Antes de ponerme al teclado, he dudado en hacerlo. He dudado
porque no sé si merece la pena perder el tiempo en tratar este asunto al que me
referiré, porque, probablemente, no seré entendido.
Pero, como “España y yo
somos así”, he decidido “tirarme a la
piscina”, una vez más.
La razón última de esta decisión; el impulso necesario para
hacerlo me lo ha dado un titular que he encontrado en un periódico extremeño
que dice:
-“Mérida cerca al disfraz sexista”
En
su desarrollo interior se pueden leer toda una serie de despropósito, dando
recomendaciones sobre cómo debe el ciudadano disfrazarse para que el disfraz no
sea “sexista”.
No
hacía ni veinticuatro horas que otra noticia me había sorprendido en extremo,
no tanto por la incongruencia de esta, sino por el lugar en el que se producía:
Canarias.
A
grandes rasgos se hacía eco de la protesta de un colectivo de enfermeras, con
la que se exigía que se prohibieran los disfraces de “enfermeras sexis” porque ello denigraba al colectivo de
enfermeras.
Si
los carnavales se caracterizan por algo, y en Canarias mucho más, es por ser
totalmente transgresores con el “orden
establecido”.
Desde
la noche de los tiempos, el Carnaval ha supuesto una vía de escape de los
individuos para dar rienda suelta a sus fantasías de todo tipo.
Los
hombres disfrutan disfrazándose de mujeres, y las mujeres de hombres. Es la
inversión del individuo.
Ellos
se disfrazan de lo más variado: monjas, enfermeras, bailarinas con “tu tu”, y
un largo… etc.
Ellas,
de curas, de piratas, de super héroes, de espadachines, y un largo…etc.
El “miércoles de ceniza”, todos los
disfraces vuelven al baúl, a la espera de que, transcurridos 365 días, vuelvan
a ser desempolvados.
Nadie,
hasta ahora, se ha sentido ofendido ni denigrado porque un señor o una señora
porte un disfraz de lo que sea. Ni siquiera la Iglesia Católica se siente molesta
porque miles de hombres y mujeres se disfracen de curas o de monjas, o de
obispos. Saben que el Carnaval es eso, la expansión reprimida de los Pueblos.
Unos pueblos que trocarán el disfraz “irrespetuoso”
de cura o de monja o de obispo, por el sayal de nazareno, y pasearán sobre sus
hombros a Cristos y Vírgenes por las mismas calles en las que han cantado,
bailado, y bebido hasta emborracharse, disfrazados de cualquier cosa.
Por
no sé qué extraña razón, han surgido por doquier los que yo he dado en
denominar: “Los Neo”. Unos Neo, a los que no sé exactamente cómo
calificar.
Pudieran
ser Neo Puritanos. Quizás Neo Inquisidores. La verdad es que no lo
sé.
Quieren
imponer la “Libertad” de la mujer, a través de la prohibición. Forma que no
deja ser paradójica con el con término Libertad.
Unas
pocas de ellas, a rebufo de las cuales se han sumado no pocos seguidores,
determinan qué es lo que una mujer puede o no puede hacer. En un claro reconocimiento
de que ellos consideran que la capacidad mental de las mujeres no está lo
suficientemente desarrollada como para decidir que hacen en y con su vida.
Si
una mujer determina, libremente, ganarse la vida como azafata de una escudería
de Forma 1 o de una prueba ciclista. Los Neo…”
le dicen:
-“
No, tú no puedes ganarte la vida de esa manera, porque eso te convierte en un “objeto sexual”. Y yo considero que,
como no eres capaz de discernir sobre lo que te conviene en la vida; yo, decido
por ti.
Su
ambigüedad me desconcierta, he de reconocerlo. Aunque no sé si es ambigüedad o
pura estulticia.
Si
la mujer cubre su cabeza con un hiyab,
con un chador, o con un niqab, eso atenta contra la dignidad de
la mujer.
Si
luce una minifalda, una camiseta, y un paraguas; o simplemente un vestido con
los colores del organizador de la prueba deportiva, por muy recatado que sea;
dicen, que también es denigrante para la mujer.
Ahora
bien, si esa misma mujer pasea completamente desnuda por una playa; si se desnuda como
protesta de algo en las calles de cualquier ciudad del mundo; afirman, que eso
está muy bien, porque lo hacen en uso de su Libertad.
De lo
que vengo a deducir que la libertad de la mujer va en función de la superficie
de tela que cubra sus cuerpos. Y eso es así, porque ellos son los únicos que
tiene la “capacidad mental suficiente”
para guiar los destinos de las demás mujeres.
No
contentos con dirigir la vida de las mujeres, han dado un paso más. Han acuñado
el término “sexismo”. Un concepto que
abunda en ese reconocimiento tácito de la incapacidad de la mujer para
determinar que cuestiones le ofenden, y cuáles no.
Ellos
determinan que un “piropo callejero”
es una ofensa hacia a la mujer. Y no hay
discusión posible. La mujer, porque ellos lo han decido, no podrá recibir el “requiebro” de ningún hombre.
Y
así podría llenar páginas y páginas, de estas incongruencias.
Escaso
valor otorgan a la capacidad de las mujeres para ser dueñas de sus propios
destinos.
Y es
notablemente curioso que muchas mujeres acepten de buen grado esta “tutela”, que las convierte de facto, en
personas “incapaces”
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