martes, 18 de diciembre de 2018

LO ABSURDO


Quienes me hayáis leído en alguna ocasión sabéis de mi interés por la Historia. Un interés que nace de la convicción de que en ella está escrito nuestro futuro.
De la Historia en general, dos partes me interesan en particular: la del siglo XIX en España, y la que se refiere a la Primera Guerra Mundial, o Gran Guerra, como es denominada por algunos.
En estos días tengo entre mis manos un libro que es un breve resumen de ese primer gran conflicto que superó a todos los vividos por la humanidad hasta entonces.
Es un libro pequeño; pero, que, en sus pocas páginas, presenta una visión diferente de lo que fue ese gran drama, no sólo europeo, sino mundial.
En ese enfoque tan particular que hace el autor, Álvaro Lozano, extraigo una conclusión: La Primera Guerra Mundial nació de un inmenso absurdo, y la sucesión de otros muchos que se fueron concatenando como cerezas extraídas de un cesto.
Veamos algunos.
Absurdo fue el programar la visita del príncipe heredero de Austria-Hungría a la capital de Serbia, Sarajevo, en la misma fecha en la que se celebraba en la ciudad el aniversario de la derrota del pueblo serbio en Kosovo a manos del Imperio Otomano en 1389. Aquel 28 de junio de tan lejano año, se inició un duro camino bajo el yugo de Otomano, para el pueblo serbio.
La visita del heredero al trono de Austria-Hungría en esa desdichada fecha fue considerada por la facción Manos Negras como una provocación; y planificaron un atentado contra la comitiva del príncipe Francisco Fernando, y su esposa Sophie.
Absurdo fue el error del conductor del vehículo que llevaba a la pareja hasta el hospital. Un error que situó a los príncipes a menos de un metro de distancia de uno de los terroristas; lo que le permitió subsanar el error cometido unas horas antes; y poder culminar, con éxito, el atentado.
Un atentado que pudo ser perpetrado merced a otros dos comportamientos absurdos: el bajo perfil que los servicios secretos serbios dieron a la conjura; y la nula importancia que los mismos servicios austrohúngaros dieron a la información.
Poco más de veinticuatro horas duró en Europa el impacto de la noticia; un impacto bastante escaso, en unos países que preparaban felices y contentos sus vacaciones de verano, sin que la noticia del atentado les causara la más mínima impresión.
Pocos ciudadanos europeos sabían, o conocían, quienes eran los príncipes herederos del Imperio Austro Húngaro; y por ello no fue más que otro episodio de los que, de vez en cuando, tenían lugar en algún país del viejo continente.
Durante más de un mes, nada ocurrió. El verano entró en las vidas de los europeos, y, los más afortunados dejaron las grandes ciudades, camino de sus lugares de descanso, sin tener la más mínima noción de que a sus espaldas se estaba urdiendo la trama de una gran tragedia.
Prusianos y austrohúngaro, hablaban de cómo vengar las muertes, atribuidas a la connivencia de los Servicios Secretos serbios, con los terroristas, al tiempo que los confiados europeos seguían con sus vidas.
Un nuevo absurdo, se convirtió en el detonante del conflicto. Las palabras de un representante alemán fueron interpretadas por los delegados del imperio como que Alemania les daba “carta blanca” para actuar como quisieran. Con el apoyo del poder militar de los prusianos, los austrohúngaros se lanzaron a la ofensiva contra Serbia, para hacer pagar con sangre el agravio sufrido con la muerte del heredero al trono.
Y a partir de ese momento, se fueron produciendo hechos, y actos, que no fueron otra cosa que una concatenación de absurdos; que, vistos desde la distancia del tiempo, resultan incluso comprensibles.
La juventud europea sufrió una especie de locura colectiva que los llevó a desear tomar las armas, como si de un juego infantil se tratara.
Exaltados jóvenes alemanes, franceses, o británicos, llenaban las calles en manifestaciones, exaltadas por un exacerbado patriotismo, buscando con ansiedad ser reclutados y enviados al frente de batalla.
Chicos hubo que, falsificaron documentos, o mintieron respecto a su edad, para lograr ser movilizados y enviados a los frentes de combate.
Uno tras otros, los países que, días antes, estaban plácidamente gozando de las vacaciones estivales, se vieron inmersos en un conflicto. Un conflicto que todos pensaron sería corto en el tiempo, y de escasa intensidad. Los hechos posteriores, les demostrarían que, las guerras, como tales, se sabe cuando comienzan; pero, se ignora cuanto durarán, y las vidas, y haciendas que destruirán.
Un último absurdo, y no fue el último, nos lo sirve la entrada en la guerra de Australia.
Durante el fin de año de 1915 dos turcos dispararon contra unos australianos que se encontraban merendando en el campo. Abatidos por la policía, los ciudadanos australianos quisieron tomar venganza. Al no encontrar nada lo suficientemente turco para destrozar, prendió fuego al club alemán de la localidad.
Como si aquel incendio no hubiera sido suficiente, el obispo de Sídney puso su granito de arena, con unas incendiarias palabras que llevaron a declarar la guerra al Imperio Otomano por parte de Australia.
El denominado efecto mariposa, se produjo. Un hecho ocurrido a miles de kilómetros de distancia, en un país desconocido para los australianos, sobre personajes aún más desconocidos; provocó que, países tan dispares como el otomano, y el australiano, entraran en guerra.
Una absurda reyerta de barrio llevó a que, en la batalla de Gallipoli, perdieran la vida más de siete mil soldados australianos.
Si toda guerra es absurda, si ese conflicto nace y crece por hechos absurdos; es doblemente triste.
Trece millones de muertos absurdos, lo corroboran.


