martes, 24 de julio de 2018

CAMBIO SOCIAL

En un lejano año de 1971 comencé mis estudios de Económicas. Uno de los primeros encuentros que en esa aventura tuve fue, con la Sociología. De la mano del profesor Juan Diez Nicolás, y de su libro “Entre el funcionalismo y la dialéctica” comenzó un corto viaje por las procelosas aguas de los comportamientos del Hombre como ser social.
No me resultó sencillo conseguir arar aquel campo plagado de conceptos nuevos y desconocidos para mí.
A medio camino entre la Filosofía y la Sociología, mi cerebro, recién llegado de las pruebas de Preuniversitario, tropezó con piedras tan extrañas como: el behaviorismo.
Cuarenta años después, y con mis neuronas más acostumbradas a lecturas un tanto extrañas, me he reencontrado con aquel libro de mi ya lejana juventud.
Con más facilidad que antaño, voy desentrañando los misterios que nuestra vida como seres de un Grupo Social conlleva.
Escuelas funcionalistas, o individualistas, son los pilares sobre los que se asientan las diversas escuelas que estudian el comportamiento social, más conocido como: behaviorismo.
Los primeros, consideran al grupo como el elemento fundamental que determina el cambio social; mientras que, los segundos, fijan su primacía en el individuo como elemento esencial del comportamiento y cambio social.
Leídas las diversas posturas, he de reconocer que, si en un principio mi inclinación, sin ningún tipo de dudas, era a favor del individualismo, unas páginas más adelante mi convicción no es tan firme, he pasado a una posición más ecléctica.
Sirva esta digresión como preámbulo a lo que es la intención de estas líneas, que no es otra que la de plasmar cómo el cambio social, no es únicamente resultado de la evolución del pensamiento individual, sino que viene, en buena medida, condicionado por las influencias externas a las que el individuo se encuentra sometido en su diario vivir.
Para mí el principal elemento exógeno a la persona que influye de manera esencial en los cambios de su comportamiento es: la Televisión.
No es para nadie desconocido el carácter invasor que tiene este medio; y la extraordinaria capacidad de convicción que la acompaña; ya sea de manera directa, o a través de planteamientos que, al ser reiterados, llegan a forjar eso que se ha dado en llamar: tendencia.
La tendencia no es otra cosa que el cambio social; un cambio, que se manifiesta tanto en la persona en su consideración individual, como en la de integrante de un grupo concreto.
A través de las denominadas series se puede ver reflejado ese cambio, que hace que lo que unos años atrás era extraño, tome carta de naturaleza, un tiempo después.
Una nueva forma de entender instituciones como la familia, la paternidad, o el matrimonio, se hacen visibles en aquellas.
La desestructuración del núcleo que es la familia; la predilección por la propia persona antes que las responsabilidades asumidas como padre, o cónyuge; la derivación de nuestros propios errores hacia otros; son un hilo conductor de la representación de ese nuevo marco de relaciones que han nacido en el seno de familia.
El mensaje que se transmite llega en ocasiones a tener un marcado carácter de crueldad, y de hipocresía, difícilmente entendible; no sólo desde un punto de vista moral, que eso es algo discutible y opinable; sino, de desde un punto de vista de estricta justicia social hacia los más débiles.
Unas escenas vistas ayer, han sido el desencadenante de estas líneas.
La situación tenía como protagonistas centrales a dos menores, y sus padres; biológicos, y adoptivos. Cada uno de ellos ocupado en sus propias vidas, dejan a una joven adolescente la responsabilidad de cuidar a su hermana menor.
La adolescente se comportó como tal, y sin que la sangre llegara al rio, cometió un pecado de juventud. La menor de las hermanas llamó a su padre adoptivo, responsable de su custodia, que se encontraba dándose un revolcón con una dama, y no atendió la llamada; por lo que la pequeña recurrió a la policía, provocando el lógico revuelo, y la llegada masiva de madre, padres, y amante la madre.
El guionista, o los guionistas, lejos de plantear la ficción en términos de recriminación sobre el comportamiento de los adultos; hace, o hacen, que estos trasladen a la adolescente sus propias irresponsabilidades, siendo ella el blanco de sus iras.
Es una ficción; pero, que no deja de ser el fiel reflejo de un cambio social que, del individuo deriva en el grupo.
A ese cambio social, que no es siempre ficción, es en términos de behaviorismo: la ausencia de responsabilidad de nuestros actos, y de nuestros compromisos.
El individuo se ha tornado en irresponsable como individuo, y como integrante del Grupo Social en el que está inmerso. No asume que es él el que debe ser responsable de sus actos; y tiende a derivar estas hacia otros, en una flagrante dejación de sus compromisos.

3 comentarios:

  1. Cuando antiguamente las familias eran muy numerosas, ¿no cuidaban lis mayores, a los chicos?. Tienes una distorsión cognitiva importante, que te llevan a un pensamiento catastrofista irracional. No sufras, que no es tan nefasta la situación.

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  2. Cuando antiguamente las familias eran muy numerosas, ¿no cuidaban lis mayores, a los chicos?. Tienes una distorsión cognitiva importante, que te llevan a un pensamiento catastrofista irracional. No sufras, que no es tan nefasta la situación.

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  3. Estamos en lo que en su día definió Narciso Ibañez Menta como “La martingala invertida”
    Fernando.

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