viernes, 30 de noviembre de 2018

EL FINAL


A caballo entre dos siglos, el XIX y el XX, comenzaron a nacer las denominadas Instituciones del Ahorro Popular, que más adelante pasaron a llamarse Cajas de Ahorros y Monte de Piedad.
De la mano de los más diversos estamentos, Iglesia, Municipios, Diputaciones, o Asociaciones Gremiales, fueron, poco a poco, urdiendo un tejido financiero que llegó a representar el 51 por ciento del Sistema Financiero español.
Nacieron con una clara vocación social, al permitir el acceso al crédito a las clases populares, y evitar que siguieran siendo esquilmadas por prestamistas usureros. Junto con su estructura puramente financiera se crearon los llamados Montes de Piedad, en los que los ciudadanos podían conseguir dinero a precios razonables dejando en prenda lo más diverso del ajuar domestico; desde el anillo de bodas, hasta un corte de traje.
Hasta bien entrado el siglo XX, las Cajas de ahorros llevaron una trayectoria financiera bastante simple, pues sus operaciones se reducían a tomar los ahorros de la población, y prestárselo a esa misma población.
Desde su creación estuvieron inmersas en un extraño Limbo jurídico que nunca fue aclarado; y que, a la postre, les trajo no pocos problemas. Su vida empresarial se regía por los propios estatutos que cada entidad tenía, y por el Código de Comercio vigente en cada momento.
Ese extraño régimen legal les daba una peculiar característica: las Cajas de Ahorros, no eran de nadie. Desde su origen fueron dirigidas por representantes de las fuerzas vivas de la zona, con lo que en ellas se impuso un cierto régimen caciquil que no las abandonó hasta El Final.
A medida que fueron creciendo, y tomando relevancia en el mundo económico, pronto se convirtieron en un apetecible plato para los gobernantes de turno, y comenzaron a ser el recurso fácil con el que lograr financiar los déficits que el Estado tenía. Algo que facilitaba la excelente liquidez que disfrutaban; pues era muy superior el ahorro que captaban, a los préstamos concedidos.
Con poca, o nula, capacidad de negociación frente al poder central, y al no estar integradas en ninguna asociación que protegiera sus intereses, el que ganaran poco o nada, con esas imposiciones gubernamentales, a nadie importaba,
Cuando comenzaron a lograr beneficios empresariales, más o menos, significativos, nació una nueva situación que había que solventar. Cubiertas las obligaciones legales respecto a la dotación de las reservas legales, y estatutarias ¿qué hacer con el remanente? Pues al no tener dueños, no había a quien entregarlo. Es en ese momento cuando nacen las denominadas Obras Sociales de las Cajas de Ahorros; que fueron las depositarias de esos excedentes, y las encargadas de repartirlos a través de lo que se dio en llamar Dividendo Social.
Su plácida vida cambió a raíz de la crisis bancaria del año 1977, y la posterior Reforma del Sistema Financiero; una reforma que permitía a las Cajas de Ahorros realizar operaciones financieras vedadas para ellas hasta entonces; como eran las operaciones de descuento comercial de letras de cambio, o la concesión de créditos a las empresas.
Este cambio obligó a modificar el perfil de los directivos de las Cajas, por lo que acudieron sus gestores al mercado bancario para fichar a trabajadores cualificados para acometer el nuevo futuro que se abría a las Cajas.
Este nuevo escenario comenzó a trazar lo que sería el futuro; dando un aire de modernidad a las Instituciones que, debían actualizar todos sus sistemas de gestión interna, dando entrada a las nuevas tecnologías; y a una estrategia expansionista que, en ocasiones, se hizo con poca cabeza.
Sin embargo, quedaba sin resolver un asunto como era el extraño régimen jurídico que las regía, y que no era fácil de solventar, fundamentalmente por la oposición férrea que los grandes Bancos mantuvieron a que se convirtieran en Sociedades por Acciones, o Participaciones.
Así las cosas, un nuevo actor sale a la palestra: Las Comunidades Autónomas. Los que llegaron al poder autonómico, no tardaron en fijar su mirada en aquella perita en dulce que eran las Cajas; todas ellas fuertemente localizadas en sus límites territoriales.
Ya en el año 1985 la Ley 31/1985, de 2 de agosto, de Regulación de las Normas Básicas
sobre Órganos Rectores de las Cajas de Ahorros. marcará un antes, y un después, en el devenir de las centenarias instituciones. Con ella los centros de poder de las Cajas son entregados, en buena medida, a la Clase Política; tanto de manera directa como indirecta, o forzada.
Como corolario a esta Ley, a través de las transferencias competenciales a las Comunidades Autónomas, el control sobre las Cajas se deja en manos del poder regional.
Sentados en los sillones los elegidos por la Clase Política, y bajo el control de los gobiernos de turno de las Comunidades, fácil fue hacer con ellas mangas y capirotes.
Si esta situación ya era de por sí peligrosa, en una consecuencia derivada de la Ley de Murphy; un nuevo mal atrapó a las Cajas: la politización de El Banco de España. Órgano supervisor que, pronto, se puso al servicio del poder, dejando que las mangas y capirotes alcanzaran proporciones dramáticas, que desembocaron en la más grave crisis que nunca habían vivido, y que llevó a la desaparición de todas la Cajas de Ahorros españoles;  a la destrucción de miles de puestos de trabajo, y a la imposición de condiciones de trabajo más cercanas a la esclavitud que lo que es un sistema laboral del siglo XXI.
Unos años después de aquella masacre financiera, y social, ha tenido su bajada de telón en el Congreso de los Diputados. Un Congreso que ha dado la última palada para enterrar las centenarias instituciones que tuvieron una enorme importancia en el desarrollo de las regiones, de las familias, y que fue ayuda impagable para muchos ciudadanos sin recursos.
Por su mediación, miles de hombres y mujeres de toda España pudieron convertirse en hombres de provecho merced a las becas que les permitieron realizar sus estudios universitarios; cientos de pueblos aislados pudieron contar con servicios de ambulancias para sus emergencias más vitales; miles y miles de personas mayores pueden contar con centros de reunión en los que matar sus muchas horas de ocio, o tomar el sol en los bancos que las Cajas de Ahorros donaron a los ayuntamientos.
Largo y extenso sería el detallar lo que ese dividendo social supuso para millones de españoles.
Ayer, con el vergonzoso abrazo de Vergara, se cerró esa ilusionante empresa que surgió allá por los siglos pasados.

