miércoles, 1 de noviembre de 2017

LAS SOMBRAS

Platón abre el libro VII de la “República” con el que es, quizás, el más célebre de sus relatos: “El Mito de la caverna”.
Esta fábula, con más de dos mil años de antigüedad, es considerada como el paradigma de la denominada “Teoría de las formas”.
En él, el filósofo griego nos plantea la dicotomía entre el mundo real, y el mundo de las ideas.
Aquellos hombres que desde niños estaban encadenados de forma que sólo podían mirar hacia el frente, únicamente percibían las sombras que la luz de una hoguera reflejaba en la pared de la cueva en la que se encontraban.
Tras ellos, y por encima de un muro, otros hombres, mueven objetos que representan figuras de todo tipo; unas que hablan, y otras no.
El maestro se pregunta: ¿Pueden los hombres prisioneros haber visto otra cosa, sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la pared que está frente a ellos?
La respuesta, no deja lugar a dudas. No podrían.
Si los prisioneros hablan entre ellos ¿Cuáles considerarían que son los objetos reales? Obviamente las sombras.
Si los cautivos fueran liberados, y se encontraran con el mundo real, ¿qué considerarían cómo elementos reales: ¿lo real, o las sombras que proyectan? Es lógico que, para ellos, la realidad no fuera otra que las sombras que se trazan. Es la idea lo que tienen por lo real.
La alegoría que Platón reseñó en su “República” hace casi 2.500 años, no ha cambiado ni un ápice en su plasmación, veinticinco siglos después.
Prisioneros de nosotros mismos; incapaces de poder mirar hacia otro lado que no sea hacia el frente; únicamente contemplamos las “sombras” de los objetos que nos rodean.
Las ideas que se forjan en nuestras mentes, con apariencia de realidad, no son otra cosa que las figuras y objetos que alguien mueve a su antojo para que aceptemos una realidad que no es tal.
Nuestra “caverna”, es el mundo que nos rodea; nuestras cadenas, la Sociedad que nos envuelve; nuestra realidad… pura ficción ideal.
Cada uno de nosotros se encuentra encadenado desde su nacimiento al yugo que le subyuga. Las cadenas que nos impiden ver la realidad oprimen nuestras gargantas como invisible dogal, y un mundo de sombras se erige ante nosotros. Formas, que se transforman con el tiempo en nuestra realidad; de las cuales es muy complicado desprenderse, y poder aceptar como real lo que, para nosotros, son solo ideas forjadas en nuestras mentes.
El moderno “Mito de la caverna”, -el hombre de este siglo es protagonista inconsciente de esa alegoría-, hoy la podemos denominar “adoctrinamiento”.
Desde la Escuela se proyectan a las mentes de las personas un mundo de formas elaboradas según la percepción que de la realidad se quiere que tenga el individuo. Un individuo que “solo puede mirar al frente” porque fuertes cadenas le obligan a ello.
En nuestra tierra española, la fantasmagoría de las formas es diversa, y adaptada a los deseos de aquellos que mueven los objetos que se reflejan en la pared.
Las “sombras” que se presentan ante los ojos de los individuos, se definen como realidades que no admiten duda. Unas formas, se dan como buenas; otras formas, se aceptan como malas. Sin embargo, las “sombras” más interesantes de analizar son aquellas que no se proyectan. Aquellas que no se quieren enseñar al individuo ni siquiera en forma de ideas.
El bien y el mal; lo feo, y lo bello. Son dicotomías no resueltas.
Sólo los pocos afortunados que son capaces de liberarse de las “cadenas”, pueden transformar las “sombras”-ideas-; en “objetos”- realidad-.
Estos días, los acontecimientos que nos ha tocado vivir, han demostrado cómo una buena parte de la Sociedad de una zona de España ha internalizado como realidad, lo que únicamente son “sombras”.
Sin embargo, pocos de ellos querrán librarse del dogal que les impide dejar de mirar la pared; y continuarán fijándose en las “sombras” que la luz de la hoguera refleja en la pared de la “caverna”.
Los que salen de la “caverna”, al principio, quedarán deslumbrados, y no podrán apreciar las cosas que son verdaderas, sino tras un gradual proceso de adaptación.




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