Génesis 1:26-27 – “Y dijo Dios: Hagamos
al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio
sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre
toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra. (27) Creó,
pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra
los creó”
Así describen las Sagradas Escrituras la creación del Hombre por
Dios.
Como casi todo lo que en ellas se contiene son metáforas y
alegorías para explicar al Hombre su origen y su destino.
Desde que se escribieron, una fecha que se pierde en la Noche de
los Tiempos, aquel ser creado a imagen y semejanza de Dios, ha evolucionado y cambiado mucho. Una evolución que transciende
al competo darwiniano de la evolución de las especies.
Extinguido el Homo Erectus,
hizo su “aparición” el Homo Sapiens;
un especie mucho más evolucionada, y a la que hemos dado en llamar “Animal Racional”, o “Especie Inteligente”.
No entraré a analizar lo acertado o no de estas denominaciones,
sino sus resultados.
El Homo Sapiens aprendió
a hablar, a leer, a escribir, y en cierto modo a pensar y razonar.
Algunos de ellos, leyeron el párrafo de las Sagradas Escrituras,
que encabeza este escrito, y aplicando un proceso de racionalidad se dijeron:
Si Dios Hizo al Hombre a su imagen y semejanza; somos iguales a Él. Si somos
iguales a Él, nosotros también podemos crear un Hombre.
Y asumido el principio de su igualdad con el Sumo Hacedor, le
imitaron.
Y consiguieron crear vida.
Sin embargo, olvidaron leer aquel parrado de las Sagradas
Escrituras que dice:
Genesis
1-28 Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la
tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves
del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.
Muchos siglos después de ser escritas estas frases, cuajadas de un
sentido amplio de relación hombre y mujer, complementado siempre con el
elemento esencial que es el amor, el Hombre ha reducido el más grande de los
principios que rigen la Humanidad, a un pobre y triste tubo de ensayo.
Ser “creado” en un laboratorio, es una triste manera de nacer. No
sé si ser “niño probeta”, influye o no en el desarrollo mental de los
individuos así “concebidos”.
No sé si saberse “creado”, no como resultado de un acto de amor, e
incluso de pasión, afecta al nuevo ser.
El Ser Humano ha evolucionado por caminos no siempre siguiendo los
principios que Dios le marcó al ser creado.
En nuestros días, el Hombre se compra como si de un trozo de carne
se tratara. Ha surgido el “Mercado del
Hombre”.
En los expositores, podemos elegir la clase de “producto” que
deseamos adquirir. Y en función de ellos pasamos por los distintos
departamentos del “Mercado”.
En nuestra “lista de la compra” llevamos anotado aquello deseamos conseguir;
y el precio que estamos dispuesto a pagar.
Como en todo mercado que se precie, hay mercancías para todos los
bolsillos.
Esperma de gran calidad.
Óvulos con pedigrí.
Vientres para alquilar, al igual que los coches de alquiler, con diversos
precios.
En este enorme “Mercado de Carne”, no falta, por supuesto el Mercado
Negro”. En él podemos encontrar, escondidos en sórdidos desvanes, vientres para
alquilar por el módico precio de un plato de arroz. Una pobre niña, casi impúber,
recibirá la “semilla” que fertilizará sus incipientes óvulos; para, nueve meses
después, recoger la mercancía.
Algunos muestran orgullosos sus “compras”, con la misma satisfacción
que un nuevo rico presenta a su vecinos el último modelo de vehículo de alta
gama que se ha comprado.
Seres humanos, (técnicamente lo son), que nacen sin el elemento
esencial que todo ser humano precisa: una madre.
Esos “seres a la carta”,
son como ese gran vehículo que por fuera es perfecto; pero, que carece de motor.
Hombres, y mujeres que no tendrán a esa Eva que Dios creó para que
fuera su fuente de vida, su sostén; el refugio en los momentos de desaliento y dolor.
No podrán escuchar de sus labios, esa canción susurrada al oído que le calma en
su lloro, y le lleva la paz a su espíritu.
Ni siquiera podrán gozar, de las lágrimas que todos derramamos
cuando perdemos a una madre. Hasta eso se les niega.
Es el resultado lógico de un “Mercado Imperfecto”.