Europa, denominada, no sin razón, la “vieja Europa”, están dando
muestras, hace ya tiempo, de una senectud bastante decrépita, que se traduce en
comportamientos propios de las personas muy longevas.
Europa, se encuentra en un momento histórico en el que parece
habérsele agotado su capacidad de desarrollo y evolución intelectual.
La vejez, no sólo física, sino intelectual se ha incrustado en sus
habitantes, jóvenes incluidos.
Desde el final de Segunda Guerra Mundial, el horizonte más
prosaico se adueñó de ella, con la excepción de un episodio corto en el tiempo
como fue la Revolución en Francia de mayo de 1968. Aquel soplo de aire fresco,
que entró en las mentes de los europeos, no duró demasiado. Pronto aquellos
ideales de jóvenes inquietos cayeron en el olvido, dando paso a una juventud
apática y desinteresada por todo lo que no sea el placer, el disfrute, y la
comodidad en el vivir.
Instalada en eso que se ha dado en llamar “Estado del bienestar”, los valores morales e intelectuales no
tienen cabida en su diario devenir.
No existe en Europa un movimiento intelectual digno de llevar ese
nombre, y que sea capaz de hacer despertar de su letargo al conjunto social,
principalmente la juventud.
Ni siquiera el aspecto que tradicionalmente ha sido el más beligerante,
en despertar las conciencias, como es el político, es capaz de ilusionarnos.
Desencantados por todo aquello que nos rodea, hemos tirado la
toalla de nuestras ambiciones intelectuales, y nos dejamos llevar por las
corrientes del siglo. Unas corrientes que nos mueven al dictado de intereses económicos
y políticos que únicamente persiguen perpetuar un sistema económico y social
que nos embrutece cada día más.
La perdida casi absoluta de valores morales de buena parte de la
Sociedad europea, determina la insatisfacción, y la decepción interior de
muchos; lo que lleva a algunos a caer en las redes de aquellos que proporcionan
una manera de entender la vida una manera diferente, por disparatada que esta
sea.
Por su propia naturaleza, el individuo busca algo más que el
placer de lo físico y material; una búsqueda que en pocas ocasiones encuentra y
logra resultados.
Es de todos conocido el papel histórico que, como forjador de
nuevas ideas y pensamientos, ha tenido la Universidad; un papel que en este siglo
XXI brilla por su ausencia.
Sólo unos pocos advenedizos, que se han apoderado de la libertad
de pensamiento del mundo universitario, pescan en ese rio revuelto que son las
aulas de los Campus; presentando como movimientos de cambio social, lo que no
es más que un medio para procurar su medro personal, con fines muy alejados de
lo que es el verdadero “Cambio Social”.
Los ciudadanos europeos, y sus autoridades, se encuentran
sorprendidos por la facilidad con la que se propagan determinadas ideas
religiosas, y lo sencillo que resulta inculcar en las mentes determinados
conceptos excluyentes, y desarrollar, en cuestión de pocos meses, ideas de
destrucción y muerte.
Encapsulados en nuestro mundo de bienestar, no somos consciente de
lo que ocurre a nuestro alrededor. Unos aledaños en los que se fragua día a día
la lenta muerte de la vieja Europa.
El intelecto en su más amplia dimensión y definición está siendo,
poco a poco, anulado, en favor de aquello que nos evita pensar por nosotros
mismos, y nos deleita con una satisfacción material intensa, pero efímera.
Sin que nadie quiera, o pueda, cambiar esa tendencia, el ciudadano
se hace cada día más individualista; se encierra en su mundo, muchas veces sólo
virtual, y deja de mirar en derredor suyo para conocer a los demás, y
enriquecerse con sus conocimientos.
Se abandonó la Escuela como lugar de formación integral de las
personas. Los hogares, viven situaciones demasiado complicadas para prestar atención
a la formación de los hijos; y las familias, cada vez más desestructuradas, y
volcadas en el trabajo, son poco más que simulacros de tal.
Los individuos que formamos la Sociedad europea gozamos, en general,
de una salud corporal bastante aceptable; sin embargo, en lo que se refiere a
nuestra salud intelectual, la situación no es tan halagüeña.
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