lunes, 4 de diciembre de 2017

EUROPA

Europa, denominada, no sin razón, la “vieja Europa”, están dando muestras, hace ya tiempo, de una senectud bastante decrépita, que se traduce en comportamientos propios de las personas muy longevas.
Europa, se encuentra en un momento histórico en el que parece habérsele agotado su capacidad de desarrollo y evolución intelectual.
La vejez, no sólo física, sino intelectual se ha incrustado en sus habitantes, jóvenes incluidos.
Desde el final de Segunda Guerra Mundial, el horizonte más prosaico se adueñó de ella, con la excepción de un episodio corto en el tiempo como fue la Revolución en Francia de mayo de 1968. Aquel soplo de aire fresco, que entró en las mentes de los europeos, no duró demasiado. Pronto aquellos ideales de jóvenes inquietos cayeron en el olvido, dando paso a una juventud apática y desinteresada por todo lo que no sea el placer, el disfrute, y la comodidad en el vivir.
Instalada en eso que se ha dado en llamar “Estado del bienestar”, los valores morales e intelectuales no tienen cabida en su diario devenir.
No existe en Europa un movimiento intelectual digno de llevar ese nombre, y que sea capaz de hacer despertar de su letargo al conjunto social, principalmente la juventud.
Ni siquiera el aspecto que tradicionalmente ha sido el más beligerante, en despertar las conciencias, como es el político, es capaz de ilusionarnos.
Desencantados por todo aquello que nos rodea, hemos tirado la toalla de nuestras ambiciones intelectuales, y nos dejamos llevar por las corrientes del siglo. Unas corrientes que nos mueven al dictado de intereses económicos y políticos que únicamente persiguen perpetuar un sistema económico y social que nos embrutece cada día más.
La perdida casi absoluta de valores morales de buena parte de la Sociedad europea, determina la insatisfacción, y la decepción interior de muchos; lo que lleva a algunos a caer en las redes de aquellos que proporcionan una manera de entender la vida una manera diferente, por disparatada que esta sea.
Por su propia naturaleza, el individuo busca algo más que el placer de lo físico y material; una búsqueda que en pocas ocasiones encuentra y logra resultados.
Es de todos conocido el papel histórico que, como forjador de nuevas ideas y pensamientos, ha tenido la Universidad; un papel que en este siglo XXI brilla por su ausencia.
Sólo unos pocos advenedizos, que se han apoderado de la libertad de pensamiento del mundo universitario, pescan en ese rio revuelto que son las aulas de los Campus; presentando como movimientos de cambio social, lo que no es más que un medio para procurar su medro personal, con fines muy alejados de lo que es el verdadero “Cambio Social”.
Los ciudadanos europeos, y sus autoridades, se encuentran sorprendidos por la facilidad con la que se propagan determinadas ideas religiosas, y lo sencillo que resulta inculcar en las mentes determinados conceptos excluyentes, y desarrollar, en cuestión de pocos meses, ideas de destrucción y muerte.
Encapsulados en nuestro mundo de bienestar, no somos consciente de lo que ocurre a nuestro alrededor. Unos aledaños en los que se fragua día a día la lenta muerte de la vieja Europa.
El intelecto en su más amplia dimensión y definición está siendo, poco a poco, anulado, en favor de aquello que nos evita pensar por nosotros mismos, y nos deleita con una satisfacción material intensa, pero efímera.
Sin que nadie quiera, o pueda, cambiar esa tendencia, el ciudadano se hace cada día más individualista; se encierra en su mundo, muchas veces sólo virtual, y deja de mirar en derredor suyo para conocer a los demás, y enriquecerse con sus conocimientos.
Se abandonó la Escuela como lugar de formación integral de las personas. Los hogares, viven situaciones demasiado complicadas para prestar atención a la formación de los hijos; y las familias, cada vez más desestructuradas, y volcadas en el trabajo, son poco más que simulacros de tal.
Los individuos que formamos la Sociedad europea gozamos, en general, de una salud corporal bastante aceptable; sin embargo, en lo que se refiere a nuestra salud intelectual, la situación no es tan halagüeña.

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