martes, 30 de octubre de 2018

LA MOMIA


Al mismo tiempo que el Hombre comenzó a vivir como grupo social organizado, surgió el comercio. Con él se hizo necesario el encontrar un elemento que facilitara las relaciones de intercambio. Y nació el trueque.
Yo, te doy gallinas, a cambio de conejos. Pero, el sistema era harto engorroso; por lo que se hizo necesario buscar una mercancía de referencia que, todos, o casi todos, necesitaran, y que abundara en la comunidad. Unos, usaron la sal; otros, el cacao; y, así, cada grupo estableció su propia moneda.
Los siglos trajeron la evolución, hasta llegar al siglo XXI con el dinero de plástico, y los llamados bit coins.
Todo parecía descubierto en lo que se refiere a instrumentos de pago, hasta ayer; día en el que una nueva moneda fue acuñada. Una moneda a la que se le ha dado la denominación de La Momia. Pero no una momia cualquiera; es una momia en concreto: la momia de Franco.
La entidad emisora del nuevo instrumento mercantil no ha sido el Banco Central Europeo, ni la Reserva Federal; el encargado de su acuñación ha sido La Iglesia Católica.
Con la nueva moneda, aquella está mercadeando sus asuntos con el gobierno español. Temas como el IBI de las propiedades de la Iglesia; o el controvertido asunto de la Catedral-Mezquita de Córdoba son objeto de mercadeo, y su cotización se irá estableciendo día a día.
¿Cómo se ha llegado a este estado cosas? Para responder a esta pregunta nos apoyaremos en el filósofo Carlos Marx. ¡Qué paradoja!
Para el pensador prusiano las mercancías tienen un doble valor: Valor de Uso, y Valor de Cambio.
Analicemos bajo esta perspectiva la mercancía: Franco.
Franco como valor de uso.
Concluida la contienda civil española el gran estamento beneficiado por el nuevo régimen fue la Iglesia Católica. Bajo el paraguas protector del general, nada se interponía a sus designios, y a su influencia en toda la nación.
Declarada religión oficial del Estado fue impuesta manu militari a todos lo que vivían en el suelo patrio.
Desde al nacimiento a la muerte, la vida de los españoles estaba regida, y mediatizada, por la Iglesia Católica. Tan perseguido era el rojo, como el descreído. Hacer profesión de fe, era condición sine qua non para poder formar parte de la Administración del Estado.
Sin fe de bautismo, no había nada que hacer; ni tan siquiera contraer matrimonio.
A su disposición se pusieron todos los poderes del Estado, y se le concedieron privilegios, y prebendas sin cuento. Desde un régimen fiscal especial, hasta un código penal ad hoc; sin olvidar que era la única instancia capaz de disolver matrimonios, o, decidir quién era enterrado en sagrado.
Larga y prolija sería la relación de beneficios recibidos; pero, dejemos sólo la muestra.
Tan altas prestaciones recibidas, lógico es que tuviera un alto precio; sin embargo, no fue así. El precio fue de saldo:
-          Permitir que Franco se proclamara Caudillo de España por la Gracia de Dios.
-          Oficiar Tedeums en su honor para celebrar, y a gradecer al Altísimo su caudillaje.
-          O, entrar a las iglesias, y catedrales, bajo palio.
Extinguido por ley de vida su Valor de Uso, Franco, en forma de momia, y al cabo de décadas, ha pasado a tener: Valor de cambio.
Si el Valor de uso de un bien, mercancía, o producto, viene medido por lo que el mismo puede producir; el Valor de Cambio, está determinado, según el filósofo alemán, por lo que nos permite adquirir con él.

Franco como valor de cambio.
La nueva moneda nace con una peculiaridad que la hace diferente a todas las demás: la mercancía, y la moneda son la misma cosa.
Esta enorme contradicción, única existente en el mercado, va a permitir que la Iglesia Católica consiga mantener ciertos privilegios que estaban en vía de ser suprimidos.
Los unos pretenden sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos; y tratan de evitar que se trasladen a la Catedral de la Almudena.
Para que estos dos pasos se produzcan sin vulnerar la Ley, se necesita el acuerdo con la máxima autoridad de la Iglesia Católica. Sin su concierto, nada de lo pretendido se puede realizar dentro de la legalidad.
Como la nueva moneda no puede ser fraccionada, el trato debe ser a todo o nada.
A la parte gubernamental le ocurre otro tanto; no puede fraccionar la exhumación, sin que ello suponga un fracaso de su proyecto; por lo que, de alguna manera, ha ido a la lonja de contratación con bastante desventaja.
Una desventaja que no es algo baladí. A pesar de lo que pueda parecer, la Iglesia Católica, no deja de ser un Estado con más poder del que su aparente dimensión deja traslucir.
Usando la incorrecta acepción que del Quijote se hace, los miembros del gobierno deberían pensar:
-“Con la iglesias hemos topado, amigo Sancho”.

