domingo, 11 de febrero de 2018

LO IMPOSIBLE


Una de las señas de identidad que caracterizan nuestro siglo en España, y en buena parte del mundo, es el esfuerzo de las mujeres por lograr la igualdad con los varones.
Lograda la igualdad jurídica plena, y aún superando en algunos aspectos a los hombres, a través de un extraño concepto denominado “discriminación positiva”, han avanzado un paso más llevando su “lucha” a ámbitos mucho más complicados.
Lograr la igualdad jurídica no ha sido demasiado complicado, pues el cuerpo social, en su mayoría, así lo entendía. La tutela de los maridos sobre sus esposas, hace tiempo que desapareció, de la misma manera que fueron derogadas leyes que restringían derechos a la mujer. Unas eliminaciones a las que nadie se opuso, y que todos aceptamos.
El nuevo frente que han abierto, es un flanco algo más complicado, y de realización casi imposible. Imposibilidad que lleva a sus promotores a usar estrategias de todo tipo; unas ridículas; otras, engañosas, otras opresoras, y en no pocos casos, utópicas.
Pretender lograr la igualdad en un mundo desigual, es un objetivo imposible. La razón es muy simple: no hay dos personas iguales.
Si diseccionamos nuestra sociedad, y la dividimos por sexos, nos daremos cuenta de que la igualdad que se persigue entre hombres y mujeres no es factible.
Usando un principio matemático muy simple lo veremos:
Dos cosas iguales a una tercera, son iguales entre”, cuyo contrario es” Dos cosas desiguales a una tercera, son desiguales entre sí”. Empleando este contrario podremos llegar a resultados interesantes.
No existe la igualdad social pretendida entre los varones.
Hay hombres ricos, y hombres pobres. Hombres que logran escalar puestos en la escala social y/o laboral, y quienes jamás lo consiguen. Hay hombres inteligentes, y hombres mediocres. Hombres ambiciosos, y hombres ascetas.
De la misma manera, y en los mismos términos, podría afirmar que:
Existe desigualdad entre las mujeres
Unas triunfan, otras no. Unas logran sus objetivos, otras no. Unas son ricas banqueras, y otras humildes trabajadoras.
Determinadas, y demostradas las dos desigualdades anteriores, la tercera desigualdad, entre los hombres y las mujeres, es el resultado de aplicar el principio matemático.
Luchar contra la “lógica de las matemáticas” es algo muy complicado; razón por la que se acude a estrategias que, pretendiendo burlar la “lógica matemática”, entran por caminos falaces y tortuosos.
Estos caminos son diversos, y variados. Unos, son ridículos, y en no pocos casos grotescos; otros son simples y llanas mentiras; y no pocos, invaden las parcelas de libertad de las empresas, y las personas. Para no ser tedioso, nos fijaremos sólo en un ejemplo de cada uno de esos diversos caminos, de los que salen casi infinitos ramales.
De entre los ridículos y grotescos, quizás el más destacado es el uso de eso que se ha dado en llamar “Lenguaje de la igualdad”. En ese camino, han aparecido los “caminantes” más graciosos, y desternillantes¨; los que han pretendido implantar lo que se podría denominar “Sistema gramatical no sexista”. Para continuar su camino, no han dudado en “acuñar” denominaciones que harían revolverse a Cervantes en su tumba. Al comienzo este camino estaba asfaltado, y andar por él era llevadero. Nacieron: las médicas, las juezas, las arquitectas.
A medida que el camino se extendía, comenzaron a aparecer los guijarros que hacían el caminar menos llevadero. En ese punto kilométrico, aparecieron: las miembras, las jóvenas, y las más aplaudidas por el respetable, último guijarro del camino: Las portavozas.
Andar por ese camino resulta bastante divertido; sobre todo, cuando se alinean las tropas para defender la necesidad de usar esos palabros para "avanzar en la igualdad".
Los otros caminos por los que se desplaza la maquinaria igualitaria son menos divertidos, y pueden llegar a ser peligrosos. Ese camino es el de la mentira, pura y simple, disfrazada de verdad.
El objetivo es: “lograr la igualdad salarial entre hombres y mujeres”. Aquí deberíamos desarmar el argumento remitiéndonos al principio matemático; pero, eso sería demasiado simple, y no desenmascararía la falsedad.
En diversas ocasiones cuando este asunto ha surgido, he retado a quien quiera recoger el guante, me presente un solo convenio colectivo en el que se establezcan diferentes salarios, según sea el trabajador hombre, o mujer. Hasta el momento de escribir estas líneas, nadie me lo ha presentado; por la sencilla razón, de que no existe.
El siguiente camino, y último, que voy a analizar, destapa lo que en realidad se quiere ocultar bajo ese manto de lucha por la igualdad: una neodictadura contra las mujeres.
Los neodictadores penetran en el más sagrado de los templos femeninos: su libre albedrio.
Reducen a la Mujer a la subcategoría de: “incapaz” para decidir por sí misma los destinos de su vida. Para ello les  dicen dónde deben trabajar; cómo deben trabajar; y cómo tienen que enfocar sus relaciones con los hombres. Y como los dictadores de toda época, si la mujer se rebela, y quiere mantener su libre albedrio, se fuerza a otros para que, por la vía de la rescisión contractual, las obliguen a no hacer el trabajo que libremente han elegido.
No podrán alcanzar su objetivo, porque las Matemáticas son infalibles.

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