viernes, 6 de julio de 2018

SABER O NO SABER


La medida de la evolución de una Sociedad se manifiesta en las pequeñas cosas que contemplamos en el día a día. Son esos detalles, en sí mismos, de poca importancia; pero que, unidos, conforman una trama en la que se trasluce una imagen.
Poco dado a ver televisión, mis inclinaciones por este medio se centran, básicamente, en los concursos en que se mezclan habilidades, intuiciones, y conocimientos.
Después de algunos años, y de contemplar el paso de unos cientos de personas, he podido obtener varias conclusiones. Sobre todas ellas, una ha destacado: la incultura de buena parte de los asistentes.
He podido contemplar, no sin cierto rubor, cómo el más absoluto desconocimiento de cuestiones elementales adorna muchas de esas cabezas.
Y no me refiero a que, como resultado de los lógicos nervios que se deben tener en esa situación, no se acertara a concretar correctamente lo preguntado. Me refiero a que, conocida la respuesta, por sencilla que fuera la pregunta, la persona en cuestión asumía su ignorancia respecto a tan elemental cuestión.
La Historia, y los personajes relevantes que en ella han habido, ya nativos o foráneos, son generalmente desconocidos.
Pocos pintores, escritores, científicos, Hombres de gran saber que cambiaron el devenir de la historia de la Humanidad, gozan de un espacio en el cerebro de muchos de nuestros conciudadanos. Ciudadanos que lucen en sus paredes rimbombantes títulos de licenciaturas universitarias.
Y esta cuestión me resulta aún más alarmante, cuando esa ignorancia supina llega en grupo, y de parte de personas que acreditan formación para la docencia. Lo que me lleva a pensar que el problema viene de lejos (no han recibido formación), y que se prolongará en el tiempo y en el espacio. Quien no tiene conocimientos propios, de los más elementales, cómo puede ser el formador de los nuevos individuos.
Qué conocimientos puede transmitir quien carece de los más básicos.
La degradación de nuestro Sistema Educativo y formativo ha sido constante desde que la Ley del Mínimo Esfuerzo se implantó en Escuelas y Universidades.
A las aulas de estas últimas se llegaba, y se llega, aunque seas un auténtico “zote” que desconoces lo más fundametal de lo que un día se denominó: Cultura General.
El efecto que se desencadenó, a rebufo de los movimientos neo culturales, fue el más nefasto que para una Sociedad puede darse: el individuo inculto.
Estos movimientos, a los que así he bautizado, no han surgido por generación espontánea; nacieron perfectamente estudiados y planificados, con un fin concreto, claro, y preciso, que se ha logrado con creces. El fin no era otro que la producción en los laboratorios docentes del nuevo individuo hedonistas.
Bajo la apariencia de una falsa libertad, se incrustaron en los cerebros de varias generaciones los neo no valores que deberían marcar su devenir por este proceloso mundo.
Retirados de los programas educativos los valores morales tradicionales; se implantaron los nuevos, que obtuvieron, lógicamente, gran aceptación entre los neo catecúmenos del sistema.
Un principio se inculcó sobre todos los demás:  La búsqueda y consecución de la felicidad.
Sobre esa débil tabla se lanzaron a los individuos a que navegaran en las procelosas aguas de la vida y del mundo.
El error innato que comete el Hombre de pensar que existimos para ser felices, se hizo pauta de vida en muchos, con los resultados que eran de esperar. El individuo, así educado, se encuentra inmerso en un mundo de contradicciones que es incapaz de comprender, y que le llevan a una permanente búsqueda de lo que difícilmente encontrará. Su inútil trabajo, le hunde en la más profundas de las decepciones, al sentir que su vida es un fracaso por no poder alcanzar aquello que le dijeron que era su fin en la vida.
Los más afortunados, pocos, consiguen lograr alguna satisfacción pasajera que, como un espejismo en el desierto, les hace ver agua, dónde únicamente hay arena.
Toda esta frustración y decepciones no serian tales si, quienes tienen el sagrado oficio de formar a los nuevos Hombres, tuvieran, ellos mismos, unos gramos más de lo que otrora se denominó:  Cultura general. Una Cultura que, al ser general, enseñaba, además de ríos y cordilleras, a vivir, en el más amplio sentido de la palabra. Enseñaba a vivir en un mundo en el que la felicidad no es más una palabra vacía de contenido.
Esa Cultura general que nos enseñaba que nuestra vida es un duro peregrinar por el tiempo y el espacio. Con un corolario que hoy pocos utilizan: Aprender a ganarse la vida.

2 comentarios:

  1. Con ver la componenda del congreso de diputados ¿tú crees que les interesa que el pueblo sea culto?
    Fernando

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  2. No le interesaba al Gobierno tener un Pueblo culto, sino corderos guardados por pastores adiestrados.

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