Paco ha llegado a casa cansado, y un tanto desasosegado. Tan es así
que su mujer lo ha notado, y le ha preguntado qué le ocurre.
Mientras María le pone la cerveza como cada día, él le cuenta la
razón de sus cuitas.
Paco, tiene un taller que fundó poco antes de casarse, hace ya de
eso veinticinco años.
Comenzó en un pequeño local alquilado, donde, con la ayuda de María
que le echaba una mano con las cuentas y los pedidos, pudo ir haciéndose con una
clientela fiel.
Muchas horas de trabajo tiene Paco a sus espaldas. Horas que le
permitieron comprar una pequeña nave, y ampliar el negocio que hoy da trabajo a
dos empleados.
Cada mañana Paco abre su taller, se enfunda su mono de faena, y se
pone manos a la obra con sus dos trabajadores.
No son buenos los tiempos que corren, y el taller sobrevive con
esfuerzo, a la espera de tiempos mejores.
Pero esto María sabe que no es nuevo. Ya hace años que la maldita
crisis redujo el volumen de los pedidos, y a duras penas ha logrado no despedir
a ninguno de sus dos empleados, por lo que intuye que la preocupación de su
marido es otra.
Paco ha leído en la prensa que, en breve tiempo, deberá asumir una
nueva carga en su negocio: la posible paternidad de alguno de sus dos
empleados.
María no entiende demasiado bien lo que quiere decir su marido, y le pide que se explique mejor.
Mujer, le dice, si alguno
de los muchachos es padre, tengo que darle cuatro meses de permiso, y pagarle
el sueldo íntegro.
Ya sabes cómo está la situación. Si tengo que pagarle el sueldo, y
contratar a otro empleado durante ese tiempo, no sé cómo lo voy a hacer.
Si pierdo pedidos por no poder atenderlos, porque nos quedaremos
sólo dos, los clientes se marcharán a otro taller; y, ya sabes, perder un
cliente es fácil, pero recuperarlo es muy complicado. Y si el negocio se
resiente aún más, tendré que cerrar, y despedir a los dos trabajadores.
Este dialogo ficticio, puede estar produciéndose en muchas de las
casas de los pequeños empresarios que a duras penas consiguen mantener sus
negocios a flote.
Es muy común en los últimos tiempos satisfacer los delirios de las
fuerzas populistas, a costa de las espaldas de las empresas, de todas las
empresas.
Quienes no han sentido en sus manos el rudo trabajo, y visten
caros trajes, perfumados por las fragancias de moda, deciden sobre la vida y el
futuro de miles de empresarios, haciendo alarde la más absoluta
irresponsabilidad.
Desconocen la realidad de la economía real de España. Una economía
que se sustenta mayoritariamente por empresas pequeñas, y medianas, a las que
se les aplica la misma vara de medir que a las grandes Corporaciones
Empresariales a la hora de regular las relaciones laborales.
En su permanente obsesión por facilitar la vida, con ese eufemismo
que se han sacado de la manga, al que llaman “conciliación”, dictan leyes que
arrastran a la ruina a pequeñas empresas y autónomos, que deben cerrar sus
puertas, o jugársela incumpliendo las leyes.
La reacción de Paco, es lógica; su inquietud, más que justificada.
Lo que con esfuerzo y trabajo ha logrado
construir, puede verse abocado al fin, por las veleidades de unos legisladores
populistas, ignorantes, e irresponsables.
No es mejor el panorama que se les presenta a los millones de
trabajadores que son empleados por los miles de Pacos que en España hay. Ellos
serán también afectados por estas medidas que, lejos de protegerles, les llevan
a la misma incertidumbre que a nuestro protagonista.
Legislar desde la irresponsabilidad, y el populismo siempre ha
funcionado mal. Y la cuerda se rompe por la parte más débil.
Hoy hemos conocido los datos del Paro, y está más claro que el
agua que esto no despega, por mucho que nos quieran vender la “burra ciega”.
Estamos al albur de que se saquen a procesionar Cristos y Vírgenes para que se
puedan hacer unos pocos contratos de trabajo.
Nuestra tasa de desempleo sigue en niveles escalofriantes. Y
muchos siguen empeñados en apretar el dogal a los empresarios con una
pretendida defensa de los trabajadores. Para defender a los trabajadores, lo
primero que tiene que existir es trabajo. Y eso está lejos de lograrse. Una legislación
laboral asfixiante es muy buena para dar mítines; pero, nefasta para lograr
crear puestos de trabajo estable.
Alguien debería poner cordura, y decir alto y claro que no todo es
Ibex.