El militar Juan Martín Diez más conocido por su apodo “El empecinado”, no debe su sobrenombre
a su carácter, o manera de entender la vida.
Muchos creen, yo entre ellos hasta hace poco, que el remoquete se
debió a su temperamento obstinado y terco; pero, no es así.
Si bien es cierto que su carrera como militar, y defensor de las
libertades, le hiciera merecedor del mismo.
Uso esta legendaria figura decimonónica como palanca impulsora de
un paralelo comportamiento histórico de una zona de España situada al Nordeste
de la Península Ibérica.
Esa zona de España conocida como Cataluña, siglos hace que
mantiene una postura de obstinación, pocas veces vista, para lograr ser lo que
nunca ha sido.
Allá por el siglo XI, el rey Ramiro I fundó el reino de Aragón; y
en el siglo XII por razón de casamiento se le incorporó el Condado de Barcelona;
siendo el rey Felipe V quien con el decreto de “Nueva Planta”, incorpora el reino de Aragón, junto con el Principado
de Cataluña, al reino de España.
Cataluña desde el siglo XII ha tenido diferentes estatus
jurídicos, políticos, y sociales; pero, entre ellos nunca ha alcanzado el rango
de reino, o país independiente.
Nunca ha sido del agrado de los muchos mandatarios que Cataluña ha
tenido, el ser el segundón de la Corona de Aragón, queriendo cambiar ese
estatus, desde hace siglos.
Para ello, no ha escatimado medios y formas para lograrlo;
acudiendo a todo tipo de acciones para conseguir por la fuerza, lo que ni la Historia,
ni el Derecho les otorgaron.
Ha sido un empecinamiento histórico que nunca ha cuajado, a pesar
de los esfuerzos denodados que se han hecho para lograrlo.
Nada se ha dejado por hacer para conseguir su objetivo.
Como toda Revolución, lo principal es crear un sentimiento popular
de ser diferentes, y sobre esos cimientos construir el edificio del derecho a
ser independientes. Un proceso que ha tenido todos los ingredientes de un
trabajo constante basado, esencialmente, en la alteración de la realidad
histórica, y en la construcción de nuevos elementos artificiosos que les diera
ese poso de diferencia.
Bandera, himno, idioma, héroes, filósofos, literatos, e incluso
descubridores, fueron elevados a la categoría de valores diferenciadores que “justificaban”
más, que de sobra, su “histórico”, y “legítimo” derecho a ser independientes
del Reino de España.
Ante lo inútil de sus esfuerzos, al “hecho diferencial” que
determina la “superioridad” de Cataluña frente al mundo; se ha añadido un
elemento nuevo, abiertamente plasmado por sus dirigentes: el inculcar a los
ciudadanos el odio a España.
Una animadversión inconcreta, infundada, y por supuesto falsa; eso
da lo mismo. Se promueve el odio a España, y a los que llaman españoles o
españolistas, para reforzar el edificio de la mentira históricamente construido.
Múltiples eslóganes se han acuñado a lo largo de los siglos;
empero, el más “popular” ha sido:
-
España,
nos roba.
Mensaje corto, e impactante, que cala en profundidad de manera
rápida, y que convierte a los españoles, los residentes en Cataluña también, en
modernos “Salteadores de caminos”, cuyo campo de actuación es el
Nordeste de la Península Ibérica.
Visto desde la perspectiva de un extremeño entrado en años,
resulta extraordinariamente sorprendente, la facilidad con la que unos mensajes
tan falsos y vacíos, llegan al conjunto social de la ciudadanía que vive en
Cataluña.
La región que ha sido considerada vanguardia del desarrollo
económico; puerta de entrada de las ideas de Libertad, y Modernidad; se ha
despojado de sus vestiduras, dejando al descubierto la realidad que tapaban sus
ataviados.
Una Sociedad inculta, fácilmente manipulable; ignorante de las
consecuencias de sus actos; permeable a mensajes, que el más elemental sentido común,
y análisis, desmontaría.
Una Sociedad que al igual que el perro de Pavlov, segrega su odio
al toque de una campana.
Piotr Pávlov desarrolló la conocida como “Ley del Reflejo Condicionado”;y la sociedad catalana actúa movida
por ese Reflejo Condicionado. Un comportamiento instintivo, del que no se es
consciente.
Algo explicable en un perro, pero incomprensible en todo un cuerpo
social.
¿Quién sería Pavlov en este símil? ¿Quién es el que está asociando el estímulo neutro a la respuesta incondiconada para que al final se produzca el condicionamiento clásico?
ResponderEliminarPavlov serian aquellos que han educado al "perro" para que asocien toque de campana (sus instrucciones y acciones políticas) con reacciones sociales inducidas previamente.
ResponderEliminarClaro, pero en este caso ¿quién?
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