Desde hace algún tiempo, la mayoría de los españoles se han vuelto
analfabetos de forma masiva. Nadie de los millones de personas que han
realizado una actividad financiera con un Banco o Caja, sabía lo que hacía;
algo que dice muy poco de la capacidad intelectual de los españoles.
En las “revueltas aguas” que surgieron a rebufo de la situación de
las Entidades Financieras, muchos echaron sus cañas para ver qué se podía
pescar.
Gabinetes de abogados encontraron una mina de oro, en ese “rio
revuelto”, y, con no demasiados escrúpulos, se lanzaron a la caza y captura del
“ignorante”.
La intervención de los Tribunales, españoles y de la UE, echaron
su “cuarto a espadas” para que las aguas se oscurecieran aún más.
Un argumento, falaz; pero, efectivo, fue el santo y seña de los “pescadores”:
“Hemos sido engañados”; “No sabíamos lo que firmábamos”; “no nos explicaron nada”.
Argumentos de poca solidez jurídica, y fácilmente desmontables; pero, que
calaron profundamente en la sensibilidad de nuestros togados, y los ajenos.
En ese “torrente herrumbroso” en el que se echaron las “cañas”;
había, también, “pescadores de altura”.
Uno de estos “buque insignia” de la “flota” fue Iberdrola, que
quiso echar sus redes (estos no pescaban con caña) para recoger lo que se
pudieran.
De todos es conocido el fiasco que supuso la salida a Bolsa de las
acciones de Bankia. A pesar de las campanas que sonaron en Wall Street, todos
los expertos, y no tan expertos, sabíamos que aquello era totalmente inviable.
Ya he dicho en alguna ocasión que un edificio construido con
escombros, tiene poca resistencia.
La Oferta Pública de Acciones del nuevo banco, no suscitó el
entusiasmo de los inversores internacionales; quienes, valoraron la acción a
precio de “bono basura”.
Se tocó a rebato para colocar las acciones entre inversores
españoles, entre los que se encontró Iberdrola.
Es bastante probable que las acciones comerciales que se
realizaron para colocar los títulos no fueran realizadas con las exigencias que
la MiFID obliga; y que para salvar el escollo, se hicieran mangas y capirotes.
Pero, engañar a una de las más potentes empresas de España, no
parece que fuera algo tan sencillo; sin embargo, mientras sus colegas
internacionales dieron calabazas a Bankia, la Eléctrica se echó en los brazos
de la Entidad Financiera. ¿Por qué?
Esta es mi teoría.
La colocación de las acciones entre minoristas, costó “sangre”,
sin que por ello se llegara a cubrir el total de la emisión, lo que hacía
necesario llamar a la puerta de “un grande” en demanda de socorro.
La buena sintonía de las empresas Eléctricas, inmersas en aquel
tiempo en una dura negociación legislativa que regulara las nuevas fuentes de
energía, hacía de estas empresas, el “socio” ideal para sacar a Bankia del
atolladero.
Creo que no es descabellado defender la hipótesis de una
negociación bilateral entre Ejecutivo y/o legislativo con Iberdrola, para que
en un “quid pro quo” todo quedara arreglado.
Tampoco creo que sea descabellado sostener la hipótesis de que
esas negociaciones dieron su fruto, e Iberdrola entró como socio de referencia
en el ya Banco.
Si levantamos la mirada, en el “horizonte” se puede contemplar una
cierta concordancia temporal entre esta entrada accionarial, y los extraños, e
incomprensible, movimientos regulatorios del Sector Eléctrico español. Desde subvenciones,
pasando por la ridícula “Ley del Sol”; las subastas de Energía, y el
indescifrable sistema de tarifación a los consumidores, parecen avalar la hipótesis
de un acuerdo bilateral, o trilateral.
Sin embargo, algo no ha debido funcionar todo lo bien que se
pensaba, y la Eléctrica quiso recuperar
las inversiones realizadas. Es posible que, forzada por sus accionistas, a los
que el “enredo” nos les convenció demasiado, la Empresa tuvo que salir a “pescar”
en el “rio revuelto”.
Su argumento, el mismo que los pequeños “pescadores”: habían sido
engañados.
Tan endeble base jurídica ha tenido la lógica (cosa rara)
respuesta del Tribunal de Primera Instancia, en la que viene a decir, más o menos:
Hombre, decir que ustedes fueron engañados, es ridículo.
Pero, si cuela, cuela. Aunque como todo “poderoso” sabe, aún queda
el recurso ante el Tribunal Supremo. En él las cosas pueden dar un giro de 180
grados, y tengamos que ser, de nuevo, los españolitos quienes paguemos a la
Empresa Eléctrica su nefasta inversión.
No tengo claro cómo nos sacarán la “pasta”; pero, de que nos la
sacan; estoy convencido.