La
Historia afirma, y la Leyenda atribuye al gran guerrero Alejandro Magno, el
hecho de obligar a sus huestes quemar las
naves.
El
general macedonio, en una de sus múltiples batallas, viendo que los soldados
que comandaba hacían gala de poco espíritu guerrero para combatir, obligó a
quemar las naves que les habían trasladado para que el único camino posible
fuese el de la lucha.
La
Historia afirma, y la Leyenda atribuye a ese acto, la expresión: “Quemar las naves”. Frase que ha tomado
carta de naturaleza en nuestro acervo cultural para indicar que sólo el camino
hacia adelante es posible. Que, tomada una decisión, no hay marcha atrás, pase
lo que pase.
Existen
momentos en la Historia de los Pueblos en los que, llegando a una encrucijada,
hay que tomar una decisión de la que no vale el arrepentirse; sólo es posible
el acometerla, y afrontar el resultado que el Destino les depare.
España
ha llegado a ese momento crucial de su Historia, - uno más de los muchos
acontecidos- en los que debe tomar una decisión trascendental para determinar
que ocurrirá con su futuro como país libre e independiente.
Dos
alternativas se presentan: retroceder, y morir con una flecha clavada en la
espalda; o hacer lo que el macedonio “quemar
las naves”, y luchar.
En
el último caso sólo los Hados saben lo que ocurrirá; vencer, y salvarnos como
país libre; o morir, pero con la flecha clava en el pecho.
No
son estos, argumentos fáciles de entender el siglo XXI en nuestro país. Máxime
cuando nosotros mismos cuestionamos nuestra propia esencia como nación.
A
diferencia de Alejandro Magno, cuyos enemigos eran otros Pueblos. Nuestro enemigo
se encuentra entre nosotros, lo que hace la misión mucho más difícil y dolorosa.
La
Constitución de 1978, que muchos creímos que, por fin, rompería el maleficio de
nuestro pasado, se ha devenido en arma mortífera contra ella misma.
Esa
Constitución que quiso romper con el pasado, y darnos un futuro en Unidad, Igualdad, y Libertad; se ha
tornado en el elemento que nos ha llevado, cuarenta años después, a que no
seamos un país unido, ni igualitario, ni libre.
Hoy,
España, ve rota su unidad de hecho; y está en camino de ser desmembrada de Jure. Terminando con la nación que surgió
en el campamento de Santa Fe.
Hoy,
España, es un país en el que la igualdad entre sus ciudadanos, sencillamente,
no existe. Convertida una serie de tribus, cada tribu rechaza al que no es
parte de ella. Ser ciudadano español, sólo tiene valor, menuda paradoja, fuera
de nuestras fronteras. En España, no hay españoles; hay andaluces, gallegos,
catalanes, y así hasta 17 ciudadanías diferentes. Nuestro idioma, sólo tiene
aceptación universal,- otra paradoja más-, fuera de nuestro territorio. Allí,
el español es un idioma respetado, que puede abrir puertas, y dar oportunidades
de trabajo. Dentro de los Pirineos, el
español, es un idioma odiado, - no sólo no respetado- y lejos de suponer un
valor en si mismo, se vuelve enemigo irreconciliable. y obstáculo insalvable
para muchos. Se valora más el que alguien hable un dialecto, a su formación
académica o científica.
Hoy,
España, es un país que ha perdido la Libertad.
Los españoles tienen miedo a expresar sus ideas libremente por temor a ser “blasonados” con cualquiera de los
arcaicos conceptos de épocas que creíamos superada con la Constitución de 1978.
Tras
cuarenta años de bonanza, la tormenta
de nuestra Historia vuelve a aparecer en los cielos de la vieja piel de toro.
Es
llegado el momento de quemar las naves,
o de rendirnos.
Unos
viviremos los últimos años de nuestra vida, viendo que aquello por lo tanto se
trabajó, no ha servido para nada. Lamentando que el haber logrado la convivencia
entre ideologías absolutamente antagónica, no ha servido para nada; y sentir
que hemos fracasado como ciudadanos libres.
Los
más jóvenes, perdidos los valores que como españoles se tenían, seguirán
acomodados en un dulce dejarse llevar,
sin que nada de lo que ocurra a nuestra nación les importe en absoluto.
Si
Macedonia tuvo su Alejandro Magno; España, en este malhadado siglo XXI, no
tiene a nadie que ordene “Quemar las
naves”.
Totalmente de acuerdo. En cuanto nos dieron suelta, nos hemos desperdigado como vecinos mal avenidos.
ResponderEliminarFernando.