sábado, 10 de noviembre de 2018

EL SALMÓN


Una de las especies que pueblan la Tierra que realiza uno de los trabajos más penosos para reproducirse, y perpetuar la especie, es el salmón.
Su vida es un continuo, y penoso ir y venir del agua salada a la dulce para completar su ciclo vital.
El salmón para desovar debe remontar los caudalosos ríos en ocasiones turbulentos; debiendo sortear todo tipo de obstáculos, tanto naturales, como aquellos que la mano del hombre ha interpuesto en su camino. Siendo estos últimos los que en muchas ocasiones impiden que el viaje reproductor del salmón llegue a su culminación, y muchos de ellos perezcan en su afán por llegar al lugar idóneo en el que depositar sus huevas, y perpetuar la especie.
Trampas de todo orden le salen al camino; desde el pescador ansioso por cobrar el más preciado trofeo, el deseado Campanu, hasta las presas, y represas, construidas que interrumpen el natural curso de las aguas.
El Hombre en su transitar por la vida tiene mucho de salmón. Su vida debe remontar las turbulentas aguas que le depara el Destino; y, al igual que pez, debe superar las aguas que la Naturaleza le pone en el camino, y los muchos obstáculos que el propio hombre construye para evitar que muchos lleguen a alcanzar el objetivo vital de toda persona. Un objetivo vital que se logra con no pocos esfuerzos. Objetivos tanto físicos, como metafísicos, son los que todo aquel que pretenda alcanzar la perfección debe conseguir cumplir.
Quizás el valor más dificultoso de lograr en el largo remonte del río de la vida, sea obtener descubrir la Verdad.
La Verdad única, e irrefutable, es la que nace con los hechos; con los que mantiene una relación de simbiosis perfecta. Aquella no puede nacer sin el concurso de estos. Los hechos son el salmón; y la Verdad los huevos eclosionados.
El torrente impetuoso que es nuestro mundo de hoy hace muy dificultoso que, el salmón humano, consiga completar el trayecto a la cima del torrente, para lograr eclosionar el huevo de la Verdad.
Ante esto son muchos los salmones humanos que renuncian a remontar tan turbulento río, y prefieren permanecer cómodamente asentados en las placidas aguas del océano; aunque con ello nunca lleguen a saber cuál es la Verdad.
Sólo unos pocos se sienten con las ganas, y las fuerzas, suficientes para acometer el reto titánico de escalar el caudaloso torrente, y lograr descubrir la Verdad que muchos están empeñados en que nunca conozca.
Sin embargo, algunos contumaces salmones humanos, no se rinden, y, sorteando todos los obstáculos que les salen al camino, logran que la Verdad brote, y se dé a conocer.
Tras treinta y cinco años de trabajo en el Sector Financiero, he podido remontar el turbulento rio de la manipulación, y lograr alcanzar la Verdad. Una verdad que, como toda Verdad para que sea tal, nace de los hechos. Unos hechos que nadie puede desmentir, porque los hechos no admiten refutación alguna.
En ese largo periodo de tiempo miles de hechos acreditan la Verdad; que no pierde su condición por mucho que algunos pretendan negarla, y llamar mentiroso al que protagonizó esos hechos.
Por mis manos han pasado miles de operaciones de crédito con clientes de todo tipo; y por mis manos han pasado decenas de operaciones en las que la Entidad en la que trabajé, jugaba el papel de cliente.
Es decir, he estado en los dos lados de la mesa de las operaciones de financiación bancaria; y en ambos lados de la mesa existía un común denominador: la libertad de elección.
Una de las múltiples mentiras que, se ha pretendido convertir en verdad, ha sido la imposición de condiciones inamovibles para acceder a un préstamo, o crédito en cualquiera de las muchas Entidades que hay en España.
En el periodo de tiempo en el que estuvo en auge el llamado Boom Inmobiliario, negocié con los clientes cientos de operaciones. Y cuando digo negocié, quiero decir negociar. Y en no pocas de esas negociaciones, el acuerdo no fue posible.
Todo se negociaba; y cuando digo todo, digo todo. El importe de la operación, las comisiones de todo tipo, los tipos de interés, los techos y los suelos de estos en caso de tipos variables; los plazos de duración. Por negociar se negociaba hasta el calculo de la responsabilidad hipotecaría; así, como el calculo a efectos de seguro. Se negociaba hasta la notaría en la que se firmaría el contrato; pues no todas aplicaban los mismos aranceles. Hasta las sociedades de tasación, y las compañías aseguradoras, eran objeto de esas negociaciones.
Sólo había una cosa que no se negociaba: los impuestos. Nunca, ni tan siquiera los clientes más exigentes, plantearon negociar tal cosa; porque, todos, particulares y empresas, sabían que el IAJD tenía como Sujeto Pasivo el hipotecante. Él era quien presentaba la liquidación ante el organismo competente; sin que el mencionado organismo tuviera, durante décadas, la más mínima duda sobre quién era el Sujeto Pasivo del impuesto.
De estas breves líneas surgen dos Verdades:
1.- Nadie salió de un despacho engañado.
2.- Nadie pagó un impuesto del que no fuera él Sujeto Pasivo.
Hoy, la Ley puede ser cambiada; y de hecho lo ha sido, o lo será en breve; sin embargo, la Verdad de lo acontecido, es sólo una. Porque la Verdad no admite dualidades.

No hay comentarios:

Publicar un comentario