viernes, 30 de noviembre de 2018

EL FINAL


A caballo entre dos siglos, el XIX y el XX, comenzaron a nacer las denominadas Instituciones del Ahorro Popular, que más adelante pasaron a llamarse Cajas de Ahorros y Monte de Piedad.
De la mano de los más diversos estamentos, Iglesia, Municipios, Diputaciones, o Asociaciones Gremiales, fueron, poco a poco, urdiendo un tejido financiero que llegó a representar el 51 por ciento del Sistema Financiero español.
Nacieron con una clara vocación social, al permitir el acceso al crédito a las clases populares, y evitar que siguieran siendo esquilmadas por prestamistas usureros. Junto con su estructura puramente financiera se crearon los llamados Montes de Piedad, en los que los ciudadanos podían conseguir dinero a precios razonables dejando en prenda lo más diverso del ajuar domestico; desde el anillo de bodas, hasta un corte de traje.
Hasta bien entrado el siglo XX, las Cajas de ahorros llevaron una trayectoria financiera bastante simple, pues sus operaciones se reducían a tomar los ahorros de la población, y prestárselo a esa misma población.
Desde su creación estuvieron inmersas en un extraño Limbo jurídico que nunca fue aclarado; y que, a la postre, les trajo no pocos problemas. Su vida empresarial se regía por los propios estatutos que cada entidad tenía, y por el Código de Comercio vigente en cada momento.
Ese extraño régimen legal les daba una peculiar característica: las Cajas de Ahorros, no eran de nadie. Desde su origen fueron dirigidas por representantes de las fuerzas vivas de la zona, con lo que en ellas se impuso un cierto régimen caciquil que no las abandonó hasta El Final.
A medida que fueron creciendo, y tomando relevancia en el mundo económico, pronto se convirtieron en un apetecible plato para los gobernantes de turno, y comenzaron a ser el recurso fácil con el que lograr financiar los déficits que el Estado tenía. Algo que facilitaba la excelente liquidez que disfrutaban; pues era muy superior el ahorro que captaban, a los préstamos concedidos.
Con poca, o nula, capacidad de negociación frente al poder central, y al no estar integradas en ninguna asociación que protegiera sus intereses, el que ganaran poco o nada, con esas imposiciones gubernamentales, a nadie importaba,
Cuando comenzaron a lograr beneficios empresariales, más o menos, significativos, nació una nueva situación que había que solventar. Cubiertas las obligaciones legales respecto a la dotación de las reservas legales, y estatutarias ¿qué hacer con el remanente? Pues al no tener dueños, no había a quien entregarlo. Es en ese momento cuando nacen las denominadas Obras Sociales de las Cajas de Ahorros; que fueron las depositarias de esos excedentes, y las encargadas de repartirlos a través de lo que se dio en llamar Dividendo Social.
Su plácida vida cambió a raíz de la crisis bancaria del año 1977, y la posterior Reforma del Sistema Financiero; una reforma que permitía a las Cajas de Ahorros realizar operaciones financieras vedadas para ellas hasta entonces; como eran las operaciones de descuento comercial de letras de cambio, o la concesión de créditos a las empresas.
Este cambio obligó a modificar el perfil de los directivos de las Cajas, por lo que acudieron sus gestores al mercado bancario para fichar a trabajadores cualificados para acometer el nuevo futuro que se abría a las Cajas.
Este nuevo escenario comenzó a trazar lo que sería el futuro; dando un aire de modernidad a las Instituciones que, debían actualizar todos sus sistemas de gestión interna, dando entrada a las nuevas tecnologías; y a una estrategia expansionista que, en ocasiones, se hizo con poca cabeza.
Sin embargo, quedaba sin resolver un asunto como era el extraño régimen jurídico que las regía, y que no era fácil de solventar, fundamentalmente por la oposición férrea que los grandes Bancos mantuvieron a que se convirtieran en Sociedades por Acciones, o Participaciones.
Así las cosas, un nuevo actor sale a la palestra: Las Comunidades Autónomas. Los que llegaron al poder autonómico, no tardaron en fijar su mirada en aquella perita en dulce que eran las Cajas; todas ellas fuertemente localizadas en sus límites territoriales.
Ya en el año 1985 la Ley 31/1985, de 2 de agosto, de Regulación de las Normas Básicas
sobre Órganos Rectores de las Cajas de Ahorros. marcará un antes, y un después, en el devenir de las centenarias instituciones. Con ella los centros de poder de las Cajas son entregados, en buena medida, a la Clase Política; tanto de manera directa como indirecta, o forzada.
Como corolario a esta Ley, a través de las transferencias competenciales a las Comunidades Autónomas, el control sobre las Cajas se deja en manos del poder regional.
Sentados en los sillones los elegidos por la Clase Política, y bajo el control de los gobiernos de turno de las Comunidades, fácil fue hacer con ellas mangas y capirotes.
Si esta situación ya era de por sí peligrosa, en una consecuencia derivada de la Ley de Murphy; un nuevo mal atrapó a las Cajas: la politización de El Banco de España. Órgano supervisor que, pronto, se puso al servicio del poder, dejando que las mangas y capirotes alcanzaran proporciones dramáticas, que desembocaron en la más grave crisis que nunca habían vivido, y que llevó a la desaparición de todas la Cajas de Ahorros españoles;  a la destrucción de miles de puestos de trabajo, y a la imposición de condiciones de trabajo más cercanas a la esclavitud que lo que es un sistema laboral del siglo XXI.
Unos años después de aquella masacre financiera, y social, ha tenido su bajada de telón en el Congreso de los Diputados. Un Congreso que ha dado la última palada para enterrar las centenarias instituciones que tuvieron una enorme importancia en el desarrollo de las regiones, de las familias, y que fue ayuda impagable para muchos ciudadanos sin recursos.
Por su mediación, miles de hombres y mujeres de toda España pudieron convertirse en hombres de provecho merced a las becas que les permitieron realizar sus estudios universitarios; cientos de pueblos aislados pudieron contar con servicios de ambulancias para sus emergencias más vitales; miles y miles de personas mayores pueden contar con centros de reunión en los que matar sus muchas horas de ocio, o tomar el sol en los bancos que las Cajas de Ahorros donaron a los ayuntamientos.
Largo y extenso sería el detallar lo que ese dividendo social supuso para millones de españoles.
Ayer, con el vergonzoso abrazo de Vergara, se cerró esa ilusionante empresa que surgió allá por los siglos pasados.