domingo, 28 de octubre de 2018

EL BANCO

Como diría el humorista Paco Gandía, ya desaparecido, lo que viene a continuación es verídico.
A un cuartel del ejército de tierra llegó destinado un nuevo coronel. Hombre meticuloso y ordenado, lo primero que hizo fue conocer por sí mismo todas las instalaciones del acuartelamiento para comenzar a tomar decisiones.
Al pasar por una especie de jardincillo observó a un soldado que hacía guardia al lado de un banco. Ante la sorpresa que le produjo el hecho, marchó a preguntar al oficial de la guardia, las razones por las que se había diseñado un puesto de guardia en tan extraño lugar.
Este, sorprendido a su vez por la pregunta del coronel, fue a mirar la plantilla en la que estaban detallados los lugares que eran precisos ser custodiados. Y allí estaba escrito.
Banco del jardincillo”
Como sabía que eso no serviría de respuesta al estricto coronel, comenzó a preguntar a varios militares si conocían las razones por las que se hacía guardia al lado del banco. Nadie supo darle las razones.
Al inquirir a un teniente, este le dijo:
- “Pregunte Ud. al sargento García que lleva aquí muchos años.
Llamado a su presencia el mencionado sargento, como respuesta a la pregunta que le formuló el oficial de la guardia, respondió:
- “Para que no se manche el vestido la mujer del coronel.”
Ante tal respuesta el oficial se quedó perplejo, pues sabía que el coronel no estaba casado; por lo que pidió más detalles al sargento, quien le relató lo siguiente.
- “Hace treinta años, -comenzó a referir-, el oficial de mantenimiento ordenó pintar el banco del jardincillo. Cuando aún no se había secado la pintura, acertó a pasar por allí la mujer del coronel, quien decidió sentarse a disfrutar del sol de la mañana. Al hacerlo, su vestido, y sus manos, quedaron manchados de pintura. Informó a su marido de lo ocurrido, quien de inmediato ordenó que se pusiera un soldado de guardia al lado del banco para que nadie se ensuciara.
El nuevo puesto guardia se anotó en la planilla, y un soldado fue destinado a tal menester.
El coronel se marchó a otro destino, olvidando decir que ese puesto fuera suprimido cuando la pintura estuviera seca.
Como nadie dijo nada, ni ordenó quitar ese puesto de los de guardia, esa orden se mantuvo durante treinta años. Esa es la razón de que el tal puesto se mantenga”
Lo mismo que ocurrió en el cuartel de nuestra historia, ha ocurrido en nuestro país, y otros de nuestro entorno.
Hace muchos años, durante una de las denominadas “crisis del petróleo”, alguien decidió que, para ahorrar energía, se modificaran los horarios oficiales de varios países; so pretexto de que, de esta manera, se aprovechaba mejor la luz solar.
Del mismo modo que la decisión de poner un guardia ante el banco del jardincillo tuvo sentido en un momento determinado; treinta años después, esa medida carecía de lógica. De la misma forma que con el tiempo la pintura del banco se secó, y el guardia no era preciso; aquella “crisis del petróleo” también pasó, y, por lo tanto, la medida es innecesaria.
Desde que se decidió tal cosa, en nuestra historia reciente, muchos, y grandes, han sido los cambios sociales y económicos que se han producido en nuestro país.
En un entorno poco industrializado, y moderadamente urbano, la vida de los ciudadanos era regida por el sol. Por decirlo de una manera algo cursi, “por la noche la ciudad dormía”.
El 28 de octubre del año 2018, pocas ciudades duermen; fabricas, y negocios funcionan durante las veinticuatro horas del día; y los ciudadanos inician su jornada cuando aún es de noche. Escuelas y empresas abren sus puertas a temprana hora, lo que obliga a usar la energía al ser de noche.
Si no existe, de momento, crisis energética que lo justifique; si el ahorro de esa energía en nada beneficia a los consumidores; si el mercado del petróleo, prácticamente nacionalizado en España cuando aquella decisión se tomó, también ha cambiado; si los perjuicios para la salud son mayores que los beneficios ¿por qué se sigue manteniendo esa absurda normativa?
La respuesta está en la historia del cuartel, y su ya famoso banco pintado.
Lo que en su momento pudo tener sentido para evitar un perjuicio; hoy, carece de toda lógica el mantener una orden en vigor que a nada conduce.
De la misma forma que durante treinta años se despilfarró el tiempo de un soldado para proteger algo que no necesitaba protección; nuestro país, somete a los ciudadanos a unos despilfarros de salud, y de ajustes biológicos totalmente innecesario; pero, así es la burrocracia. Alguien pone a un burro a sacar agua de un pozo porque el caudal del río ha bajado; sin embargo, aunque el río se desborde, el burro sigue dando vueltas a la noria para sacar un agua que no se precisa, y que se desperdicia.


