domingo, 19 de noviembre de 2017

VIAJAR

En alguna ocasión he dicho que prefiero usar la expresión “viajar” a la que dice “hacer turismo”.
Puede parecer lo mismo, pero es algo diferente.
He pasado unos días viajando por la Toscana, en Italia. Viaje del que he sacado algunas conclusiones que pretendo trasladaros.
La primera es una deducción que obtengo en todos los viajes que realizo: Cualquier lugar del mundo tiene su encanto. Únicamente hay que saber mirar, y no sólo ver.
La segunda, es también reiterativa: Europa es, espectacular. Su riqueza, de todo tipo, es incalculable.
Una tercera conclusión, está ya concreta, es que Florencia me ha permitido contemplar la perfección, de la perfección.
Muchos de vosotros, es muy probable que hayáis visitado la ciudad de los Medicci, y por ello, quizás estéis de acuerdo conmigo.
Para plasmar físicamente la palabra Perfección existe una escultura denominada “El David”.
Lego en las artes escultóricas, me guio por mis sensaciones, y mi imaginación vuela hacia un hombre, una época, y bloque de mármol “maldito” por no se sabe qué malos hados.
Hombre, cincel, y mármol, frente a frente. No cabe la posibilidad del error; ni siquiera en su mínima expresión. No hay cuartilla, ni lienzo para sustituir en el caso de un pequeño golpe mal dado. Un gramo de fuerza aplicado de más daría al traste, de nuevo, con el maligno bloque.
Pero el cincel no se encuentra en manos de cualquiera; lo sostienen los dedos de Miguel Ángel.
Durante dos años, nuestro hombre, va dando forma a la representación humana más perfecta que ningún ser humano ha realizado. Si esos cinco metros de mármol hablaran, quizás no nos sorprenderíamos.
Como cuarta conclusión obtuve que existe una pequeña Tratoria llamada “Antica Trattoria “da Tito” “ que es el exponente fiel de que gente amable, alegre, y cordial se puede encontrar en los más recónditos lugares del Planeta.
Nada más entrar en ella, se puede sentir que aquel es un lugar en el que poder disfrutar en el sentido más amplio de la palabra.
Todo el mundo está de buen humor, clientes, dueño, y empleados.
Como en casi todos los lugares a los que vamos quienes los idiomas no son nuestro fuerte, el problema llega con la carta. ¿Qué es esto; qué ingrediente es aquel? Y se ha de recurrir al empleado para intentar averiguar qué comeremos.
El desconocimiento del idioma es mutuo. No hay problema.
-          “Un momento, mi marido habla un poco el español.”
Aparece un orondo caballero que nos allana el camino, y podemos disfrutar de unos ricos espaguetis a la boloñesa.
Pero ¿qué ocurre a nuestro alrededor? Pues, ocurre que clientes y empleados, hacen una ruidosa sobremesa, en la que no faltan las risas de todos.
Y le dije a mi mujer, antes de levantarnos tras degustar una copita de Limonchelo, cortesía de la casa:
-          Este lugar bien podría ser un bodegón de la calle Sierpes en Sevilla.
La quinta conclusión, y penúltima fue la que casi todos los que viajamos, e incluso los que no, hemos sacado en alguna ocasión: Japón, son dos países; uno lo forman quienes habitan en el lejano oriente, y otro aquellos que se encuentran dando vueltas por el mundo.
¿Alguien se ha parado a contar el número de japoneses que se encuentran de viaje de manera permanente?
No existe lugar, por recóndito que sea, en que no se halle un ciudadano del Imperio del Sol Naciente.
La última conclusión, realmente no es tal. Pues no es algo que sea resultado de un análisis previo. Es, más bien, la constatación de un hecho irrefutable. No hay hombre, mujer o niño, sea cual sea su nacionalidad, raza, credo; estado físico o mental, que no sea esclavo de un teléfono móvil.
No importa el lugar en el que nos encontremos, desde las criptas de los templos, hasta las salas de espera de los transportes públicos; el Hombre vive pendiente de las cinco pulgadas de la pantalla de un celular.