martes, 27 de noviembre de 2018

LAS GRULLAS

Al igual que hacen las Grullas que, cada temporada invernal,llegan a las tierras de España; con ellas aparecen otras especies de animales, que, aunque no vuelen, no dejan de ser tales.
Como cada año, fieles a la cita navideña, han llegado los descerebrados; esa especie de engendro humanoide que últimamente menudea más de lo deseable.
Fieles a sus costumbres, arremeten, como cada temporada, contra ese "grave peligro" que son los belenes callejeros.
Unos  arremeten contra ellos ,no sólo prohibiendo; sino, que le añaden su ingrediente de ofensa, para que se note bien que su cerebro está vacío, y bien vacío.
Algunos  de esos acefálicos se agarran a la tan traída y llevada aconfesionalidad del Estado, y a lo que aún es más ridículo: la posible ofensa a otras religiones, para justificar su patraña; una de las más grandes gilipolleces que se han escuchado,y leído. Porque, los mismos gobernantes que declaran esa características del Estado, celebran el nacimiento de Jesucristo, declarando fiesta nacional el día de la Navidad. Nombre que deriva del latín  Nativitas, que significa nacimiento de un nuevo ser. Por lo que no caben escapatorias semánticas, ni de las otras.
Se puede ser descerebrado (no había cerebros para todos); pero, si además eres imbécil, la cosa toma, entonces, tintes de gravedad.
La falta de cerebro se puede suplir, si se encuentra uno en Amazón, en buen estado, y a buen precio,aunque sea de segunda mano; pero,... la imbecilidad, esa, no hay quien la cure.
Que la Navidad ha perdido buena parte de su sentido religioso, es algo que pocos niegan; pero, por encima de todo ello, queda lo que es la esencia de la Cultura, y la tradición. Una Cultura que,por mucho que les pese, pervive, y goza de buena salud.
Esa salud, en lo que se refiere a los ciudadanos, es cada año más saludable ( valga la redundancia); porque, cada nuevo mes de noviembre, sus vidas se fijan un objetivo que es, la Navidad. Una palabra que con los años ha tomado muchas connotaciones; pero, que ha mantenido las que fueron su origen.
La Navidad es la personificación de los valores esenciales del cristianismo; unos valores que se fundan en el amor, y el perdón. Con esas dos simples palabras, se ha podido construir una manera de entender la vida, durante dos mil años.
Nunca en la historia de la humanidad, con tan pocos "mimbres", se hicieron tantos "cestos". Dos simples varas: amor, y perdón, han sido suficientes.
El gran problema de los ignorantes, es que confunden Iglesia, con fe y creencias; algo que, el denominado pueblo llano, sabe distinguir perfectamente.
Quienes atacan a los belenes, en realidad pretenden atacar a la Iglesia Católica; y de ahí se deriva su fracaso ante la sociedad en general.
Gracias a que hace siglos los españoles nos comenzamos a reunir entorno a un humilde paritorio, representado en cada hogar de España por medio de un belén; hoy, en pleno siglo XXI, las personas nos seguimos reuniendo; y, cantando y  bailando, olvidamos,por unos momentos, nuestra grandes, o pequeñas, rencillas.
Hasta en ese mundo tan prosaico,y materialista, como es la empresa, la Navidad permite que, jefes y empleados, cuelguen por unas horas sus "galones", y, coman, e incluso se emborrachen, juntos. El lunes todo será igual; pero, algo bueno deben tener esas reuniones, porque cada año son más. Tuvieron su breve caída por causas de la crisis; pero, en cuanto las aguas se calmaron, vuelven con fuerza.
Esos encuentros se podrían celebrar en otras fechas; pero, se hacen en Navidad; porque, el peso de la Cultura, y las tradiciones, es más fuerte que lo que diga la Carta Magna, o lo que pretendan imponer, "manu militari", esos descerebradillos que nos gobiernan.
Las pautas internalizadas por una colectividad para enfrentarse con los problemas cotidianos de la vida y de la muerte, son las que mueven a los pueblos.
Y al igual que las coplas que, cuando las canta el pueblo, ya nadie conoce su autor; las tradiciones, los usos, y las costumbres, de media humanidad, no las pueden cambiar unos pocos gerifaltillos de tres al cuarto que, así, piensan que son poderosos, y que doblegarán la voluntad de millones de personas.
Unas fotos en un periódico; unas burdas palabras para justificar sus actos, no cambian absolutamente nada.
Que media humanidad está equivocada; es posible;pero, no probable.