Cientos de voces se han levantado contra tan absurda medida; pero, nadie se ha preocupado de mirar la tablilla de las guardias, para determinar si es razonable mantener en vigor ese puesto de guardia.




viernes, 12 de octubre de 2018

EL DÍA DESPUÉS


Cuando ocurre un hecho desgraciado que afecta a una población entera, un impulso de solidaridad se desata.
Todos acuden raudos y veloces para echar una mano en lo que se pueda, y ayudar; algo que es siempre encomiable, y digno de alabanza.
Sin embargo, llega el día después. Ese día comienza la verdadera realidad de los afectados por la tragedia.
Qué hacer cuando lo has perdido todo. A qué puerta llamar cuando nada de lo que era tu vida queda en pie.
Cuando desaparecen las cámaras, y los micrófonos; cuando los políticos de turno han hechos sus promesas de ayudas para los afectados, la más cruel realidad aparece en forma de burocracia.
Con la misma ropa que pudiste salvar del desastre comienza la lucha contra un enemigo invencible: el funcionario.
Después de horas de espera, te llega el turno. Sin fuerzas ni ánimos para nada comienzas a responder a las preguntas de quien está al otro lado de la mesa. Tras ello te da un impreso para que respondas a una serie de cuestiones, y acredites documentalmente los daños que en tus bienes has sufrido.
Debes comenzar por demostrar que tú eres tú, y que tienes derechos legítimos sobre los enseres que han quedado destrozados.
Hundido en la desesperación al tener tu vida, y la de los tuyos, destrozada, lloras de rabia y de impotencia al no saber qué hacer. Cómo saldrá adelante tu familia; sin casa, sin ropa, sin negocio, sin nada. Únicamente te quedan tus manos.
Confías en que con las ayudas que te han prometido, puedas iniciar una nueva vida, intentando reconstruir todo lo perdido.
Sin embargo, pronto la cruel realidad te irá abriendo poco a poco los ojos, y comprenderás que estás solo; que no debes esperar la ayuda de nadie; porque todo aquello que ocurrió en el día de la desgracia, el día después ha desaparecido.
Todos se han retirado a sus quehaceres; porque, la vida sigue.
En ese continuar la vida, pasarán a tu lado, te darán un golpecito en la espalda, y te dirán las frases que se han acuñado a lo largo de los siglos para salir cordialmente del paso. Te dirán “Ánimo, verás como todo se arregla. Dios aprieta, pero no ahoga. Siempre que se cierra una puerta, se abre una ventana”.
Tendrás que decirle a tu hijo que no puede seguir estudiando en la Universidad, porque el negocio que era el sustento de la familia ha desaparecido bajo las aguas, o destruido por un terremoto, o un incendio.
Pero, como la vida sigue, las facturas de los proveedores hay que pagarlas; la hipoteca que nos dio el banco para comprar la nave, y mejorar el negocio, hay que pagarla; porque de lo contrario perderás lo poco que te queda.
En esta situación, solo queda una salida: recurrir a la familia para que, en la medida de sus posibilidades, remedie en parte tu desgracia, y la de los tuyos.
Al dolor de haber perdido todo lo material, se une la pérdida de todos aquellos recuerdos que has ido atesorando a lo largo de tu vida.
Aquellos libros que fuiste comprando poco a poco; los álbumes de fotos que de vez en cuando te gustaba ojear junto a tu mujer, o tus hijos; aquella colección de cualquier cosa que con paciencia fuiste formando; todo ello habrá desaparecido de tu vida.
Sólo te queda la esperanza de que sea cierto lo que te dijeron de la ventana. Una ventana por la que pueda entrar un rayo de esperanza.
En mi recuerdo está una de las últimas tragedias que azotaron la población de Lorca. Una ciudad devastada por un brutal terremoto que echó por tierra un gran número de sus edificaciones.
Siete años han transcurrido desde aquel fatídico día, y , aún, cientos de familias no han podido encontrar un hogar, y hasta hace no mucho, han tenido que vivir en improvisados campamentos.
Hasta los monjes franciscanos han tenido que abandonar localidad por los daños sufridos en el convento, y la tardanza en su reparación.
Siete años después las Administraciones de todo tipo sigue sin ponerse de acuerdo en cómo gestionar las ayudas prometidas; y las compañías de seguros se resisten a hacer frente a sus obligaciones, poniendo todo tipo de trabas.
Es el “la vida sigue” que viene el día después.

jueves, 11 de octubre de 2018

LA MUJER DEL CESAR


Un viejo aforismo afirma que: “La mujer del Cesar, no sólo debe ser honrada; sino que tiene que parecerlo”.