Es el contraste del Tiempo. Una mano suave y sensible cincelaba la piedra con pequeños golpes en el Renacimiento; y siglos después, otras delicadas manos dan pequeños golpes sobre las pantallas de un móvil.

sábado, 11 de noviembre de 2017

LA TIMOCRACIA

Los pensadores más profundos que ha dado la Historia de la Humanidad estuvieron ubicados en la Antigua Grecia.
Es en ella dónde se encuentra la cuna del estudio de las más diversas formas de gobierno de las sociedades organizadas.
Una de las primeras formas de gobierno que se implantó fue la “Timocracia”. Un sistema de gobierno basado en el ímpetu y en la fogosidad de los que detentaban el poder.
Valores como el Honor, eran determinantes en la forma de entender la administración de la Cosa Pública.
Sus principios nacían desde el alma, más que desde la racionalidad. Es lo que en palabras de hoy sería “gobernar con las entrañas”.
La Timocracia fue un sistema efímero, superado por otros más duraderos en el tiempo como la “Oligarquía” o “la Democracia”.
Hoy en España podríamos afirmar, aún a riesgo de no ser entendido, que ha surgido en nuestra Organización Social, una “Neo Timocracia”.
Las derivas de determinados gobernantes parecen demostrarlo.
Viejos conceptos como el Honor, la Honra, han resurgido con fuerza, y son base y fundamento de las actuaciones de muchos de los gobernantes. Actuaciones que no están basadas en la racionalidad, y ni en buscar lo mejor para todos.
Predomina en estos gobernantes una forma de ruptura social basada en “Quien no está conmigo, está contra mí”.
El concepto de Honor en el que se basaban los antiguos griegos, y que era un valor en positivo, ha sido prostituido, convirtiéndolo en un valor negativo, y excluyente.
Un papel importante en este renacimiento de la Timocracia, lo están teniendo las que podríamos denominar “Oligarquías decadentes”.
Estas han maniobrado con sabiduría para que el Pueblo se haya puesto en manos de los demagogos, que tras un periodo de aparente actitud redistributiva se vuelve con contra ese Pueblo para perpetuar su poder personal, buscando alianzas con esas “Oligarquías decadentes”.
Se entablan enfrentamientos para desviar la atención y las energías de los ciudadanos con el finde que no les exijan explicaciones de su nefasta gestión interna. Es el momento en el que nace una forma de gobierno que todos creíamos superada: “La tiranía”.
¿Cómo se explica esto? Vayamos a los pensadores griegos.
Así se expresa Platón respecto al comportamiento del “Hombre democrático”.
- “Vive al día. El primer deseo que se presenta es el primero que satisface.
Hoy tiene deseos de embriagar entre canciones báquicas, ya mañana ayunará y no beberá más que agua. Tan pronto se ejercita en la gimnasia como está ocioso y sin cuidarse de nada. Algunas veces es filósofo, las más es hombre de estado. Sube a la tribuna, habla y obra sin saber lo que dice ni lo que hace……
En una palabra, en su conducta no hay nada fijo, nada arreglado; y llama a la vida que pasa, vida libre y agradable, vida dichosa.”
Estas palabras, escritas hace más de dos mil años, son de una preclaridad que asusta.
El filósofo no es sabio porque sabe. El filósofo es sabio porque conoce la condición del Hombre, y es capaz de proyectar ese conocimiento en palabras, y escritos, que transcienden al tiempo.
Ayer comentaba un escrito de un amigo, en el que yo negaba la existencia de la Democracia.
El hombre de este siglo XXI cree que es un “Hombre democrático”. Y lo es, pero en los términos en los que el filósofo griego lo definió, trescientos años antes de Cristo.

