domingo, 15 de octubre de 2017

LA PANTALLA

Todo comenzó en un lejano día de 1895, cuando los hermanos Lumiere, desplegaron una enorme tela blanca, y sobre ella proyectaron la primera película de un cinematógrafo.
Los que tuvieron el privilegio de asistir a aquel extraordinario acontecimiento, no pudieron imaginar lo que ello representó.
Por primera vez el Hombre podía fijar su mirada en una superficie blanca y lisa, y contemplar cómo ante él surgía todo un mundo de realidades, y fantasías.
Aún tuvieron que pasar muchos años, cincuenta más o menos, para que la enorme pantalla fuera reduciendo sus dimensiones, y pudiera colarse en todos los hogares del mundo.
Aquel aparato, que a duras penas se lograba ver, se situó en el lugar preferente de las salas de estar de millones de hogares, y se convirtió en el referente al que acudir.
Todos fijaban su mirada en la reverberante pantalla, y contemplaban extasiados lo que a través de ella se proyectaba.
Mientras la televisión permanecía encendida, todo se paraba. Ella era el centro de atención.
Las comidas familiares alrededor de la mesa, dejaron de ser un punto de encuentro y de dialogo, para dejar paso al más profundo silencio, sólo roto por los sonidos que salían de los altavoces del aparato.
Cuántas veces las madres debían decir a sus hijos: “Come, y deja de mirar la televisión”.
Sin embargo, aquella batalla estaba perdida desde sus inicios.
La pantalla se había adueñado del espacio familiar conjunto, e imponía su ley.
Con la llegada de las diversas ofertas de contenidos, llegaron los conflictos al seno de la familia de la mano de un pequeño dispositivo al que se llamó: “mando a distancia”.
Los silencios se tornaron en discusiones sobre qué ver, y qué no ver.
Como no era posible mantener aquel combate por más tiempo, los afortunados, tomaron una solución salomónica: Situar varios televisores en diversas estancias de las viviendas.
Con ello, se terminaron los enfrentamientos por el “mando a distancia”; pero, surgió una nueva situación.
La familia se disgregó por el hogar, siguiendo a la pantalla que proyectaba lo que más gustaba.
Las comidas familiares, dejaron de ser tales; y se engullía, el alimento para ir a ponerse delante del Televisor y ver aquello que nos apasionaba.
La llegada de los ordenadores, y sus pantallas, produjeron un salto cualitativo y cuantitativo, en la dependencia de las luminosas superficies.
El ordenador se convirtió en el centro de la vida de muchas personas. Sólo a través de él se veía el mundo, en una abstracción absoluta, y un aislamiento del entorno casi total.
El ordenador, no obstante, era demasiado voluminoso para ser llevado con nosotros fuera de nuestra casa.
La solución la pusieron los denominados portátiles”. Su tamaño y su peso, bastante ligeros, permitían llevar la pantalla por doquier. El “portátil” se convirtió en compañero inseparable; era nuestro “alterego” al que entregábamos todos nuestros secretos. Era nuestra “alma”.
El avance de las ciencias nos trajo un nuevo dispositivo, también dotado de pantalla, (esta mucho más pequeña) a la que entregar nuestras vidas: “El teléfono móvil”.
Con él, el Hombre se aisló de su entorno vital. El mundo exterior desapareció, y únicamente la pantalla es la protagonista de nuestras vidas.
Por ella nos comunicamos; a través de ella vivimos; y por su causa, en ocasiones, morimos.
La pantalla del “teléfono móvil” presenta un elemento diferenciador de enorme importancia social. Ha capturado las mentes de individuos de todas las edades, clases, y condición.
Nadie, salvo unos pocos, ha podido sustraerse a sus “encantos”. Desde niños de pocos años, hasta venerables Ancianos, portan en sus manos un teléfono.
La pantalla, ha ganado, no sólo, una batalla; ha ganado, la guerra.
¿Cuál será el paso siguiente para seguir la alienación del Individuo? Lo desconozco; pero, todo apunta a que la realidad que nos circunde sea una “realidad virtual”.


