La
medida de la evolución de una Sociedad se manifiesta en las pequeñas cosas que
contemplamos en el día a día. Son esos detalles, en sí mismos, de poca importancia;
pero que, unidos, conforman una trama en la que se trasluce una imagen.
Poco
dado a ver televisión, mis inclinaciones por este medio se centran,
básicamente, en los concursos en que se mezclan habilidades, intuiciones, y
conocimientos.
Después
de algunos años, y de contemplar el paso de unos cientos de personas, he podido
obtener varias conclusiones. Sobre todas ellas, una ha destacado:
la incultura de buena parte de los asistentes.
He
podido contemplar, no sin cierto rubor, cómo el más absoluto desconocimiento de
cuestiones elementales adorna muchas de esas cabezas.
Y
no me refiero a que, como resultado de los lógicos nervios que se deben tener
en esa situación, no se acertara a concretar correctamente lo preguntado. Me
refiero a que, conocida la respuesta, por sencilla que fuera la pregunta, la
persona en cuestión asumía su ignorancia respecto a tan elemental cuestión.
La
Historia, y los personajes relevantes que en ella han habido, ya nativos o foráneos,
son generalmente desconocidos.
Pocos
pintores, escritores, científicos, Hombres de gran saber que cambiaron el
devenir de la historia de la Humanidad, gozan de un espacio en el cerebro de
muchos de nuestros conciudadanos. Ciudadanos que lucen en sus paredes
rimbombantes títulos de licenciaturas universitarias.
Y
esta cuestión me resulta aún más alarmante, cuando esa ignorancia supina llega
en grupo, y de parte de personas que acreditan formación para la docencia. Lo
que me lleva a pensar que el problema viene de lejos (no han recibido
formación), y que se prolongará en el tiempo y en el espacio. Quien no tiene
conocimientos propios, de los más elementales, cómo puede ser el formador de los
nuevos individuos.
Qué
conocimientos puede transmitir quien carece de los más básicos.
La
degradación de nuestro Sistema Educativo y formativo ha sido constante desde
que la Ley del Mínimo Esfuerzo se implantó en Escuelas y Universidades.
A
las aulas de estas últimas se llegaba, y se llega, aunque seas un auténtico “zote” que desconoces lo más fundametal de lo que un día se denominó: Cultura
General.
El
efecto que se desencadenó, a rebufo
de los movimientos neo culturales,
fue el más nefasto que para una Sociedad puede darse: el individuo inculto.
Estos
movimientos, a los que así he bautizado, no han surgido por generación
espontánea; nacieron perfectamente estudiados y planificados, con un fin
concreto, claro, y preciso, que se ha logrado con creces. El fin no era otro que
la producción en los laboratorios docentes
del nuevo individuo hedonistas.
Bajo
la apariencia de una falsa libertad, se incrustaron en los cerebros de varias
generaciones los neo no valores que
deberían marcar su devenir por este proceloso mundo.
Retirados
de los programas educativos los
valores morales tradicionales; se implantaron los nuevos, que obtuvieron,
lógicamente, gran aceptación entre los neo
catecúmenos del sistema.
Un
principio se inculcó sobre todos los demás: La búsqueda y consecución de la felicidad.
Sobre
esa débil tabla se lanzaron a los individuos a que navegaran en las procelosas
aguas de la vida y del mundo.
El
error innato que comete el Hombre de pensar que existimos para ser felices, se
hizo pauta de vida en muchos, con los resultados que eran de esperar. El individuo, así educado, se encuentra inmerso en un mundo de contradicciones que es incapaz
de comprender, y que le llevan a una permanente búsqueda de lo que difícilmente
encontrará. Su inútil trabajo, le hunde en la más profundas de las
decepciones, al sentir que su vida es un fracaso por no poder alcanzar aquello
que le dijeron que era su fin en la vida.
Los
más afortunados, pocos, consiguen lograr alguna satisfacción pasajera que, como
un espejismo en el desierto, les hace ver agua, dónde únicamente hay arena.
Toda
esta frustración y decepciones no serian tales si, quienes tienen el sagrado
oficio de formar a los nuevos Hombres, tuvieran, ellos mismos, unos gramos
más de lo que otrora se denominó: Cultura general. Una Cultura que, al ser
general, enseñaba, además de ríos y cordilleras, a vivir, en el más amplio
sentido de la palabra. Enseñaba a vivir en un mundo en el que la felicidad no
es más una palabra vacía de contenido.
Esa
Cultura general que nos enseñaba que
nuestra vida es un duro peregrinar por el tiempo y el espacio. Con un corolario
que hoy pocos utilizan: Aprender a ganarse
la vida.
Con ver la componenda del congreso de diputados ¿tú crees que les interesa que el pueblo sea culto?
ResponderEliminarFernando
No le interesaba al Gobierno tener un Pueblo culto, sino corderos guardados por pastores adiestrados.
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