis estudios en ese curso académico. Esta razón me llevó a no solicitar la correspondiente prorroga para realizar el servicio militar. Fui “sorteado”, y el destino me deparó que debía realizarlo en las Islas Canarias.
Ese mismo destino quiso que mis previsiones no se cumplieran, y no pude superar el examen de dos asignaturas. Eso significaba que la finalización de mis estudios se retrasaría, al menos, dos años.
Era imprescindible tomar una decisión, y la tomé: hablar con los profesores.
A ambos les conté mi situación, y ninguno de ellos puso reparo en aceptar mi petición. La pretensión fue que, puesto que mi incorporación al ejército debía ser en el mes de enero, me realizaran el examen correspondiente a la convocatoria extraordinaria de febrero en el mes de noviembre del año anterior.
Su respuesta, fue idéntica en ambos casos:
-          Conforme. Pero, debe usted saber (entonces el tutueo en la Universidad no se llevaba) que, sea cual sea el resultado del examen, significará que ha usado la convocatoria.
El trato de favor llegó hasta ahí. Ni un paso más dieron.
Tampoco soy tan ingenuo como para no saber que en la Universidad existen tratos de favor de mucho mayor alcance; pero, hasta estos tienen sus límites.
Se puede hacer prevaricar a un tribunal al completo. Entre varios candidatos, la balanza puede ser inclinada a favor del recomendado; sin embargo, nadie puede eludir el examen.
¿Es posible conseguir un título de licenciado con sólo matricularse? Si. ¿Es probable? Muy poco probable.
Sigamos con mi propio caso, e imaginemos que yo pretendiera extender aquel trato de favor hasta el extremo de lograr mi titulación con sólo matricularme. Analicemos.
Dato primero: Cuando inicié mis estudios tenía por delante cinco cursos académicos con una media de seis asignaturas por curso. Lo que hacía que debía de enfrentarme, para lograr el título, a unas treinta asignaturas.
Datos dos: Esas treinta asignaturas eran impartidas por catedráticos, profesores adjuntos, y PNN (Profesor, No Numerario) lo que hacía que más de una treintena de profesores se encargaran de mi enseñanza y evaluación.
Con estos dos simples datos, veamos si era probable que yo consiguiera mi título con sólo matricularme.
Para conseguir ese objetivo debía lograr que, treinta profesores prevaricaran en su totalidad; y que lo hicieran a lo largo de cinco cursos académicos.
Qué manera hay de obtener semejante coincidencia. La respuesta, que ya habréis averiguado, es muy sencilla: no se puede.
Podría haber conseguido la prevaricación de uno, de dos, de hasta tres catedráticos; pero, aún me quedarían veintisiete asignaturas que superar.
Lograr que tres profesores prevariquen en tu favor, jugándose su puesto de trabajo, su buen nombre, y prestigio de cátedra, ya resulta complicado; conseguirlo de más de treinta profesores es, casi, imposible, y de todo punto improbable.
Llegar a estas sencillas conclusiones no es difícil, ¿verdad? Con tan simple análisis, las Leyendas Urbanas dejarían de existir de inmediato.
Sin embargo, estas sobreviven en el tiempo ¿Por qué?... Porque hay crédulos reales, y otros que quieren creer.
En este estercolero que son las Redes Sociales, hay que entrar enfundados en el impermeable traje de la lógica. Si no lo haces, corres el riesgo de “intoxicarte”.

