viernes, 12 de octubre de 2018

EL DÍA DESPUÉS


Cuando ocurre un hecho desgraciado que afecta a una población entera, un impulso de solidaridad se desata.
Todos acuden raudos y veloces para echar una mano en lo que se pueda, y ayudar; algo que es siempre encomiable, y digno de alabanza.
Sin embargo, llega el día después. Ese día comienza la verdadera realidad de los afectados por la tragedia.
Qué hacer cuando lo has perdido todo. A qué puerta llamar cuando nada de lo que era tu vida queda en pie.
Cuando desaparecen las cámaras, y los micrófonos; cuando los políticos de turno han hechos sus promesas de ayudas para los afectados, la más cruel realidad aparece en forma de burocracia.
Con la misma ropa que pudiste salvar del desastre comienza la lucha contra un enemigo invencible: el funcionario.
Después de horas de espera, te llega el turno. Sin fuerzas ni ánimos para nada comienzas a responder a las preguntas de quien está al otro lado de la mesa. Tras ello te da un impreso para que respondas a una serie de cuestiones, y acredites documentalmente los daños que en tus bienes has sufrido.
Debes comenzar por demostrar que tú eres tú, y que tienes derechos legítimos sobre los enseres que han quedado destrozados.
Hundido en la desesperación al tener tu vida, y la de los tuyos, destrozada, lloras de rabia y de impotencia al no saber qué hacer. Cómo saldrá adelante tu familia; sin casa, sin ropa, sin negocio, sin nada. Únicamente te quedan tus manos.
Confías en que con las ayudas que te han prometido, puedas iniciar una nueva vida, intentando reconstruir todo lo perdido.
Sin embargo, pronto la cruel realidad te irá abriendo poco a poco los ojos, y comprenderás que estás solo; que no debes esperar la ayuda de nadie; porque todo aquello que ocurrió en el día de la desgracia, el día después ha desaparecido.
Todos se han retirado a sus quehaceres; porque, la vida sigue.
En ese continuar la vida, pasarán a tu lado, te darán un golpecito en la espalda, y te dirán las frases que se han acuñado a lo largo de los siglos para salir cordialmente del paso. Te dirán “Ánimo, verás como todo se arregla. Dios aprieta, pero no ahoga. Siempre que se cierra una puerta, se abre una ventana”.
Tendrás que decirle a tu hijo que no puede seguir estudiando en la Universidad, porque el negocio que era el sustento de la familia ha desaparecido bajo las aguas, o destruido por un terremoto, o un incendio.
Pero, como la vida sigue, las facturas de los proveedores hay que pagarlas; la hipoteca que nos dio el banco para comprar la nave, y mejorar el negocio, hay que pagarla; porque de lo contrario perderás lo poco que te queda.
En esta situación, solo queda una salida: recurrir a la familia para que, en la medida de sus posibilidades, remedie en parte tu desgracia, y la de los tuyos.
Al dolor de haber perdido todo lo material, se une la pérdida de todos aquellos recuerdos que has ido atesorando a lo largo de tu vida.
Aquellos libros que fuiste comprando poco a poco; los álbumes de fotos que de vez en cuando te gustaba ojear junto a tu mujer, o tus hijos; aquella colección de cualquier cosa que con paciencia fuiste formando; todo ello habrá desaparecido de tu vida.
Sólo te queda la esperanza de que sea cierto lo que te dijeron de la ventana. Una ventana por la que pueda entrar un rayo de esperanza.
En mi recuerdo está una de las últimas tragedias que azotaron la población de Lorca. Una ciudad devastada por un brutal terremoto que echó por tierra un gran número de sus edificaciones.
Siete años han transcurrido desde aquel fatídico día, y , aún, cientos de familias no han podido encontrar un hogar, y hasta hace no mucho, han tenido que vivir en improvisados campamentos.
Hasta los monjes franciscanos han tenido que abandonar localidad por los daños sufridos en el convento, y la tardanza en su reparación.
Siete años después las Administraciones de todo tipo sigue sin ponerse de acuerdo en cómo gestionar las ayudas prometidas; y las compañías de seguros se resisten a hacer frente a sus obligaciones, poniendo todo tipo de trabas.
Es el “la vida sigue” que viene el día después.

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