
Los derechos que acompañan a las personas yo los califico en dos
categorías:
Derechos Reales, y
Derechos Ficticios.
Los primeros son aquellos que asisten al individuo desde el
momento de su concepción hasta el momento de su desaparición, e incluso más
allá de la muerte.
Los segundos son menos claros, y no acompañan al individuo desde
el momento de su concepción hasta más allá de la muerte.
Dentro de este segundo grupo ha tomado carta de naturaleza el
llamado Derecho a la Información; un derecho que, en demasiadas ocasiones, se
sobrepone sobre los derechos que yo he dado en llamar Reales.
Ese falso derecho, no nace, como el resto de los derechos reales,
del Derecho Natural, origen y principio de todos los demás. Su origen es
puramente mercantil, y asociado a los intereses de un potentísimo Grupo de Presión
llamada en sus orígenes: Prensa.
Un Grupo de Presión al que por su fuerza se le ha denominado:
" El cuarto poder"; un ordinal que no es adecuado, pues, en realidad,
es el poder supremo de las Sociedades denominadas libres.
Este “Cuarto Poder”, necesitaba un refugio jurídico desde el que
poder hacer y deshacer a su antojo; y, claro está, lo consiguió.
El “Primer Poder”, sabedor de la fuerza de su rival, no dudó en
diseñar unas reglas del juego para que los Medios de Comunicación pudieran
actuar, casi, con total impunidad, y desarrolló legalmente el Derecho a la
Información.
Con la fuerza que da el saberse respaldado por el Ordenamiento
Jurídico, el campo estaba expedito para que el “Cuarto Poder”, con el tiempo,
llegara a ser el “Primer Poder”.
Un poder no sujeto a la voluntad de los ciudadanos; un poder que
no nace en las urnas; es una fuerza arrolladora que cómo un Leviatán hace y
deshace en la sociedad; manipula las voluntades de los individuos realizando
esa función tan moralmente discutible como es la "creación de
opinión".
Cualquier Poder, ya sea Ejecutivo, Legislativo o Judicial, antes
que a la voluntad popular se somete a la voluntad de los medios; pues no en
vano ellos son capaces de destronar a reyes y gobiernos.
No es raro contemplar, con sonrojo, como los Poderes del Estado
han sucumbido ante ellos. Su miedo es tan visceral que antes de tomar una
decisión, sondean cual será la reacción del “Cuarto Poder”, mediante lo que,
eufemísticamente, se ha dado en llamar: " Globos sondas".
Se filtra de manera intencionada una idea, y se espera la
respuesta del "todopoderoso"; en función de la aquiescencia o no del “Cuarto
Poder”; el “Primer Poder” actúa.
Como los Medios de Comunicación son grandes conocedores de la
condición humana, no en vano llevan muchos años manipulándola, han conseguido
el mejor aliado que pudiera encontrarse: el Pueblo. Un Pueblo al que han
convertido en Juez y Fiscal de las causas que son de su interés. Un tribunal
que en función de las "pruebas" que les brinda su "amo"
absuelve o condena al "reo".
Cuando un "asunto" entra en el “Juzgado del Pueblo”,
todo lo demás deja de tener valor. Si la sentencia del "tribunal
popular" es condenatoria; no ha Justicia real que absuelva al
"reo". Su cárcel será la Sociedad, en la que ocupará una
"celda" con rejas mucho más infranqueables que las de hierro; las rejas
del rechazo social.
La duración de las "condenas" de los "tribunales
del Pueblo", no se miden por años. Su cálculo está en función de los
minutos de televisión que se les dedique, o del número de portadas que la
prensa escrita decida otorgarles.
En demasiadas ocasiones, el “Primer Poder” se rinde a los
intereses del “Cuarto”, y en una flagrante conculcación de los derechos de las
personas, proporciona a este toda la “munición” necesaria para que el
"reo" sea “fusilado” inmisericorde.
Mientras la Justicia es lenta y torpe hasta no encontrar adjetivos
para definirla; el "Tribunal del Pueblo", perfectamente lubricado y
puesto a punto, actúa con la celeridad del rayo.
Sus "asuntos" se resuelven, en los veinte segundos que
dura un titular televisivo. Antes de que el programa concluya, el Pueblo ya ha
dictado "sentencia": el "reo", casi siempre, es encontrado
culpable.
Ya no hay juez que pueda absolverte.
¿Derecho a un juicio justo? No me gastes bromas, por favor.
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