domingo, 17 de febrero de 2019

EL DÍA DESPUÉS


La llegada de un nuevo miembro a mi familia ha incrementado, si es que ello es posible, mi desencanto con el tipo de sociedad que hemos engendrado.
Cubriendo la última etapa de mi deambular por este Valle de lágrimas, pocas cosas me importan más allá del bienestar de mi familia y amigos. Pero no por ello me produce menos tristeza contemplar lo que hemos construido; o, por mejor decir, destruido.
No es un fenómeno exclusivo de España; pero, lo que pase allende Los Pirineos, poco me importa.
Bajo la atenta mirada de quienes la formamos, contemplamos impertérritos nuestra propia decadencia, sin que movamos un sólo músculo por evitarla.
Sentados a la sombra del árbol de la indolencia, vemos hundirse todo aquello que nos diferenció algún día de la fauna animal.
Nos comportamos como el tren de la película El puente sobre el rio Kwai; con la diferencia de que, en el filme, al menos, había un puente.
Me produce una profunda tristeza ver la indiferencia con la que hemos abandonado todo tipo de valores; y no me refiero a los valores religiosos, que esos son siempre discutibles, y controvertidos.
Los que se han malbaratado han sido los valores sociales; la moral social que, aunque muchos lo nieguen, existe.
Incapaces de construir en el individuo esos valores sociales; los hemos trucado por la descomposición del propio cuerpo social. Ser un hombre social es algo más que el mero hecho de vivir, todos arrebujados, en unos pocos kilómetros cuadrados. Nuestra propia desidia nos corroe, y como el ácido nos destruye.
Lejos de desarrollarnos en el saber, y el conocimiento; nos hemos empleado a fondo en dejar que los cerebros se sequen, y nuestra capacidad de pensar, y razonar, estén en buena parte de nosotros anulada.
Cuando una sociedad se dice a sí misma:
-“Para qué aprender. Todo está en Google”
Y con ello nos damos por satisfechos, sin saber, que Google no es otra cosa que una inmensa enciclopedia como las Espasa o Larousse que, antaño, adornaban nuestros salones. De la misma manera que las viejas enciclopedias sólo informaban; Google, sólo informa; y, como aquellos viejos libracos, no forma.
Valores como el respeto a los demás, o el respeto por uno mismo, no se pueden aprender en ninguna Enciclopedia por extensa que esta sea.
La familia, perdidos sus valores de núcleo forjador de buenas personas, ha devenido en un mero lugar en el que se come, y se duerme. Chicos maleta, desubicados sentimentalmente, desamparados educacionalmente, ven que sus vidas poco importan a nadie. Usados como armas arrojadizas entre sus progenitores, se encuentran en un vórtice vital que los llevan a buscar refugio junto a otros como ellos.
Con edad propia de jugar a juegos infantiles, cambian estos por el alcohol o las drogas. Niños que se convierten en viejos sin haber superado la adolescencia.
Es la nuestra una sociedad que, incapaz de solucionar sus problemas, lava su mala conciencia, poniendo tiritas.
Para el coma etílico en adolescentes, creamos los Servicios de Urgencias, y las U.V.I.
Para las enfermedades venéreas, disponemos de los antibióticos. Porque nuestra sociedad ha sido capaz de recuperar enfermedades que habían sido erradicadas hacía muchos años. Hasta ese dudoso honor tenemos.
Si nuestras jovencitas practican sexo sin protección ni conocimiento; para ello les dispensamos, como si de caramelos se trataran, las píldoras abortivas; eufemísticamente denominadas Píldora del día después. Hasta para poner nombres a las cosas somos hipócritas.
¿Sabe una chica de trece, catorce, o quince años cómo actúa la tal píldora en su cuerpo? Sin temor a equivocarme diré que, en absoluto.
Nuestra sociedad, lejos de atacar las causas, aplica esa filosofía tan española que dice “A grandes males, grandes remedios. Y entre esos grandes remedios, siempre nos queda el aborto.
Este tristísimo panorama es el que le espera a ese nuevo miembro que ha llegado a mi familia. Ese cuerpo, pequeño e indefenso, se irá desarrollando al tiempo que en su entorno sólo crece la maldad y la desidia que con el esfuerzo de todos se construye día a día.
Quizás no le faltaba razón al maestro Ortega y Gasset cuando allá por los albores del siglo XX escribía:
El plebeyismo, triunfante en todo el mundo, tiraniza en España. Y como toda tiranía es insufrible, conviene que vayamos preparando la revolución contra el plebeyismo, el más insufrible de los tiranos.
Tenemos que agradecer el adviento de tan enojosa tiranía al triunfo de la Democracia. Al amparo de esta noble idea se ha deslizado en la conciencia pública la perversa afirmación de todo lo bajo y ruin.”
Un siglo después, las ideas de Ortega, como tantas otras buenas ideas, no han sido escuchadas. Porque España, y los españoles no somos mucho de hacer caso a los que se toman el trabajo de pensar.
Somos más Rafael “El Gallo”, que Ortega. Cuando en una fiesta en Madrid al torero le presentaron a este como : Filósofo; pronunció la frase que se hizo famosa:
-“Hay gente p’ato”
Esa es la conciencia española: orgullosos de ser analfabetos; y despreciar a quien no lo es.
Como Antonio Machado  dijo respecto a Castilla: España, desprecia lo que ignora.



2 comentarios:

  1. Gelito hijo, todo esto que tu comentas, y en lo que te aplaudo y comparto, entra en lo que las mal llamadas “fuerzas progresistas “ están implantando en nuestra sociedad. Así estamos.
    Claro, los que pensamos como tu expresas, se nos denomina retrógrados.

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  2. Como siempre , tu visión catastrofista, también aquí, la pones de manifiesto. Si ya Ortega hablaba así , y no pasa nada, seguro que tampoco pasará nada después de otro siglo. Por lo demás, tienes mucha razón en muchas otras cosas. Ayer, estuve en los dólmenes de Antequera otra vez. Escuchando atentamente las explicaciones del guía, y saqué (sacamos) la conclusión de que en millones de años las sociedades humanas eran igual que antaño: unos vivían muy bien, a costa de la ignorancia del resto
    Respecto a ese ejemplo de la chica que no realiza sexo seguro, no tengo más remedio que recordarte, que el sexo es cosa dos .Micromachismos que calan muy hondo en esta sociedad
    Al anónimo comentario anterior, he de responder que la moral y los valores, no son patrimonio de conservadores, o progresistas; como muy bien dices, Angel, es cuestión de valores, educación y respeto

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