sábado, 10 de noviembre de 2018

EL SALMÓN


Una de las especies que pueblan la Tierra que realiza uno de los trabajos más penosos para reproducirse, y perpetuar la especie, es el salmón.
Su vida es un continuo, y penoso ir y venir del agua salada a la dulce para completar su ciclo vital.
El salmón para desovar debe remontar los caudalosos ríos en ocasiones turbulentos; debiendo sortear todo tipo de obstáculos, tanto naturales, como aquellos que la mano del hombre ha interpuesto en su camino. Siendo estos últimos los que en muchas ocasiones impiden que el viaje reproductor del salmón llegue a su culminación, y muchos de ellos perezcan en su afán por llegar al lugar idóneo en el que depositar sus huevas, y perpetuar la especie.
Trampas de todo orden le salen al camino; desde el pescador ansioso por cobrar el más preciado trofeo, el deseado Campanu, hasta las presas, y represas, construidas que interrumpen el natural curso de las aguas.
El Hombre en su transitar por la vida tiene mucho de salmón. Su vida debe remontar las turbulentas aguas que le depara el Destino; y, al igual que pez, debe superar las aguas que la Naturaleza le pone en el camino, y los muchos obstáculos que el propio hombre construye para evitar que muchos lleguen a alcanzar el objetivo vital de toda persona. Un objetivo vital que se logra con no pocos esfuerzos. Objetivos tanto físicos, como metafísicos, son los que todo aquel que pretenda alcanzar la perfección debe conseguir cumplir.
Quizás el valor más dificultoso de lograr en el largo remonte del río de la vida, sea obtener descubrir la Verdad.
La Verdad única, e irrefutable, es la que nace con los hechos; con los que mantiene una relación de simbiosis perfecta. Aquella no puede nacer sin el concurso de estos. Los hechos son el salmón; y la Verdad los huevos eclosionados.
El torrente impetuoso que es nuestro mundo de hoy hace muy dificultoso que, el salmón humano, consiga completar el trayecto a la cima del torrente, para lograr eclosionar el huevo de la Verdad.
Ante esto son muchos los salmones humanos que renuncian a remontar tan turbulento río, y prefieren permanecer cómodamente asentados en las placidas aguas del océano; aunque con ello nunca lleguen a saber cuál es la Verdad.
Sólo unos pocos se sienten con las ganas, y las fuerzas, suficientes para acometer el reto titánico de escalar el caudaloso torrente, y lograr descubrir la Verdad que muchos están empeñados en que nunca conozca.
Sin embargo, algunos contumaces salmones humanos, no se rinden, y, sorteando todos los obstáculos que les salen al camino, logran que la Verdad brote, y se dé a conocer.
Tras treinta y cinco años de trabajo en el Sector Financiero, he podido remontar el turbulento rio de la manipulación, y lograr alcanzar la Verdad. Una verdad que, como toda Verdad para que sea tal, nace de los hechos. Unos hechos que nadie puede desmentir, porque los hechos no admiten refutación alguna.
En ese largo periodo de tiempo miles de hechos acreditan la Verdad; que no pierde su condición por mucho que algunos pretendan negarla, y llamar mentiroso al que protagonizó esos hechos.
Por mis manos han pasado miles de operaciones de crédito con clientes de todo tipo; y por mis manos han pasado decenas de operaciones en las que la Entidad en la que trabajé, jugaba el papel de cliente.
Es decir, he estado en los dos lados de la mesa de las operaciones de financiación bancaria; y en ambos lados de la mesa existía un común denominador: la libertad de elección.
Una de las múltiples mentiras que, se ha pretendido convertir en verdad, ha sido la imposición de condiciones inamovibles para acceder a un préstamo, o crédito en cualquiera de las muchas Entidades que hay en España.
En el periodo de tiempo en el que estuvo en auge el llamado Boom Inmobiliario, negocié con los clientes cientos de operaciones. Y cuando digo negocié, quiero decir negociar. Y en no pocas de esas negociaciones, el acuerdo no fue posible.
Todo se negociaba; y cuando digo todo, digo todo. El importe de la operación, las comisiones de todo tipo, los tipos de interés, los techos y los suelos de estos en caso de tipos variables; los plazos de duración. Por negociar se negociaba hasta el calculo de la responsabilidad hipotecaría; así, como el calculo a efectos de seguro. Se negociaba hasta la notaría en la que se firmaría el contrato; pues no todas aplicaban los mismos aranceles. Hasta las sociedades de tasación, y las compañías aseguradoras, eran objeto de esas negociaciones.
Sólo había una cosa que no se negociaba: los impuestos. Nunca, ni tan siquiera los clientes más exigentes, plantearon negociar tal cosa; porque, todos, particulares y empresas, sabían que el IAJD tenía como Sujeto Pasivo el hipotecante. Él era quien presentaba la liquidación ante el organismo competente; sin que el mencionado organismo tuviera, durante décadas, la más mínima duda sobre quién era el Sujeto Pasivo del impuesto.
De estas breves líneas surgen dos Verdades:
1.- Nadie salió de un despacho engañado.
2.- Nadie pagó un impuesto del que no fuera él Sujeto Pasivo.
Hoy, la Ley puede ser cambiada; y de hecho lo ha sido, o lo será en breve; sin embargo, la Verdad de lo acontecido, es sólo una. Porque la Verdad no admite dualidades.

