sábado, 17 de febrero de 2018

UN FRACASO MAS


La cantante peruana Lucha Reyes cantaba una canción en la que un verso dice:
-“Un fracaso más…qué importa”.
Ese mensaje cantado parece haberse hecho realidad en la España moderna.
España como nación ha ido, a lo largo de su historia,  ensartando uno tras otro, como cuentas de un collar, fracasos sin número.
No es fácil encontrar en los tiempos modernos un país en el que los errores se hayan encadenado de una manera tan continuada en el tiempo, y de tan enorme gravedad.
En los países de nuestro entorno socio político, hecha abstracción de las dos grandes contiendas mundiales, la estabilidad interna de los mismos, con la excepción de la antigua Yugoslavia, ha sido prácticamente total. Una estabilidad no solo aparente, sino real.
España, alejada de los dos grandes conflictos bélicos mundiales, ha librado sus propios conflictos internos, los cuales han culminado en grandes fracasos como nación.
Monarquías, republicas, dictaduras, democracias, todos los sistemas implantados en nuestro país en los dos últimos siglos, han fracasado. Y sobre esos fracasos se han aupado otros nuevos.
El último gran fracaso, por pocos reconocido, ha sido la actual configuración del llamado “Estado de las Autonomías”. Un error que, como casi todo en España, no es nuevo. Ya en la Primera República, se gestó y vio la luz el abuelo de nuestro actual sistema. Lo acontecido en aquellos dos cortos años de República, no por grotesco resultó menos dramático.
El siglo XX, y su “hijo” gestaron y parieron al “nieto” que aún hoy pervive.
En el Estado de las Autonomías, se da un curioso paralelismo con el desarrollo de la Vida.
Comenzó su gestación en 1975, y tras un embarazo de tres años vio la luz en 1978.
Sus inicios fueron como el de todas las crías, inseguro y necesitado de cuidados; sin embargo, fue creciendo poco a poco merced a los buenos alimentos y cuidados que los llamados “padres de la patria” le proporcionaron.
Hoy aquel “potrillo”, pequeño e indefenso, se ha convertido en un ejemplar salvaje que nadie puede dominar.
Pocos, de puertas para afuera, somo los que afirmamos el fracaso que nuestro actual Sistema, aunque cada día podamos contemplarlo con solo asomarnos a la ventana.
Nunca la nación española se ha encontrado tan desmembrada como en la actualidad. Habría que remontarse a los tiempos de los Reinos de Taifa, para descubrir un fraccionamiento similar.
España está rota en mil pedazos, sin que nadie parezca darse cuenta.
Y si España como nación está hecha añicos, nuestro fracaso como Grupo Social Organizado es aún mayor, si eso fuera posible.
Acomodados en nuestro propio yo, hemos dejado de sentirnos miembros de una Comunidad que debe avanzar unida con el objetivo de intentar lograr un mejor vivir para todos.
Ni siquiera el egoísmo nos mueve a salir de nuestro capullo. Tejimos nuestra propia crisálida, y en ella permanecemos encerrados, sin querer metamorfosearnos en mariposa.
El gran fracaso lo tenemos delante de nuestras narices, y muchos no quieren verlo. Prefieren cerrar los ojos, y aplicar ese dicho tan nuestro de:
” Ojos que no ven, corazón que no siente”.
Hemos descargado nuestras responsabilidades como individuos, que muchos se creen libres, en las espaldas de quienes nada harán por mejorar nuestro presente, y afianzar nuestro futuro. Un futuro que, cada día que pasa, se vislumbra más tormentoso.
Si hacemos un recorrido por el elenco de necesidades sociales que como país tenemos, no nos costará, -siempre que se quiera mirar, claro- demasiado constatar que pocas funcionan como debieran; a pesar de las ingentes cantidades de dinero que nos cuesta mantener en movimiento a ese caballo desbocado que es el Estado de las Autonomías.
Día tras día, asisto abochornado e incrédulo, al espectáculo que nos brindan los gestores de las Comunidades Autónomas. Día tras día, nos empujan un poco más hacia la consumación del penúltimo fracaso de nuestra historia.
Ese “rebaño” de casi cincuenta millones de ciudadanos “libres”, camina lentamente hacia el precipicio, con la mirada puesta en el suelo, del que ramonea unas pocas briznas de hierba con las que se alimenta. Entretenidos en ello, no ven lo que ocurre a su alrededor; y mucho menos lo que ocurre delante.
Como hacen los ovinos, hemos puesto nuestras vidas en manos del “pastor”.
Un pastor que no es nada comparable al que Jesucristo dio a los cristianos, cuando le nombró pastor de la toda la Humanidad:
“Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.”




1 comentario:

  1. Apoyo tu comentario al 100%.Además de haber perdido el sentimiento de nación. El coste es inasumible. Pero no veo posibilidad de echarlo para atrás. Quienes lo podrían hacer son los primeros interesados en no soltarse de la teta que les alimenta.
    Fernando.

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