domingo, 25 de marzo de 2018

LO HUMANO

Desde que Walt Disney hiciera “hablar” a los animales, las Sociedades han tendido a la humanización de todo lo que le rodea.
Hablamos con una fotografía, nos enfadamos con un ordenador, y le contamos nuestras cuitas a un cachorro de perro.
Hablamos más con las cosas que con las personas.
En este proceso de humanización, hemos dado “vida” hasta a aquello que no existe; que no es materia ni tan siquiera inorgánica.
Hemos dado vida a simples conceptos abstractos.
Uno de estos términos al que hemos insuflado vida ha sido: El Estado.
¿Qué es el Estado? Pues el Estado es nada. No existe. No es materia tangible.
No se puede tocar, ni medir; es, en el mejor de los casos, una idea, una definición, un seudónimo.
Pues bien, a ese ente se le reconocen valores intrínsecos a la persona, que sólo un ser humano puede poseer.
Cuando una conclusión se obtiene mediante la construcción dialéctica basada en una premisa falsa, aquella no puede dar como resultado más que una falsedad.
Una de esas construcciones falaces es, la que concluye que el Estado español es a confesional. Es decir, que el Estado español no tiene creencias religiosas.
De esta conclusión falaz se infieren toda una serie de características que se otorgan al Estado; pero, que este no puede tener, por ser valores que sólo posee el Individuo.
Para determinar qué actos pueden, o no, ser realizados en la comunidad de personas llamada España, en este caso, en materia de Religión, se acude a esa aconfesionalidad. Falsa premisa que es asumida por un buen número de personas que no dudan en otorgar al Estado esta cualidad humana.
La razón, la voluntad; el amor o el odio; la felicidad o la tristeza son valores morales y sentimientos que únicamente son dados en los seres humanos.
Se limita la enseñanza de un determinado pensamiento filosófico aduciendo a la tan traída y llevada aconfesionalidad del Estado. Una característica que ese propio Estado se contradice a si mismo de continuo, sin que nadie parezca reparar en ello.
Veamos unos ejemplos de cómo el propio Estado, que se declara aconfesional, es el que confirma la falacia.
El primer elemento en el que nos podemos fijar es el más elemental que rige la vida de nuestra Sociedad: el calendario.
Este es una fuente inagotable de evidencias de esta tremenda mentira.
La semana el Estado la divide en días; uno de los cuales es, obligatoriamente, de descanso para todas aquellas profesiones que no impliquen un servicio esencial para la Comunidad. Ese día fijado es: el domingo. Un día que por su origen tiene un marcado carácter religioso. Es el día en el que, según los textos sagrados de la tradición judeo-cristiana, Dios, tras la creación del Hombre y el Universo, descansó.
Un Estado, que se define como aconfesional, no debería tomar como referencia para el descanso semanal de los trabajadores, el día en el que el Dios de los cristianos estableció como aquel debería ser dedicado por los Hombres a glorificarle y ensalzarle. El lunes, el martes, el miércoles, o el jueves; son días sin ninguna connotación religiosa en el mundo occidental.