El exterior ha cambiado; sin embargo, su interior es exactamente el mismo que el de aquellos peripatéticos que vivieron en la antigüedad.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

LAS SOMBRAS

Platón abre el libro VII de la “República” con el que es, quizás, el más célebre de sus relatos: “El Mito de la caverna”.
Esta fábula, con más de dos mil años de antigüedad, es considerada como el paradigma de la denominada “Teoría de las formas”.
En él, el filósofo griego nos plantea la dicotomía entre el mundo real, y el mundo de las ideas.
Aquellos hombres que desde niños estaban encadenados de forma que sólo podían mirar hacia el frente, únicamente percibían las sombras que la luz de una hoguera reflejaba en la pared de la cueva en la que se encontraban.
Tras ellos, y por encima de un muro, otros hombres, mueven objetos que representan figuras de todo tipo; unas que hablan, y otras no.
El maestro se pregunta: ¿Pueden los hombres prisioneros haber visto otra cosa, sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la pared que está frente a ellos?
La respuesta, no deja lugar a dudas. No podrían.
Si los prisioneros hablan entre ellos ¿Cuáles considerarían que son los objetos reales? Obviamente las sombras.
Si los cautivos fueran liberados, y se encontraran con el mundo real, ¿qué considerarían cómo elementos reales: ¿lo real, o las sombras que proyectan? Es lógico que, para ellos, la realidad no fuera otra que las sombras que se trazan. Es la idea lo que tienen por lo real.
La alegoría que Platón reseñó en su “República” hace casi 2.500 años, no ha cambiado ni un ápice en su plasmación, veinticinco siglos después.
Prisioneros de nosotros mismos; incapaces de poder mirar hacia otro lado que no sea hacia el frente; únicamente contemplamos las “sombras” de los objetos que nos rodean.
Las ideas que se forjan en nuestras mentes, con apariencia de realidad, no son otra cosa que las figuras y objetos que alguien mueve a su antojo para que aceptemos una realidad que no es tal.
Nuestra “caverna”, es el mundo que nos rodea; nuestras cadenas, la Sociedad que nos envuelve; nuestra realidad… pura ficción ideal.
Cada uno de nosotros se encuentra encadenado desde su nacimiento al yugo que le subyuga. Las cadenas que nos impiden ver la realidad oprimen nuestras gargantas como invisible dogal, y un mundo de sombras se erige ante nosotros. Formas, que se transforman con el tiempo en nuestra realidad; de las cuales es muy complicado desprenderse, y poder aceptar como real lo que, para nosotros, son solo ideas forjadas en nuestras mentes.
El moderno “Mito de la caverna”, -el hombre de este siglo es protagonista inconsciente de esa alegoría-, hoy la podemos denominar “adoctrinamiento”.
Desde la Escuela se proyectan a las mentes de las personas un mundo de formas elaboradas según la percepción que de la realidad se quiere que tenga el individuo. Un individuo que “solo puede mirar al frente” porque fuertes cadenas le obligan a ello.
En nuestra tierra española, la fantasmagoría de las formas es diversa, y adaptada a los deseos de aquellos que mueven los objetos que se reflejan en la pared.
Las “sombras” que se presentan ante los ojos de los individuos, se definen como realidades que no admiten duda. Unas formas, se dan como buenas; otras formas, se aceptan como malas. Sin embargo, las “sombras” más interesantes de analizar son aquellas que no se proyectan. Aquellas que no se quieren enseñar al individuo ni siquiera en forma de ideas.
El bien y el mal; lo feo, y lo bello. Son dicotomías no resueltas.
Sólo los pocos afortunados que son capaces de liberarse de las “cadenas”, pueden transformar las “sombras”-ideas-; en “objetos”- realidad-.
Estos días, los acontecimientos que nos ha tocado vivir, han demostrado cómo una buena parte de la Sociedad de una zona de España ha internalizado como realidad, lo que únicamente son “sombras”.
Sin embargo, pocos de ellos querrán librarse del dogal que les impide dejar de mirar la pared; y continuarán fijándose en las “sombras” que la luz de la hoguera refleja en la pared de la “caverna”.
Los que salen de la “caverna”, al principio, quedarán deslumbrados, y no podrán apreciar las cosas que son verdaderas, sino tras un gradual proceso de adaptación.