jueves, 8 de noviembre de 2018

DE DIOSES Y DIABLOS


Todos los grupos sociales evolucionan, y cambian en el tiempo: cambios que nacen tanto por factores internos, como por exógenos.
Mientras esos cambios se gestan, de manera simultánea se engendran dioses, y diablos, que acompañarán al grupo hasta que su propia dinámica los sustituya.
Los dioses que surgen son de lo más variado, y variopinto; los diablos suelen ser más concretos, y menos numerosos. Por su habitualidad en los cambios sociales que se producen en España dos son los entes ascendidos a este último estadio: la Iglesia Católica, y la Banca.
Por periodos se van alternando en el devenir social, unas veces una, y otras veces otra. Sin embargo, los cambios sociales surgidos en el siglo XXI, han traído, junto a los dioses del siglo, unos diablos que comparten los odios del Pueblo al alimón: La Iglesia Católica, y la Banca.
A los diablos sociales se les suele culpabilizar de todos males que acontecen a los miembros del grupo; sin que los acusadores se paren a pensar si esas acusaciones son ciertas o falsas. Si alguien choca el pedernal con el que genera la chispa, ya el resto se encarga de avivar el fuego.
La Crisis Económica forjada en el año 2007, produjo un importante cambio no sólo económico, sino social. Un cambio que trajo consigo la modificación de la forma de vida de millones de españoles. Unas nuevas vidas en las que el fantasma del paro, de la incertidumbre, y de la emigración, rompió no pocas maneras de vivir hasta entonces placenteras.
Esos millones de personas que, se vieron afectadas por tan difícil situación, sintieron la necesidad de engendrar un diablo al que culpar de todos sus males; y, ese satán fue, una vez más: la Banca.
Hacía ella se giraron todas las miradas, y hacia ella se dirigieron todos los ataques para que la rabia contenida en sus corazones tuviera una salida.
Una vez que el diablo ha sido engendrado, ya es irrelevante determina si merece tal nombramiento, o no. La racionalidad deja paso a la venganza; una venganza que, como todas venganzas, produce magros resultados.
El cambio social con respecto a la Banca es un cambio peculiar; y lo es por el escaso tiempo transcurrido entre que la Banca fuera el dios social, a ser el Levitan de todos españoles.
Durante muchos años, cuando se produjo el denominado boom inmobiliario; y con él, para millones de españoles la Banca fue una suerte de rey Midas que hacía realidad nuestros deseos.
A ella se acudía con sonrisas en los labios para conseguir nuestra primera vivienda, en alguno de los miles de zonas residenciales que surgieron por toda España. Alegres y festivos se concurría a las notarías a firmar las escrituras, que nos hacían propietarios, merced a los prestamos que la Banca nos concedía. Unos prestamos que nos permitirían ser felices durante muchos años, gozando de los más avanzados elementos para el hogar; o, poder adquirir ese coche con el que habíamos soñado durante años.
No eran pocos los que, al salir con el preciado documento notarial bajo el brazo, festejaban el hecho con una fiesta a la que asistían amigos, y familiares. Eran los tiempos de “Vino y rosas” en los que todos éramos felices.
Nadie nos había obligado a nada; ni a comprar, ni a endeudarnos. Nadie nos obligó a ser copartícipes de los que verdaderamente se enriquecieron con nosotros: los especuladores. Queríamos aquel piso, y daba igual lo desorbitado del precio. Nos fue irrelevante comprometer una parte sustancial de los ingresos de la familia para poder satisfacer las deudas que se habían contraído.
Cuando las cañas se volvieron lanzas; y los tiempos de “vino y rosas” se transformaron en tiempos de “acíbar y espinas”, pocos reconocieron su error, y su falta de visión de futuro.
Como no era cosa de admitir los errores propios, se hizo necesaria la búsqueda de un culpable; un culpable que se encontró pronto: la Banca.
Quienes cantaban y bailaban tras la firma de su hipoteca; quienes con sonrisas y abrazos daban las gracias a notarios, y empleados de los Bancos; comenzaron a lanzar todas sus fobias contra ellos.
Muchos, perdieron de golpe la inteligencia. Años después, se convirtieron en ignorantes patológicos. Nadie sabía nada, nadie había entendido nada; todos habían sido engañados.
La Banca, sin juicio previo, fue acusada, y condenada. Desde que se abrió la veda lo que, durante años, y años, había formado parte del tráfico mercantil; lo que durante años, y años, había sido avalado, y legitimado por todas las instancias del Estado, devino en delito perseguible hasta las más altas instancias. Instancias que, como siempre ocurre, quisieron sacar rédito político a una situación que ellas mismas habían provocado.
Nadie culpó a los Gobiernos que, hicieron oídos sordos de las continuas advertencias llegadas desde innumerables lugares, y que les alertaron de los peligros. Nadie culpó a aquellos que entregaron el 51 % del sistema financiero español, como eran las Cajas de Ahorros, a unos analfabetos financieros que las llevaron a la ruina.
Las “pistolas” que se disparaban contra la Banca fueron cargadas con toda suerte de munición. Nada se dejó sin convertir en “pólvora” con la que impulsar los proyectiles.
Todos querían ser el que diera el tiro de gracia al Sector Financiero español. Sin saber que, en este caso, no se cumpliría el dicho de:  muerto el perro se acabó la rabia.
Aún se sigue queriendo acabar con el perro; sin comprender que, ese animal, es imprescindible en nuestra Sociedad; y que, si ese can no es fuerte, y ágil; sin miedo a enfrentarse con las presas a capturar; los cazadores, regresarán a sus casas con los zurrones vacíos.