El Estado, de ser aconfesional, no establecería como días festivos aquellos que el cristianismo marca como referentes de la vida y muerte de Jesucristo, hijo de Dios, para los creyentes; pero lo hace.
En cada pueblo, ciudad, o aldea, se celebra el día de un santo, una santa, un Cristo, o una Virgen. Actos a los que asisten no sólo el pueblo llano en masa, sino que esos homenajes son presididos por aquellos que representan al Estado aconfesional, y a sus ciudadanos.
Hasta los festejos más profanos de nuestras comunidades, se referencian a las celebraciones de una determinada confesión religiosa como es el catolicismo o el cristianismo en general. Ya sean la Feria de Sevilla, o las fiestas de Carnaval.
Ese Estado aconfesional celebra, y por todo lo alto, la llegada al mundo hace miles de años del más grande profeta que ha dado la Humanidad: Jesús de Nazaret. Se honra, oficialmente, su nacimiento, y su muerte, declarándolos festivos en el calendario oficial del país.
Quienes son portadores de los valores morales; quienes profesan unas determinadas creencias, son los ciudadanos integrantes de nuestra Sociedad. Y el comportamiento mayoritario de esa ciudadanía dice, bien a las claras, que no tiene nada de aconfesional.
Son los ciudadanos los que verdaderamente forman el Estado; individuos que son, mayoritariamente creyentes, cuyos sus valores morales están basados en la moral cristiana. Para la inmensa mayoría de los habitantes de la Comunidad llamada España, la Religión, en sus diversas formas e interpretaciones, forman el bagaje cultural que les permite enfrentarse a los problemas cotidianos de la vida y de la muerte.
La mayoría de los Hombres en España cree en un ser superior al que se le denomina Dios, un Ser que trasciende a lo material, y al que se recurre para hacer frente a las debilidades que el individuo tiene.
Cómo alguien osa decir que España es un país aconfesional.
Prohibir en las escuelas la difusión de la Religión Católica; prohibir cualquier tipo de manifestación pública que sea espejo de unas determinadas convicciones religiosas, se puede hacer. Claro, que se puede hacer; pero, desde luego, no con el falso argumento de una estúpida definición de aconfesionalidad de un ente que carece de la faculta de profesar ningún tipo de creencia; porque para tener una creencia, fe, o sentimientos; hay que tener razón, y voluntad.
Quienes ostenten la forma humana de ese Ente, pueden ejercer el poder por medio de la coacción; pero, quienes lo hace son personas, que deciden, unilateralmente, lo que es bueno, y lo que es malo; lo que se puede hacer o no se puede hacer.
Pero, lo que esas personas que usan el poder no podrán hacer jamás es, evitar que el verdadero Estado, que son sus ciudadanos, tengan sus propias creencias.

