Una
de las señas de identidad que caracterizan nuestro siglo en España, y en buena
parte del mundo, es el esfuerzo de las mujeres por lograr la igualdad con los
varones.
Lograda
la igualdad jurídica plena, y aún superando en algunos aspectos a los hombres, a
través de un extraño concepto denominado “discriminación
positiva”, han avanzado un paso más llevando su “lucha” a ámbitos mucho más complicados.
Lograr
la igualdad jurídica no ha sido demasiado complicado, pues el cuerpo social, en
su mayoría, así lo entendía. La tutela de los maridos sobre sus esposas, hace
tiempo que desapareció, de la misma manera que fueron derogadas leyes que
restringían derechos a la mujer. Unas eliminaciones a las que nadie se opuso, y
que todos aceptamos.
El
nuevo frente que han abierto, es un flanco algo más complicado, y de
realización casi imposible. Imposibilidad que lleva a sus promotores a usar
estrategias de todo tipo; unas ridículas; otras, engañosas, otras opresoras, y
en no pocos casos, utópicas.
Pretender
lograr la igualdad en un mundo desigual, es un objetivo imposible. La razón es
muy simple: no hay dos personas iguales.
Si
diseccionamos nuestra sociedad, y la dividimos por sexos, nos daremos cuenta de
que la igualdad que se persigue entre hombres y mujeres no es factible.
Usando
un principio matemático muy simple lo veremos:
“Dos
cosas iguales a una tercera, son iguales entre”, cuyo contrario es” Dos cosas
desiguales a una tercera, son desiguales entre sí”. Empleando este contrario
podremos llegar a resultados interesantes.
No existe la igualdad social pretendida entre los
varones.
Hay
hombres ricos, y hombres pobres. Hombres que logran escalar puestos en la
escala social y/o laboral, y quienes jamás lo consiguen. Hay hombres
inteligentes, y hombres mediocres. Hombres ambiciosos, y hombres ascetas.
De
la misma manera, y en los mismos términos, podría afirmar que:
Existe desigualdad entre las mujeres
Unas
triunfan, otras no. Unas logran sus objetivos, otras no. Unas son ricas
banqueras, y otras humildes trabajadoras.
Determinadas,
y demostradas las dos desigualdades anteriores, la tercera desigualdad, entre
los hombres y las mujeres, es el resultado de aplicar el principio matemático.
Luchar
contra la “lógica de las matemáticas”
es algo muy complicado; razón por la que se acude a estrategias que, pretendiendo burlar la “lógica
matemática”, entran por caminos falaces y tortuosos.
Estos
caminos son diversos, y variados. Unos, son ridículos, y en no pocos casos
grotescos; otros son simples y llanas mentiras; y no pocos, invaden las
parcelas de libertad de las empresas, y las personas. Para no ser tedioso, nos
fijaremos sólo en un ejemplo de cada uno de esos diversos caminos, de los que
salen casi infinitos ramales.
De
entre los ridículos y grotescos, quizás el más destacado es el uso de eso que
se ha dado en llamar “Lenguaje de la
igualdad”. En ese camino, han aparecido los “caminantes” más graciosos, y desternillantes¨; los que han pretendido
implantar lo que se podría denominar “Sistema
gramatical no sexista”. Para continuar su camino, no han dudado en “acuñar” denominaciones que harían
revolverse a Cervantes en su tumba. Al comienzo este camino estaba asfaltado, y
andar por él era llevadero. Nacieron: las
médicas, las juezas, las arquitectas.
A
medida que el camino se extendía, comenzaron a aparecer los guijarros que hacían el caminar menos
llevadero. En ese punto kilométrico,
aparecieron: las miembras, las jóvenas, y las más
aplaudidas por el respetable, último guijarro del camino: Las portavozas.
Andar
por ese camino resulta bastante divertido; sobre todo, cuando se alinean las tropas para defender la necesidad de
usar esos palabros para "avanzar en la
igualdad".
Los
otros caminos por los que se desplaza la maquinaria
igualitaria son menos divertidos, y pueden llegar a ser peligrosos. Ese
camino es el de la mentira, pura y simple, disfrazada de verdad.
El
objetivo es: “lograr la igualdad salarial
entre hombres y mujeres”. Aquí deberíamos desarmar el argumento
remitiéndonos al principio matemático; pero, eso sería demasiado simple, y no
desenmascararía la falsedad.
En
diversas ocasiones cuando este asunto ha surgido, he retado a quien quiera recoger el guante, me presente un solo
convenio colectivo en el que se establezcan diferentes salarios, según sea el
trabajador hombre, o mujer. Hasta el momento de escribir estas líneas, nadie me
lo ha presentado; por la sencilla razón, de que no existe.
El
siguiente camino, y último, que voy a analizar, destapa lo que en realidad se
quiere ocultar bajo ese manto de lucha
por la igualdad: una neodictadura
contra las mujeres.
Los
neodictadores penetran en el más
sagrado de los templos femeninos: su libre albedrio.
Reducen a la Mujer a la subcategoría de: “incapaz”
para decidir por sí misma los destinos de su vida. Para ello les dicen dónde deben trabajar; cómo deben trabajar; y cómo tienen que enfocar sus relaciones con los
hombres. Y como los dictadores de toda época, si la mujer se rebela, y quiere
mantener su libre albedrio, se fuerza
a otros para que, por la vía de la rescisión contractual, las obliguen a no
hacer el trabajo que libremente han elegido.
No
podrán alcanzar su objetivo, porque las Matemáticas son infalibles.
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