martes, 30 de octubre de 2018

LA MOMIA


Al mismo tiempo que el Hombre comenzó a vivir como grupo social organizado, surgió el comercio. Con él se hizo necesario el encontrar un elemento que facilitara las relaciones de intercambio. Y nació el trueque.
Yo, te doy gallinas, a cambio de conejos. Pero, el sistema era harto engorroso; por lo que se hizo necesario buscar una mercancía de referencia que, todos, o casi todos, necesitaran, y que abundara en la comunidad. Unos, usaron la sal; otros, el cacao; y, así, cada grupo estableció su propia moneda.
Los siglos trajeron la evolución, hasta llegar al siglo XXI con el dinero de plástico, y los llamados bit coins.
Todo parecía descubierto en lo que se refiere a instrumentos de pago, hasta ayer; día en el que una nueva moneda fue acuñada. Una moneda a la que se le ha dado la denominación de La Momia. Pero no una momia cualquiera; es una momia en concreto: la momia de Franco.
La entidad emisora del nuevo instrumento mercantil no ha sido el Banco Central Europeo, ni la Reserva Federal; el encargado de su acuñación ha sido La Iglesia Católica.
Con la nueva moneda, aquella está mercadeando sus asuntos con el gobierno español. Temas como el IBI de las propiedades de la Iglesia; o el controvertido asunto de la Catedral-Mezquita de Córdoba son objeto de mercadeo, y su cotización se irá estableciendo día a día.
¿Cómo se ha llegado a este estado cosas? Para responder a esta pregunta nos apoyaremos en el filósofo Carlos Marx. ¡Qué paradoja!
Para el pensador prusiano las mercancías tienen un doble valor: Valor de Uso, y Valor de Cambio.
Analicemos bajo esta perspectiva la mercancía: Franco.
Franco como valor de uso.
Concluida la contienda civil española el gran estamento beneficiado por el nuevo régimen fue la Iglesia Católica. Bajo el paraguas protector del general, nada se interponía a sus designios, y a su influencia en toda la nación.
Declarada religión oficial del Estado fue impuesta manu militari a todos lo que vivían en el suelo patrio.
Desde al nacimiento a la muerte, la vida de los españoles estaba regida, y mediatizada, por la Iglesia Católica. Tan perseguido era el rojo, como el descreído. Hacer profesión de fe, era condición sine qua non para poder formar parte de la Administración del Estado.
Sin fe de bautismo, no había nada que hacer; ni tan siquiera contraer matrimonio.
A su disposición se pusieron todos los poderes del Estado, y se le concedieron privilegios, y prebendas sin cuento. Desde un régimen fiscal especial, hasta un código penal ad hoc; sin olvidar que era la única instancia capaz de disolver matrimonios, o, decidir quién era enterrado en sagrado.
Larga y prolija sería la relación de beneficios recibidos; pero, dejemos sólo la muestra.
Tan altas prestaciones recibidas, lógico es que tuviera un alto precio; sin embargo, no fue así. El precio fue de saldo:
-          Permitir que Franco se proclamara Caudillo de España por la Gracia de Dios.
-          Oficiar Tedeums en su honor para celebrar, y a gradecer al Altísimo su caudillaje.
-          O, entrar a las iglesias, y catedrales, bajo palio.
Extinguido por ley de vida su Valor de Uso, Franco, en forma de momia, y al cabo de décadas, ha pasado a tener: Valor de cambio.
Si el Valor de uso de un bien, mercancía, o producto, viene medido por lo que el mismo puede producir; el Valor de Cambio, está determinado, según el filósofo alemán, por lo que nos permite adquirir con él.

Franco como valor de cambio.
La nueva moneda nace con una peculiaridad que la hace diferente a todas las demás: la mercancía, y la moneda son la misma cosa.
Esta enorme contradicción, única existente en el mercado, va a permitir que la Iglesia Católica consiga mantener ciertos privilegios que estaban en vía de ser suprimidos.
Los unos pretenden sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos; y tratan de evitar que se trasladen a la Catedral de la Almudena.
Para que estos dos pasos se produzcan sin vulnerar la Ley, se necesita el acuerdo con la máxima autoridad de la Iglesia Católica. Sin su concierto, nada de lo pretendido se puede realizar dentro de la legalidad.
Como la nueva moneda no puede ser fraccionada, el trato debe ser a todo o nada.
A la parte gubernamental le ocurre otro tanto; no puede fraccionar la exhumación, sin que ello suponga un fracaso de su proyecto; por lo que, de alguna manera, ha ido a la lonja de contratación con bastante desventaja.
Una desventaja que no es algo baladí. A pesar de lo que pueda parecer, la Iglesia Católica, no deja de ser un Estado con más poder del que su aparente dimensión deja traslucir.
Usando la incorrecta acepción que del Quijote se hace, los miembros del gobierno deberían pensar:
-“Con la iglesias hemos topado, amigo Sancho”.

