Casi concluidas las Saturnales de 2016, retomo la
"pluma" para reflexionar sobre aquello que me importa o que me lleva
a recapacitar. En esta ocasión mis pensamientos no me han trasladado demasiado
lejos; sólo debo retornar al día de ayer a las 00,01 horas.
En esa "mágica" hora, en casi todo el globo terráqueo,
millones y millones de personas celebrábamos, con enorme algazara, la recalada
de un Nuevo Año. Besos, abrazos, buenos deseos y parabienes, todo ello regado
con abundantes dosis de alcohol, tras haber ingerido, los más afortunados,
opíparas viandas.
A la mañana siguiente, tras haber dormido poco y mal, retorno a mi
rutina. Un café ligero, y a ver qué ocurre por el mundo. Y ¿qué ocurría en el
mundo? pues exactamente lo mismo que cualquier otro día: tragedias, muerte,
desolación, injusticias.
Con la casa en silencio, la familia dormía, mi reflexión no pudo
derivar nada más que a analizar el por qué año tras año; siglo tras siglo,
celebramos el cambio de algo, cuando en realidad no cambia nada.
Desde la noche de los tiempos el Hombre ha sobrevivido intentando
comprender el mundo que le rodea, lo que dio lugar a todo tipo de
supersticiones y leyendas. Supersticiones y leyendas que se debían concebir
para sobrellevar lo contradictorio de su existir.
El Ser Humano necesita refrendar el concepto de Ser Superior, en
relación a cualquier otro ser vivo, que puebla nuestro Planeta. Nos dimos el calificativo
de Seres Inteligentes, en contraposición con los brutos que nos rodean. Y a
fuerza de repetirnos el halago nos lo hemos creído.
La creencia se arraigó de manera tan poderosa, que llegamos a
pensar que, de un día para otro, podemos cambiar nuestro Destino. Convertir lo
malo en bueno; lo feo en bello; lo grande en pequeño. Todo ello en el breve
espacio de tiempo de un segundo.
Nuestro Regreso al Futuro, no existe; es una enorme mentira que
nos repetimos año tras año, con el fin de darnos valor para continuar nuestro
peregrinar hasta que el Hado nos marque el final del camino.
En estos días, en los que el azar me ha llevado a sacar de la
estantería el libro de Giovanni Papini "El juicio Universal", su
lectura ha potenciado mis cuitas sobre el Hombre.
Ese "juicio" al que el autor somete a personajes reales
y ficticios, ya desaparecidos, traslada al papel lo que el Ser Humano alberga
en su interior.
Los más grandes Hombres desgranan, ante el Ángel, sus
"pecados" en la Tierra; con un resultado, casi idéntico, entre todos
ellos. La maldad, es el común denominador. Ricos y pobres; poderosos o humildes;
todos adolecen de las mismas debilidades: la soberbia, la lujuria, el
despotismo...etc.
Pocos son los que se presentan ante el Gran Juez con la conciencia
limpia.
No pocos de ellos, reprochan al Sumo Hacedor el haber actuado en
la vida de la manera perversa que lo hicieron.
El autor pone en boca de sus personajes una cuestión siempre
discutida: Si Dios hizo al Hombre a su imagen y semejanza; ¿por qué impera la
maldad en nuestros corazones?
Para tan ardua cuestión cada uno de nosotros tendrá una respuesta;
todas ellas válidas, según nuestra manera de entender al Ser Humano.
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