domingo, 18 de marzo de 2018

PESCA RADICAL


Aunque de tierra adentro, por alguna extraña razón, desde niño me ha fascinado el Mar y todo lo relacionado con él. No sé qué es lo que más me fascina de él, si su calma o su bravura imparable.
Tirado por esta afición, me gusta ver en televisión, a falta de un mar cercano, todo lo que con él se relaciona.
En estos días suelo ver diariamente un programa titulado “Pesca Radical”, en él se nos traslada la vida a bordo de varios barcos cangrejeros que faenan en el Mar de Bering.
Las cámaras captan, y emiten, todo lo que ocurre a bordo de los, en apariencia, frágiles naves; desde cómo se cocina el desayuno, hasta la muerte de un capitán, o la caída al mar de un marinero.
En medio de olas de doce metros, o rodeados de hielo, han de realizar su trabajo. Un trabajo que es duro en extremo. Si la labor física es dura, el desgaste psicológico no le va a la zaga.
Cómodamente, en apariencia, sentado en la cabina de mando, el capitán del barco cangrejero debe gobernar la nave, y sus hombres, para lograr dos objetivos principales: conseguir pescar las cuotas de cangrejos asignada, y retornar al puerto de Dutch Harbor con toda la tripulación indemne, y con el cheque de sus ingresos garantizados.
Si duro es pasar horas y horas recogiendo nasas llenas, o vacías, de cangrejos; mucho más duro es estar vigilante de todo lo que ocurre en cubierta, y de lo que la mar  pueda deparar.
Su cerebro debe trabajar con la máxima concentración para que ninguna ola entre de costado, y haga naufragar al barco.
Con mano firme en el timón para tomar las olas por proa, debe comprobar desde la altura que la posición de cada hombre en cubierta es segura; que cada marinero realice su trabajo de manera correcta para no entorpecer el trabajo del resto de la tripulación.
Quizás, la tarea psicológica más importante del capitán es la de reconducir las situaciones de tensión que se producen entre la marinería; provocadas por las duras condiciones del trabajo, la de convivir en tan reducido espacio, y las adversas condiciones meteorológicas.
Para que el barco llegue a puerto, el capitán ha de realizar movimientos que no siempre son entendidos por la tripulación que manifiesta, sonoramente, su disconformidad.
A pesar de todo, mantiene la mano firme en la palanca del timón para que las olas entren por la proa.
Ser presidente de un gobierno, es un trabajo que se asemeja mucho al de un capitán de un barco cangrejero.
Su objetivo es llevar el barco del país a buen puerto, evitando las olas de doce metros que alimentan aquellos que, para hacerse con la palanca del timón, no dudan en hacer zozobrar la nave.
En estas condiciones no resulta sencillo hacer comprender a la tripulación que para tomar las olas por proa hay que realizar determinadas maniobras con el barco; aunque estas no sean del gusto de la marinería.
De la misma manera que el capitán del cangrejero puede contemplar los peligros de la mar desde su atalaya; un presidente de gobierno ve, desde la atalaya de su puesto de mando, lo que la marinería no puede contemplar, dejándose guiar por aquellos cuyo su único interés consiste en quitar al capitán, y sacarlo de la cabina de mando.
Por suerte para el destino del barco cangrejero, entre la marinería viajan viejos lobos de mar que saben que, a pesar de las protestas de los novatos, las maniobras que realiza el patrón son las adecuadas para poder lograr las cuotas asignadas, con las que la tripulación podrá llevar a su casa un sustancioso cheque con el que poder mantener a la familia.
Si el gobernante de la nave dejara de hacer lo correcto, y las olas de doce metros, entraran de costado, el destino de la frágil embarcación no sería otro que el fondo del mar.
La tripulación debería ponerse los trajes de supervivencia, y esperar la llegada de los “guarda costa” para ser rescatada.
Sin embargo, las gélidas aguas del Mar de Bering dan poco margen para que se produzca el rescate; en pocos minutos, a pesar de los trajes de supervivencia, los cuerpos de la marinería y el del capitán, perecerán por congelación.
Por todo ello, es menester dejar que el capitán realice las maniobras precisas, para evitar que las olas entren por babor, o por estribor.