martes, 10 de octubre de 2017

LAS SEDES

La llamada “cuestión catalana” nos ha proporcionado información sobre hechos y actos de todo tipo.
Uno de ellos, es el goteo de las Sedes Sociales de importantes empresas y consorcios, y que las han trasladado fuera de Cataluña.
Este acto, que es sólo una cobertura jurídica, tiene un corolario mucho más importante e interesante de analizar.
¿Qué ocurre con lo que queda en Cataluña, en el supuesto de la declaración de independencia?
Comencemos por la parte más débil: los trabajadores.
Según establecen las nuevas leyes catalanas, aquellos trabajadores que estuvieran empadronados en Cataluña al 31 de diciembre de 2016, pasarían a ser ciudadanos de Cataluña, y por ello sometidos a las leyes del nuevo Estado.
Perderían su cualidad de ciudadanos españoles, y por lo tanto de ciudadanos europeos; aunque los gobernantes de la actual Cataluña digan que tendrán doble nacionalidad; algo que es absolutamente falso.
En consecuencia, roto el vínculo legal con el Estado español, los derechos que emanen de sus contratos de trabajo deberán ser adaptados, y sometidos a las Leyes del nuevo Estado.
Protecciones tan básicas como es el Estatuto de los Trabajadores, dejarán de serles de aplicación; y sus reclamaciones en el ámbito laboral, deberán ser sustanciadas en los Tribunales de Cataluña.
Esto es así, porque los conflictos laborales se resuelven en el lugar en el que se encuentra el puesto de trabajo del trabajador.
Sus nóminas, serán abonadas en las cuentas abiertas en las Entidades radicadas en Cataluña, y deberán ser convertidas de euros a la moneda del nuevo país; algo que hasta este momento se desconoce.
La salida de la Unión Europea supone que, de manera automática, se sale de la Eurozona, y por lo tanto la moneda del país recién constituido no puede ser el euro; a pesar de que los gobernantes de Cataluña digan lo contrario.
Dos cuestiones a las que no alcanzo a concretar cómo afectarán a los trabajadores, son los Impuestos, y las aportaciones a la Seguridad Social, tanto en la cuota empresarial como en la que corresponde al trabajador.
El segundo gran frente de estas empresas es el relativo al régimen comercial que regirá sus relaciones con el resto del mundo.
La salida de la Unión europea implica la salida de todos los acuerdos de Libre Mercado que regulan las transacciones entre sus países miembros; entrando en un régimen de aplicación de aranceles que habría que negociar con todos, y cada uno de los estados que forman la actual Unión Europea, comenzando, lógicamente, por España, su primer cliente.
Mientras esto se negocia, algo que no se hace de la noche a la mañana, sería preciso establecer un régimen transitorio, que también habría que desarrollar.
Junto a ello, tendría que establecerse un régimen fiscal para las mercancías en tránsito, tanto importadas como exportadas.
A nadie se le escapa, que nada de todo esto es algo que se solvente con facilidad y en poco tiempo.
Cerrar fronteras, es algo relativamente sencillo. Regular el tránsito de mercancías, es algo muy complejo, lo que haría de la salida de productos desde Cataluña al resto de Europa, algo casi imposible.
Si los productos fabricados en Cataluña no pueden tener salida hacia los mercados, la respuesta empresarial sólo puede ser una: parar la producción, hasta que los regímenes comerciales, y fiscales, estén desarrollados e implantados. Lo que conllevaría al cierre de las factorías, y el despido de los trabajadores.
Si los principales, o únicos centros de producción se encuentran en Cataluña, la viabilidad de la empresa queda muy comprometida, pues únicamente subsistiría el mercado catalán como fuente de negocio. Todo ello, en el supuesto que las materias primas y componentes necesarios para la producción se obtengan en Cataluña.
Y qué ocurrirá con las empresas que no puedan salir de Cataluña. Todo dependerá del grado de vinculación de sus productos con el exterior.
En mi opinión, las menos afectadas serán las pequeñas empresas, que entrarán en un régimen de autarquía, algo que tampoco será fácil.
A nadie se le escapa que este estado de cosas traerá consigo un extraordinario aumento de los precios, y por ello elevada inflación.