martes, 27 de noviembre de 2018

LAS GRULLAS

Al igual que hacen las Grullas que, cada temporada invernal,llegan a las tierras de España; con ellas aparecen otras especies de animales, que, aunque no vuelen, no dejan de ser tales.
Como cada año, fieles a la cita navideña, han llegado los descerebrados; esa especie de engendro humanoide que últimamente menudea más de lo deseable.
Fieles a sus costumbres, arremeten, como cada temporada, contra ese "grave peligro" que son los belenes callejeros.
Unos  arremeten contra ellos ,no sólo prohibiendo; sino, que le añaden su ingrediente de ofensa, para que se note bien que su cerebro está vacío, y bien vacío.
Algunos  de esos acefálicos se agarran a la tan traída y llevada aconfesionalidad del Estado, y a lo que aún es más ridículo: la posible ofensa a otras religiones, para justificar su patraña; una de las más grandes gilipolleces que se han escuchado,y leído. Porque, los mismos gobernantes que declaran esa características del Estado, celebran el nacimiento de Jesucristo, declarando fiesta nacional el día de la Navidad. Nombre que deriva del latín  Nativitas, que significa nacimiento de un nuevo ser. Por lo que no caben escapatorias semánticas, ni de las otras.
Se puede ser descerebrado (no había cerebros para todos); pero, si además eres imbécil, la cosa toma, entonces, tintes de gravedad.
La falta de cerebro se puede suplir, si se encuentra uno en Amazón, en buen estado, y a buen precio,aunque sea de segunda mano; pero,... la imbecilidad, esa, no hay quien la cure.
Que la Navidad ha perdido buena parte de su sentido religioso, es algo que pocos niegan; pero, por encima de todo ello, queda lo que es la esencia de la Cultura, y la tradición. Una Cultura que,por mucho que les pese, pervive, y goza de buena salud.
Esa salud, en lo que se refiere a los ciudadanos, es cada año más saludable ( valga la redundancia); porque, cada nuevo mes de noviembre, sus vidas se fijan un objetivo que es, la Navidad. Una palabra que con los años ha tomado muchas connotaciones; pero, que ha mantenido las que fueron su origen.
La Navidad es la personificación de los valores esenciales del cristianismo; unos valores que se fundan en el amor, y el perdón. Con esas dos simples palabras, se ha podido construir una manera de entender la vida, durante dos mil años.
Nunca en la historia de la humanidad, con tan pocos "mimbres", se hicieron tantos "cestos". Dos simples varas: amor, y perdón, han sido suficientes.
El gran problema de los ignorantes, es que confunden Iglesia, con fe y creencias; algo que, el denominado pueblo llano, sabe distinguir perfectamente.
Quienes atacan a los belenes, en realidad pretenden atacar a la Iglesia Católica; y de ahí se deriva su fracaso ante la sociedad en general.
Gracias a que hace siglos los españoles nos comenzamos a reunir entorno a un humilde paritorio, representado en cada hogar de España por medio de un belén; hoy, en pleno siglo XXI, las personas nos seguimos reuniendo; y, cantando y  bailando, olvidamos,por unos momentos, nuestra grandes, o pequeñas, rencillas.
Hasta en ese mundo tan prosaico,y materialista, como es la empresa, la Navidad permite que, jefes y empleados, cuelguen por unas horas sus "galones", y, coman, e incluso se emborrachen, juntos. El lunes todo será igual; pero, algo bueno deben tener esas reuniones, porque cada año son más. Tuvieron su breve caída por causas de la crisis; pero, en cuanto las aguas se calmaron, vuelven con fuerza.
Esos encuentros se podrían celebrar en otras fechas; pero, se hacen en Navidad; porque, el peso de la Cultura, y las tradiciones, es más fuerte que lo que diga la Carta Magna, o lo que pretendan imponer, "manu militari", esos descerebradillos que nos gobiernan.
Las pautas internalizadas por una colectividad para enfrentarse con los problemas cotidianos de la vida y de la muerte, son las que mueven a los pueblos.
Y al igual que las coplas que, cuando las canta el pueblo, ya nadie conoce su autor; las tradiciones, los usos, y las costumbres, de media humanidad, no las pueden cambiar unos pocos gerifaltillos de tres al cuarto que, así, piensan que son poderosos, y que doblegarán la voluntad de millones de personas.
Unas fotos en un periódico; unas burdas palabras para justificar sus actos, no cambian absolutamente nada.
Que media humanidad está equivocada; es posible;pero, no probable.

