lunes, 9 de abril de 2018

ALEJANDRO MAGNO


La Historia afirma, y la Leyenda atribuye al gran guerrero Alejandro Magno, el hecho de obligar a sus huestes quemar las naves.
El general macedonio, en una de sus múltiples batallas, viendo que los soldados que comandaba hacían gala de poco espíritu guerrero para combatir, obligó a quemar las naves que les habían trasladado para que el único camino posible fuese el de la lucha.
La Historia afirma, y la Leyenda atribuye a ese acto, la expresión: “Quemar las naves”. Frase que ha tomado carta de naturaleza en nuestro acervo cultural para indicar que sólo el camino hacia adelante es posible. Que, tomada una decisión, no hay marcha atrás, pase lo que pase.
Existen momentos en la Historia de los Pueblos en los que, llegando a una encrucijada, hay que tomar una decisión de la que no vale el arrepentirse; sólo es posible el acometerla, y afrontar el resultado que el Destino les depare.
España ha llegado a ese momento crucial de su Historia, - uno más de los muchos acontecidos- en los que debe tomar una decisión trascendental para determinar que ocurrirá con su futuro como país libre e independiente.
Dos alternativas se presentan: retroceder, y morir con una flecha clavada en la espalda; o hacer lo que el macedonio “quemar las naves”, y luchar.
En el último caso sólo los Hados saben lo que ocurrirá; vencer, y salvarnos como país libre; o morir, pero con la flecha clava en el pecho.
No son estos, argumentos fáciles de entender el siglo XXI en nuestro país. Máxime cuando nosotros mismos cuestionamos nuestra propia esencia como nación.
A diferencia de Alejandro Magno, cuyos enemigos eran otros Pueblos. Nuestro enemigo se encuentra entre nosotros, lo que hace la misión mucho más difícil y dolorosa.
La Constitución de 1978, que muchos creímos que, por fin, rompería el maleficio de nuestro pasado, se ha devenido en arma mortífera contra ella misma.
Esa Constitución que quiso romper con el pasado, y darnos un futuro en Unidad, Igualdad, y Libertad; se ha tornado en el elemento que nos ha llevado, cuarenta años después, a que no seamos un país unido, ni igualitario, ni libre.
Hoy, España, ve rota su unidad de hecho; y está en camino de ser desmembrada de Jure. Terminando con la nación que surgió en el campamento de Santa Fe.
Hoy, España, es un país en el que la igualdad entre sus ciudadanos, sencillamente, no existe. Convertida una serie de tribus, cada tribu rechaza al que no es parte de ella. Ser ciudadano español, sólo tiene valor, menuda paradoja, fuera de nuestras fronteras. En España, no hay españoles; hay andaluces, gallegos, catalanes, y así hasta 17 ciudadanías diferentes. Nuestro idioma, sólo tiene aceptación universal,- otra paradoja más-, fuera de nuestro territorio. Allí, el español es un idioma respetado, que puede abrir puertas, y dar oportunidades de trabajo.  Dentro de los Pirineos, el español, es un idioma odiado, - no sólo no respetado- y lejos de suponer un valor en si mismo, se vuelve enemigo irreconciliable. y obstáculo insalvable para muchos. Se valora más el que alguien hable un dialecto, a su formación académica o científica.
Hoy, España, es un país que ha perdido la Libertad. Los españoles tienen miedo a expresar sus ideas libremente por temor a ser “blasonados” con cualquiera de los arcaicos conceptos de épocas que creíamos superada con la Constitución de 1978.
Tras cuarenta años de bonanza, la tormenta de nuestra Historia vuelve a aparecer en los cielos de la vieja piel de toro.
Es llegado el momento de quemar las naves, o de rendirnos.
Unos viviremos los últimos años de nuestra vida, viendo que aquello por lo tanto se trabajó, no ha servido para nada. Lamentando que el haber logrado la convivencia entre ideologías absolutamente antagónica, no ha servido para nada; y sentir que hemos fracasado como ciudadanos libres.
Los más jóvenes, perdidos los valores que como españoles se tenían, seguirán acomodados en un dulce dejarse llevar, sin que nada de lo que ocurra a nuestra nación les importe en absoluto.
Si Macedonia tuvo su Alejandro Magno; España, en este malhadado siglo XXI, no tiene a nadie que ordene “Quemar las naves”.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo. En cuanto nos dieron suelta, nos hemos desperdigado como vecinos mal avenidos.
    Fernando.

    ResponderEliminar