Y no será descabellado pensar que volviera a emerger una vieja figura del comercio: El estraperlo.

martes, 3 de octubre de 2017

EL MARKETING

Los grandes cambios políticos, sociales, y económicos que surgieron en el siglo XIX, fueron los cimientos sobre los que se construyó el edificio de lo que hoy llamamos “Mundo desarrollado”.
El Reino Unido, y Francia, y posteriormente los EEUU, tras la guerra de Secesión, fueron los que lideraron lo que se dio en llamar “Imperialismo expansionista”.
El imperio moderno más grande, perdidos los últimos reductos del Imperio Colonial español, fue el forjado por la Gran Bretaña.
De este a oeste del Planeta, fue forjando un entramado económico, difícil de superar, y que aún permanece intacto en buena medida.
No había cala, roca, mar u océano que no fuera utilizado si valor tenía; aunque sólo fuera estratégico.
Grandes compañías que explotaban los recursos naturales de los países más diversos, se conformaron como Estados dentro de los Estados.
Las materias primas llegaban a la Metrópoli, y eran transformadas en bienes de consumo, que aumentaban el bienestar de los ciudadanos.
Es en ese momento cuando nace la Publicidad. Es necesario dar a conocer a los potenciales consumidores, los productos más diversos, y ponerles, delante de sus ojos, las bondades de lo que las modas dicen que deben comprar para ser considerados miembros de la naciente Burguesía.
El desarrollo de la Industria y la Minería, atrae grandes flujos migratorios de mano de obra del campo a la ciudad.
Las ciudades se expanden, y la burguesía se aleja de los centros de las ciudades, y de su ambiente pestilente.
Nace la Publicidad, y se distribuye, por todos los medios. Pequeños panfletos y folletos; carteles situados en las calles y plazas más concurridas; llegando hasta los diarios de mayor difusión, convirtiéndose en una magnífica fuente de ingresos.
En nuestro mundo actual, nada se vende sin haber sido publicitado. La publicidad es la gran fuente en la que beben los ciudadanos.
No existe lugar, donde no nos encontremos con un anuncio, que nos ofrezca algo.
El complejo mundo del siglo XXI se dio cuenta de que la fuerza de la Publicidad audio visual, era algo imparable; y las formas de difusión infinitas.
Gobiernos, Partidos, Movimientos sociales y políticos se dieron cuenta de ello, y crearon sus propios gabinetes de Publicidad, en los que elaborar la estrategia para vender sus “productos”.
Publicitar algo en el espacio virtual, es garantía de éxito. Es irrelevante que lo que se publicita sea cierto o no. Lo importante es que la imagen y el sonido lleguen a los circuitos; pues a partir de ahí, el efecto multiplicador es imparable.
Un falso mensaje situado en el ciber espacio, se convierte en verdad, a los pocos momentos.
Al igual que el mundo de la publicidad estática, nunca podrá agradecer bastante a Photoshop los servicios prestados; la publicidad de los que crean opinión, nunca agradecerán bastante a los creadores de Internet, los servicios prestados.
La imagen manda, por encima de la verdad.
Las guerras ya no se ganan en los campos de batalla; se ganan en los espacios virtuales. Quien los domina, gana. Da igual que lo que se publicita sea falso; tergiversado, o manipulado. Lo importante es colocar el “producto” en el “Mercado”. El resto viene solo.
Desde el día uno de octubre, en que se comenzó a librar la “batalla” en Cataluña para lograr su independencia, hubo un claro ganador: la publicidad.
Lo importante fue inundar el “mercado” de imágenes. No era transcendental que las mismas fueran ciertas, o manipuladas; actuales o pasadas. Preparadas exprofeso para dar apariencia de realidad, o resultado de profesionales del maquillaje. Lo sustancial fue la imagen.
El resto, era sencillo: esperar. Y no hubo que esperar mucho para dar la “guerra” por ganada.
El “producto” tuvo una gran aceptación en el “Mercado”, y los consumidores lo adquirieron convencidos de las bondades, y fiabilidad del mismo.

Nada que no ocurra con una colonia, o un detergente.