sábado, 10 de noviembre de 2018

EL SALMÓN


Una de las especies que pueblan la Tierra que realiza uno de los trabajos más penosos para reproducirse, y perpetuar la especie, es el salmón.
Su vida es un continuo, y penoso ir y venir del agua salada a la dulce para completar su ciclo vital.
El salmón para desovar debe remontar los caudalosos ríos en ocasiones turbulentos; debiendo sortear todo tipo de obstáculos, tanto naturales, como aquellos que la mano del hombre ha interpuesto en su camino. Siendo estos últimos los que en muchas ocasiones impiden que el viaje reproductor del salmón llegue a su culminación, y muchos de ellos perezcan en su afán por llegar al lugar idóneo en el que depositar sus huevas, y perpetuar la especie.
Trampas de todo orden le salen al camino; desde el pescador ansioso por cobrar el más preciado trofeo, el deseado Campanu, hasta las presas, y represas, construidas que interrumpen el natural curso de las aguas.
El Hombre en su transitar por la vida tiene mucho de salmón. Su vida debe remontar las turbulentas aguas que le depara el Destino; y, al igual que pez, debe superar las aguas que la Naturaleza le pone en el camino, y los muchos obstáculos que el propio hombre construye para evitar que muchos lleguen a alcanzar el objetivo vital de toda persona. Un objetivo vital que se logra con no pocos esfuerzos. Objetivos tanto físicos, como metafísicos, son los que todo aquel que pretenda alcanzar la perfección debe conseguir cumplir.
Quizás el valor más dificultoso de lograr en el largo remonte del río de la vida, sea obtener descubrir la Verdad.
La Verdad única, e irrefutable, es la que nace con los hechos; con los que mantiene una relación de simbiosis perfecta. Aquella no puede nacer sin el concurso de estos. Los hechos son el salmón; y la Verdad los huevos eclosionados.
El torrente impetuoso que es nuestro mundo de hoy hace muy dificultoso que, el salmón humano, consiga completar el trayecto a la cima del torrente, para lograr eclosionar el huevo de la Verdad.
Ante esto son muchos los salmones humanos que renuncian a remontar tan turbulento río, y prefieren permanecer cómodamente asentados en las placidas aguas del océano; aunque con ello nunca lleguen a saber cuál es la Verdad.
Sólo unos pocos se sienten con las ganas, y las fuerzas, suficientes para acometer el reto titánico de escalar el caudaloso torrente, y lograr descubrir la Verdad que muchos están empeñados en que nunca conozca.
Sin embargo, algunos contumaces salmones humanos, no se rinden, y, sorteando todos los obstáculos que les salen al camino, logran que la Verdad brote, y se dé a conocer.
Tras treinta y cinco años de trabajo en el Sector Financiero, he podido remontar el turbulento rio de la manipulación, y lograr alcanzar la Verdad. Una verdad que, como toda Verdad para que sea tal, nace de los hechos. Unos hechos que nadie puede desmentir, porque los hechos no admiten refutación alguna.
En ese largo periodo de tiempo miles de hechos acreditan la Verdad; que no pierde su condición por mucho que algunos pretendan negarla, y llamar mentiroso al que protagonizó esos hechos.
Por mis manos han pasado miles de operaciones de crédito con clientes de todo tipo; y por mis manos han pasado decenas de operaciones en las que la Entidad en la que trabajé, jugaba el papel de cliente.
Es decir, he estado en los dos lados de la mesa de las operaciones de financiación bancaria; y en ambos lados de la mesa existía un común denominador: la libertad de elección.
Una de las múltiples mentiras que, se ha pretendido convertir en verdad, ha sido la imposición de condiciones inamovibles para acceder a un préstamo, o crédito en cualquiera de las muchas Entidades que hay en España.
En el periodo de tiempo en el que estuvo en auge el llamado Boom Inmobiliario, negocié con los clientes cientos de operaciones. Y cuando digo negocié, quiero decir negociar. Y en no pocas de esas negociaciones, el acuerdo no fue posible.
Todo se negociaba; y cuando digo todo, digo todo. El importe de la operación, las comisiones de todo tipo, los tipos de interés, los techos y los suelos de estos en caso de tipos variables; los plazos de duración. Por negociar se negociaba hasta el calculo de la responsabilidad hipotecaría; así, como el calculo a efectos de seguro. Se negociaba hasta la notaría en la que se firmaría el contrato; pues no todas aplicaban los mismos aranceles. Hasta las sociedades de tasación, y las compañías aseguradoras, eran objeto de esas negociaciones.
Sólo había una cosa que no se negociaba: los impuestos. Nunca, ni tan siquiera los clientes más exigentes, plantearon negociar tal cosa; porque, todos, particulares y empresas, sabían que el IAJD tenía como Sujeto Pasivo el hipotecante. Él era quien presentaba la liquidación ante el organismo competente; sin que el mencionado organismo tuviera, durante décadas, la más mínima duda sobre quién era el Sujeto Pasivo del impuesto.
De estas breves líneas surgen dos Verdades:
1.- Nadie salió de un despacho engañado.
2.- Nadie pagó un impuesto del que no fuera él Sujeto Pasivo.
Hoy, la Ley puede ser cambiada; y de hecho lo ha sido, o lo será en breve; sin embargo, la Verdad de lo acontecido, es sólo una. Porque la Verdad no admite dualidades.

