Allá por el año 1971, la cordobesa localidad de Bélmez, un pequeño
pueblo de la provincia, saltó a la popularidad por dos hechos bien diferentes.
Uno, la fama que adquirió por la participación de su alcalde Rafael
Canalejo en un popular concurso del TV. Denominado “Un millón para el mejor”
El segundo hecho fue la aparición, en una de las viviendas del
pueblo, de unas manchas en el suelo que asemejaban caras humanas. Unas figuras
que en poco tiempo se las conoció como las “caras
de Bélmez”
Por muchos intentos que se hicieron para borrarlas, las “caras” reaparecían una y otra vez, sin
que se pudieran averiguar, a ciencia cierta, qué fenómeno natural las producía.
Surgieron teorías y conjeturas de todo tipo para encontrar una
explicación al extraño fenómeno. Pero, las caras no desaparecían.
La Historia de los Pueblos, tiene mucha semejanza con el extraño
fenómeno del pueblo cordobés: por mucho que se intente borrarla, nunca
desaparece.
Viene esta digresión a cuento, por el extraño hecho que de un
tiempo a esta parte se produce en España, respecto a un determinado periodo de nuestra
Historia, al que se le ha dado en llamar “El
Franquismo”.
Fueron cuarenta años de nuestra Historia que sucedieron, y que por
muchos intentos que se hagan por borrarlos no se conseguirá; por la sencilla
razón de que el pasado no puede borrarse.
De unos años para acá, en España, no pocos representantes
públicos, empujados por determinados movimientos políticos y sociales, se han
embarcado en la obra de tratar de eliminar todo vestigio que recuerde ese
periodo de nuestra Historia.
Es un esfuerzo inútil, y por lo demás costoso, que no podrá
eliminar lo que en nuestro país sucedió.
Quitar estatuas, bustos, rótulos, nombres de calles, no servirá
para nada.
La Historia, al igual que las "caras de Bélmez", reaparecerá; porque
la Historia es indeleble.
La larga Historia del Pueblo español, antes y después de ser una
nación, ha recogido en su extenso “libro” periodos de todo tipo y condición.
Desde ser el Imperio más grande jamás conocido, hasta ser un pequeño Estado
sumido en la división, y la desidia.
En ese larguísimo periodo de tiempo, han ocurrido acontecimientos
de la más diversa traza, tanto social como política como militar.
Nuestras calles y plazas, lucen nombres de los hombres y mujeres
más diversos de nuestra Historia, sin que nadie tenga en ello el más mínimo
reparo; teniendo cada uno de ellos, en sus alforjas, actos buenos, y actos
malos.
Desde los Reyes Católicos, hasta Felipe VI, el elenco de
forjadores de nuestra Historia es
prolijo y extenso.
De todos ellos, sólo un periodo de tiempo, el que va de 1939 a
1975, al parecer de algunos, es merecedor de ser borrado del libro de nuestro
destino.
Desde los judíos expulsados de la Península; desde aquellos
soldados que murieron en los campos de batalla de España o de Flandes; de Nápoles,
o de Cuba, todos sufrieron el sino que alguien ajeno a ellos les dictó.
Liberales contra absolutistas; carlistas contra Isabelinos; Constitucionalistas
contra monárquicos; y un larguísimo… etc. ha enfrentado secularmente a los españoles
entre sí.
Espartero, Zumalacarregui, Alfonso XII, Alfonso XIII, hasta el
General Primo de Rivera son nombres dados por buenos, por aquellos que quieren
reescribir una Historia que no puede ser reescrita.
Porque los hechos de nuestro pasado, al igual que ocurrirá con los
venideros, no pueden ser modificados.
Se quitarán estatuas, rótulos, banderas; se cambiará el nombre a
pueblos y edificios; todo eso será inútil.
“Las
caras de Bélmez” volverán a aparecer, por mucha “lejía” que se use.
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