domingo, 28 de octubre de 2018

EL BANCO

Como diría el humorista Paco Gandía, ya desaparecido, lo que viene a continuación es verídico.
A un cuartel del ejército de tierra llegó destinado un nuevo coronel. Hombre meticuloso y ordenado, lo primero que hizo fue conocer por sí mismo todas las instalaciones del acuartelamiento para comenzar a tomar decisiones.
Al pasar por una especie de jardincillo observó a un soldado que hacía guardia al lado de un banco. Ante la sorpresa que le produjo el hecho, marchó a preguntar al oficial de la guardia, las razones por las que se había diseñado un puesto de guardia en tan extraño lugar.
Este, sorprendido a su vez por la pregunta del coronel, fue a mirar la plantilla en la que estaban detallados los lugares que eran precisos ser custodiados. Y allí estaba escrito.
Banco del jardincillo”
Como sabía que eso no serviría de respuesta al estricto coronel, comenzó a preguntar a varios militares si conocían las razones por las que se hacía guardia al lado del banco. Nadie supo darle las razones.
Al inquirir a un teniente, este le dijo:
- “Pregunte Ud. al sargento García que lleva aquí muchos años.
Llamado a su presencia el mencionado sargento, como respuesta a la pregunta que le formuló el oficial de la guardia, respondió:
- “Para que no se manche el vestido la mujer del coronel.”
Ante tal respuesta el oficial se quedó perplejo, pues sabía que el coronel no estaba casado; por lo que pidió más detalles al sargento, quien le relató lo siguiente.
- “Hace treinta años, -comenzó a referir-, el oficial de mantenimiento ordenó pintar el banco del jardincillo. Cuando aún no se había secado la pintura, acertó a pasar por allí la mujer del coronel, quien decidió sentarse a disfrutar del sol de la mañana. Al hacerlo, su vestido, y sus manos, quedaron manchados de pintura. Informó a su marido de lo ocurrido, quien de inmediato ordenó que se pusiera un soldado de guardia al lado del banco para que nadie se ensuciara.
El nuevo puesto guardia se anotó en la planilla, y un soldado fue destinado a tal menester.
El coronel se marchó a otro destino, olvidando decir que ese puesto fuera suprimido cuando la pintura estuviera seca.
Como nadie dijo nada, ni ordenó quitar ese puesto de los de guardia, esa orden se mantuvo durante treinta años. Esa es la razón de que el tal puesto se mantenga”
Lo mismo que ocurrió en el cuartel de nuestra historia, ha ocurrido en nuestro país, y otros de nuestro entorno.
Hace muchos años, durante una de las denominadas “crisis del petróleo”, alguien decidió que, para ahorrar energía, se modificaran los horarios oficiales de varios países; so pretexto de que, de esta manera, se aprovechaba mejor la luz solar.
Del mismo modo que la decisión de poner un guardia ante el banco del jardincillo tuvo sentido en un momento determinado; treinta años después, esa medida carecía de lógica. De la misma forma que con el tiempo la pintura del banco se secó, y el guardia no era preciso; aquella “crisis del petróleo” también pasó, y, por lo tanto, la medida es innecesaria.
Desde que se decidió tal cosa, en nuestra historia reciente, muchos, y grandes, han sido los cambios sociales y económicos que se han producido en nuestro país.
En un entorno poco industrializado, y moderadamente urbano, la vida de los ciudadanos era regida por el sol. Por decirlo de una manera algo cursi, “por la noche la ciudad dormía”.
El 28 de octubre del año 2018, pocas ciudades duermen; fabricas, y negocios funcionan durante las veinticuatro horas del día; y los ciudadanos inician su jornada cuando aún es de noche. Escuelas y empresas abren sus puertas a temprana hora, lo que obliga a usar la energía al ser de noche.
Si no existe, de momento, crisis energética que lo justifique; si el ahorro de esa energía en nada beneficia a los consumidores; si el mercado del petróleo, prácticamente nacionalizado en España cuando aquella decisión se tomó, también ha cambiado; si los perjuicios para la salud son mayores que los beneficios ¿por qué se sigue manteniendo esa absurda normativa?
La respuesta está en la historia del cuartel, y su ya famoso banco pintado.
Lo que en su momento pudo tener sentido para evitar un perjuicio; hoy, carece de toda lógica el mantener una orden en vigor que a nada conduce.
De la misma forma que durante treinta años se despilfarró el tiempo de un soldado para proteger algo que no necesitaba protección; nuestro país, somete a los ciudadanos a unos despilfarros de salud, y de ajustes biológicos totalmente innecesario; pero, así es la burrocracia. Alguien pone a un burro a sacar agua de un pozo porque el caudal del río ha bajado; sin embargo, aunque el río se desborde, el burro sigue dando vueltas a la noria para sacar un agua que no se precisa, y que se desperdicia.


Cientos de voces se han levantado contra tan absurda medida; pero, nadie se ha preocupado de mirar la tablilla de las guardias, para determinar si es razonable mantener en vigor ese puesto de guardia.




viernes, 12 de octubre de 2018

EL DÍA DESPUÉS


Cuando ocurre un hecho desgraciado que afecta a una población entera, un impulso de solidaridad se desata.
Todos acuden raudos y veloces para echar una mano en lo que se pueda, y ayudar; algo que es siempre encomiable, y digno de alabanza.
Sin embargo, llega el día después. Ese día comienza la verdadera realidad de los afectados por la tragedia.
Qué hacer cuando lo has perdido todo. A qué puerta llamar cuando nada de lo que era tu vida queda en pie.
Cuando desaparecen las cámaras, y los micrófonos; cuando los políticos de turno han hechos sus promesas de ayudas para los afectados, la más cruel realidad aparece en forma de burocracia.
Con la misma ropa que pudiste salvar del desastre comienza la lucha contra un enemigo invencible: el funcionario.
Después de horas de espera, te llega el turno. Sin fuerzas ni ánimos para nada comienzas a responder a las preguntas de quien está al otro lado de la mesa. Tras ello te da un impreso para que respondas a una serie de cuestiones, y acredites documentalmente los daños que en tus bienes has sufrido.
Debes comenzar por demostrar que tú eres tú, y que tienes derechos legítimos sobre los enseres que han quedado destrozados.
Hundido en la desesperación al tener tu vida, y la de los tuyos, destrozada, lloras de rabia y de impotencia al no saber qué hacer. Cómo saldrá adelante tu familia; sin casa, sin ropa, sin negocio, sin nada. Únicamente te quedan tus manos.
Confías en que con las ayudas que te han prometido, puedas iniciar una nueva vida, intentando reconstruir todo lo perdido.
Sin embargo, pronto la cruel realidad te irá abriendo poco a poco los ojos, y comprenderás que estás solo; que no debes esperar la ayuda de nadie; porque todo aquello que ocurrió en el día de la desgracia, el día después ha desaparecido.
Todos se han retirado a sus quehaceres; porque, la vida sigue.
En ese continuar la vida, pasarán a tu lado, te darán un golpecito en la espalda, y te dirán las frases que se han acuñado a lo largo de los siglos para salir cordialmente del paso. Te dirán “Ánimo, verás como todo se arregla. Dios aprieta, pero no ahoga. Siempre que se cierra una puerta, se abre una ventana”.
Tendrás que decirle a tu hijo que no puede seguir estudiando en la Universidad, porque el negocio que era el sustento de la familia ha desaparecido bajo las aguas, o destruido por un terremoto, o un incendio.
Pero, como la vida sigue, las facturas de los proveedores hay que pagarlas; la hipoteca que nos dio el banco para comprar la nave, y mejorar el negocio, hay que pagarla; porque de lo contrario perderás lo poco que te queda.
En esta situación, solo queda una salida: recurrir a la familia para que, en la medida de sus posibilidades, remedie en parte tu desgracia, y la de los tuyos.
Al dolor de haber perdido todo lo material, se une la pérdida de todos aquellos recuerdos que has ido atesorando a lo largo de tu vida.
Aquellos libros que fuiste comprando poco a poco; los álbumes de fotos que de vez en cuando te gustaba ojear junto a tu mujer, o tus hijos; aquella colección de cualquier cosa que con paciencia fuiste formando; todo ello habrá desaparecido de tu vida.
Sólo te queda la esperanza de que sea cierto lo que te dijeron de la ventana. Una ventana por la que pueda entrar un rayo de esperanza.
En mi recuerdo está una de las últimas tragedias que azotaron la población de Lorca. Una ciudad devastada por un brutal terremoto que echó por tierra un gran número de sus edificaciones.
Siete años han transcurrido desde aquel fatídico día, y , aún, cientos de familias no han podido encontrar un hogar, y hasta hace no mucho, han tenido que vivir en improvisados campamentos.
Hasta los monjes franciscanos han tenido que abandonar localidad por los daños sufridos en el convento, y la tardanza en su reparación.
Siete años después las Administraciones de todo tipo sigue sin ponerse de acuerdo en cómo gestionar las ayudas prometidas; y las compañías de seguros se resisten a hacer frente a sus obligaciones, poniendo todo tipo de trabas.
Es el “la vida sigue” que viene el día después.

