miércoles, 12 de febrero de 2020

MÁS QUE DUDAS

Visionando un reportaje del periodista Simon Reeve, sobre Grecia; este toca, el tema de los refugiados sirios que llegan desde Turquía hasta las costas de la isla de Lesbos. Al concluir , muchas son las preguntas que se quedan sin respuesta respecto a Grecia y los griegos; sin embargo, en lo que respecta a los refugiados dos me parecieron especialmente interesantes.
El reportaje, que debe tener unos dos años de antigüedad, dos dudas me asaltaron por encima de otras.
La primera tiene una dimensión temporal, y es:  en este febrero del años 2020 ¿ dónde están los cientos de miles de refugiados con los que nos encogían el corazón no hace mucho? Pues, nadie lo sabe, o al menos nada se dice. Lo que me lleva a sospechar,- bueno, mejor dicho ,a tener la certeza-, de que el ser humano sólo tiene valor como elemento  de atracción periodística.  Si este decae, aquel hace lo propio.
Si el cómodo ciudadano europeo se cansa de que le den el almuerzo o la cena, con las miserias de la Humanidad y cambia de canal, o pasa la página del periódico; los llamados Medios de Comunicación le permiten terminar su suculento almuerzo o cena, sin crearle desasosiego. Niños ahogados, sí; pero, en su justa medida.
La segunda cuestión que se suscita en el reportaje, es aún de mayor calado; si eso fuera posible. 
La escena es la siguiente.
Siguiendo el camino que llevan los refugiados llegados a las playas de Lesbos, Simon Reeve, y su equipo se encuentran con dos mujeres al borde la extenuación. Una de ellas lleva en sus brazos a un niño inconsciente. Ayudan a las mujeres y al pequeño proporcionándoles agua y consuelo. Los sube a su coche para llevarles a un centro donde puedan ser asistidos. A los pocos kilómetros contactan con el resto del grupo familiar que las ha dejado a su suerte. Los hombres que lo integran, obligan a las mujeres a bajar del vehículo, porque no pueden estar junto a un hombre sin permiso.
El periodista, impotente, debe dejar a las mujeres, y continuar su camino.
Tras este este hecho se pregunta ¿ cómo podrán entender estas personas la Cultura a la que van? Una cultura, la europea, que es absolutamente antagónica a la que desde hace miles de años, viven estos refugiados. El periodista no da respuesta; pero, yo sí la daré. 
Cuando estas personas lleguen a la próspera y libre Europa, recibirán un choque emocional que, en la mayoría de los  casos serán incapaces de internalizar.
Si viajamos a cualquier lugar de Europa, sobre todo en las grandes ciudades, tendremos la respuesta a esta pregunta. Y esa respuesta son los "Guetos". Cada comunidad cultural crea sus propios espacios culturales impermeables al resto. Nada sale de allí; y nada entra. Sus raíces permanecen incólumes. No existe integración en lo más mínimo. Aquellos miembros que se rebelan, y quieren asumir como suya una cultura que no les es propia son rechazadas por el entorno social y familiar; hasta que su comportamiento es reducido a la norma. Usando la violencia en todos sus grados, si ello fuera preciso.
Las culturas de todos los pueblos y las civilizaciones que los acompañan, son incompatibles unas con otras. Las leyes, los usos sociales, las costumbres sexuales, pueden ser cambiadas en un grupo determinado; pero, pretender que pensamientos antagónicos los acepten, es un imposible. 
Por ello, siempre he sido contrario a eso que se ha dado en denominar integración cultural (forzosa); porque, ella sólo implica llevar a las comunidades a un mayor enfrentamiento, y en muchos casos a la violencia moral o física.
Por mucho que algunos lo pretendan, las "sombras de la cueva", no son la realidad.

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