sábado, 10 de marzo de 2018

MANOLO


El día 8 de marzo del año 2018, será recordado por muchos como el día en el que las mujeres tomaron las calles de España para reivindicar, no se sabe muy bien qué, ni ante quien.
Como suele ocurrir en este tipo de actos, los slogans se lanzan con profusión como flechas envenenadas.
En este caso, la diana era el hombre, al que muchas dieron en llamar “Manolo”.
¿Quién es “Manolo”? pues todos los hombres en general, y ninguno en particular. Pero,el obligado protagonista recibió invectivas como estas:
“Manolo, aprende a hacer croquetas que me tienes hasta las tetas”.
“Manolo hoy friegas tú”.
“Manolo, Manolito, hoy cocinas tú solito”
De estas airadas frases, lanzadas por las féminas, se deduce que, la única cuestión que les preocupa de “Manolo” son las culinarias
Con estas invectivas, y otras menos finas, y publicables, es obligado preguntarse:
-             ¿Qué clase de ser es este “Manolo” para que se le trate así? ¿Qué ha hecho nuestro protagonista        para merecer semejante escarnio?
Pues todo parece indicar que su “pecado” es no saber hacer croquetas; no usar con donaire la fregona; y el no ver diariamente los programas de cocina que proliferan por las cadenas de TV.
Alguien se dirá; pero, estas no parecen razones suficientes para tirarse a la calle de manera tan desaforada e impetuosa. Es cierto, a mí también me lo parece. Por lo que se hace necesario ahondar más en la “personalidad” de “Manolo”.
Nuestro personaje nació varón. Este hecho, años atrás, era valorado; hoy se ha convertido un estigma y un baldón. Pero, no nos desviemos de lo importante.
“Manolo” tuvo en la vida la suerte que el destino que le deparó; a la que tuvo que adaptarse.
Trabajó o estudió, hasta que un buen día conoció a una mujer; contrajo matrimonio, y tuvieron hijos.
“Manolo” aprendió de sus padres el extraño valor de la responsabilidad, que le obligaba a dar a su familia lo mejor. Hacerles la vida fácil y cómoda; lo que siempre se ha conocido como “ganarse la vida”.
Nuestro hombre, hizo de esta idea su patrón de vida. Su familia, era lo primero. Debía tener una vivienda digna, sus hijos deberían tener lo mejor, y darles la formación necesaria para que prosperaran en la vida más que lo había hecho su progenitor.
“Manolo” también había aprendido que nada se consigue sin esfuerzo y un duro trabajo; razón que pudo comprobar por sí mismo. Dar una vivienda, dar comodidades a la familia, y un buen porvenir a sus hijos, no era nada sencillo, y había que emplearse a fondo. Y a ello se puso.
Manolo” se subió a los andamios; bajó a la mina; se embarcó en una flota pesquera; se manchó durante años las manos de grasa; soporto los rigores del implacable sol del estío labrando la tierra. “Manolo”, hizo todo aquello por cumplir las obligaciones que le habían inculcado sus mayores.
Nuestro protagonista, no ahorró en esfuerzos y sacrificios, para lograr que su familia fuera feliz, y viviera con desahogo.
Él no precisaba de tanto esfuerzo y sacrificio para satisfacer sus necesidades. Con poca cosa era feliz. Unas cervezas con los amigos; algún partido de fútbol, y poco más.
“Manolo” podría haber actuado de otra manera. No sentirse obligado a nada; no hacerse responsable del bienestar de su familia. No sentirse preocupado por la enfermedad de algún miembro de su linaje; o, si podrían estudiar o no.
“Manolo” podría haber sido un perfecto egoísta, y delegar sus responsabilidades en otro. Sin embargo, no hizo nada de esto. Subió a los andamios, bajó a la mina, pasó horas al volante; y aguantó lo inaguantable para que a su familia no le faltara de nada. Con gusto habría “tirado la toalla”, si no se sintiera responsable de quienes tenía a su cargo.
El día 8 de marzo del año 2018, “Manolo” recibió, por parte de las mujeres, el “merecido premio”, y reconocimiento a tanto esfuerzo y sacrificio realizado durante años.
Miles de féminas vociferantes, le echaron en cara que nada de lo que había hecho tenía valor. Que lo que importante era, haber aprendido a hacer croquetas, pasar la fregona, o limpiar el polvo.
Sin embargo, el día 9 de marzo de 2018 “Manolo”, a pesar de las ofensas recibidas, seguirá subiéndose al andamio, bajando a la mina, pescando en las frías aguas del Mar del Norte, y subiéndose al tractor, a pesar de que la espalda le esté matando.
“Manolo” , por mucho que le insulten y le vilipendien, sabe cuál es su obligación.