La histórica frase descrita por Plutarco, la pone en boca de Julio Cesar cuando un grupo de amigas de su mujer Pompeya Sila fueron a interceder para que revocara su decisión de divorcio.
Julio Cesar tomó la decisión de divorciarse, al poco de contraer matrimonio, cuando supo que su esposa acudió a una Saturnalia, orgía sexual que algunas damas de la alta sociedad romana se permitían.
En defensa de Pompeya, sus amigas dijeron a Julio Cesar que su esposa sólo había asistido como espectadora; a lo que el emperador respondió con la famosa, y antiquísima frase.
Muchos siglos después la frase no ha perdido un ápice de su virtualidad, se puede aplicar incluso en sentido inverso.
Algunos comportamientos a los que asistimos en nuestro tiempo me hacen acuñar una frase parecida a la que pronunció el romano: La mujer del Cesar no sólo debe parecer honrada; sino también tiene que serlo”.
Quienes a la vista de todos blasonan de honradez y decencia; quienes parecen ser la encarnación de todas las virtudes, en más ocasiones de las deseadas, descubrimos que su aparente honradez, es sólo eso, una apariencia. Su verdadera manera de actuar, y de pensar, queda muy lejos de lo que en su apariencia externa transmiten.
La Biblia que es el compendio de la sabiduría sobre el ser humano, y sus miserias, ya nos situó sobre la pista de lo que es buena parte de la Humanidad.
El evangelista Mateo,  puso en boca de Jesús, lo que el hombre era, y lo que sigue siendo dos mil años después: Sepulcros blanqueados.
Una frase, de dos palabras, que encierra todo un tratado del saber sobre la condición humana.
En esas dos palabras, el Mesías nos alerta sobre el engaño de los hipócritas.

“Guardaos de los sabios a quienes les gusta andar con vestiduras largas y recibir saludos en las plazas, y los primeros asientos en las sinagogas y los primeros sitios en los banquetes; que devoran los bienes de las viudas fingiendo rezar mucho: ésos recibirán mayor condena.”

No sé lo que de cierto tiene la última frase, eso va en creencias; sin embargo, el resto del pensamiento es, un axioma; que, sólo los hipócritas, negarán.
No son pocos los que en nuestros días se jactan de ser los portadores de los más excelsos valores; y cuales antiguos fariseos, son inconsecuente con sus ideas. Nos dicen, y nos predican, que tenemos que beber agua, cuando ellos beben vino.
Esos sepulcros blanqueados son, hipócritas, inconsecuente con sus ideas. La cal que enjalbega sus vidas, oculta a los ojos del paseante, la podredumbre que se esconde en su interior.
Son como esos bellos arboles de preciosa apariencia pero, incapaces de dar ningún tipo de fruto.
Cristo, a través de la pluma de Mateo, no solo nos abre los ojos, sino que nos indica el camino a seguir:
- “Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen.”
Es el nuestro un mundo de apariencias. Todos queremos parecer lo que no somos, y presumimos de valores de los que carecemos; todo porque los demás nos vean, no como somos, sino queremos ser; aunque la realidad sea muy otra.
En la hipocresía como en casi todo se pueden establecer categorías, en función de quién sea el hipócrita.
Si yo actuó de manera distinta a como digo a los demás que se debe de actuar, cometo una hipocresía de segunda división; pues mi engaño tiene poca, o nula, trascendencia. Es aquello de decir a tu hijo que no fume, y se lo dices con un cigarrillo en la mano.
Ahora bien, si quienes están en las más altas posiciones de la Sociedad, cuyos actos tienen una trascendencia que afecta a un importante colectivo, la hipocresía toma un valor determinante. Siguiendo con el símil del tabaco, sería aquella persona de relevancia publica que nos habla de los perjuicios del tabaco, y a los pocos pasos le vemos encendiendo un cigarrillo.
Y en lo más alto de la escala de la hipocresía se encuentran los que hacen uso de ella para conseguir, mediante el engaño y la mentira, favores de la población. Unos favores que el Pueblo les concede basados en una aparente limpieza de su “sepulcro”.
Estos son los más peligrosos; porque, esa hipocresía es maligna, malvada, pérfida, y sobre todo, muy, muy espuria.
Seguid por tanto los sabios consejos de Mateo, que nos trasladó los del Mesías. Haced lo que ellos os digan, pero no lo que ellos hagan.