En nuestro Planeta Tierra, todo está polarizado. Es un Planeta
bastante maniqueo. La inmensa “naranja” en la que habitamos (que no es lo mismo
que vivir) está dividida en dos: Hemisferio Norte, y hemisferio Sur.
Pero si hemos de ser justos, nuestro maltrecho Planeta no es
maniqueo; es el Ser Humano quien goza de esa calificación.
Desde de que se tiene conocimiento de que somos Seres Inteligentes,
el Hombre ha tendido a la polarización. No sé si como resultado de las energías
Positivas y Negativas que el magnetismo de la Tierra lleva consigo.
Ese maniqueísmo humano, toma “vida” en cualquiera de las acciones
del Hombre.
Los del Norte, frente a los del Sur.
Lo blanco, frente a lo negro.
Lo bueno, frente a lo malo.
El Yin, frente al Yan.
Partiendo de esas enormes polarizaciones, se ha ido descendiendo
en la escala, y a todo Pro, se le contrapone un Anti.
Al igual que ocurre con las fuerzas magnéticas opuestas, que se
repelen; esas fuerzas opuestas, en el Hombre también se repelen, con una gran
diferencia respecto a las fuerzas físicas de la Naturaleza: que estas nunca
pueden unirse; sin embargo, aquellas logran fundirse mediante la confrontación,
y la lucha.
Lo del Norte, gana a lo del Sur.
Lo blanco, vence a lo negro.
Lo bueno, se impone a lo malo.
O al contrario.
Mientras los resultados de las fuerzas magnéticas son
inalterables, las del Hombre, son mutables.
La entrada del siglo XX de la Era Cristiana, puso de manifiesto y
comenzó a realizarse una de las polarizaciones sociales más importantes:
Hombres, y Mujeres.
Los años finales del siglo XX, y los de las primeras décadas del
XXI, han sido de una enorme fuerza en lo que a la polarización Hombre / Mujer
se refiere.
Los cambios producidos inicialmente en el estatus social de la
mujer, con la consecución de importantes logros en todos los órdenes, se
hicieron mediante un desarrollo, en términos generales, bastante armónico. Una
armonía que en los albores del siglo XXI se ha roto. Una ruptura, más forzada
que real, y que ha llevado a una situación de enfrentamiento entre ambos géneros
que, en ocasiones, se traduce en tragedia.
Los que siempre gustan de pescar en las aguas revueltas, han
aprovechado determinados actos de violencia para demonizar, de manera
generalizada, e injusta, al varón, por el mero hecho de serlo.
Inicialmente esa dualidad tuvo un Polo positivo “El Feminismo”; al
que se ha contrapuesto un Polo Negativo: “El Machismo”. Y nace un maniqueísmo exacerbado,
y alimentado por quienes se han embarcado en la “cruza” de enfrentar Hombres contra Mujeres.
Hasta nuestro ordenamiento jurídico, se ha sumado a esa campaña de
culpabilizar al varón, al que se le niega, el sagrado derecho de la presunción
de inocencia.
Algunos, en esa campaña de demonización del hombre, llegan a hacer
afirmaciones, que si no fueran tan nefastas, serían de risa.
Hoy he leído a alguien que afirma que el “hombre, como género, tiene
una deuda histórica con las mujeres”.
Según esta afirmación, el mero hecho de nacer siendo del género
masculino, te convierte, desde la primera ecografía que confirma el sexo, en
deudor de las mujeres. Sin que los pulmones hayan exhalado el primer soplo de
aire, ya eres un “moroso” ante las personas del otro sexo.
Como siempre ocurre en los postulados de Manes, el final es la
confrontación.
Quienes desde el día de su nacimiento se ven tildados de cuasi delincuentes,
por el mero hecho de tener una determinada anatomía, desarrollan un rechazo
interior hacía el “Polo” que les objeta de manera injusta esa cualidad.
Este tipo de polarizaciones, no salen gratis. Solamente hay que
salir a la calle y ver y observar. Y si eso no fuera más que evidente, analizar
los cambios de comportamiento en nuestra Sociedad.
Cuando alguien, en un medio de comunicación, se plantea la duda de
“si abrir la puerta a una mujer, es machismo”, el mensaje de esa duda, está más
que claro.
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