A un cuartel del ejército de tierra llegó destinado un nuevo coronel. Hombre meticuloso y ordenado, lo primero que hizo fue conocer por sí mismo todas las instalaciones del acuartelamiento para comenzar a tomar decisiones.
Al pasar por una especie de jardincillo observó a un soldado que hacía guardia al lado de un banco. Ante la sorpresa que le produjo el hecho, marchó a preguntar al oficial de la guardia, las razones por las que se había diseñado un puesto de guardia en tan extraño lugar.
Este, sorprendido a su vez por la pregunta del coronel, fue a mirar la plantilla en la que estaban detallados los lugares que eran precisos ser custodiados. Y allí estaba escrito.
“Banco del jardincillo”
Como sabía que eso no serviría de respuesta al estricto coronel, comenzó a preguntar a varios militares si conocían las razones por las que se hacía guardia al lado del banco. Nadie supo darle las razones.
Al inquirir a un teniente, este le dijo:
- “Pregunte Ud. al sargento García que lleva aquí muchos años.
Llamado a su presencia el mencionado sargento, como respuesta a la pregunta que le formuló el oficial de la guardia, respondió:
- “Para que no se manche el vestido la mujer del coronel.”
Ante tal respuesta el oficial se quedó perplejo, pues sabía que el coronel no estaba casado; por lo que pidió más detalles al sargento, quien le relató lo siguiente.
- “Hace treinta años, -comenzó a referir-, el oficial de mantenimiento ordenó pintar el banco del jardincillo. Cuando aún no se había secado la pintura, acertó a pasar por allí la mujer del coronel, quien decidió sentarse a disfrutar del sol de la mañana. Al hacerlo, su vestido, y sus manos, quedaron manchados de pintura. Informó a su marido de lo ocurrido, quien de inmediato ordenó que se pusiera un soldado de guardia al lado del banco para que nadie se ensuciara.
El nuevo puesto guardia se anotó en la planilla, y un soldado fue destinado a tal menester.
El coronel se marchó a otro destino, olvidando decir que ese puesto fuera suprimido cuando la pintura estuviera seca.
Como nadie dijo nada, ni ordenó quitar ese puesto de los de guardia, esa orden se mantuvo durante treinta años. Esa es la razón de que el tal puesto se mantenga”
Lo mismo que ocurrió en el cuartel de nuestra historia, ha ocurrido en nuestro país, y otros de nuestro entorno.
Hace muchos años, durante una de las denominadas “crisis del petróleo”, alguien decidió que, para ahorrar energía, se modificaran los horarios oficiales de varios países; so pretexto de que, de esta manera, se aprovechaba mejor la luz solar.
Del mismo modo que la decisión de poner un guardia ante el banco del jardincillo tuvo sentido en un momento determinado; treinta años después, esa medida carecía de lógica. De la misma forma que con el tiempo la pintura del banco se secó, y el guardia no era preciso; aquella “crisis del petróleo” también pasó, y, por lo tanto, la medida es innecesaria.
Desde que se decidió tal cosa, en nuestra historia reciente, muchos, y grandes, han sido los cambios sociales y económicos que se han producido en nuestro país.
En un entorno poco industrializado, y moderadamente urbano, la vida de los ciudadanos era regida por el sol. Por decirlo de una manera algo cursi, “por la noche la ciudad dormía”.
El 28 de octubre del año 2018, pocas ciudades duermen; fabricas, y negocios funcionan durante las veinticuatro horas del día; y los ciudadanos inician su jornada cuando aún es de noche. Escuelas y empresas abren sus puertas a temprana hora, lo que obliga a usar la energía al ser de noche.
Si no existe, de momento, crisis energética que lo justifique; si el ahorro de esa energía en nada beneficia a los consumidores; si el mercado del petróleo, prácticamente nacionalizado en España cuando aquella decisión se tomó, también ha cambiado; si los perjuicios para la salud son mayores que los beneficios ¿por qué se sigue manteniendo esa absurda normativa?
La respuesta está en la historia del cuartel, y su ya famoso banco pintado.
Lo que en su momento pudo tener sentido para evitar un perjuicio; hoy, carece de toda lógica el mantener una orden en vigor que a nada conduce.
De la misma forma que durante treinta años se despilfarró el tiempo de un soldado para proteger algo que no necesitaba protección; nuestro país, somete a los ciudadanos a unos despilfarros de salud, y de ajustes biológicos totalmente innecesario; pero, así es la burrocracia. Alguien pone a un burro a sacar agua de un pozo porque el caudal del río ha bajado; sin embargo, aunque el río se desborde, el burro sigue dando vueltas a la noria para sacar un agua que no se precisa, y que se desperdicia.
Cientos de voces se han levantado contra tan absurda medida; pero, nadie se ha preocupado de mirar la tablilla de las guardias, para determinar si es razonable mantener en vigor ese puesto de guardia.
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