viernes, 30 de junio de 2017

LA CARNE

Génesis 1:26-27 – “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. (27) Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”

Así describen las Sagradas Escrituras la creación del Hombre por Dios.
Como casi todo lo que en ellas se contiene son metáforas y alegorías para explicar al Hombre su origen y su destino.
Desde que se escribieron, una fecha que se pierde en la Noche de los Tiempos, aquel ser creado a imagen y semejanza de Dios, ha evolucionado  y cambiado mucho. Una evolución que transciende al competo darwiniano de la evolución de las especies.
Extinguido el Homo Erectus, hizo su “aparición” el Homo Sapiens; un especie mucho más evolucionada, y a la que hemos dado en llamar “Animal Racional”, o “Especie Inteligente”.
No entraré a analizar lo acertado o no de estas denominaciones, sino sus resultados.
El Homo Sapiens aprendió a hablar, a leer, a escribir, y en cierto modo a pensar y razonar.
Algunos de ellos, leyeron el párrafo de las Sagradas Escrituras, que encabeza este escrito, y aplicando un proceso de racionalidad se dijeron: Si Dios Hizo al Hombre a su imagen y semejanza; somos iguales a Él. Si somos iguales a Él, nosotros también podemos crear un Hombre.
Y asumido el principio de su igualdad con el Sumo Hacedor, le imitaron.
Y consiguieron crear vida.
Sin embargo, olvidaron leer aquel parrado de las Sagradas Escrituras que dice:
Genesis 1-28 Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.
Muchos siglos después de ser escritas estas frases, cuajadas de un sentido amplio de relación hombre y mujer, complementado siempre con el elemento esencial que es el amor, el Hombre ha reducido el más grande de los principios que rigen la Humanidad, a un pobre y triste tubo de ensayo.
Ser “creado” en un laboratorio, es una triste manera de nacer. No sé si ser “niño probeta”, influye o no en el desarrollo mental de los individuos así “concebidos”.
No sé si saberse “creado”, no como resultado de un acto de amor, e incluso de pasión, afecta al nuevo ser.
El Ser Humano ha evolucionado por caminos no siempre siguiendo los principios que Dios le marcó al ser creado.
En nuestros días, el Hombre se compra como si de un trozo de carne se tratara. Ha surgido el “Mercado del Hombre”.
En los expositores, podemos elegir la clase de “producto” que deseamos adquirir. Y en función de ellos pasamos por los distintos departamentos del “Mercado”.
En nuestra “lista de la compra” llevamos anotado aquello deseamos conseguir; y el precio que estamos dispuesto a pagar.
Como en todo mercado que se precie, hay mercancías para todos los bolsillos.
Esperma de gran calidad.
Óvulos con pedigrí.
Vientres para alquilar, al igual que los coches de alquiler, con diversos precios.
En este enorme “Mercado de Carne”, no falta, por supuesto el Mercado Negro”. En él podemos encontrar, escondidos en sórdidos desvanes, vientres para alquilar por el módico precio de un plato de arroz. Una pobre niña, casi impúber, recibirá la “semilla” que fertilizará sus incipientes óvulos; para, nueve meses después, recoger la mercancía.   
Algunos muestran orgullosos sus “compras”, con la misma satisfacción que un nuevo rico presenta a su vecinos el último modelo de vehículo de alta gama que se ha comprado.
Seres humanos, (técnicamente lo son), que nacen sin el elemento esencial que todo ser humano precisa: una madre.
Esos “seres a la carta”, son como ese gran vehículo que por fuera es perfecto; pero, que carece de motor.
Hombres, y mujeres que no tendrán a esa Eva que Dios creó para que fuera su fuente de vida, su sostén; el refugio en los momentos de desaliento y dolor. No podrán escuchar de sus labios, esa canción susurrada al oído que le calma en su lloro, y le lleva la paz a su espíritu.
Ni siquiera podrán gozar, de las lágrimas que todos derramamos cuando perdemos a una madre. Hasta eso se les niega.

Es el resultado lógico de un “Mercado Imperfecto”.

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