Desde que en siglo XIX el neurólogo austriaco impulsó a la moderna
psiquiatría, mucho se ha avanzado en el conocimiento de la mente humana. Decir
mucho en lo que se refiere al comportamiento del cerebro humano, no es decir
gran cosa.
Básicamente lo nuevo ha consistido en dar nombre a determinadas
patologías, sin saber a ciencia cierta cuál es su origen.
Afirmar que la psiquiatría se encuentra aún en mantillas, no es
descubrir nada nuevo.
Si el estudio del comportamiento de la persona, es incipiente, lo
que podríamos denominar Personalidad Social, está todavía más atrasada. Y no es
por falta de ejemplos; pues, desde que el Hombre vive en Sociedad sus actos en
grupo han tenido, en muchos casos, un claro componente de alteración mental
colectiva.
El siglo XXI, con todo sus avances en materia de información y
conocimientos, no ha modificado en nada las extrañas conductas que como grupo
social tenemos.
Estoy de acuerdo con Mariano José de Larra al afirmar que no
existe una Sociedad, sino miles de grupos sociales, más o menos,
interrelacionados. Esa división social a la que hacía referencia “Fígaro” es
quizás en este siglo mucho más evidente sometido a un infatigable flujo de
información.
Cada vez más el individuo cede su espacio al grupo; su sociedad le
fagocita, y le conduce en sus comportamientos, en una clara manipulación por el
“líder”.
Porque toda fracción social tiene un “líder”, que marca las
maneras del proceder individual de quienes la integran.
En ese liderazgo, no se ha cambiado nada; únicamente en la
fortaleza de la capacidad de transmisión de la idea del “líder” que crece de
manera exponencial, y se desplaza a la velocidad de la luz.
Aquellos individuos de la Edad Media, pobres y analfabetos,
sojuzgados por el yugo del poderoso, son los mismos, menos pobres, y menos
analfabetos, que existen en nuestros
días. Pero el seguidismo de que hacen gala, es exactamente el mismo.
Preguntarse el por qué el Hombre ha renunciado a su
individualidad, es muy complicado de responder; al menos por mi parte.
Puedo intuir, que no saber, alguna de las razones. Razones que me
llevan a la Familia y a la Escuela. Las instituciones que son las responsables
de la formación del individuo desde que sale del seno materno.
Poco o nada queda de aquellas maneras de entender la Familia y la
Escuela, que forjaban la personalidad del sujeto, y le inculcaban principios
sólidos para acometer su paso por la vida.
La desestructuración familiar, con números casos de fragmentación,
arrastran a niños y jóvenes al aislamiento, y a ser presa fácil de quienes,
conocedores de ese vació moral e intelectual, lo aprovechan en beneficio propio.
La Escuela ha seguido, casi de manera paralela, los pasos de la
Familia. Usada como instrumento de control social, y por ende del individuo, ha
caído en la fosa del descrédito y el desconcierto, de alumnos y docentes.
En este escenario, no es extraño que cada día contemplemos usos y
abusos de determinadas tendencias que utilizan al individuo para modificar las
estructuras de una Sociedad Global, mediante la modificación de las sociedades
singulares a las que se refería el
escritor madrileño.
Si el insigne neurólogo austriaco aún estuviera entre nosotros,
quizás nos podría dar luz en esta oscuridad que los envuelve, y que nos lleva a
avanzar hacia un mundo desconocido de manera irreflexiva, y ciega.
La persona se entrega en cuerpo y alma, al líder social. Se
convierte en miembro de una enorme Secta que, poco a poco, anula su
entendimiento; sin darse cuenta, de que lo que está entregando es su propia
vida; y lo que es aún más grave: su Libertad.
No puede existir verdadera Libertad sin Cultura. Sólo los cultos
son libres.
Atacar la Cultura, es atacar la Libertad. Algo que quienes manejan
los hilos de este inmenso guiñol, saben hacer muy bien.
La Cultura, frena las pasiones. La Cultura, enseña a razonar,
ponderar, y valorar las circunstancias que se nos presentan como verdades
indiscutibles. La Cultura, nos protege de falsos Mesías, y de falsos Profetas.
Sólo la Cultura, nos hace LIBRES. Y cada vez hay menos Hombres
libres.
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