jueves, 8 de noviembre de 2018

DE DIOSES Y DIABLOS


Todos los grupos sociales evolucionan, y cambian en el tiempo: cambios que nacen tanto por factores internos, como por exógenos.
Mientras esos cambios se gestan, de manera simultánea se engendran dioses, y diablos, que acompañarán al grupo hasta que su propia dinámica los sustituya.
Los dioses que surgen son de lo más variado, y variopinto; los diablos suelen ser más concretos, y menos numerosos. Por su habitualidad en los cambios sociales que se producen en España dos son los entes ascendidos a este último estadio: la Iglesia Católica, y la Banca.
Por periodos se van alternando en el devenir social, unas veces una, y otras veces otra. Sin embargo, los cambios sociales surgidos en el siglo XXI, han traído, junto a los dioses del siglo, unos diablos que comparten los odios del Pueblo al alimón: La Iglesia Católica, y la Banca.
A los diablos sociales se les suele culpabilizar de todos males que acontecen a los miembros del grupo; sin que los acusadores se paren a pensar si esas acusaciones son ciertas o falsas. Si alguien choca el pedernal con el que genera la chispa, ya el resto se encarga de avivar el fuego.
La Crisis Económica forjada en el año 2007, produjo un importante cambio no sólo económico, sino social. Un cambio que trajo consigo la modificación de la forma de vida de millones de españoles. Unas nuevas vidas en las que el fantasma del paro, de la incertidumbre, y de la emigración, rompió no pocas maneras de vivir hasta entonces placenteras.
Esos millones de personas que, se vieron afectadas por tan difícil situación, sintieron la necesidad de engendrar un diablo al que culpar de todos sus males; y, ese satán fue, una vez más: la Banca.
Hacía ella se giraron todas las miradas, y hacia ella se dirigieron todos los ataques para que la rabia contenida en sus corazones tuviera una salida.
Una vez que el diablo ha sido engendrado, ya es irrelevante determina si merece tal nombramiento, o no. La racionalidad deja paso a la venganza; una venganza que, como todas venganzas, produce magros resultados.
El cambio social con respecto a la Banca es un cambio peculiar; y lo es por el escaso tiempo transcurrido entre que la Banca fuera el dios social, a ser el Levitan de todos españoles.
Durante muchos años, cuando se produjo el denominado boom inmobiliario; y con él, para millones de españoles la Banca fue una suerte de rey Midas que hacía realidad nuestros deseos.
A ella se acudía con sonrisas en los labios para conseguir nuestra primera vivienda, en alguno de los miles de zonas residenciales que surgieron por toda España. Alegres y festivos se concurría a las notarías a firmar las escrituras, que nos hacían propietarios, merced a los prestamos que la Banca nos concedía. Unos prestamos que nos permitirían ser felices durante muchos años, gozando de los más avanzados elementos para el hogar; o, poder adquirir ese coche con el que habíamos soñado durante años.
No eran pocos los que, al salir con el preciado documento notarial bajo el brazo, festejaban el hecho con una fiesta a la que asistían amigos, y familiares. Eran los tiempos de “Vino y rosas” en los que todos éramos felices.
Nadie nos había obligado a nada; ni a comprar, ni a endeudarnos. Nadie nos obligó a ser copartícipes de los que verdaderamente se enriquecieron con nosotros: los especuladores. Queríamos aquel piso, y daba igual lo desorbitado del precio. Nos fue irrelevante comprometer una parte sustancial de los ingresos de la familia para poder satisfacer las deudas que se habían contraído.
Cuando las cañas se volvieron lanzas; y los tiempos de “vino y rosas” se transformaron en tiempos de “acíbar y espinas”, pocos reconocieron su error, y su falta de visión de futuro.
Como no era cosa de admitir los errores propios, se hizo necesaria la búsqueda de un culpable; un culpable que se encontró pronto: la Banca.
Quienes cantaban y bailaban tras la firma de su hipoteca; quienes con sonrisas y abrazos daban las gracias a notarios, y empleados de los Bancos; comenzaron a lanzar todas sus fobias contra ellos.
Muchos, perdieron de golpe la inteligencia. Años después, se convirtieron en ignorantes patológicos. Nadie sabía nada, nadie había entendido nada; todos habían sido engañados.
La Banca, sin juicio previo, fue acusada, y condenada. Desde que se abrió la veda lo que, durante años, y años, había formado parte del tráfico mercantil; lo que durante años, y años, había sido avalado, y legitimado por todas las instancias del Estado, devino en delito perseguible hasta las más altas instancias. Instancias que, como siempre ocurre, quisieron sacar rédito político a una situación que ellas mismas habían provocado.
Nadie culpó a los Gobiernos que, hicieron oídos sordos de las continuas advertencias llegadas desde innumerables lugares, y que les alertaron de los peligros. Nadie culpó a aquellos que entregaron el 51 % del sistema financiero español, como eran las Cajas de Ahorros, a unos analfabetos financieros que las llevaron a la ruina.
Las “pistolas” que se disparaban contra la Banca fueron cargadas con toda suerte de munición. Nada se dejó sin convertir en “pólvora” con la que impulsar los proyectiles.
Todos querían ser el que diera el tiro de gracia al Sector Financiero español. Sin saber que, en este caso, no se cumpliría el dicho de:  muerto el perro se acabó la rabia.
Aún se sigue queriendo acabar con el perro; sin comprender que, ese animal, es imprescindible en nuestra Sociedad; y que, si ese can no es fuerte, y ágil; sin miedo a enfrentarse con las presas a capturar; los cazadores, regresarán a sus casas con los zurrones vacíos.