jueves, 11 de octubre de 2018

LA MUJER DEL CESAR


Un viejo aforismo afirma que: “La mujer del Cesar, no sólo debe ser honrada; sino que tiene que parecerlo”.

La histórica frase descrita por Plutarco, la pone en boca de Julio Cesar cuando un grupo de amigas de su mujer Pompeya Sila fueron a interceder para que revocara su decisión de divorcio.
Julio Cesar tomó la decisión de divorciarse, al poco de contraer matrimonio, cuando supo que su esposa acudió a una Saturnalia, orgía sexual que algunas damas de la alta sociedad romana se permitían.
En defensa de Pompeya, sus amigas dijeron a Julio Cesar que su esposa sólo había asistido como espectadora; a lo que el emperador respondió con la famosa, y antiquísima frase.
Muchos siglos después la frase no ha perdido un ápice de su virtualidad, se puede aplicar incluso en sentido inverso.
Algunos comportamientos a los que asistimos en nuestro tiempo me hacen acuñar una frase parecida a la que pronunció el romano: La mujer del Cesar no sólo debe parecer honrada; sino también tiene que serlo”.
Quienes a la vista de todos blasonan de honradez y decencia; quienes parecen ser la encarnación de todas las virtudes, en más ocasiones de las deseadas, descubrimos que su aparente honradez, es sólo eso, una apariencia. Su verdadera manera de actuar, y de pensar, queda muy lejos de lo que en su apariencia externa transmiten.
La Biblia que es el compendio de la sabiduría sobre el ser humano, y sus miserias, ya nos situó sobre la pista de lo que es buena parte de la Humanidad.
El evangelista Mateo,  puso en boca de Jesús, lo que el hombre era, y lo que sigue siendo dos mil años después: Sepulcros blanqueados.
Una frase, de dos palabras, que encierra todo un tratado del saber sobre la condición humana.
En esas dos palabras, el Mesías nos alerta sobre el engaño de los hipócritas.

“Guardaos de los sabios a quienes les gusta andar con vestiduras largas y recibir saludos en las plazas, y los primeros asientos en las sinagogas y los primeros sitios en los banquetes; que devoran los bienes de las viudas fingiendo rezar mucho: ésos recibirán mayor condena.”

No sé lo que de cierto tiene la última frase, eso va en creencias; sin embargo, el resto del pensamiento es, un axioma; que, sólo los hipócritas, negarán.
No son pocos los que en nuestros días se jactan de ser los portadores de los más excelsos valores; y cuales antiguos fariseos, son inconsecuente con sus ideas. Nos dicen, y nos predican, que tenemos que beber agua, cuando ellos beben vino.
Esos sepulcros blanqueados son, hipócritas, inconsecuente con sus ideas. La cal que enjalbega sus vidas, oculta a los ojos del paseante, la podredumbre que se esconde en su interior.
Son como esos bellos arboles de preciosa apariencia pero, incapaces de dar ningún tipo de fruto.
Cristo, a través de la pluma de Mateo, no solo nos abre los ojos, sino que nos indica el camino a seguir:
- “Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen.”
Es el nuestro un mundo de apariencias. Todos queremos parecer lo que no somos, y presumimos de valores de los que carecemos; todo porque los demás nos vean, no como somos, sino queremos ser; aunque la realidad sea muy otra.
En la hipocresía como en casi todo se pueden establecer categorías, en función de quién sea el hipócrita.
Si yo actuó de manera distinta a como digo a los demás que se debe de actuar, cometo una hipocresía de segunda división; pues mi engaño tiene poca, o nula, trascendencia. Es aquello de decir a tu hijo que no fume, y se lo dices con un cigarrillo en la mano.
Ahora bien, si quienes están en las más altas posiciones de la Sociedad, cuyos actos tienen una trascendencia que afecta a un importante colectivo, la hipocresía toma un valor determinante. Siguiendo con el símil del tabaco, sería aquella persona de relevancia publica que nos habla de los perjuicios del tabaco, y a los pocos pasos le vemos encendiendo un cigarrillo.
Y en lo más alto de la escala de la hipocresía se encuentran los que hacen uso de ella para conseguir, mediante el engaño y la mentira, favores de la población. Unos favores que el Pueblo les concede basados en una aparente limpieza de su “sepulcro”.
Estos son los más peligrosos; porque, esa hipocresía es maligna, malvada, pérfida, y sobre todo, muy, muy espuria.
Seguid por tanto los sabios consejos de Mateo, que nos trasladó los del Mesías. Haced lo que ellos os digan, pero no lo que ellos hagan.