Al
mismo tiempo que el Hombre comenzó a vivir como grupo social organizado, surgió
el comercio. Con él se hizo necesario el encontrar un elemento que facilitara
las relaciones de intercambio. Y nació el
trueque.
Yo,
te doy gallinas, a cambio de conejos. Pero, el sistema era harto engorroso; por
lo que se hizo necesario buscar una mercancía de referencia que, todos, o casi
todos, necesitaran, y que abundara en la comunidad. Unos, usaron la sal; otros,
el cacao; y, así, cada grupo estableció su propia moneda.
Los
siglos trajeron la evolución, hasta llegar al siglo XXI con el dinero de plástico,
y los llamados bit coins.
Todo
parecía descubierto en lo que se refiere a instrumentos de pago, hasta ayer; día
en el que una nueva moneda fue acuñada. Una moneda a la que se le ha dado la
denominación de La Momia. Pero no una
momia cualquiera; es una momia en concreto: la momia de Franco.
La
entidad emisora del nuevo instrumento mercantil no ha sido el Banco Central
Europeo, ni la Reserva Federal; el encargado de su acuñación ha sido La Iglesia
Católica.
Con
la nueva moneda, aquella está mercadeando sus asuntos con el gobierno español. Temas como el IBI de las propiedades
de la Iglesia; o el controvertido asunto de la Catedral-Mezquita de Córdoba son
objeto de mercadeo, y su cotización se irá estableciendo día a día.
¿Cómo
se ha llegado a este estado cosas? Para responder a esta pregunta nos apoyaremos
en el filósofo Carlos Marx. ¡Qué paradoja!
Para
el pensador prusiano las mercancías tienen un doble valor: Valor de Uso, y Valor de Cambio.
Analicemos
bajo esta perspectiva la mercancía:
Franco.
Franco
como valor de uso.
Concluida
la contienda civil española el gran estamento beneficiado por el nuevo régimen
fue la Iglesia Católica. Bajo el paraguas protector del general, nada se
interponía a sus designios, y a su influencia en toda la nación.
Declarada
religión oficial del Estado fue impuesta manu
militari a todos lo que vivían en el suelo patrio.
Desde
al nacimiento a la muerte, la vida de los españoles estaba regida, y
mediatizada, por la Iglesia Católica. Tan perseguido era el rojo, como el descreído. Hacer profesión de fe, era condición sine qua non para poder formar parte de
la Administración del Estado.
Sin
fe de bautismo, no había nada que hacer; ni tan siquiera contraer matrimonio.
A
su disposición se pusieron todos los poderes del Estado, y se le concedieron privilegios,
y prebendas sin cuento. Desde un régimen fiscal especial, hasta un código penal
ad hoc; sin olvidar que era la única
instancia capaz de disolver matrimonios, o, decidir quién era enterrado en sagrado.
Larga
y prolija sería la relación de beneficios recibidos; pero, dejemos sólo la
muestra.
Tan
altas prestaciones recibidas, lógico es que tuviera un alto precio; sin
embargo, no fue así. El precio fue de saldo:
-
Permitir
que Franco se proclamara Caudillo de
España por la Gracia de Dios.
-
Oficiar
Tedeums en su honor para celebrar, y
a gradecer al Altísimo su caudillaje.
-
O,
entrar a las iglesias, y catedrales, bajo
palio.
Extinguido
por ley de vida su Valor de Uso, Franco,
en forma de momia, y al cabo de décadas, ha pasado a tener: Valor de cambio.
Si
el Valor de uso de un bien, mercancía,
o producto, viene medido por lo que el mismo puede producir; el Valor de Cambio, está determinado, según
el filósofo alemán, por lo que nos permite adquirir con él.
Franco
como valor de cambio.
La
nueva moneda nace con una peculiaridad que la hace diferente a todas las demás:
la mercancía, y la moneda son la misma cosa.
Esta
enorme contradicción, única existente en el mercado, va a permitir que la
Iglesia Católica consiga mantener ciertos privilegios que estaban en vía de ser
suprimidos.
Los
unos pretenden sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos; y tratan de evitar que se trasladen a la
Catedral de la Almudena.
Para
que estos dos pasos se produzcan sin vulnerar la Ley, se necesita el acuerdo
con la máxima autoridad de la Iglesia Católica. Sin su concierto, nada de lo
pretendido se puede realizar dentro de la legalidad.
Como
la nueva moneda no puede ser fraccionada, el trato
debe ser a todo o nada.
A
la parte gubernamental le ocurre otro tanto; no puede fraccionar la exhumación, sin que ello suponga un fracaso de su proyecto; por lo que, de alguna manera,
ha ido a la lonja de contratación con
bastante desventaja.
Una
desventaja que no es algo baladí. A pesar de lo que pueda parecer, la Iglesia
Católica, no deja de ser un Estado con más poder del que su aparente dimensión
deja traslucir.
Usando
la incorrecta acepción que del Quijote se hace, los miembros del gobierno deberían
pensar:
-“Con la iglesias hemos topado, amigo Sancho”.