miércoles, 7 de marzo de 2018

EL DOMINÓ


En algún momento de nuestra vida hemos podido contemplar, y admirar, el precioso espectáculo que forman miles de fichas de dominó cayendo, una tras otra, para conformar una o varias imágenes con su caída.
La preparación de esa pequeña obra de arte es algo que lleva una buena dosis de inventiva, de pulso, de paciencia, y también de esfuerzo.
El tiempo que se precisa para su elaboración, o construcción, depende de muchos factores. Se debe concretar si será una formación grande; si la figura resultante será simple o complicada; si en medio habrá obstáculos que salvar…etc.
Cada una de estas dificultades deberá ser definida, medida, calculada, y ponderada con enorme precisión, para que el proceso pueda concluir con éxito, y se coseche el aplauso del público, o la simple satisfacción personal.
La técnica y los métodos en los que se basan estos prodigiosos montajes, son muy similares a los que una Sociedad realiza para la construcción y formación de la figura social que pretende construir.
Cada uno de los individuos que la conforman, es una “ficha” de un enorme “Dominó” que es una colectividad. Todos sus miembros deben estar perfectamente colocados para que la configuración final pueda ser concluida satisfactoriamente.
Aunque la obra colectiva, en realidad, nunca termina. Siempre que un nuevo individuo se añade al grupo, se le asigna el lugar correcto en el que debe estar situado para que el resto de las “fichas” no se descoloquen, y se derrumbe todo el trabajo realizado.
Sabemos, y ese es el objetivo de las creaciones con fichas de dominó, que su existencia es efímera. Que un pequeño impulso; casi un soplo; desencadena el denominado “efecto dominó”. Las piezas, perfectamente colocadas, irán ejerciendo entre ellas una fuerza suficiente para que todas caigan, sin posibilidad de detenerlas, hasta que el proceso destructivo culmine. Un paso que tardará más o menos, en función del número de piezas que lo conformen.
El constructor y el diseñador trabajan para que su obra sea fugaz; pues esa será su grandeza.
A diferencia de los que ocurre con las figuras de “el Dominó, la construcción social tiene pretensiones de permanencia; que su existencia no sea corta, y que, día a día, aumente su esplendor.
Sin embargo, un elemento de riesgo comparte con las fichas de “el Dominó”: el impulso. Ese suave movimiento que induce a que las piezas se vayan derribando una tras otra.
Las Sociedades a lo largo de su Historia, en mayor o menor medida, se han comportado como las formaciones de las figuras del popular  juego.
Quienes contaron con expertos en la conformación de los grupos sociales, consiguieron que, en los casos en que la figura se vino abajo, la reconstrucción de esta se realizara con solidez y fortaleza. Evitando de esa manera, que un pequeño soplo, o un leve empujón vuelva a destruir lo hecho.
Otros grupos, por el contrario, a lo largo de su Historia no han logrado contar con artífices de valía para dar fortaleza y seguridad a su propia figura.
En este último caso se encuentra España.
Culminada la ingente tarea de la Reconquista, los Reyes Católicos comenzaron a formar la figura de la nación española. Una figura que, con los siglos, llegó a alcanzar proporciones gigantescas. Aquella figura esparció sus fichas por todo el Orbe.
Era, en apariencia, una figura de sólida construcción capaz de resistir los embates más intensos de cualquier fuerza.
Sin embargo, el tiempo comenzó a demostrar que aquel coloso conocido por “El Imperio Español” había comenzado a perder solidez.
Minado por los despilfarros en vidas y haciendas, se propició el aumento de su debilidad. Poco a poco comenzaron a ir cayendo las “fichas del Domino” que componían la inmensa figura.
Fue el siglo XIX el que vio caer la penúltima ficha de nuestro Imperio.
Aquella colosal composición, que daba la vuelta la Tierra, quedó reducida a una sola pieza llamada España.
No fue esta “ficha” ajena al mal que aquejo al resto. Tras la culminación de la invasión de las tropas de Napoleón, comenzó a manifestarse un deterioro que se ha extendido hasta nuestros días.
Interminables guerras intestinas se sucedieron a lo largo de los siglos XIX y XX. Guerras que empobrecieron a nuestro país en hombres y recursos, lo que determinó, de manera inexorable, nuestro futuro como país.
Mientras los países de nuestro entorno crecían en riqueza tanto en la Metrópoli como en tierras lejanas, España se desangraba, y perdía una oportunidad Histórica que nunca se logrará recuperar.
Cuando a finales del siglo XX y comienzo del XXI, creímos haber logrado frenar la sangría que nos debilitaba, pudimos comprobar que todo había sido un espejismo. Que el mal que nos aquejó en los pasados siglos, no nos había abandonado, y continuaba drenando nuestro cuerpo social.
La última ficha del Dominó imperial se va diluyendo, poco a poco, como un azucarillo en un vaso de agua, sin que nadie de los que moramos en aquella, hagamos el más mínimo esfuerzo porque la figura de dominó , que comenzó a formarse en aquel lejano año de 1492, pueda sobrevivir, y no desaparezca en las procelosas aguas de la Historia.

