martes, 11 de abril de 2017

LAS REJAS

Hace unos años comenzaron a hacerse famosas unas aplicaciones  informáticas a las que dimos el sobre nombre de “Redes Sociales”.
Aunque participo activamente en ellas, no dejo de ser conscientes de que es un arma de doble filo; y un Agora bastante peligroso, por la impunidad con que sus miembros pueden actuar.
No me refiero a la impunidad en términos jurídicos; me refiero a la impunidad moral que impera en ella.
El abanico de los asuntos y temas que en ellas se abordan, es inmenso; nada queda fuera de su ámbito; desde la foto ñoña, hasta la crueldad más descarnada.
En esas “Redes” volcamos nuestras ideas, opiniones; y, en no poca medida, nuestros odios (fundados o no), y mucha frustración.
Lo que se conoce como “perfil”, es de lo más variopinto. Existen personas que encuentran en estas redes un medio de expresión de ideas de todo tipo, realizadas de manera correcta, aunque dentro de una lógica discrepante. Otros tratan de mantener unas relaciones en la distancia con viejos y nuevos conocidos; y bastantes matan en ellas sus horas de soledad y aburrimiento.
Todo ello dentro de lo que podríamos denominar, parámetros de normalidad, y cordialidad.
Otros, cada vez más, han encontrado en estas denominadas “Redes” el lugar ideal para expandir sus mensajes de odio, expresados de la manera más cruel.
En muchos de ellos se ha instalado una especie de necrofilia difícil de entender.
En nuestra nación y en todas las Comunidades, incluso las menos civilizadas, siempre han sido respetados los ancianos, los niños, y los muertos.
Con leyes sociales no escritas, ellos tres quedaban al margen de toda manifestación de rencor u odio.
Pero, con demasiada frecuencia, esas normas son vulneradas de manera gratuita, y de todo punto incompresible para cualquier Ser Humano que se dice civilizado.
Con los cuerpos aun calientes de los fallecidos, las Redes se llenan de insultos, y ofensas de todo calibre, hacia el muerto. Insultos y ofensas que sólo producen dolor en los amigos y familiares, porque el ofendido, no puede serlo. Ya no está entre nosotros.
Insultar a un muerto, es la cosa más estúpida que se puede hacer; y por supuesto la más cobarde, pues el agraviado no va responder a la ofensa.
Pero como la maldad que ha anidado en muchos corazones, (demasiados para mi gusto), no tiene límites, se llega a desear la muerte de un niño, porque quiere ser torero. Esto ya es de una crueldad imposible de definir; pero, si eso se hace a un niño enfermo de cáncer, cuya vida pende de un hilo, es de ser un reptil. Pero, si además, se manifiesta alegría, porque el niño que quería ser torero perdió la batalla contra la enfermedad, el grado de putrefacción moral de esos individuos es tal, que ni los buitres carroñeros se acercarían a comer sus despojos.
Quizás ha llegado el momento de cambiar la denominación a las conocidas como Redes Sociales, y darles un nombre más acorde a su realidad: “Manicomios Sociales”.
Nuestra Sociedad está muy enferma. Y como todo enfermo que no quiere conocer el grado de gravedad del mal que le aqueja, morirá entre terribles dolores.
Un sentimiento de odio y de violencia ha anidado en nuestros corazones, por razones que no sabría explicar; pero, que sí creo conocer. Unas razones, que muchos negarán; lo habitual en los enfermos que no quieren reconocer su mal; pero que existen.
Ya ni siquiera nos queda la esperanza de la escuela o la familia; porque en ambas está latente el mismo espíritu que se ha apoderado del resto de la Sociedad.
Ver a padres y madres, enzarzados en peleas callejeras, delante de sus hijos, porque un árbitro ha señalado una falta en un partido de lo que sea, te echa el alma a los pies.
Hace unos días leí, no recuerdo dónde, una carta, no sé si real o imaginada, de un joven deportista a sus padres, en la que les pedía que dejaran de ir al campo de fútbol, porque se avergonzaba de su comportamiento.

Si la carta era real, aún queda un rayo de esperanza; si la carta era solo un desiderátum del autor, el futuro es ciertamente inquietante, Si es que el futuro puede ser más inquietante que la realidad que vivimos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario