viernes, 9 de diciembre de 2016

LOS DERECHOS

En toda Sociedad libre las personas son sujetos de Derechos y Obligaciones. Las obligaciones son algo que tengo bastante claro, y no hay demasiado campo para la especulación. Por ello me voy a centrar en el apartado de los Derechos.
Los derechos que acompañan a las personas yo los califico en dos categorías:
Derechos Reales, y
Derechos Ficticios.
Los primeros son aquellos que asisten al individuo desde el momento de su concepción hasta el momento de su desaparición, e incluso más allá de la muerte.
Los segundos son menos claros, y no acompañan al individuo desde el momento de su concepción hasta más allá de la muerte.
Dentro de este segundo grupo ha tomado carta de naturaleza el llamado Derecho a la Información; un derecho que, en demasiadas ocasiones, se sobrepone sobre los derechos que yo he dado en llamar Reales.
Ese falso derecho, no nace, como el resto de los derechos reales, del Derecho Natural, origen y principio de todos los demás. Su origen es puramente mercantil, y asociado a los intereses de un potentísimo Grupo de Presión llamada en sus orígenes: Prensa.
Un Grupo de Presión al que por su fuerza se le ha denominado: " El cuarto poder"; un ordinal que no es adecuado, pues, en realidad, es el poder supremo de las Sociedades denominadas libres.
Este “Cuarto Poder”, necesitaba un refugio jurídico desde el que poder hacer y deshacer a su antojo; y, claro está, lo consiguió.
El “Primer Poder”, sabedor de la fuerza de su rival, no dudó en diseñar unas reglas del juego para que los Medios de Comunicación pudieran actuar, casi, con total impunidad, y desarrolló legalmente el Derecho a la Información.
Con la fuerza que da el saberse respaldado por el Ordenamiento Jurídico, el campo estaba expedito para que el “Cuarto Poder”, con el tiempo, llegara a ser el “Primer Poder”.
Un poder no sujeto a la voluntad de los ciudadanos; un poder que no nace en las urnas; es una fuerza arrolladora que cómo un Leviatán hace y deshace en la sociedad; manipula las voluntades de los individuos realizando esa función tan moralmente discutible como es la "creación de opinión".
Cualquier Poder, ya sea Ejecutivo, Legislativo o Judicial, antes que a la voluntad popular se somete a la voluntad de los medios; pues no en vano ellos son capaces de destronar a reyes y gobiernos.
No es raro contemplar, con sonrojo, como los Poderes del Estado han sucumbido ante ellos. Su miedo es tan visceral que antes de tomar una decisión, sondean cual será la reacción del “Cuarto Poder”, mediante lo que, eufemísticamente, se ha dado en llamar: " Globos sondas".
Se filtra de manera intencionada una idea, y se espera la respuesta del "todopoderoso"; en función de la aquiescencia o no del “Cuarto Poder”; el “Primer Poder” actúa.
Como los Medios de Comunicación son grandes conocedores de la condición humana, no en vano llevan muchos años manipulándola, han conseguido el mejor aliado que pudiera encontrarse: el Pueblo. Un Pueblo al que han convertido en Juez y Fiscal de las causas que son de su interés. Un tribunal que en función de las "pruebas" que les brinda su "amo" absuelve o condena al "reo".
Cuando un "asunto" entra en el “Juzgado del Pueblo”, todo lo demás deja de tener valor. Si la sentencia del "tribunal popular" es condenatoria; no ha Justicia real que absuelva al "reo". Su cárcel será la Sociedad, en la que ocupará una "celda" con rejas mucho más infranqueables que las de hierro; las rejas del rechazo social.
La duración de las "condenas" de los "tribunales del Pueblo", no se miden por años. Su cálculo está en función de los minutos de televisión que se les dedique, o del número de portadas que la prensa escrita decida otorgarles.
En demasiadas ocasiones, el “Primer Poder” se rinde a los intereses del “Cuarto”, y en una flagrante conculcación de los derechos de las personas, proporciona a este toda la “munición” necesaria para que el "reo" sea “fusilado” inmisericorde.
Mientras la Justicia es lenta y torpe hasta no encontrar adjetivos para definirla; el "Tribunal del Pueblo", perfectamente lubricado y puesto a punto, actúa con la celeridad del rayo.
Sus "asuntos" se resuelven, en los veinte segundos que dura un titular televisivo. Antes de que el programa concluya, el Pueblo ya ha dictado "sentencia": el "reo", casi siempre, es encontrado culpable.
Ya no hay juez que pueda absolverte.
¿Derecho a un juicio justo? No me gastes bromas, por favor.
 

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