jueves, 1 de marzo de 2018

LA MEMORIA


Una de las características del proceder de los españoles, es la facilidad con la que olvidamos; lo que nos convierte en una Sociedad en la que el agradecimiento por los favores recibidos pronto se olvida.
Si durante noventa y nueve días alguien nos ha dado de comer, pero el día cien no puede hacerlo, se lo recriminamos, y le echamos en cara que no lo haga.
Aquellos noventa y nueve días en que nos vimos favorecidos por su bondad, se borran de nuestra memoria en pocos segundos. Se ganará nuestra enemistad, y nuestro odio para los restos.
En estos tiempos que corren, esa pérdida de memoria se acrecienta de manera exponencial, tanto en los Poderes Públicos, como en los ciudadanos en general.
Un de esos casos dolorosos de pérdida de memoria, se está desarrollando en tierras de Extremadura, como corolario de la crisis de las Entidades Financieras que ha llevado a la desaparición de las Cajas de Ahorros extremeñas.
No es únicamente en tierras extremeñas en las que este fenómeno se ha dado, por lo que intuyo que lo que aquí nos ocurre, es de consumo para otras zonas de España.
Una de las facetas del norte de Extremadura, son la escasa población de algunos pueblos y aldeas, las grandes distancias que las separan, y los bajos niveles renta que tienen.
Estas tres importantes circunstancias hacen que la prestación de servicios bancarios sea necesariamente deficitaria; razones por las cuales, en la mayoría de los casos sólo eran prestados por las Cajas de Ahorros, que hacían de las perdidas generadas, un denominado “dividendo social”.
Tras más de cien años “dando de comer” a pueblos dejados de la mano de Dios, llega el momento en que ejercer esa “caridad” no es posible.
Qué hacen los que han estado siendo beneficiados durante más de un siglo; pues, lo que hacemos los españoles con nuestros benefactores: insultarles, y exigirles que nos sigan “alimentando”.
Azuzan a la población para que sean desagradecidos, ocultándoles la verdad cruda de la situación, y lanzando todo tipo de mentiras, sobre la realidad de una Entidad que ya no existe.
También les ocultan, que esas Entidades de Ahorro Popular, han dejado de serlo merced a la nefasta gestión que muchos de los ahora indignados realizaron en ellas.
Los mismos que ahora protestan, se sentaron en los órganos de gestión de estas: en su Consejo de Administración, o en su Comisión Ejecutiva, o en su Comisión de Control, o en su Asamblea General.
Aquellas entidades que repartían el dividendo social en forma de pérdidas continuadas hoy deben repartir un dividendo a secas. Y para repartir ese dividendo no pueden mantener centros de trabajo en los que únicamente se generan pérdidas.
Los Bancos, son un negocio. Las que ayer fueron Cajas de Ahorros, hoy son bancos; sociedades por acciones que deben remunerar a sus accionistas. Para remunerar a los accionistas, deben generar beneficios; beneficios que no pueden ser lastrados por centros de trabajo deficitarios.
De la misma manera que una empresa que fabrica coches cierra una planta que genera pérdidas; un Banco cierra las “plantas” que se las producen.
Quienes hicieron desaparecer aquellas centenarias Cajas de Ahorro Popular que permitieron la prosperidad de lugares y personas, ahora quieren venganza, y olvidan los inmensos beneficios que de ellas han obtenido.
Larga y prolija sería la relación de mercedes que han dado las Cajas de Ahorros: desde becas para estudios a los más necesitados, hasta dotar de ambulancia a los lugares más apartados a los que la Administración Pública no llegaba; sin olvidar, las innumerables dotaciones para ancianos, y niños; pistas deportivas, y ayudas a Entidades deportivas de todo tipo. Campamentos de verano en los que los muchachos podían pasar unos días de disfrute de la Naturaleza en compañía de otros muchos, a los que sus padres no los podían llevar de veraneo a las playas de moda.
El arte, el teatro, la danza, la música han podido ser saboreadas merced al esfuerzo de las Cajas de Ahorros.
Hasta los bancos en los que toman el sol los más mayores, han sido colocados por las Cajas en los pueblos de España.
Los más viejos de los pueblos, aún recordarán las ayudas de las Cajas para que pudieran tener un lugar donde reunirse, y poder jugar, charlar, o ver la TV. Aquel invento que hace unos años estaba al alcance de unos pocos.
Y esos mismos ayuntamientos que hoy se levantan en “armas”, han olvidado la ayuda financiera que de las Cajas han recibido durante años y años; aunque sus estados de cuentas dejaran mucho que desear.
Como decía el personaje de la Obra de Eduardo Marquina:
-          «España y yo somos así, señora».